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Venecia nombrara por general de sus gentes. El Francés rehusaba por su poca gente de venir á las manos con los contrarios, y se apresuraba para juntarse con el duque de Orliens, pero no pudo excusar la batalla. Juntáronse los campos á las riberas de Tarro, rio que pasa á una legua de la ciudad de Parma. El de venecianos alojaba junto á Fornovo, aldea asentada á la raíz de los montes. El Francés se puso á la entrada de aquel valle; allí rompieron los ejércitos y se dió la batalla, que fué una de las mas famosas de Italia, en que los italianos desbarataron los primeros escuadrones de los franceses; mas como por tener la victoria por suya se embarazasen en robar el carruaje y tomar la artillería, los franceses tuvieron lugar de recogerse y volver en ordenanza con tal denuedo, que rompieron á los contrarios con gran matanza que en ellos hicieron. Vióse el Rey en gran peligro porque le mataron la gente de su guarda, y aunque vencedor, no pudo alcanzar de los contrarios le diesen treguas de tres dias; por donde fué forzado á cencerros atapados partirse para Aste. Ayudóle para no recebir algun daño y revés grande que aquel rio con su creciente impidió á los italianos que no le pudiesen tan presto seguir, aunque de los caballos ligeros que se adelantaron y de la gente de la comarca, que pretendian atajalle los pasos, recibió algun daño. En la batalla murieron pasado de cuatro mil italianos. El de Mantua sin dilacion se puso sobre Novara, donde tuvo al de Orliens muy apretado.

CAPITULO X.

Que el rey don Fernando entró en Nápoles.

Apenas el Francés era salido de Nápoles, cuando las cosas comenzaron á trocarse en gran manera. La armada de España estaba en el puerto de Mecina, y por su general el conde de Trivento. Acudieron allí los reyes desposeidos don Alonso y don Fernando y la reina viuda doña Juana. Gonzalo Fernandez de Córdoba, á causa del tiempo contrario, con la gente que llevaba se detuvo algunos dias en Mallorca y en Cerdeña; en fin, aportó á Mecina á los 24 de mayo, en sazon que ya el rey don Fernando se apoderara de Rijoles con su fortaleza y otros lugares comarcanos de Calabria; provincia en que por orden del rey de Francia quedó por gobernador Everardo Estuardo, señor de Aubeni, un capitan muy valeroso y de fama. A Gonzalo Fernandez se entregaron Rijoles, Cotron y Amantia con otras plazas de aquella comarca para que, conforme á lo que tenian tratado, las tuviese en nombre de su Rey hasta tanto que se le pagasen los gastos que en aquella guerra se hiciesen y tambien para asegurar lo de Sicilia. Hobo alguna diferencia entre el nuevo Rey y Gonzalo Fernandez á causa que el Rey con todas sus fuerzas pretendia, pospuesto todo lo al, ir luego á Nápoles, para donde le convidaban aquellos ciudadanos aun desde antes que el rey de Francia partiese de aquella ciudad. Gonzalo Fernandez no queria desamparar lo de Calabria, do tenia aquellas fuerzas, y aun confiaba que todo lo demás tomaria la voz de España por la aficion que mostraban de estar debajo el amparo del rey Católico. Acordaron de ir á Semenara, pueblo que tenian muy apretado los franceses.

