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4 Sosegado el reyno casó Don Fernando hijo del Rey con Isabel de Clara

monte..

5 Don Alonso rabida la muer te de la Reyna que estaba encargada del gobierno del reyno de Aragon nom

al de Navarra.

1

se aquella ciudad y el castillo de Turpia, y él fué enviado à Nápoles con su muger y hijos y toda su recámara; que fué un grande aviso para entender que en la obediencia consiste la seguridad, y en la contumacia la total perdicion.

El principal movedor desta alteracion fué un Milanés por nombre Juan Muceo, que à la sazon residía en Cosencia. Tuvo el Rey órden para habelle à las manos: perdonóle al tanto; si bien poco despues pagó con la cabeza sus malas mañas, ca el Duque de Milan, do se acogió, le hizo dar la muerte por otra semejante deslealtad. Por esta manera se conoció la providencia y poder de Dios en castigar los delitos; y aquellas grandes alteraciones que tenian suspensa y à la mira toda Italia, tuviéron remate breve y fácil. Festejóse y aumentó→ se la alegría de haber sosegado todo aquel reyno con las bodas de D. Fernando hijo del Rey, que casó en Nápoles à treinta de Mayo dia Domingo con Isabel de Claramonte, con la qual ántes estaba desposado. Pretendíase con aquellas bodas ganar de todo punto al Príncipe de Taranto, tio de parte de madre de aquella doncella, porque hasta entónces parecia andar en balanzas.

En medio destos regocijos viniéron nuevas tristes y de mucha pesadumbre, esto es que las dos Reynas hermanas del Rey, y D. Enrique de Aragon falleciéron, como queda dicho. Demás desto bra por regente que vencido el de Navarra, le echáran de toda Castilla: tal es la condicion de nuestra naturaleza, que ordinariamente las alegrías se destemplan con desastres. Al Embaxador que envió el Rey de Navarra para avisar desto, y de su parte hacia instancia que el de Aragon volviese à España, dió por res

puesta que la guerra de la Marca estaba en pie, por tanto que ni su fé, ni su devocion sufria desamparar al Pontífice y faltar en su palabra: acabada la guerra, que él iria à España, pero avisaba que de tal manera se asegurasen de su ida, que no dexasen por tanto de apercebirse de todo lo necesario: que nombraba en lugar de la Reyna para el gobierno al Rey de Navarra, y por sus consejeros à los Obispos de Zaragoza y de Lérida y otras personas principales: que no sería dificultoso con las fuerzas de Navarra y de Aragon resistir à las de Castilla; en conclusion otorgaba que con los Moros de Granada (lo qual pedia asímismo el Rey de Navarra) se concertasen treguas y confederacion por un año: ciudad y nacion en que por el mismo tiempo hobo mudanza de Reyes. Dado que Mahomad por sobrenombre el Izquierdo con las guerras civiles de Castilla tuvo sosiego algunos años, de la paz como es ordinario resultáron entre los Moros grandes discordias. Los tiempos eran tan estragados, que no podian sosegar por largo espacio : si faltaban enemigos de fuera, nacian dentro de casa. Fué así que dos primos hermanos, hijos que eran de dos hermanos del Rey Moro, el uno llamado Ismael, ò por miedo de la tempestad que amenazaba, ò temiendo la ira de su tio, se fué al Rey de Castilla para serville en la guerra, con cuya ayuda esperaba podria recobrar su patria, sus riquezas y la autoridad que antes tenia. El otro que se llamaba Mahomad el Coxo, porque renqueaba de una pierna, en la ciudad de Almería, do era su residencia, se hermanó con algunos Moros principales. Con esta ayuda se apoderó del castillo de Granada que se llama el Alhambra: hobo otrosí à las manos al Rey

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I Ganada la ba

talla de Olme

su tio y le puso en prision. Hecho esto, se alzó con todo el reyno y se quedó por Rey.

Esto fué por el mes de Setiembre: mes que aquel año conforme à la cuenta de los Árabes fué el que llama aquella gente Iamad el segundo. Dividiéronse con esto los Moros en bandos. Andilbar Gobernador que era de Granada, con sus deudos y aliados se apoderó de Montefrio, que era un castillo muy fuerte no léxos de Alcalá la Real, y por tener poca esperanza de restituir y librar al Rey viejo que preso estaba, convidó con el reyno à Ismael: apresuróse él para tomalle, con ayuda que le dió el Rey de Castilla de dinero y de gente. La esperanza que tenia de salir con su intento, era alguna el miedo era mayor à causa de sus pocas fuerzas, y que le convenia contrastar con la mayor parte de aquella nacion, que los mas quien de voluntad, quien por contemporizar procuraban ganar la gracia del Rey Mahomad, y por este camino entretenerse y mirar por sus particulares. Mas esto sucedió al fin deste año: volvamos à contar lo que se nos queda atrás.

