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cas, y comenzaron los ardides mas rateros para deprimir á los buenos diputados, y salirse los reformadores con sus miras. Estas consistian en que las nuevas doctrinas corriesen, olvidadas las que antes se seguian.

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El diario de cortes era el único papel de oficio que debia estenderse por toda la nacion con las actas de este nuevo areopago. A él habian de acudir necesariamente cuantos quisieran instruirse en las nuevas instituciones, y aprender la moderna ilustracion que les habia nacido. Copiadas fielmente las sesiones, apareceria en lo público la oposicion de unos diputados contra otros, el peso de razon que asistia á la minoridad en los puntos que perdian, y la nacion podria convencerse de que si tal ó tal empresa la habia ganado el constitucionista, habia sido mas bien por intrigas, por los alborotos ó por la confusion y desórden en que estaba el congreso, que no por la razon y justicia. Esto era un perjuicio irremediable, y la faccion debia valerse de cuantos medios fuesen concebibles para impedirlo ¿Qué ardides se inventarán para que los planes no se frustren? Los hechos desengañarán el público.

1. Que los constitucionistas sean los que intervengan en la comision del diario de córtes.

2. Que los oficiales que se admitan lo sean tambien. 3. Que cuando copien los discursos de los buenos diputados, los truequen, los enerven, y añadan cosas que no han dicho.

4. Que si son reconvenidos del fraude, se escusen con que no oimos, no se entendió, repita V. lo que dijo.

5. Si son diputados de la faccion los que hablan, se ponen íntegros sus discursos, se les dan las notas para que las pulan, y se colocan de tal suerte que rebatan las reflexiones de los contrarios. Esto es lo que se observa en la redaccion de las actas del congreso. Ninguno de los diputados duda de estos ardides: veamos sus efectos.

De este modo los discursos de los diputados que hablaban á favor de la Iglesia, de los obispos, de su religion, del rei, ó de sus derechos, no podian instruir del todo al

público, y deshacer el prestigio de las palabras dulces de los novadores, é impedir que la nacion se informase á lo nienos de la resistencia que se les hacia. No hubo diputado contrario á las reformas que no se quejase mil veces de la infidelidad de los taquígrafos. Aun despues de corregidos los discursos por sus autores, y dados á los impresores, los mudaron alguna vez. Los diarios de córtes estan llenos de semejantes quejas. Tuve en mi mano algunos es. critos del señor obispo de Calahorra, que cotejados con los impresos se veian mui distintos. Tengo á la vista varios discursos del señor Xin.enez Guazo, y señor Cañedo, que despues de publicados no convienen con los originales. La falta de fidelidad en la redaccion hacia con los lectores lo que el murmullo, las risas, el ruido de pies y los tosidos con los concurrentes á las tribunas. Cuando se hablaba á favor de la religion, apenas se podia oir lo que se decia: cuando se la atacaba nada se perdia. Tres dias consecutivos se estuvo oyendo con el mayor silencio á un señor diputado leer un libro contra la Inquisicion: horas enteras peroraban los regeneradores y nadie se movia, y cuando llegaban los señores Lopez, Ostolaza, Guazo no se atendia. Los diputados distraian la atencion: las galerias seguian el tono : todo era bulla.

El resultado debia ser el mas feliz para las reformas. Asi se sostuvo este plan desde el principio hasta que terminaron las córtes. Desde las primeras sesiones lograron este triunfo los que nos reformaban: asi hicieron callar á muchos. Sucedió no una vez sola oir citar al señor. Don Simon Lopez el nombre de Jesucristo, y soltar alguno la risa ¿Qué hombre de honor podia hablar en público? La virtud de Don Simon Lopez, la inalterabilidad del señor Ostolaza, el celo de un señor. Guazo podian resistirlos, pero habia pocos que les siguiesen con tanto teson.

6. De esta conducta observada en el congreso dimanó la guerra cruel que desde los primeros meses de córtes se hizo á los papeles y periódicos religiosos.

Los periodistas de la faccion tomaban á su cargo las

empresas de algunos diputados como suyas, y las sostuvieron todo el tiempo que les fue posible. El Conciso declaró la guerra en octubre al Observador, al Centinela de la patria y al Diario mercantil; censuró sus escritos, criticó sus producciones, y hacia de todos una mofa pública. Este era su sistema seguido desde el principio.

El Redactor, el Duende, la Abeja siguieron el mismo plan contra el Diario de la tarde y Procurador. Llenaban de injurias al P. Trágia, al Filósofo rancio, al P. Yurami y á cuantos escribian á favor de la religion, de la Iglesia, de su disciplina, de sus institutos. Los números de estos periódicos se ven en manos de todos: cualquiera que se lea probará cuanto digo.