El señor de Aubeni con su gente se puso en un sitio por do los nuestros forzosamente habian de pasar. Vinieron á las manos; fué vencido el Rey, y aun fuera muerto ó preso, porque le mataron el caballo, si un caballero de su casa, llamado Juan Andrés de Altavila, no le socorriera con el suyo, con que el Rey escapó, y el caballero quedó muerto en el campo; grande lealtad para tiempos tan estragados. Dióse esta batalla, que fué al cierto muy famosa, á los 21 de julio. Recogiéronse los nuestros á Semenara. Desde allí el Rey se partió para Sicilia con determinacion de pasar á Nápoles antes que la nueva de aquella desgracia allá llegase. Gonzalo Fernandez, desamparado aquel pueblo por no poderse defender, se fué con sus gentes á otras partes de Calabria, donde en breve se apoderó de diversas plazas y lugares sin parar hasta que allanó toda aquella provincia. El Rey con sesenta naves que halló en el puerto de Mecina, casi sin otra gente mas que los marineros, alzó velas, y en breve llegó á vista de Nápoles; entró en la ciudad el mismo dia que se dió la batalla de Tarro, es á saber, á los 6 de julio. Fué grande el alegría de los neapolitanos, alzaron las banderas por su Rey. El pueblo tomó las armas, saquearon las casas de los príncipes de Salerno y Bisiñano; el de Mompensier se recogió á Castelnovo, y en su compañía el de Salerno. Los de Capua hicieron lo mismo que los de Nápoles, y todo lo de la Pulla se entregó al nuevo Rey, Salerno y otras ciudades sin número. Asimismo con la nueva que llegó de la batalla de Tarro, Próspero y Fabricio Colona, capitanes de gran nombre y cabezas de aquella casa tan poderosa, se concertaron con el rey de Nápoles, y dejado el partido de Francia, se pasaron al suyo. Por el contrario, los Ursinos se pusieron de la parte de Francia, cuyos prisioneros eran el conde de Pitillano y Virginio Ursino. Los castillos de Nápoles todavía quedaban por los franceses. Apretábanlos los contrarios. Un moro que estaba dentro del monasterio de Santa Cruz, que le tenian tambien por Francia, dió aviso á don Alonso Davalos, marqués de Pescara, que le daria entrada en aquel monasterio. Acudió el Marqués de noche para hacer el concierto á un portillo de la muralla, donde aquel hombre alevosamente le hirió de muerte con un pasador. Esta desgracia se tuvo por muy grande por ser este caballero de gran valor y general por su Rey en aquella guerra. Dejó un hijo muy pequeño, que se llamó don Fernando, y adelante fué capitan muy señalado. En su lugar nombró el Rey por su general á Próspero Colona. Los castillos al fin se rindieron, y poco antes el de Mompensier y el de Salerno en la armada que allí tenian se fueron á Salerno, ciudad que habia tornado á estar por Francia. En esta guerra de Nápoles se descubrió una nueva manera de enfermedad, que se pegaba principalmente por la comunicacion deshonesta. Los italianos le llamaron mal francés. Los franceses, mal de Nápoles. Los africanos, mal de España. La verdad es que vino del Nuevo Mundo, do este mal de las bubas es muy ordinario; y como se hobiese desde allí derramado por Europa como lo juzgan los mas avisados, por este tiempo los soldados españoles le llevaron á Italia y á Nápoles. La isla Tenerife, una de las Canarias, se sujetó este año á la corona de los reyes de

España por gentes y soldados que para este efecto se enviaron. El Rey de aquella isla, traido á España, de allí le enviaron á Venecia en presente á aquella señoría. A Alonso de Lugo, en premio de lo que trabajó en la conquista desta isla y de Palma, se dió título de adelantado de Canaria. Con esto todas aquellas islas se acabaron de conquistar y sujetar á la corona de Castilla, empresa que se comenzó muchos años antes deste tiempo.

CAPITULO XI.

De la muerte del rey de Portugal.

