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provisiones de gobernador al dicho Domingo de Irala, lo cual puso mui gran confusion, ansi en los naturales españoles que el servicio de V. M. deseábamos, como en los propios naturales de la tierra, ver que de nuevo se le encomendaba el cargo y gobernacion de la tierra al que tanto la ha destruido y disipado; pues agora como se vió gobernador, luego repartió la tierra y servicio de los naturales della, tomando para si y para cuatro yernos que tiene, y dando á los cuatro oficiales de V. M. todo lo mas y mejor de la tierra; y lo demas repartió entre sus amigos y paniaguados y entre los que enviaba á robar la tierra, como dicho tengo, y entre estrangeros, ansí franceses como italianos, como venecianos y genoveses y de otras naciones fuera de los reynos de V. M., porque le han ayudado y favorecido á hacer estas cosas que dicho tengo, y aun á otros que del Perú vinieron, que allí ni acá no han hecho ningun servicio á V. M.; dejando á muchos conquistadores viejos que han conquistado y descubierto la tierra de V. M. Por lo cual, de mi parte, suplico á V. M. como su leal servidor, no consienta quedar asi esto; aunque no sea por nosotros, los que hemos deseado el servicio de V. M., sea por no desanimar los que de aqui adelante así en esta tierra como en otras, desearan el servicio de V. M. Esta relacion he hecho á V. M., por me parecer hacer lo que debo al servicio de Dios y de V. M., dejando muchas cosas, por la proligida. Y esta es la verdad de todo, y cuando otra cosa V. M. hallase, mándeme V. M. cortar la cabeza como á hombre que á su Rey y señor no dice verdad. Nuestro Señor Jesuscristo á la Cesarea y Católica Magestad de su persona dé vida, con mayor acrecentamiento de rey-' nos y señorios en su servicio, guarde y prospere por mui largos tiempos. Desta ciudad de la Asuncion, provincia del Rio de la Plata á XV de Junio de MDLVI años.

Humilde vasallo de Vuestra Sacra Magestad.

Juan Muñoz de Carbajal.

Sobre A la Sacra y Cesarea y Católica Magestad, etc.

Carta de Bartolomé Garcia al Real Consejo de Indias, en que se queja de lo mal que el gobernador Domingo de Irala habia recompensado sus servicios, de los cuales acompaña una Memoria. - Asuncion, 24 de junio de 1556.

Mui poderosos señores:

Como hombre agraviado, no podré dejar de me quejar á V. A. como á mi Rey. Señor, V. A. sabrá que yo soy natural de la villa de Moron, nueve leguas de Sevilla; vine á esta provincia del Rio de la Plata en la armada de don Pedro de Mendoza, veinte y un años há, en la cual he padecido los trabajos que V. A. ya sabe que todos los que en aquel tiempo vinieran padecido tienen, y he traba jado por me aventajar en el servicio de V. A. en todo lo que he podido, de lo cual enviara probanza si me averiera. El gobernador desta provincia, cumplidos los veinte años, dió en encomienda los naturales della á los que agora de nuevo han venido, y á los que despues de nosotros vinieron, de lo cual los que conquistaron la tierra y perdieron, unos hijos, y otros hermanos, y los que quedaron, de mil y setecientos hombres que se hallaron en la reseña que don Pedro de Mendoza hizo como saltó en tierra, son hasta cien hombres, á los cuales dió lo peor y mas lejos, donde nunca dellos terná servicios; y así, hay muchos que no lo han

querido aceptar, el cual soy uno dellos, que me dió diez

y

seis indios, ochenta leguas de donde vivimos; á otros le dió á quince, á veinte, á treinta, sino fué á sus yernos y á otros yernos de sus yernos y á los oficiales de V. A., que destos y para si tomó toda la tierra y lo mejor de toda ella. Y yéndole yo á hablar al tiempo que la queria repartir, le dí una memoria de los trabajos en que me habia puesto, que es esa que ahi vá, y me respondió que hijos tenia? y que mejor está la peticion por dar. Viendo como lo habia hecho conmigo, le pedí licencia para me ir á los reynos de España, y tampoco me la quiso dar. E dicho esto, para que V. A. sepa lo que se ha hecho con los de don Pedro, y pues esta no es para mas de para dar cuenta de lo que acá pasa, y de lo que se hace con los que trabajan. De la

ciudad de la Asuncion, dia de San Juan de 1556.

Beso sus reales pies, su vasallo.

Bartolomé Garcia.

