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de la tarde... Los papeles que sostenian la religion y el trono, solo estos fueron los condenados, recogidos.

La mayoria de los señores diputados conoció que se tiraba á eludir la censura del papel: se negó la deman da de que se sobreseyese, y se frustró tambien el arbi. trio de que fuese á la junta de censura. El mismo ahinco de sus defensores exacerbó los ánimos, y no hizo sino dar mas calor á los impugnadares del escrito. El señor presidente dijo que no habia inquisidores, ni Inquisicion: se le contestó, que de los cinco de la Suprema habia tres en Cadiz (nombrándolos), y que en Ceuta estaba organizado el tribunal de Sevilla. A tales contestaciones no habia ya que responder. La votacion de que se estuviese á lo acordado inutilizó los paliativos que se quisieron oponer por los apologistas. Mas ellos no perdonaron el vencimiento, y ayudados de los galeriantes comenzaron á declamar contra los eclesiásticos que impugnaron el papel. He aqui el ardid mas ridículo.....

Que perturbaban el órden establecido en la libertad de imprenta: que distraian al congreso con deliberaciones sobre asuntos inconducentes, que difundian especies y sentimientos contra las córtes. Estas son las quejas amargas de los reformadores, y el arbitrio que tomaron contra los eclesiásticos en aquel dia, para vengarse de sus triunfos.

No quedó en esto solo: pusieron en uso otros ardides mas indecorosos, que despues la costumbre los autorizó, ó la procacidad los hizo valer. Llamar al órden :::: clamar se guardase el reglamento interior de córtes ::: mostrarse agraviados, cuando no les acomodaba la fuerza de la razon, y exigir esplicaciones satisfactorias, dirigirse con gritos á las galerías, y hacer tomar á éstas par te en las deliberaciones del congreso: tales fueron los re cursos de nuestros regeneradores contra el partido de su oposicion.

El español no podia menos que resentirse al ver tan degradada la representacion pública. En un café no se vió tanto desórden. Cinco veces impidió el murmullo el que

se hablase. El señor presidente llamó al órden multitud de veces: los insultos contra los eclesiásticos crecian sin rubor. Estos sufrian resignados por la causa de Dios que defendian. Es verdad, que el éxito no correspondió á las providencias tomadas contra el papel. La inquisicion, ó no recibió el escrito, ó no lo censuró: ó si lo hizo el público no lo supo. En las córtes no se volvió á oir su condena, ni su absolucion ¿Y esto solo no fue un triunfo ૐ decisivo contra la religion? ¡Ai! Desde aquel dia se multiplicaron los papeles sobre ella, y se alimentó el odio contra los eclesiásticos. Éstos cada vez fueron perdiendo mas terreno: su ascendiente, su grande influjo sobre los pueblos principió á debilitarse y reducirse al mínimo posible en los corazones de los que todo lo iban á reformar. Prueba 3a El Diccionario crítico-burlesco.

Citaré otro documento aun mas escandaloso, y de que está informada la nacion. El Diccionario crítico-burlesco, apareció en la España al mes siguiente de haberse publicado la constitucion. Su autor le tenia compuesto é impreso desde noviembre. Los amigos del autor ansiaban porque viese la luz pública; pero temian que la España al ver ridiculizados los dogmas santos de su religion, y que se atacaba abiertamente el altar de Jesucristo, alzase la voz, y pidiese su condena y la de su autor. Este temia mas: esperaba ser bibliotecario de las córtes en propiedad, y un gran sueldo: si se publicaba el Diccionario antes del empleo, se esponia á que se le privase de la plaza, y no podria hacer el gran papel que tenia ya principiado. Logra el destino, se le asignó una gran suma, y la propiedad en la biblioteca: ya no habia que temer tanto. Aventuró la publicacion, y llevó de 2 á 30 egemplares á los puestos públicos en la misma tarde que puso los carteles de venta. Solo el anuncio consternó á Cádiz. Guera, decia: guerra declaro á todo monigote; y pues que sobran razones habrá palos desde los pies hasta el cogote. Un papel bueno, unas letras gordas llamaban la atencion de todos.

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El censor tuvo un egemplar mucho antes de venderse, y dió á luz la impugnacion del Diccionario que contra las leyes divinas y humanas publicaba un libertino. El autor del Diccionario contestó al censor, aun sin haber salido al público el Diccionario, doliéndose de que á su querido hijo le cantasen el gori gori, antes de haber nacido; pero confiesa que su obra tiene algo bueno, mucho mediano, y plumadas apenas tolerables, mas no se hace de otro modo un libro: » añade igualando su escrito hasta con las divinas escrituras. Mayor resolucion no se ha visto en la España, ni tampoco hemos tenido entre nosotros un libro tan impio.

El 17 de abril se principió á predicar por Don Salvador Ximenez Padilla el septenario de san José en la parroquial de san Lorenzo: á la segunda tarde se halló el predicador al muchacho que iba poniendo los carteles del Diccionario; tomó uno, y al leer guerra declaro á todo monigote, &c. se fue á los puestos públicos, le compró, y al verle tal como él es principió al siguiente dia á declamar contra sus malas doctrinas. El diccionarista declaraba guerra á todo eclesiástico en el cartel: en el Diccionario atacaba á la religion. ¿El cristiano podia mirar con indiferencia el trastorno de su fe?