CAPITULO IV.

Que D. Álvaro de Luna fué hecho Maestre de Santiago.

Ganada la batalla de Olmedo, sobre lo que de

do se confiscan bian hacer, se tuvo consejo en la tienda de D. Al

los bienes de los conjurados.

varo de Luna, que salió herido de la refriega en la pierna izquierda. Allí determináron por comun acuerdo de todos que los bienes y estados de los conjurados fuesen confiscados: tomáron la villa de

Cuellar, y pusiéron cerco sobre Simancas. El príncipe D. Enrique queria que el Almirante D. Fadrique fuese exceptuado de aquella sentencia, y que se le diese perdon; los demás eran de parecer contrario. Decian que su causa no se podia apartar de la de los demás, ántes juzgaban de comun consentimiento y tenian su delito por mas grave y calificado por ser el primero y principal, y que movió à los demás à tomar las armas. Por esta causa el Príncipe se fué à Segovia: el Rey su padre alterado por su partida, y por recelo no fuese este principio de nuevos alborotos dexó à Pedro Sarmiento el cuidado de apoderarse de los demás pueblos de los alborotados, y él mismo se fué à Nuestra Señora de Nieva con deseo de sosegar à su hijo.

Para obedecer pidió el Príncipe que para sí le diesen à Jaen, à Logroño y à Cáceres, y à Juan Pacheco à Barcarrota, Salvatierra y Salvaleon, pueblos à la raya de Portugal: condescendió el Rey con él; mas qué se podia hacer? desta manera por lo que era razon fueran castigados, les diéron premio: tales eran los tiempos. Fuera desto en Medina de Rioseco se dió perdon al Almirante con tal que dentro de quatro meses se reduxese al deber, y en el entretanto Doña Juana Reyna de Navarra su hija estuviese detenida en Castilla como en rehenes. Tomado este asiento, el castillo de aquella villa que se tenia por el Almirante, se entregó al Rey los demás pueblos de Castilla la vieja que eran de los alterados, en breve tambien viniéron à su poder. Al principio desta guerra por consejo de D. Álvaro, dado que al Conde de Haro y otros Grandes no les parecia bien, envió el Rey de Castilla por gente de socorro à Portugal: acordó con

2 El Rey de Castilla por

consejo de Don

Álvaro envia à pedir socorro al de Portugal.

3 La gente de

Rey habia pedido de socorro llega à Mayorga

guerra, y reci

bidos magnífi

cos presentes se

pais.

esta demanda el Gobernador D. Pedro Duque de
Coimbra. Juntó dos mil de à pie y mil y seis-
cientos caballos, y por General à su hijo D. Pe-
dro,
, que si bien no pasaba de diez y seis años por
muerte del Infante D. Juan su tio poco ántes le ha-
bian nombrado por Condestable de Portugal.

Llegó esta gente à Mayorga, do el Rey estaPortugal que el ba: su venida no fué de efecto alguno por estar yá la guerra concluida; sin embargo festejáron al Geconcluida la neral, regaláron à los Capitanes, y les presentáron magníficamente segun que cada qual era. No vuelven à à su resultó algun otro provecho desta venida y deste ruido; solamente D. Álvaro secretamente y sin que el mismo Rey lo supiese, segun se dixo, concertó de casalle segunda vez con Doña Isabel hija de Don Juan Maestre de Santiago en Portugal, con el qual D. Álvaro tenia grande alianza y muchas prendas de amor tan grande era la autoridad y mano que D. Álvaro se tomaba, tan rendido tenia al Rey. Decia que aquel parentesco sería de mucho provecho por el socorro de gente que les vendria de aquel reyno, fuera de que hacian suelta por este respeto de gran suma de dineros que se gastáron en la paga de los soldados yá dichos.

Pasa la corte à Burgos, y el Rey perdona á algunos de los

conjurados; ha

ce grandes mer

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se dió

Despedido el socorro de Portugal, pasó la Corte à Burgos: allí muy fuera de lo que se pensaba, à los Condes de Benavente y de Castro perdon à tal que por espacio de dos años ni el de Castro saliese de Lobaton, ni el de Benavente se partiese de aquella su villa de Benavente. Á otros trazgo de San- Grandes hicieron crecidas mercedes, mayores al

cedes à otros. Poco tiempo án

tes se habia da

de Luna el maes

tiago, y à Don

Pedro Giron el de Calatrava.

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IT Y de Castro. La Crónica no dice que el Rey perdonase à este Conde de Castro, sino al Almirante y al Conde de Benavente. Véase el cap. 18.

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