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adquirirse universalmente el renombre de Santa, que es precisamente el epiteto que menos le conviene! Pero llegó el tiempo, Señor, de poner las cosas en el órden antiguo. Llegó la hora en que V. M. con resolucion firme mano fuerte quite este padrastro de en medio de la nacion. Contestaré ahora á varias especies que se han producido en el Congreso.

y

,,Los pueblos, dixo un señor diputado, no estan dotados aun de la ilustracion competente para tratar de quitarles la Inquisicion: es necesario aguardar á que se ilustren. Grandemente! ¿Y quién es la causa de que el pueblo español no se halle debidamente ilustrado, y conozca sus verdaderos intereses, sino la misma Inquisicion? Mientras subsista este sombrío y cauteloso tribunal, la España estará condenada á ura perpetua ignorancia y estupidez. Es menester publicarlo á la faz de toda la Europa: que para que un español pudiera leer á un Mably, á Condillac, Filangieri....., y lo que es mas asombroso, para leer á Pascal, Duguet, Arnaldo, Racine, Nicole y á otros sabios y piadosos autores proscritos por este fanático y estúpido tribunal, era necesario ocultarse en la obscuridad de una guardilla, ó velar en el profundo silencio de las noches para no ser sorprehendido por una espía de Ja Inquisicion. A mí me sucedió mas de una vez para leer la sagrada Biblia, traducida por el piadosísimo P. Saci, no sin afliccion de mi espíritu. ¡ Dias de horror, de espanto y amargura para mi corazon, no puedo traeros á la memoria sin enternecerme! Este mismo hipócrita tribunal, que sepultaba en sus archivos las obras mas doctas y piadosas, dexaba correr impunemente los casuistas mas relaxados y obscenos; los sermonarios mas ridículos y extravagantes en que se profana descaradamente la sagrada escritura, acomodándola á sentidos impropios, á fantásticas alegorías, haciendo un juego de la santa y terrible palabra del Señor. Aun hizo mas: árbitro absoluto de las conciencias de los fieles, que manejaba á su capricho, les prohibió baxo pena de excomunion la lectura de las célebres provinciales de Pascal, porque descubrió al mundo la tortuosa conducta y política infernal de los jesuitas, y al momo tiempo concedia permiso hasta á las mugeres para leer con perjuicio de la religion la culta y elegante fábula del P. Berruyer intitulada: Historia del pueblo de Dios. Esta obra fue condenada por Benedicto XIV: la condenaron igualmente varias juntas de obispos : hasta el mismo parlamento de Paris la proscribió como perjudicial, fabulosa, impía, detestable. Y por qué la Inquisicion de España concedia su lectura á muchas personas, y jamas concedió la de las provinciales de Pascal? La respuesta es bien clara; porque Pascal impugnó los enormes abusos de la Compañía, y Berruyer pertenecia á esta corporacion, amiga predilecta del Santo Oficio. Vea aquí V. M. otro de los milagros de la Santa. Y se ha de decir ahora que es necesario que el pueblo se ilustre para quitar la Inquisicion? Un tribunal acérrimo enemigo de los sabios, perseguidor eterno de la ilustracion, permitirá que el pueblo abra los ojos para que despues lo derribe? ¡Rara paradoxa! ¿Qué libro de Derecho público y de gentes nos ha dexado? No pudiendo prohibirnos en España á nuestros Salgados y Solórzanos, los prohibió en Roma, á pesar de las enérgicas reclamaciones de nuestros reyes.

,,Otro señor diputado nos traxo la bizarra especie de que la Inquisicion comenzó con el nacimiento de la iglesia. Yo digo que se ha quedado muy corto. El inquisidor Luis de Páramo le da mucho mas edad, pues la hizo nacer en el centro, del paraiso, y por consiguiente debe ser coetánea de

nuestro padre Adan. Luego nos presenta al mismo Dios por primer inquisidor, y sigue despues con una prodigiosa serie de inquisidores, que no hay mas que desear en quanto al origen, antigüedad, gloria y honor de esta Santa. Entre sus prosélitos coloca nada menos que á Nabucodonosor, rey de Babilonia, y á otros personages de la mas alta gerarquía..... Si yo no viera estos delirios estampados por un autor clásico de la Inquisicion, qual es el famoso Páramo, no me atreveria á exponerlos al desprecio é indignacion de V. M. Empero no puedo menos que llamar su atencion sobre la calidad de un tribunal que se nos ha querido pintar como un precioso don del cielo, como baluarte de la fe, como columna de la religion. Pero si el señor preopinante tuvo largas creederas para persuadirse que la Inquisicion nació con la iglesia: ¿cómo Jesucristo nuestro Señor no le confió desde luego el depósito sagrado de la fe? ¿Cómo no lo hicieron los apóstoles y primeros padres de la iglesia? ¿O es que la Inquisicion era algun tesoro escon dido desde el principio del mundo, y reservado para salir á luz en el famoso siglo XII?

