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fluyen notablemente en su resultado. En el mes de junio últisi no me engaño, se anunció en los papeles públicos de Francia que nuestro adorado rey el señor don Fernando VII, ha、 bia pedido á Napoleon que le adoptase por hijo. Esta noticia aunque creida entonces por algunos no llegó á confirmarse. En el dia van estendiéndose otros rumores que han escitado toda la atencion del público. Se dice, y los periódicos lo refieren, que el señor don Fernando VII ha contraido matrimonio bajo los auspicios de Bonaparte con una archiduquesa de Austria, y que este le envia á España para servirse de su presencia y del amor que le tienen los pueblos, con el fin depravado de consumar nuestra ruina. Señor, no doy ascenso á esta noticia que no pasa de rumor, porque siempre he llevado la máxi ma que Bonaparte lejos de querer conservar la dinastía de Borbon y eroparentar con ella, ha tenido siempre la mira de estinguirla para que esta antigua casa no pueda aspirar jamás á recobrar los estados y derechos de que ha sido despojada para destinarlos á la familia de Bonaparte, y para que su nombre no pueda servir de obstáculo á la realizacion de sus infames proyectos. Otras razones tengo que me persuaden de lo mismo; pero no sería estraño tampoco que Bonaparte, no pudiendo subyugar á esta nacion heróica con la fuerza de sus armas, receloso quizá de algunos movimientos que se observan en las potencias del norte desde la usurpacion de la Holan. da y la elevacion de Bernardotte á príncipe heredero de Suecia, y apurado por la falta de recursos pecuniarios, apelase á esta intriga para adormecer el entusiasmo de la nacion española.

Estas noticias aunque vagas por ahora, han llamado altamente la consideracion de V. M. que desea prevenir los males que podria ocasionar á la España semejante maquinacion. Todo remedio preventivo será aventurado, si no se conocen de antemano los males que afligirían á la nacion si se verificase el caso que se teme. Los males que indudablemente produci. ría este suceso serian una guerra civil asoladora que pondria en manos de Bonaparte un trono que no ha podido conquistar con la fuerza ni con la intriga. Es muy probable que si viniese

á España el señor don Fernando VII bajo los auspicios de Bonaparte, se veia precisado por este à exigir la obediencia de sus pueblos, formar un partido con los españoles franceses, indiferentes, descontentos, incautos y algunos cansados. Los pueblos que no verian en su amado rey mas que el instrumento de que se valia Bonaparte para esclavizarlos redoblarian sus esfuerzos. Una nueva lucha mas destructora que todas seria el resultado, y nuestro rey se veria precisado á derramar la sangre de sus súbditos para satisfacer á la ambicion de un tirano, y á desarmar á aquellos pueblos que habian restaurado su co

rona.

Señor, hace muchos años que la ambicion de la Francia ha pretendido la cesion de las provincias de la parte de allá del Ebro. Sus miras en esta cesion no son otras que engrandecer aquel reino, quitar la barrera de los pirineos, mantener sus ejércitos en el corazon de España, y emprender despues la conquista de todo el reino. No seria estraño, pues, que con el nuevo hecho de destinar á nuestro rey una archiduquesa hubiese estipulado de acuerdo con el emperador de Austria, la cesion de estas provincias, simulando dejar las otras libres para reinar en ellas Fernando hasta que en mejor ocasion acabase de deborar la presa. Si esto sucediese, es de temer que Bonaparte, aparentando cumplir religiosamente con lo estipulado, retirase sus ejércitos á las provincias cedidas, las cuales cargando sobre ellas fuerzas tan considerables, ó se verian en la necesidad de sucumbir ó de ser víctimas del heroismo y de la desesperacion. Sí, señor; se defenderian, no hay que du darlo; arrostrarian todos los peligros hasta dejar de existir ó conseguir su independencia; pero seria de temer en este caso que las demas provincias, ó engañadas ó cansadas de la guerra viéndose libres de enemigos, apagasen aquel sagrado fuego que ahora tanto las distingue, y que adormeciéndose en ellas el entusiasmo, la lentitud de las operaciones ocasionase la ruina de las cedidas. No: no es creible que asi suceda, no puede caber sino en una imaginacion desarreglada pensar asi. ¿Cómo es posible que se rompiesen aquellos lazos de union que tan maravillosamente han subsistido desde nuestra insurreccion?

¿Cómo los castellanos se habian de olvidar de sus compañeros de armas los catalanes y aragoneses? Cómo los valencianos de sus vecinos, y cómo los españoles de los españoles?

«Señor; el pueblo español, deseoso de su libertad, puso en V. M. su confianza. V. M. jamás querrá sino lo que este pueblo generoso quiere; pero á V. M. toca sostener el entusiasmo general, escitar el heroismo, manifestar que los verdaderos intereses de la nacion consisten en la conservacion de la independencia é integridad de la monarquía. Es preciso inculcar estas ideas, é ilustrar á los pueblos en sus verdaderos intereses y en las causas que pueden producir su felicidad. Todos los españoles han de saber que con la dependencia de Bonaparte jamás tendrán libertad, serán esclavos, y sus bienes se repartirán entre los bárbaros conquistadores.