Procuraba el rey Católico con todo cuidado que los reyes de Portugal y de Inglaterra entrasen en la liga que los demás príncipes teniau hecha contra el rey de Francia. Excusóse el de Portugal por estar de tiempo antiguo muy aliado con Francia y poco satisfecho del Papa por no venir, como él procuraba, en legitimar á su hijo don Jorge, habido fuera de matrimonio en una noble dueña, al cual él pretendia por este medio nombrar por su sucesor, tanto, que juntamente trató con el Emperador, que era su primo, renunciase en él el derecho que decia tener al reino de Portugal, que 'era todo abrir la puerta para grandes revueltas. Del Inglés, solo pretendia que entrase en la liga, sino que emparentase con España por medio de una de las infantas que casase con el heredero de aquel Rey. Hízose lo uno y lo otro, pero adelante. El rey de Portugal andaba en esta sazon muy doliente de hidropesía; con deseo de tener salud se fué al Algarve para usar de los baños, que los hay allí los mejores de Portugal. No prestó nada este remedio; antes en breve le apretó el mal y falleció en Alvor á los 14 de setiembre. Nombró en su testamento por sucesor suyo á don Manuel, duque de Beja, su primo hermano, hijo de don Fernando, su tio. Verdad es que si muriese sin hijo, sustituia en su lugar á don Jorge, al cual encomendaba diese de presente el maestrazgo de Christus, y le hiciese duque de Coimbra, y dél descienden los duques de Avero. Tuvo sin duda este Príncipe de bueno y de malo. Favoreció á los hombres virtuosos y de valor; fué amigo de justicia, de agudo natural y de muy altos pensamientos. Traia en la boca siempre: «No merece nombre de rey el que por otro se deja gobernar.» La mucha sangre que derramó le hizo malquisto con los suyos, si bien por divisa usaba de un pelícano, ave que con su sangre da la vida á sus pollos. Su cuerpo enterraron en la iglesia mayor de Silves; de allí le trasladaron al monasterio de la Batalla, enterramiento de aquellos reyes. Por su muerte sin contradicion alzaron por rey de Portugal al dicho don Manuel en Alcázar de Sal, do á la sazon se hallaba con la Reina, sin embargo que el emperador Maximiliano pretendia le debia ser preferido por causa que era el varon de mas edad entre los primos hermanos del Rey difunto. Derecho harto aparente, que no se tenga cuenta con la cepa de que procede el que debe suceder, sino con el grado de parentesco, y con la persona cuando no sucede por recta línea, sino de través y de lado; prevaleció empero el consentimiento del pueblo y las buenas partes de aquel Príncipe, en que ninguno de los de su tiempo le hizo ventaja. Don Enrique Enriquez,

conde de Alba de Liste, que estaba por frontero de
Francia por la parte de Ruisellon, por mandado de su
Rey, hizo entrada en Francia por tierra de Narbona;
lo mismo don Pedro Manrique por la parte de Guipúz-
coa. Pero fuera de robos no hicieron cosa de conside-
racion; solo fueron ocasion que el Francés, que se en-
tretuvo algun tiempo en Aste hasta el fin del otoño
para acudir á lo de España, se diese priesa en concluir
el concierto que se trataba con el duque de Milan. Las
condiciones fueron: que Novara se entregase al de Mi-
lan; que el Castellete de Génova se pusiese en tercería
en poder del duque de Ferrara con paso libre para la
gente de Francia y ayuda para recobrar á Nápoles; de-
más desto, al de Orliens de contado dió el duque de Mi-
lan cincuenta mil escudos. Hecho esto, el de Francia
á fin del otoño con sus gentes dió la vuelta á Francia.
Quejábase el rey de Nápoles que con aquel concierto le
siu
desamparaba el Duque y desbarataba sus intentos,
tener cuenta que era su tio. El se excusaba con la po-
ca ayuda que los otros príncipes le daban y con el
riesgo que corria de perderse si no se concertara. Para
apercebirse de socorros pretendia el de Nápoles casar
con una de las hijas del rey Católico por tenelle mas
obligado. Como esto fuese á la larga, al fin se resolvió,
á persuasion de la Reina viuda de casar con su hija do-
ña Juana, sin embargo que era su tia, hermana de su
padre. Por otra parte trató con venecianos que le ayu-
dasen. Hobo en esto algunas dificultades; finalmen-
te, se resolvieron de enviar en su ayuda buen número
de gente de á caballo y de á pié debajo de la conducta
del marqués de Mantua, demás de quince mil ducados
que le dieron en dinero. En prendas deste socorro puso
el Rey en poder de venecianos á Brindez, Qtranto y
Trana, tres ciudades de la Pulla que mucho deseaba
aquella señoría para que sirviesen de escalas de la con-
tratacion de levante. Todas eran tramas y principios de
otras nuevas tempestades. Por otra parte, el rey don
Fernando en España se apercebia para la guerra que
tenia rompida por Ruisellon. Tocaba esta empresa á la
corona de Aragon, y por esta causa juntó Cortes de los
aragoneses el año pasado en Tarazona. Allí, visto lo que
importaba llevar adelante lo comenzado, acordaron de
servir á su Rey para esta guerra por tiempo de tres
años con docientos hombres de armas y trecientos ji-
netes repartidos en siete compañías, y que el Rey nom-
brase los capitanes; con esto el Rey vino en que los ofi-
cios del reino se proveyesen por las matrículas, como
antes se acostumbraba. Despues desto, en Tortosa se
tuvieron Cortes de los catalanes, que se continuaron
hasta principio del año siguiente de 1496. La preten-
sion era la misma, y el efecto semejante, tanto mas, que
lo de Ruisellon es parte de aquel principado. Hacíase
juntamente instancia que los matrimonios con la casa
de Austria se efectuasen á causa que el Archiduque no
venia bien en ellos, y como mozo andaba desasosegado
y se mostraba poco obediente á su padre.

