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CAPITULO VII.

Tercer arbitrio para reformar la religion, multiplicar los escritos contra la disciplina general de la Iglesia.

Cuando el gobierno de una nacion da el primer egem. plo contra los preceptos de la Iglesia ó máximas de la religion, el pueblo que le obedece y observa, sigue insensiblemente sus pasos, aunque sean los del error. Interin las leyes se respeten no faltarán Catones que velen sobre la conducta pública del pueblo y magistrado; pero si estas se eluden por el senado y por el pueblo, aquellos serán desterrados, víctimas de su celo, y no tendrán quien les siga en la empresa dificil de refrenar las pasiones del hombre, y conservar ilesa la moral pública, la religion del estado, y con ella la salud de los pueblos, la vida de la patria.

En tan dolorosa situacion las leyes se mudan, y se establecen otras que patrocinen la corrupcion, y lleven de la mano á los hombres para los delitos. El gobierno mismo es el que autoriza el crímen, manda la iniquidad, subvierte el estado, muda los fueros de su poder, y destruida la moral por sus malos egemplos, ó sus leyes inicuas, el estado se precipita á su ruina, el súbdito no obedece, elude la lei con impunidad, y está pronto á rebelarse contra un gobiero á quien no teme ni respeta, solo porque lo reputa como inicuo é inmoral.

Cesaron nuestras leyes antiguas sobre la imprenta: las córtes abolieron los tribunales que velaban sobre éste punto. Establecieron leyes nuevas con el pretesto de ilustrar

nos, facultaron á todo hombre para que imprimiese y publicase sus pensamientos, sin que se le pudiese castigar hasta que le delatasen, se supiese quién era el delator, y la junta le censurase cuatro veces, dos la junta provincial, y otras dos la junta suprema. ¿Qué importa que la lei diga que esta libertad es únicamente política, y que nadie escriba contra la religion, si algunos diputados lo hacian, las córtes lo disimulaban, y en el caso que uno saliese á la defensa de la justicia, era al instante perseguido? ¿dejaria alguno que pudiese seguir la línea trazada por el gobierno de insistir en ella, y caminar á la par del magistrado? ¿Habria muchos que se opusiesen á las inicuas leyes y á sus autores, al poder y á su tirania? ¡Ah! No faltaron buenos españoles que trabajaron incansables por la religion y por la patria; pero fueron muchos mas los que siguieron el torrente impetuoso de las malas doctrinas. Hablo de la multitud de escritores y escritos que desde el año de 10 hasta el de 14 aparecieron en la penínsu la. En razon de los escritos que se publicaban estaban las tinieblas que nos envolvian. Las luces que se difundian eran como las exalaciones nocturnas, no servian mas que para mirar con espanto los males que nos rodeaban, dejándonos deslumbrados, mas espuestos al precipicio..

Cadiz tuvo época de contar quince periódicos. De estos doce eran sectarios de las nuevas doctrinas. En todos, de uno ú de otro modo se hablaba contra la religion. Infinidad de escritos se publicaron en los cuatro años; en casi todos se sostenia el proyecto de reformar la Iglesia, destruyendo la disciplina. Estos escritos, al modo de las partidas de guerrilla, fogueaban sin cesar á los amantes de la religion: registraban los papeles que la defendian, los contestaban ridiculizando, y como si tuviesen el campo por suyo, daban por supuesta la victoria, y entonaban los cánticos de sus triunfos ¿Cuántas veces un escrito el mas sólido no mereció de ellos sino el chiste, la bufonada, la irrision?

Desde el principio no parece intentaban los facciosos

mas que innovar la religion. La imprenta casi no tenia otro uso mas que, ó acometerla ó preparar los ánimos para que la llegasen á reformar. En esto se trabajó sin cesar. Predicaron cortes para regenerar la nacion; y lo lograron al fin. El Concise salió á la palestra, diciendo sus utilidades, su absoluta necesidad. Los efectos nos demuestran para qué fue. Intentaron la libertad de imprenta, para que ella reuniese armas contra la Iglesia; al instante salieron cuatro editores del Conciso, publicando que ya era feliz la nacion solo con proyectarlo. La prensa lo allanó: ella se hizo su apologia, y ella misma se autorizó.

Era indispensable para el trastorno de la España una constitucion que autorizase las nuevas instituciones, conformes á los principios políticos que en ella se adoptasen. El Conciso, los diputados, varios escritores publicaron sus proyectos, cada uno el mas descabellado. El pueblo se alucinaba con tanta multiplicidad de escritos: al fin ele. gia lo peor.

