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yeron en la red; pero nada adelantaron con sus sumisiones. Se perseguia al evangelio, y sus defensores habian de ser ó apóstatas de la religion, ó mártires de su fe. Unos obispos mueren en las guillotinas, y otros arrastrados por las calles. Á todos se les manda jurar odio á los reyes, á toda monarquia, y á que se sometan á la religion conforme se llegue á reformar. La espada intima á todo sacerdote que inciense el árbol de la libertad, el ídolo de la república. El que se resista á la consergeria, al carmen, debe prepararse á morir, á llevar sus años, sus canas, su decrepitud al Canadá, á la Guayana, á los paises mas remotos. La persecucion es la mas cruel.

Un clero de curas y vicarios curados con 135 obispos, de 60 clérigos sueltos, 800 regulares, y 400 religiosas (1) se desaparece en un año. La muerte los asesinó en el campo de Marte, y de la república, y el destierro los alejo del suelo pátrio. La Iglesia, los cristianos de todos los paises, los españoles principalmente miramos esta persecucion de la Francia contra su clero, como una de las mas crueles que han afligido á la Iglesia de Dios. Los tiempos de los Nerones y Dioclecianos se ven por todo fiel en los dias de los jacobinos de la Francia. A la fe se hacia la guerra por aquellos emperadores: por los filósofos de Paris es perseguida tambien en la Francia. El fanatismo, la supersticion, decian unos y otros, eran las que pretendian desterrar: en realidad de verdad la religion de Jesucristo fue la que se persiguió. Las voces eran únicamente distintas: el plan era el mismo, y los resultados fueron iguales.

En nuestra España fue tambien como indispensable sufriese nuestro clero los mismos ataques. Nuestras refermas eran las que se habian copiado de la Francia. Los ánimos no eran los mismos; pero puestos en el teatro, decididas las córtes á llevar sus reformas adelante, si nues tros eclesiásticos resistian como aquellos, la oposicion de (1) Obra del señor abate Francisco Gusta, citado por el Hervas, tom. 2. núm. 4. pág. 122:

nuestros reformadores habia de producir los mismos estragos, aunque mas disimulados, mas ocultos, y con menos furor que en la Francia.

Asi fue. La primera víctima de esta persecucion fue el ilustrísimo señor obispo de Orense, y por la misma causa que se persiguió al clero de Francia. El juramento cívico era la protesta de fe política que se mandaba hacer á todo eclesiástico: se resisten éstos, y la guillotina comenzó á inmolarlos. La persecucion nuestra comenzó por este mismo título. Se empeñan las cortes en que el obispo de Orense jure la soberania de la nacion. Este señor se niega, y al instante se le detiene para que no vaya á su Iglesia; se le insta que jure, y hallan igual resistencia: se le forma proceso, y si al cabo de algunos meses se le permite volver á su Iglesia y restituirse al obispado es porque digeron habia ya jurado, como se pedia. Sus opresores publicaron su triunfo por una falsedad notable: pero el señor obispo luego que se restituyó á su obispado, escribió contra esta calumnia. Esto solo bastó para que la persecucion fuese la mas cruel, la mas sostenida. Las córtes no pararon hasta que le arrojaron de España, declarándolo indigno del nombre español y privándole de todos sus bienes (1). La vuelta de nuestro soberano nos restituyó á este zelosisímo pastor, y dió á la España el consuelo que la Italia tuvo en la vuelta de san Eusebio obispo de Vercel. Un luto general nos tenia cubiertos desde el destierro de tan grande obispo: nuestras vestiduras lúgubres se rasgaron en su restitucion.

El señor obispo de Santander padeció por el mismo motivo. Este señor manifestó su oposicion á la soberania de la nacion y á la constitucion de Cadiz; exortó á sus pueblos á que se mantuviesen fieles á su rei y á su Dios,

(1) Véase el manifiesto del señor Lardizabal. El señor obispo de Orense y el tom. 14. de los diarios de córtes, págs. 389, 392, 408, 413. Ꭹ tom. 19. pág. 144. En estas págs. se contienen los anatemas mas terribles contra este señor obispo, modelo de pastores, honor de nuestra España.

mandando escritos por todas partes para preservar al español de la corrupcion que le amenazaba.