CAPITULO XII.

Que los franceses fueron echados del reino de Nápoles.

La guerra se continuaba en el reino de Nápoles, y puesto que los franceses eran pocos, todavía tenian al

gunas fuerzas de importancia. Gaeta tenia cercada el nuevo Rey. En Calabria, Gonzalo Fernandez andaba muy pujante, y de cada dia se apoderaba de castillos y de lugares, y traia muy apretado el partido de Francia. Sin embargo, los señores de Persi y de Aubeni se concertaron que el de Aubeni quedase en Calabria para hacer rostro á los españoles, y el de Persi con parte de la gente se fuese al principado para juntarse con el de Mompensier y hacer la guerra por aquella parte. Hizolo así, y de camino se le rindieron muchos lugares; junto á Eboli desbarató cuatro mil neapolitanos, que por órden del Rey le salieron al encuentro debajo la conducta del conde de Matalon. Con esta victoria ganaron los franceses tanta reputacion, que quedaron señores del campo sin hallar quien les hiciese rostro. Para juntar dineros acordaron de pasar á la Pulla y cobrar la aduana de los ganados, que es una de las mas gruesas rentas de aquel reino. Tenia el Rey á la sazon divididas sus gentes en diversas partes, y él estaba en Benevento, de donde por impedir aquel daño pasó hasta Fogia. Acudiéronle el marqués de Mantua con las gentes de venecianos. Fabricio con seiscientos suizos que tenia en Troya pretendia hacer lo mismo. Atajáronles los franceses el camino y matáronlos casi todos; con que cobraron tanta avilenteza, que llegados delante de Fogia, presentaron al Rey la batalla. Rehusóla él por no tener junta su gente, dado que salió á escaramuzar con los contrarios, en que hobo prisioneros y muertos de ambas partes. Los franceses pasaron adelante por cobrar el aduana; parte cobraron ellos, parte el Rey, y otra perdió, que no se pudo cobrar. Era de grande importancia rebatir por esta parte el orgullo de los franceses. Gonzalo Fernandez traia en buenos términos lo de Calabria, tanto, que tenia en su poder casi toda aquella provincia hasta la misma ciudad de Cosencia, y el castillo de aquella ciudad muy apretado. El señor de Aubeni en lo postrero de la Baja Calabria arrinconado sin ser parte para hacer resistencia; sin embargo, avisó el Rey á Gonzalo Fernandez que, pospuesto todo lo demás, se viniese á juntar con él por lo que importaba acudir á la cabeza de la guerra. Determinó hacello así; dejó en su lugar al cardenal don Luis de Aragon, primo hermano del Rey. Su padre fué don Enrique de Aragon, hijo natural de don Fernando el Primero, rey de Nápoles. Acudieron los villanos de la tierra para atajalle el paso, cosa que era fácil por la fragura de aquella tierra. Mas como quier que los españoles venian acostumbrados á pelear con los moros de las Alpujarras en lugares semejantes, cerraron con los villanos y hicieron en ellos gran matanza junto á un lugar de Calabria, llamado Muran. Allí se supo que muchos barones de la parte angevina alojaban cerca de allí en otro lugar, llamado Laino, con intento que tenian de dar socorro al castillo de Cosencia. Caminó toda la noche con su gente, y al amanecer se puso sobre el lugar. Entróle por combate con muerte de gran parte de aquella nobleza; otros fueron presos, que envió por mar al Rey, los principales el conde de Nicastro y Honorato de Sanseverino, hermano del príncipe de Bisiñano. Pusieron cerco los franceses sobre Jercelo, diez millas de Benevento; acudió el Rey y puso cerco sobre Frangito, que tenia guarnicion fran