Fue necesario sostener la constitucion en los pueblos, aplaudirla, victorearla. D. J. G. imprime su oracion apologética de la constitucion en Valencia. El amante de la constitucion en Cadiz, la Minerva constitucional en Málaga, el loco constitucional en Granada, la constitucion vengo ada, los catecismos de la constitucion en Cadiz, Madrid, Málaga y Córdoba, tomaron el empeño de plan. tarla. Los redactores, concisos, diarios mercantiles ayudaron á la obra. En todos estos folletos se inculcaban las nuevas leyes, al paso que directa ó indirectamente se deprimia la religion y el santuario, la moral y sus ministros, todas las instituciones santas. De esto sirvió la imprenta: solo sus males corrieron por la España: sus luces, sus utilidades, sus adelantos, nada de esto hubo. La imprenta fue el arsenal de toda arma contra la Iglesia, sus usos y sus prácticas.

Convino al proyecto de reformar la Iglesia quitar la Inquisicion para que ésta no velase sobre los malos escri tos: desde el principio de las córtes comenzaron los dipu

tados á hablar contra ella: los escritores de la facción multiplicaron sus escritos contra este tribunal santo, dando á la luz pública en los redactores, concisos, diarios mercantiles, multitud de artículos comunicados. Unos atri-buian mil delitos á los inquisidores, otros los publicaban de la Inquisicion mismas y aquellos le llamaban tribunal bárbaro, método de enjuiciar tirano. Aqui se reunia cuanto los hereges de todos tiempos habian dicho contra la Iglesia, y el santo oficio; alli se ponderaban sus horrores y castigos en todos los papeles de cuatro años no se hizo mas que abrir brechas á la Iglesia, deprimir sus discipli nas, impugnar los obispos mas santos. La Inquisicion sin máscara, el amante de la ilustracion en seis cartas, el dictámen del señor diputado por Canarias, la Inquisicion confundida (1), la Inquisicion vengada, la incompatibilidad de la libertad española con la Inquisicion por Ingénuo tostado.... Yo me eternizaria şi apuntase los fo-lletos que contra la Inquisicion se publicaron en Mallorca, Cadiz, Madrid, la Coruña, Valladolid, Santiago, La imprenta era el arma general para todas las conquistas. ¿Quién podrá embotar su punta, eludir sus golpes, y precaver que dé la muerte á la religion y á la patria? ¡Ai!

Por tantos escándalos se unieron ocho obispos en Mallorca, y dieron una carta pastoral á sus rebaños para que no se contagiasen. Cinco en Galicia salieron á la pelea. Siete en Cadiz manifestaron estar unidos á todos los de la península: el celo por la religion los reunia para hacer frente al torrente impetuoso de escritos impios, que todo lo profanaban, todo lo destruian. El señor obispo de Segovia clama á las córtes en una reverente súplica se atajen tantos escritos impios. Los de Urgel, Murcia, Tortosa, Tarragona, Pamplona, los de Santander, Oviedo, Orense, piden se coarte la libertad de imprenta. Las provincias de Álava, Mancha, Galicia, unen sus votos á sus pastores: ¿quién podrá resistir la efervescencia ge

(1) Gacetas de la Coruña 9 de setiembre, y Valladolid 3 de octubre.

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neral de los españoles, que al ver su religion hollada los escritores, salen al público á llorar su suerte y á pe. dir al gobierno se repriman los impios, se quite la libertad de imprimir á tanto irreligioso, á tanto seducido? ¿se oirán sus clamores? se enjugarán sus lágrimas? ¿se aten'derá al voto general de la nacion contra la libertad de imprenta? No, no. Esta es la primera lei que han dado las córtes; esta es la base del edificio de sus reformas: si ella falta, si se la ajusta un poco, si no cuadra con todo el resto de las piezas que han de formar la regeneracion de España, de nada sirve. Este era el cálculo general, todo debia sacrificarse al intento: cerrar los oidos para no atender á razones fue el medio que tomaron, y salir á la defensa.

Los reformadores todos afilan sus espadas, cortan sus plumas, y reunidos en varios puntos de la península salen á la lid contra toda la nacion, contra la Iglesia, contra nuestros obispos refugiados en Mallorca, publicando un libelo con este título. Otro pone la contestacion á la carta pastoral, notándola de subversiva y contraria á las nuevas instituciones. Aqui la delatan á las córtes, y alli claman porque se suprima. En todos estos escritos se aja la dignidad episcopal, se cercena su autoridad divina, se denigra á sus personas, se les hace un crimen de su fuga. Uno se atréve á decir pecan mortalmente en la ausencia, dejando abandonados sus rebaños: otros que son criminales con escándalo, porque se entrometian en asuntos políticos (1). Los impresos se multiplican en Cadiz, Madrid, la Coruña... ¿Cuándo pensaron los españoles ver en su pais tanto folleto, tanto escritor, tanto papel manchado con dicterios, injurias, impiedades?

Si se quieren desprender de los institutos religiosos en cumplimiento de los votos de la filosofia de Federico y de Volter, el Semanario patriótico, el Duende de los conventos, la Frailada de un fraile, Sevilla libre, el Amigo de los frailes', Bateria para los frailes, observa

(1) Amante de la ilustracion, Redactor, 10 de julio de 812.

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