,, Otros señores han confesado ingenuamente que este tribunal es diametralmente opuesto á nuestra constitucion, que toda ella no respira sino máximas de justicia universal; pero que podia reformarse y conciliarse con ella. Esto es como si dixeran que podian conciliarse la luz con las tinieblas, la libertad política con el despotismo mas atroz, y el error con la verdad. Este seria á mi ver uno de los mas estupendos milagros de la Santa. Mas es necesario publicar á la faz del mundo entero, que en la Inquisicion no cabe reforma. Es irreformable por su esencia, por su carácter, por su constitucion.. Se halla en el mismo caso que los jesuitas. Quando á peticion del rey de Portugal expidió Clemente xiii un breve al cardenal de Saldaña para reformar la Compañía en aquel reyno, el P. Ricci, prepósito general, y uno de los mas astutos políticos que hubo- jamas, respondió francamente que los jesuitas no admitian reforma, y que ó habian de ser abolidos, ó subsistir como estaban : Aut sint ut sunt, aut non sint. Nuestros folletistas, como es notorio, sienten lo mismo de su Santa. Ellos han adoptado el mismo espíritu de los jesuitas, de quienes son legítimos herederos y sucesores para calificar de jansenistas á los que no piensan como ellos, y ya se sabe el odio eterno que profesaron al sabio obispo de Ipres por su famosa obra Augustinus.

,,Algunos señores diputados de Cataluña han ponderado á V. M. que la voz uniforme de su provincia estaba en favor de la Inquisicion, y que debian consultarla ántes de votar. Mas yo con todo el respeto que merecen sus señorías, les pregunto lo primero, si ántes de votar sobre este grave asunto, necesitaran de consultar á su provincia, ¿adónde iria entonces á parar la representacion nacional? ¡Qué! No traxeron poderes amplios é ilimitados, como sus otros compañeros? Lo segundo, si se concediera esto á esos señores, podríamos alegar lo mismo todos los diputados, no solo en quanto á la Inquisicion, sino en todos los demas asuntos; y en este caso, ¿qué seria de las Córtes? ¿Quando acabarian los de ultramar, particularmente el señor diputado de Filipinas, de averiguar el gusto de sus respectivas provincias? Lo tercero, ¿cómo sabrán los señores diputados catalanes la voluntad general de su provincia, hallándose ocupadas todas las capitales por los enemigos? Lo quarto, podian acordarse estos señores que algunos de ellos votaron contra la abolicion de señoríos, alegando que en su provincia

seria mał recibida la heroica resolucion de V. M., y hemos visto todo lo contrario. Porque, ¿qué provincia ha aplaudido con mayor entusiasmo que aquella la absoluta extincion de los bárbaros restos del dominio feudal? Aquellos pueblos, Señor, estan bien persuadidos de que V. M. no acordará Providencia que no sea justa, benéfica, religiosa, y útil al bien del estado. La fuerte y heroica Cataluña ha dado siempre las mas relevantes pruebas de su íntima adhesion al Congreso, y no podrá menos que admitir con aplauso las sabias y prudentes reformas que V. M. continúa haciendo en beneficio de la nación. La nacion entera quiere conservar con firmeza la religion de sus mayores, y V. M. les propone los tribunales legítimos que deben proteger este don precioso de la fe, que es el patrimonio predilecto de los españoles. Los enemigos del órden, del estado, del rey y de la misma religion, que tanto vociferan, sin entender ni sus principios, ni sus fundamentos, ni sus máximas, estan encarnizados y empeñados en dominar los pueblos so pretexto de la religion santa que profesamos. Se les hace creer por papeluchos indecentes, atestados de embustes y falacias, que la conservacion de la fe estriba en la subsistencia de esta malhadada Inquisicion. ¡Qué horrible y vergonzosa estratagema! Dígaseles con toda franqueza y claridad:,,pueblos quereis por jueces de la fe á los mismos que estableció Jesucristo" Seguramente responderán que si. Mas qué sucede? Que por miras puramente humanas y detestables, condenadas por esta misma religion, quieren hacer del pueblo un instrumento ciego de sus caprichos, de sus pasiones, de su ambicion, de su interes y de su malvada política. Quisieran que el pueblo se insurreccionase por la Inquisicion: que hubiese un platero Demetrio, que con otros codiciosos y fanáticos saliese gritando por las calles en favor de la Santa: Magna Diana Ephesiorum, Magna Diana Ephesiorum. No seria este proyecto muy propio de los ministros del

santuario?