cesa. Vino el campo francés al socorro á tiempo que los del Rey entraron la villa y la quemaron por no detenerse en el saco. Estuvieron los dos campos á vista el uno del otro en dos cerros con un valle de por medio, que ninguna de las partes se atrevió á pasalle. Iban de caida las fuerzas de los franceses, y sin embargo el Rey, habido su consejo, se resolvió en no dar la batalla sino muy á ventaja suya, y para esto dar lugar á que llegase Gonzalo Fernandez con su gente. El se apresuró, y si bien el de Mompensier salió para impedille el paso, по fué parte para ello. Andaba el Rey en seguimiento del campo francés, que ya rehusaba la batalla. Metiéronse los enemigos en Atela, por otro nombre Aversa, pueblo principal, y que era del principe de Melfi. No pudo el Rey impedir que los franceses no se apoderasen de aquella plaza. Púsose todavía con su gente sobre ella. Allí le halló Gonzalo Fernandez, y se juntó con él el mismo dia desan Juan. Luego que llegó, miró la disposicion de aquel sitio, y visto que lo hobo bien todo, 1.o de julio con su gente acometió la guarnicion que el enemigo tenia en defensa de los molinos, de que se mantenian los cercados. Hízolo con tal denuedo, que echados los suizos de allí, les rompió y desbarató los moli❤ nos. Fué tan grande la reputacion que con esto ganó, además de las victorias pasadas, que los mismos italiauos le comenzaron á dar renombre de Gran Capitan; y así fué que los demás caudillos, llegado él, no parecian sus iguales, sino sus inferiores, y él como general de todos. Hobo en este cerco diversos encuentros; y los príncipes de Salerno y Bisiñano con los demás de su valía juntaban en sus tierras gente de á pié y de á caballo para esforzar su partido. Prestaron poco todas estas diligencias. El cerco se apretó de manera, que el de Mompensier y Virginio Ursino y el de Persi acordaron de rendirse á partido. Las condiciones fueron que si dentro de treinta dias no les viniese socorro de Francia, sacarian sus gentes del reino con sus bienes, armas y caballos, y rendirian todas las demás tierras, excepto Gaeta, Venosa y Taranto, que se reservaban, además de los lugares que tenian en su poder, el señor de Aubeni y el duque de Monte. Con esto se obligaba el Rey á dalles paso seguro por tierra y por mar. Todo esto se concertó por el mes de julio, y adelante se ejecutó como lo concertaron. En las escrituras que otorgaron es cosa notable que llaman á Gonzalo Fernandez y le dan el título ya dicho de Gran Capitan. Sin embargo, pocos de los franceses llegaron á su tierra; el mismo señor de Mompensier falleció en Puzol de su enfermedad; y aun con Virginio Ursino no se guardó lo capitulado; antes por orden del Papa fué preso con Juan Jordan, su hijo, y otros señores italianos. Mucho le pesó al Rey de no cumplir su palabra y lo que tenia jurado de ponellos en libertad; no se atrevió empero á desobedecer al Papa que con tanta resolucion se lo mandaba, cuyo sobrino el cardenal don Juan de Borgia, obispo de Melfi, diferente del otro del mismo nombre que queda ya nombrado, se halló en esta guerra por su legado; y el duque de Gandía vino por capitan de las gentes del Papa. Las cosas de Calabria con la partida del Gran Capitan se habian empeorado; por tanto, otro dia despues que se tomó el asiento con los franceses se partió la vuelta