Esta es una peticion y memoria que di al gobernador Domingo d'Irala de algunos de mis trabajos

Mui magnífico señor:

Esto es para traer á la memoria lo que en esta tierra he trabajado y servido, porque, segun que veo y hevisto que vuestra merced lo ha hecho y hace hasta aquí conmigo, no creo que lo debe saber, ó dello no se quiere acordar, segun que he visto por las obras; pues, de todo lo que diré, vuestra merced es testigo, y de otras cosas que dejaré de

traer á la memoria á vuestra merced, por no ser prolijo, y de todas vuestra merced es testigo: bien sabe vuestra merced que, des que llegamos á Buenos Aires, de diez y seis hombres que fueron con Gonzalo de Acosta á descubrir los Tambues, yo fuí uno dellos, y en el camino nos flecharon los Guaranies de las islas, y de allí salí herido, que cinco años tuve un palo metido en el brazo y á cabo de cinco años me salió, y pasé dél lo que vuestra merced bien supo y vido por vistas de ojos; y en estos cinco años, nunca dejé de hacer lo que me fué mandado, que el señor don Pedro, que sea en gloria, á mi y á otros seis compañeros, los cuales hay vivos los que vuestra merc ed sabe, nos mandó que la cazasemos, y así lo hicimos, que siempre todos los dias teníamos de tributo docena y media de perdices y codornices, como vuestra merced es testigo, que comia el señor don Pedro y los que él mas queria. Y esto duró hasta que se fué á los Tembues y Francisco Ruiz nos abandonó al señor don Pedro, á mi y á Baytos, para que quedásemos con él en guarda de las naos; y el señor don Pedro por lo que á Francisco Ruiz le habia prometido, nos dejó, y de allí se fué el señor don Pedro á los Tembues y se tornó otra vez á Buenos Aires: yo le dí y le daba de comer, como otra vez se lo habia dado, de perdices y codornices, porque el dia que se embarcó metió en la nao mas de ciento. y cincuenta perdices y codornices; y á esto vuestra merced no estaba presente, mas ahí está el alferez Vergara, que por su mano las metió en la nao. Vuestra merced bien sabe que en Buenos Aires quedamos despues que el señor don Pedro se partió para España, que quedamos con mucha hambre: yo ballesteaba con mucho peligro de indios y de tigres, y daba de comer á setenta hombres que allí estaban porque todos los dias domingos y fiestas, les mataba dos y tres venados, con que les daban racion con que se sostenian; y deste trabajo, aún de la centinela no fuí reservad

y desto, vuestra merced bien sabe que hay muchos testigos, y que traia las rodillas y manos corriendo sangre de andar gatas por poder tirar á los venados, como vuestra merced

á

vé que se hace hoy en dia quien los quiere matar. Vuestra merced bien vido y supo que los tigres que estaban en la palizada y mataban la gente, yo aguardé uno que hacia mucho daño, dende un árbol, fuera de la palizada, contra la voluntad de Francisco Ruiz, habiéndoselo suplicado y pedido por merced que me dejase aguardarlo, yo le maté. Pues, vuestra merced bien vido, cuando ibamos á Buenos Aires por el rio de los Tembues, que salieron los Quirandis á flecharnos en los navios, y que por un tiro que yo hice, que vuestra mer ced vido, no nos hicieron mui mal, porque mui bien pudieron á su salvo hacello. Cuando vuestra merced ha ido á descubrir ó á las guerras, cuando se levantó la tierra, en todas me he hallado delante y á su lado; y desto vuestra merced es testigo. Nunca me he hallado sin armas dob ladas y de respeto, para mi y para otros que las habian menester, porque las habian quebrado, desbaratado, para contratar con los indios, indias para su servicio; pues yo nunca la quebré, ni desbaraté, ni contraté, ni con el contrato de los indios merqué yeguas ni caballos, como otros han hecho, como vuestra merced bien sabe; porque yo no he resgatado ni chinchoreado, ni bando de vuestra merced ni de otro que haya mandado quebrantado, ni menos por montes huido ni aventado, ni en cárceles estado, ni de vuestra merced por cosas mal hechas perdonado, ni por otros servicios ni trabajos que tengo dicho y otros muchos que dejo de decir, que vuestra merced es testigo, nunca de vuestra merced ninguna buena obra hasta agora he recibido; débelo de causar mi desgracia que siempre he tenido con vuestra merced, pur no ser importuno, como otros han sido y son. Y agora que esperaba el galardon de mis trabajos, á cabo de veinte

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