Pero la mayor parte del clero español es muy prudente, muy sabio y religioso para sostener este fanatismo. El pueblo de España es muy circunspecto y sensato para dar crédito á los enemigos declarados de su ilustracion. Aun quando al presente por las críticas circunstancias de esta guerra cruel no se halle perfectamente penetrado de las benéficas intenciones del Congreso, ya se desengañará quando lea con detenimiento y reflexion el diario de Cortes; monumento eterno de la prudencia y sabiduría de V. M. En él verá el pueblo español las sabias medidas y desvelos infatigables que han tomado las Córtes para el alivio y cultura de la nacion, particularmente si llega á abolirse el denominado Santo Oficio.

,,Pero me replicarán, como ya se ha hecho al Congreso, que muchos reverendos obispos reclaman por él. Sin duda. Yo respeto el alto carácter y dignidad de los supremos pastores de la iglesia; mas debo responderles sin agraviar á su piedad y sabiduría, que si piden la Inquisicion es porque no la conocen, ni era posible conocerla facilmente; pues siempre ha estado cubierta de un velo tenebroso. Nadie podrá negar el talento y vasta erudicion del Señor Abad y la Sierra; sin embargo, yo le oí decir, que ni habia conocido la Inquisicion, ni la habia temido hasta que fué nombrado inquisidor general. Entonces fué quando le parecio formidable, horrible, espantosa, cruel. Esta conversacion se suscitó en casa del señor nuncio Hipólito Vinsenti quando fuí á tratar de la silla episcopal que debia establecerse en los

Estados-Unidos de América, asegurando yo que allí abrazarian gustosos la comunion de la iglesia romana, con tal que no oyesen ni el nombre de Inquisicion. ¡Qué embarazos, qué obstáculos no ha opuesto al catolicismo este miserable tribunal! ¿Y es posible que esta sola reflexîon no ha de abrir los ojos á tantos alucinados?

,,Por otra parte si se les dixera á estos respetables prelados:,, obispos, ¿quereis ser los jueces de la fe, con cuya atribucion os estableció Jesucristo?" ó por mejor decir,,;quereis ser obispos con todo el rigor de la significacion, entrando en la plenitud de vuestros derechos, y no ser obispos á medias?" ¿Que podrán responder á esto? Si por acaso se hallase alguno que respondiese no que renuncie. Los obispos, así como son los pastores, los doctores y padres de la iglesia, son tambien los jueces legítimos de Israel, y esta es una de sus divinas prerogativas. Son humanos, prudentes, compasivos, caritativos, ¿qué mas podemos desear? Ellos serán responsables de la fe de su grey: sabrán doctrinarla, ilustrarla, y si alguna oveja se extravía, sabrán cargarla sobre sus hombros, instruirla y corregirla, pero con la manse-. dumbre y caridad que prescribe el evangelio, como sucedia antes del establecimiento de la Iuquisicion.

,,Poco tengo que añadir á lo que se ha dicho en el Congreso sobre la actual existencia del tribunal. V. M. debe estar perfectamente persuadido que solo existe una vana sombra de él. Lo primero, porque es notorio que el actual inquisidor general, que es el Sr. Arce, se pasó á los enemigos, y está declarado por la voz pública traydor á la patria para honra y gloria inmortal de la Santa Inquisicion. Lo segundo, que los señores diputados, que aseguraron repetidas veces que existia una bula que concede à la Suprema las mismas facultades que al gefe, quando este llega á faltar, no la han exhibido, porque no la encuentran: y á fe que no ha sido por falta de diligencias, pues bien notorios son los apuros en que se han visto, los desvelos y vigilias continuas que han sufrido, las vueltas y revueltas que han dado sin dexar piedra por mover. Y en esta incertidumbre, que equivale á una evidencia contra la tal bula, querrá V. M. exponer las conciencias del religioso pueblo español? Los que se cacarean defensores de la fe ¿no forman escrúpulo de esto? Tanto rigor por una parte y por otra tanta laxîtud? ¿Es esto proceder de buena fe y por zelo de la religion? Júzguelo V. M. mientras voy a contestar á otro señor diputado por muchos títulos respetable, que ha preguntado al Congreso que quien podrá absolver ahora de la heregía mixta sino la Inquisicion? ¿Y esto se pregunta delante de un Congreso católico, y ante el trono de las leyes? Yo respondo á este señor á la faz de toda la iglesia: que los obispos deben absolver; los obispos, que son los que recibieron de Jesucristo inmediatamente la plenitud de la potestad, como tengo ya demostrado hasta la evidencia, y me avergonzaria de apurar mas este punto. ¿Y con qué facultad habia de absolver la Suprema, si no consta que esté autorizada para ello por ninguna bula?