de Calabria. Con su llegada de al suerte apretó á los contrarios, que ya estaban enseñoreados de lo mas de aquella provincia, que el señor de Aubeni fué forzado á pasar por el concierto que se tomó sobre Aversa, y dejado el reino, volverse á Francia con reputacion de valiente caudillo, pero poco venturoso por el gran contrario que tuvo en el Gran Capitan. Al mismo tiempo que las cosas de Nápoles se mejoraban, en España pasó desta vida, mediado el mes de agosto, la reina doña Isabel, madre de la reina de España. Su cuerpo depositaron en Arévalo, do pasó lo postrero de su edad turbado el entendimiento. De allí los años adelante le trasladaron á la Cartuja de Búrgos, templo en que su marido el rey de Castilla don Juan el Segundo estaba sepultado. Su nieta la infanta doña Juana, á 22 del mismo mes, en una armada que tenian aprestada en Laredo, partió para casarse, como tenian concertado, con Filipe, archiduque de Austria. Acompañóla la Reina, su madre, hasta el puerto; el almirante don Fadrique Enriquez hasta Flándes, donde fué muy festejada. Asimismo en este año dió el Pontífice al rey don Fernando de España sobrenombre de Católico, segun y como Pio II los años antes dió título de Cristianísimo á Luis XI, rey de Francia. Esto es que como antes se acostumbrase á escribir en los breves pontificios: Al rey de Castilla ilustre, se comenzó á decir : Al rey de las Españas Católico. Fué grande el sentimiento que por esta causa mostraron los portugueses; alegábase por su parte en contrario que aquellos reyes poseian buena parte de España, y que el rey don Fernando no era señor de toda ella; debate que se continuó hasta nuestra edad todo el tiempo que hobo propios reyes de Portugal. Mayor debió ser el desabrimiento de Francia, si es verdad lo que Filipe de Comines dice, que se trató de dalle el apellido de Cristianísimo. Todo se hace creible por la grandeza de las cosas que este Príncipe llevó al cabo. CAPITULO XIII.

De las cosas de Portugal.

bertad á los judíos, que su predecesor, como queda apuntado, habia dado contra razon por esclavos. Juntamente se acudió á las cosas de Africa con gentes y municiones. Los portugueses poseian en aquellas partes á Ceuta, que está en el Estrecho, y la ganó el rey don Juan el Primero, y á Tanger y Arcilla, plazas mas al poniente, y que á las riberas del mar Océano quitó á los moros el rey don Alonso, tio del rey don Manuel. El capitan de Arcilla don Juan de Meneses, porque ciertos casares comarcanos no acudian con el tributo acostumbrado, junto con el capitan de Tanger salió contra ellos. Encontráronse sin pensar con Barraja y Almanderino, dos caudillos moros, con cuyo escuadron, si bien traian mucho mayor número de gente, pelearon con tanto valor, que los vencieron y destrozaron. Fué esta victoria muy alegre y principio de otras mayores. Todo esto sucedió antes que se acabasen las Cortes de Montemor. No se pudo pasar adelante en los negocios, que restaban muchos y muy graves, á causa que picaba la peste por aquellas partes, tanto, que el Rey fué forzado salirse de allí al principio deste año, y por Carnestolendas se fué á Setúbal á verse con sus dos hermanas viudas la reina doña Leonor y doña Isabel, duquesa de Berganza. Allí se trató muy de veras que don Alvaro, hermano del duque de Berganza, y los hijos del dicho Duque, que andaban desterrados en Castilla, sin hallarse culpa alguna contra ellos en lo que culparon al Duque, volviesen á Portugal y les fuesen restituidos sus bienes y estados. Hacia sobre esto instancia el rey don Fernando de España; las hermanas con lágrimas lo suplicaban al nuevo Rey, y en especial la Duquesa, como mas lastimada por las desgracias tan grandes de su casa. Sobre todos la duquesa de Viseo doña Beatriz le importunaba con lágrimas como á Rey, y como madre se lo mandaba. «No pienses, decia, que te ha Dios hecho rey para tí solo, sino para tu madre, para tus hermanas y parientes, finalmente, para todos aquellos que tienen puestas en tí sus esperanzas; á todos es razon quepa parte de tu prosperidad. Todos tenemos derecho á desfrutar el árbol de nuestra casa, que de otra manera, si esto nos falta y nuestra esperanza nos miente, ¿dónde irémos? ¿A cuva ayuda nos acogerémos y amparo? ¿Será bien dés ocasion á los tuyos con tu sequedad para que nos pese de verte puesto en tan alto lugar? Cuando eras particular quejábamonos de nuestro desastre solamente; ahora demás de nuestra desgracia, nos podrémos agraviar de la injuria que á tu madre y á todos tus deudos haces. Por donde, si tienes cuenta con lo que es razon y con lo que debes á la que te engendró y criò y te acuerdas del mucho amor que siempre te he mostrado, vuelve á la madre su hija, sus hijos á la hermana, y los nietos á la abuela; finalmente, haz que yo toda sea vuelta á mí misma, y que todos mis miembros tan destrozados y apartados se junten en uno. Y ten por el mayor fruto de tu reinado poder hacer esta maravilla en tu casa.» Habia dificultad en esto por no dar muestra que tan presto mudaba lo establecido por su antecesor, y temia de ofender á los que tenian en su poder los bienes de los desterrados; pero en fin venció la piedad y los justos ruegos de sus deudos y madre; á los que fueron