Señor; estos males que se temen, y que por ahora no están sino en la prevision, no se remedia del todo con el de, creto presentado á V. M. por el señor Castro, ni con la pro¬ posicion del señor Borull; pues únicamente se dirigen á anular todos los actos, convenciones, tratados, transacciones, etc. que haga el rey, estando en poder del enemigo; y como esta declaracion no puede impedir que el rey venga á España bajo la influencia de Bonaparte, es menester apelar á otros remedios, y estos no los hallo sino en la ilustracion del pueblo español. Luego que V. M. se instaló en este pueblo, fué su primer paso jurar la independencia é integridad de la monarquía. Esta no se conservaría si de un modo ó de otro dependiésemos de Bonaparte, y si se le cediesen por alguna estipulacion forzada, hecha con el rey, alguna de las provincias que componen ahora la monarquía. Cuando V. M. juró la independencia é integridad del reino, lo hizo á nombre del pueblo español, á quien representa, y este no hizo mas que declarar de nuevo su voluntad, pues ya anteriormente habia jurado lo mismo y lo habia sellado con su sangre. Bajo estos supuestos es preciso que V. M. por sí y por medio del ilustrado público que nos oye, haga entender al pueblo que la independencia é integridad de la monarquía son las dos bases del Estado, sin las cuales habrian sido infructuosos nuestros esfuerzos: que esta

resolucion ha de l'evarse á cabo á costa de los mayores sacrificios que el éxito feliz de esta resolucion depende de la union, depende de la fuerza moral, de la uniformidad de sentimientos, que felizmente se ha conservado desde el principio de esta lucha, y que si dieramos un paso atrás en esta gran carrera eclipsaríamos la gloria inmortal que hemos adquirido con la sangre de nuestros hermanos, que por sostener estus derechos dejaron de existir. Qué diría Gerona, que las demas plazas y pueblos de Cataluña, si despues de haberse desplomado sus murallas sobre sus magnánimos defensores, se vieran entregados para siempre á nuestros enemigos? Qué dirian Zaragoza, Ciudad-Rodrigo y Astorga, despues de haber hecho tantos sacrificios? Los muertos en el cam→ po del honor levantarían su cabeza y nos acusarian de débiles, de pusilánimes, de inconsecuentes y de cobardes por habernos separado del camino de la gloria que ellos nos allanaron. ¿Qué concepto formarian nuestros hermanos de América, que tan generosamente nos han socorrido? ¿Qué se diria en Inglaterra de donde se nos han prodigado tantos auxilios? Ya me parece que oigo resonar en mis oidos las voces de todos los españoles que gritan en todo el ámbito de la Península : queremos la independencia, la integridad de esta monarquía, que hemos jurado conservar para nuestro rey don Fernando VII. Vanas serán las integras de Napoleon para apartarnos de nuestro propósito. Conservemos, pues, esta union maravillosa, y seremos invencibles. Los españoles conocen sus intereses, é ilustrado por V. M. este pueblo será inconquistable, como dicen los estrangeros, indomable.

Concretándome ahora á la proposicion del señor Borull, por la que solicita que se declaren nulos todos los actos, tratados y convenciones hechas por el rey, estando en poder del enemigo, debo manifestar á V. M. que ó los actos que se espresan son relativos meramente á la persona del rey, ó á la nacion. Los relativos à la nacion, como v. g. un tratado de paz ó guerra, una estipulacion ó convenio por el cual se ceda parte de los estados que integran la monarquía, y otros, está constantemente declarado por el derecho público, por nues

tras leyes de partida, por decretos de las antiguas cortes, y por los decretos de V. M. de 24 y 25 de setiembre, que no tienen valor alguno sin el consentimiento de la nacion. De consiguiente jamás el rey podrá validar estos actos sin anuencia de las cortes; porque además de considerarse sin libertad mientras esté en poder del enemigo, tratándose del bien ó mal de la nacion, nada puede hacerse sin su consentimiento y todo lo que haga sin preceder este, es nulo, aun sin necesidad de nueva declaracion. Si se trata de actos peculiares á la persona del rey, por ejemplo el casamiento, si no envuelve en sí perjuicio trascedental á la nacion no debe V. M. declararlo nulo, por lo que toca á contrato, fundándome para esto en que nuestras leyes no previenen que el rey no pueda casarse sin consentimiento de la nacion, y esta declaracion no tendria efecto retroactivo.

Me reasumo, señor, y digo: que al mismo tiempo que declare V. M. que todos los actos que hiciese el rey en perjuicio de la nacion, son nulos, debe hacer entender al público que nos escucha y á todo el pueblo español por medio de un manifiesto enérgico; que si llegase el desgraciado caso de atentar Bonaparte á su libertad por la trama que se supone, no deberá seguir otro partido que el que la nacion ha tomado, ni dar oidos á proposicion alguna que comprometa la libertad, independencia é integridad de la monarquia, sin que preceda la entera evacuacion de España y Portugal por las tropas enemigas..

El señor Gallego: No hay ya que hablar de la probabilidad de los rumores, ni de los males gravísimos, que en caso de realizarse amenazan á la nacion. Bastante han dicho sobre uno y otro punto los tres preopinantes, y yo tendria que valerme de sus mismas razones, con la sola diferencia de esponerlas con menos oportunidad y elocueucia. Basta que la cosa sea posible para que nos prevengamos á reparar el golpe por los medios mas eficaces y prontos que nos ocurran. Los que hasta ahora se han propuesto, se reducen á un decreto de las cortes que anule é invalide cuanto Napoleon disponga y efectue por la boca de nuestro esclavizado rey, y á un manifiesto,

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