,,Pero yo doy ahora por supuesto que existiese real y verdaderamente todo este cuerpo inquisitorial apoyado en sus bulas, con su gefe al frente, con todo el aparato de sus atavíos, y con toda la pompa y esplendor de su poder. ¿Quien podrá disputar á V. M. el derecho inconcuso de extinguirlo enteramente aun quando tuviera mas bulas que los jesuitas? La ereccion de este tribunal en Castilla fué un privilegio que desconcertó el plan del derecho Aaa

comun eclesiástico para substanciar las causas de fe. Llegó el tiempo en que V. M. no tiene por conveniente usar del tal privilegio. ¿Quien, pues, podrá obligario á que lo continúe? ¿Y qué diria si me pusiera á demostrar que este tribunal es ilegítimo, é ilegal desde su orígen? No habia cosa mas fácil que probarlo hasta la evidencia; mas esta demostracion seria algo prolixa. El rey de Sicilia abolió la Inquisicion en sus estados á pesar de las fuertes reclamaciones de sus obispos. Qualquiera otro príncipe puede hacer lo mismo, como es regular que lo haga el príncipe regente de Portugal. Y no han de tener las Cortes, donde reside esencialmente la soberanía nacional, facultad para extinguirlo? ¡Que inconseqüencia! Los jesuitas presentaban buias á miliares, y sin embargo el piadoso Cárlos III los expelió justísimamente de todos los dominios españoles. Se sabe que pensó abolir la Inquisicion, lo que no llegó á verificarse por las ocultas intrigas y poderosos manejos de que abundó siempre la corte de nuestros reyes. Es bien sabido que ninguna bula tiene fuerza en España sin el regio exequatur, aun quando encerrase decretos ⚫ de un concilio general, para exâminar si se opone ó no á las regalías de la nacion. ; Pues á qué tanto ruido ahora por una bula que nada nos importa que exista ó que dexe de existir? Señor, si qualquiera de nuestros reyes hubiera abolido la Inquisicion, como pudieron y debieron hacerlo, ¿y que digo yo nuestros reyes? si Godoy la hubiera abolido en su tiempo, se habria guardado de replicarle ninguno de los protectores del tribunal; pero como lo trata de hacer V. M. por justas y poderosas razones, de aquí viene todɔ el empeño en defenderlo. Sus defensores no contaron que esta Santa ha dido mas que ha ganado en la defensa inútil y extravagante que han hecho de ella. Hubiéranla dexado morir en paz y con honor como la sinagoga, y no publicaríamos ahora á la faz del mundo una parte de su vida y milagros, que tanto la desacreditan, y la hacen el ludribio y oprobio de los pueblos, de quienes hasta ahora habia sido el espanto y el terror.

per

,,A pesar de la sinceridad con que me he explicado en la augusta presencia del Congreso, estoy viendo ya salir pasquines contra mis opiniones. Debo creer que se estan ya preparando tornillos para torcer mis expresiones ⚫rtodoxâs, y hacerlas por fuerza declinar en heréticas y jansenísticas, segun tienen de uso y costumbre nuestros hermanos los folletistas, por el tierno afecto que profesan á su Santa Inquisicion. Esta treta, Señor, aunque vergonzosa y contraria enteramente al espíritu del evangelio que afectan defender, es ya muy rancia. La aprendieron de sus maestros y predecesores los jesuitas, que á todo el que no era amigo de su Compañía lo calificaban al instante de jansenista, aunque fuera el mismo Papa. Es verdad que nuestros folletistas han dado tales pruebas de estolidez, que no nos han explicado aun que es lo que entienden por jansenismo; pues estoy persuadido que ni ellos mismos lo saben. Tambien es verdad que viendo su causa desesperada, y faltos de ciencia y de razon para defenderla, echan mano de su abundante almacen de calumnias y dicterios para desacreditarnos con el cándido y religioso pueblo español. Se me dirá que tengo por que temer, pues que me explico así: No tengo por que temer; pero me asisten motivos poderosos para esperar que me denigren y calumnien. Aquí (sacó un papel impreso), aquí está la censura del gran Procurador general y su pandilla, que han encontrado en el dictámen de la comision proposiciones erróneas, malsonantes, cismáticas, formalmente heréticas... Los señores de la comision

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