Luego que el rey don Manuel tomó la posesion del reino de Portugal, juntó Cortes de todos los estados en Montemor, no léjos de Ebora, para dar órden en muchas cosas tocantes al buen gobierno. Allí vino don Jorge, hijo del Rey difunto, que andaba á la sazon en catorce años. Hízole compañía su ayo don Diego de Almeida, prior de San Juan. Recibióle muy amorosamente el Rey con lágrimas que derramó muchas por la memoria de cuyo hijo era. Ofrecióle que le tendria en lugar de hijo y le trataria como á tal. Despachó luego embajadores á los reyes de Castilla para avisalles de su coronacion, y al papa Alejandro para dalle, como es de costumbre, la obediencia. Tenian con el nuevo Rey gran cabida su ayo, que se llamaba don Diego de Silva, y un su hermano de leche, por nombre don Juan Manuel, hijo que era de don Juan, obispo de la Guardia, y de Justa Rodriguez, ama de leche deste Rey. A don Diego hizo conde de Portalegre en gratificacion de sus servicios; á don Juan recibió por su camarero mayor, cuya privanza fué adelante tan grande, que ninguno se le igualaba. Publicóse un edicto por el cual puso en li

desposeidos recompensó con otras mercedes de manera que ninguno quedase quejoso. Tratábase de casar al Rey, que tenia cuando heredó la corona edad de veinte y seis años. Ningun partido se ofrecia mas aventajado que el de Castilla. Venian aquellos reyes bien en ello; no le querian empero dar por esposa la hija mayor; la segunda era ida á Flándes, y juntamente doña Catalina la tenian concertada en Inglaterra. Ofrecíanle á la infanta doña María; él tenia por agravio que ningun otro príncipe le fuese antepuesto, además que se pagó mucho de la infanta doña Isabel el tiempo que estuvo en Portugal. Andaban las práticas deste casamiento, y con esta ocasion el rey Católico le pedia que entrase en la liga contra el rey de Francia; la Infanta que echase los moros y los judíos de Portugal, que no queria por esposo á quien daba favor y acogida á gente tan mala. A la demanda del Rey se excusó con la amistad que tenia Portugal con Francia de tiempo muy antiguo. Bien venia en ligarse para la defensa de España, mas no queria ofender ni empacharse en querellas extrañas. Lo que la Infanta pedia, puesto que tenia algunas dificultades y muchos lo contradecian, al fin por ser cosa tan justificada se hizo por un edicto que á los postreros deste año se publicó, en que se mandaba á los moros y judíos que dentro de cierto tiempo saliesen de aquel reino, so pena que pasado el plazo que les señalaban, serian dados por esclavos. Los moros sin contraste se pasaron en Africa; en lo de los judíos hobo mayor dificultad, porque el Rey poco despues acordó que les quitasen los hijos de catorce años abajo, y que los bautizasen por fuerza ; resolucion extraordinaria y que no concordaba con las leyes y costumbres cristianas. ¿Quieres tú hacer á los hombres por fuerza cristianos? ¿Pretendes quitalles la libertad que Dios les dió? No es razon, y tampoco que para esto quiten los hijos á sus padres. Sin embargo, los malos tratamientos que hicieron á los demás fueron de tal suerte, que era lo mismo que forzallos. Y aun así se tiene comunmente que la conversion de los judíos de Portugal tuvo mucho de violenta, y los efectos lo han mostrado. Fué grande el número de los judíos que en esta coyuntura se bautizó; algunos se ayudaron de la necesidad para hacer lo que era razon; otros disimularon, y adelante dieron muestra de lo que en sus pechos tenian encubierto. Alcanzóse otrosí del Papa que los comendadores de las tres órdenes de Portugal que de nuevo profesasen en aquellas órdenes no fuesen obligados á guardar castidad, salvo la conyugal, que era dalles licencia para casarse. Grandes ocasiones hobo para hacer esta mudanza tan grande; todavía no faltó quien la murmurase como sucede en todas las cosas nuevas, y no hay duda sino que con esto se abrió puerta para que las rentas de aquellas órdenes se gastasen muy diferentemente de lo que antes desto se acostumbraba, y aquellos caballeros, en lugar de las armas, se diesen á deleites y ociosidad, que fueron daños notables.