7.

Los estractos que hacian los redactores y concisos eran aun peores que los de los diarios de córtes. No ponian sino los discursos análogos á las nuevas instituciones: apuntaban solo algunas veces los de aquellos que se les oponian, pero añadiendo que los rebatieron con enérgicas, elocuentes, invencibles razones los contrarios. Esta era una fórmula de estilo. Para estos periodistas jamas hubo entre los diputados contrarios un discurso vivo, penetrante, sólido., elocuente. Tales epitetos se reservaban para el constitucionalismo, sus agentes, promovedores, y cuantos escribian de la secta.

La misma suerte sufrian los escritos que se publicaban en defensa de la religion. Cuando el redactor redactaba á la Abeja, al Mercantil, al Duende, á la Inquisicion sin máscara, copiaba fielmente; el estracto era justo; no le interrumpia: cuando daba noticia de algun nuevo escrito, si era bueno, no hacia mas que apuntarlo, ó si lo estractaba era en el modo mas indecente, el mas ridículo. Intercalaba sátiras, ironias.... véanse los estractos que hizo del Procurador, del Diario de la tarde, del Preservativo, del Filósofo rancio. Ellos darán una idea mas viva de lo que sufria todo el que salió á defender su religion. El vicio estaba como entronizado, no temia al hombre justo, que en silencio se dolia del trastorno que padeciamos.

8. Á tales armas cedieron multitud de diputados y y escritores. Apenas conocieron los ardides de los contrarios, dejaron de hablar y salir en público: solo defendian la buena causa en las votaciones. Esto no era bastante. Compárense los primeros tomos de los diarios con los posteriores, y aparecerán entregados al silencio 6, 8, 10, 15, 20 dias, y aun meses enteros unos diputados que en los primeros meses hablaban casi todos los dias. Por el contrario, los reformadores eran incansables en sus discursos, diariamente se levantaban, y dias de dos y tres veces; en todo intervenian; ellos eran los que proponian, los que aprobaban, los que todo lo dirigian. Su ascendiente tuvo cada vez mas influjo; toda decision pendia de sus caprichos. Este fue el régimen interior, ó estado político de las córtes á poco de haberse reunido: asi siguieron hasta su término. Las ordinarias no supieron otro camino.

Lo mas dolorosa fue, que el español viendo la apatia de los buenos se intimidó, y no salió al público con la energia que era indispensable. Escribian algunos, se quejaban, daban gritos á los que se alucinaban, y dormian; pero como la mofa, el ridículo, las amenazas, el nombre de indecentes, de rutineros, de poco instruidos, hacian el objeto del desprecio público á los que no estaban decididos á favor de las innovaciones, pocos fueron los que salieron al combate y detestaron el mal que se nos hacia. Esta persecucion tuvo el mismo resultado entre nosotros que las que se suscitaron contra el cristianismo en los primeros siglos. Los buenos se acrisolaron mas: los débiles en la fe aumentaron el partido enemigo: pero de este modo se separó el bueno del malo; se conoció quién era español ó afrancesado, religioso ó constitucionista. Asi el escándalo de la persecucion llegó á lo último, y el mérito de los que la resistian al de la la resistian al de la mayor constancia.

CAPITULO X.

La constitucion conforme al plan de las reformas.

Dejarian las reformas meditadas contra el altar de

estar arregladas por unos principios fijos, si la constitucion que tenia minado el trono de nuestros reyes no proporcionará tambien los medios para entrar á reformar la Iglesia á un tiempo mismo. No se adoptó por las córtes la lei de tolerancia propuesta por el señor F....... Menos se puso algun artículo terminante contra sus dogmas, moral y máximas divinas. Se dijo terminantemente al capítulo segundo de la constitucion, artículo último » que la religion de la nacion española es y será perpetuamente la católica, apostólica, romana, única verdadera. Hasta aqui va

mos bien.

Esta declaracion es la misma que desde el siglo vi. tenia hecha la España en el concilio 3. de Toledo. Pero se hacia indispensable añadir otra cosa para dar lugar á las ulteriores miras de los reformadores, Esto hizo la adicion indicada por el señor...... de la proteccion (1) de la religion propuesta por el artículo 5.

Los mas de los diputados convinieron en la proteccion, pero se opusieron varios de uno y otro partido á que se esplicase en el artículo 5. Un diputado, al ver que todos accedian á que en este ú otro artículo se espresase la proteccion, dijo: » Insistir tanto en esta adicion,

(1) Tomo 8. pág. 92.

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