Don Guillelmo Atanasio Xaramillo le leyó, y al instante puso su desafio de dos madrileños, en que hacia saber que el autor del Diccionario era un hombre sin religion, y que le desafiaba públicamente para defender la » "fe, en el nombre de la santísima Trinidad.» No apruebo su conducta, ¿pero si las leyes, si los tribunales no velaban por defender los dogmas santos y la moral, qué me. dio quedaba á el particular para defender su religion? esto disculpaba la indiscrecion del que obraba asi.

El 17 de abril se consternó Cadiz luego que leyó el Diccionario. Un caballero guardia con la punta de la espada fue quitando cuantos carteles halló. Los vehementes discursos del predicador, el pasquin de Xaramillo, los avisos prévios del Censor, y del autor del Diccionario,

todo contribuyó á la venta de miles de sus números á los dos dias de su publicacion. El 18 una sesion secreta agitó el particular propuesto. La determinacion fue; se manifieste á la Regencia la amargura y sentimiento que ha producido á S. M. la publicacion del Diccionario, y que en resultando comprobados debidamente los insultos que pueda sufrir la religion por este escrito, proceda con brevedad á reparar los males con todo el rigor que prescriben las leyes, dando cuenta á S. M. de todo para su tranquilidad y sosiego (1). Ninguna providencia mas justa: ninguna mas urgente: ninguna mas necesaria. El gobierno tomaba á su cargo el desagravio de la religion. Estos fue-ron los primeros sentimientos: entrarán despues las intri gas: todo se variará.

Don Mariano Martin de Esperanza, como Vicario capitular de la santa Iglesia de Cadiz hizo una representacion enérgica á la Regencia contra el Diccionario, no dudando asegurar á S. A. que el riesgo de la última perversion de la moral cristiana era inminente, probando su asercion con la descarada animosidad con que se mofaba ya la religion y sus ministros, de que era documento el Diccionario que acababa de publicarse y del que incluia copia.

La Regencia pasó el Diccionario á la junta de censura, y ésta al instante le calificó de subversivo de la lei fundamental de nuestra constitucion.... atrozmente injurioso á los ministros de la Iglesia, y á las órdenes religiosas.... y contrario á la decencia pública y buenas costumbres. El Diccionario se mandó recoger el 20, y su autor, mas temeroso del pueblo que de la pública autoridad, se fue el 21 al castillo de santa Catalina (2). Estos son los hechos públicos. Veamos ahora los resultados. La religion va á ser desagraviada, dijo todo el que habitaba en Cadiz. No fue asi: todo lo contrario. La religion padecerá mas y mas: para dejarla desairada, mejor hubiera

(1) Diario de córtes, sesion del 20, tom. 13, pág. 64. (2) Redactores 21 y 22 de abril.

sido dejar correr el mal, á lo menos no se hubiera tomado tanto interés por el partido de las reformas en la indemnizacion del Diccionario.

¿Quién diria que el resultado de una causa tan ruidosa por sus circunstancias, y de tanta trascendencia por la materia de que se trataba, y del mayor interés por las personas que intervinieron en la delacion, quién diria (repito) que el resultado de este proceso habia de ser la apologia del autor y del escrito? ¿ la libertad del reo y su restitucion á su destino? ¿la celebridad del diccionarista, su triunfo, y el de sus amigos? ¿ la persecucion de sus delatores, su venganza pública, la humillacion de cuantos salieron á la defensa de la religion, y la victoria mas clásica y decisiva de los revolucionarios? ¿Cabe esto en el cálculo de los mas alucinados? ¡Ah! pues esto fue puntualmente lo que sucedió. El que me leyere no lo querrá creer: yo lo probaré.

Los hechos mas escandalosos y mas públicos van á hablar, y escitaré de nuevo la indignacion contra el Diccionario. La fuga de su autor al castillo de santa Catalina fue como la de Mahoma desde la Meca á Medina: como la de Rousseau desde Ginebra á las montañas de 'Suiza: ó como la de Volter desde Paris al castillo de Ferney. La soledad del castillo de santa Catalina se convirtió en la concurrencia mas numerosa, mas distinguida, apenas entró en él nuestro escritor. Una persona clasificada fue á tributar al ilustre preso sus respetos y sus servicios. Esto sirvió para la publicacion de unos versos en que se pone bajo el nombre de ángel á la tal señora, ó mas bien, esto se hizo para alucinar al público con los brillos de un personage que visitaba al calumniador del estado eclesiástico, al mofador de nuestros dogmas, á un enemigo por el escrito de nuestra santa religion.

Algunos diputados de la faccion, uno ó dos generales, varios oficiales de graduacion, personas de alto rango, visitaron al instante al refugiado, ofreciéndole sus afectos, intereses, oficios::: cuanto pudiera serle útil, pa

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