CAPITULO XIV.

De la muerte del rey don Fernando de Nápoles. Las cosas de Italia aun no acababan de sosegar. El Inglés con el parentesco que tenia concertado con Es

paña se resolvió de entrar en la liga contra Francia. El Emperador pasaba adelante, y publicaba de querer pasar en Italia y dar órden en las cosas de Lombardía y de Toscana. Con esto el duque de Milan se inclinó al tanto á dejar el partido de Francia, particularmente que por este tiempo falleció el delfin de Francia, niño de muy pocos años; y por la poca salud de aquel Rey se temia que aquella corona recayese en el duque de Orliens, su mayor contrario; por esto no queria desasirse de los otros príncipes. En el reino de Nápoles los venecianos poseian su parte en la Pulla. El Gran Capitan tenia por el rey Católico á Rijoles y la Amantia y otras fuerzas de la Calabria. Los angevinos, sin embargo del concierto, quedaban apoderados de algunas plazas. Para allanallo todo el rey de Nápoles envió á don César de Aragon, hermano no legítimo de su padre, á Taranto, y al duque de Urbino, que le ayudó en esta guerra, mandó reparar en el Abruzo, desde donde, allanada en breve casi toda aquella parte, se fué á Roma con Próspero Colona. Lo de Gaeta, por ser fuerza tan grande, los tenia en mayor cuidado, porque dado que el conde de Trivento y galeras de venecianos la apretaban por mar, no hacian mucho efecto; tratábase de sitialla por tierra, cuando al rey don Fernando en Soma sobrevino la enfermedad de cámaras, de que falleció en Nápoles, do le llevaron, á 7 de octubre. ¿Qué le aprovechó su edad? Qué los contentos? Qué tantas victorias ganadas? Todo lo desbarató la muerte, que sobrevino muy fuera de sazon. Por su fin don Fadrique, su tio, desde Castellon, do supo lo que pasaba, acudió á Nápoles, y el mismo dia que falleció su sobrino el Rey alzaron por él los estandartes reales, y él se concertó con los príncipes de Salerno y Bisiñano y los condes de Lauria y Melito, que eran los mayores enemigos de la casa de Aragon. A muchos príncipes se levantaron los pensamientos, y en particular por parte del rey Católico en Roma y en Nápoles se hicieron diligencias para fundar su derecho y llevalle adelante, que por entonces no prestaron nada, ca el Papa y los otros potentados mas querian tener por vecino un rey de pocas fuerzas que el poder de España; y el Gran Capitan que pudiera acudir á esto todavía se hallaba ocupado en el cerco que tenia sobre el castillo de Cosencia, que pensaba rendir en breve y con esto asegurar todo lo de aquella provincia. Verdad es que dentro de pocos dias, allanado lo de Calabria y rendida aquella fortaleza, pasó á Nola, y dejadas allí sus gentes, fué á visitar las reinas y consolallas de la muerte del Rey. Púsose el nuevo Rey sobre Gaeta con toda su gente. Sucedió que el señor de Aubeni, que por tierra iba la via de Roma, llegó allí en sazon que los de dentro se hallaban muy apretados; entró pues, é hizo que se rindiesen á partido. Saliéronse los franceses en un galeon y dos naves cargadas de los despojos y plata de las iglesias. La una nave con tormenta se perdió, la otra junto á Tarracina dió al través, que se tuvo por castigo de Dios. Por otra parte el César, como tenian acordado, pasados los Alpes, entró en Lombardía con mil de á caballo y con cinco mil infantes. Juntósele con su gente el duque de Milan, llamó desde Aste á los duques de Saboya y marqués de Monferrat como feudatarios del imperio. Su

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