Por este hecho, la autoridad de las córtes cae sobre aquel anciano respetable, y en el lleno de su furor mandan recoger todos sus escritos (1). Se le persiguió como al ilustrísimo de Orense. Un pais estraño le sirvió de asilo.

El señor obispo de Oviedo tuvo tambien que temer: fue perseguido y recluso en un convento por haberse resistido á la lectura del decreto contra la Inquisicion. El arzobispo de Santiago sufrió una clase de persecucion mas terrible. Se le denigró en su honor, le acumularon que de un convento de monjas habia hecho teatro de la diversion de unos ingleses, franqueando la entrada el señor arzobispo, y presenciando él mismo el baile y canto de sus monjas con aquellas gentes:::::: De la calumnia se pasó á la violencia; la fuga tuvo que salvarlo.i

Los meses de abril y mayo de 1813 en España se pueden comparar en algo con agosto y setiembre de 92 en la Francia. Acá se andaba recorriendo pueblos para precisar á los obispos y curas á leer el decreto contra la Inquisicion, y en Francia se perseguia al clero para que jurase odio á toda monarquia. El señor general de...... tuvo órden de hacer leer á la fuerza el decreto cóntra la Inquisicion, y para su cumplimiento se valió de la tropa pasada á nuestras armas de los franceses, y con ella pudo cumplir esta honrosa comision contra los obispos de su provincia y curas.

Á los señores obispos de Lérida, Tortosa, Barcelona, Urgel, Teruel y Pamplona se les principió á formar otra causa por la pastoral, que dieron á sus fieles: se les denigró con el mayor vilipendio, y se les mandó que se dividiesen y fuesen cada uno á residir á sus pueblos. El Redactor del 9 de junio de 1813 los sentenció á Fili\pinas; y el del 25 dijo, que al gran Mogol...... Esto era todos los dias.

(1) Tomo 19., diario de córtes, pág. 61.

Los señores obispos de Albarracin, de Segovia, de Cuenca, de Sigüenza, que estaban en Cadiz, leian diariamente en el Redactor y Tribunos, que eran unos pastores que se habian huido de sus ovejas y que los lobos las despedazaban. El Redactor del 10 de julio de 1812 se atrevió á publicar un artículo mui difuso sobre la fuga de nuestros señores obispos. El respetable eclesiástico, ó el afligido pastor del tribuno, dijo terminantemente que estaban en pecado, y valiéndose del capítulo 34 de Eczequiel les amenazó con el juicio severo de Dios, si no se restituian á sus sillas.

De este modo se preparó ya el camino para que el gobierno diera la órden que todos los obispos se restituyesen á sus Iglesias, y en el caso de estar estas ocupadas. por los franceses, se domiciliasen en los lugares mas inmediatos á sus sillas (1). Los franceses ocupaban el frente de Cadiz, y ya se mandaba ir á los obispos á entregarse en manos de los enemigos..

¿Seria el celo por el bien de las almas el móvil de tan estrañas órdenes? Interesaria á las córtes el que los señores obispos estuviesen en sus Iglesias?...... Yo diré lo que se queria. El fin era separar á todos los obispos, quitarse estos censores de encima, y dividir la fuerza ú oposicion que pudieran hacerles. Las pastorales de los obispos de Francia les atajó la persecucion de los jacobinos: nuestros obispos lo fueron tambien por el mismo motivo. Aquellos fueron desterrados, degollados, muertos porque eran contrarios á las instituciones que estableció la asamblea nacional: en España el mayor número de los obispos padeció tambien porque no accedió á la regeneracion que se pretendia. Registremos otros hechos no menos públicos.

(1) Tomo 14. pág. 132.

§. 2.

Persecucion del cabildo eclesiástico de Cadiz.

Hasta el 8 de marzo de 1813 la persecucion de nuestros obispos, y clero se hizo como en detall; pero desde este dia, la guerra se declaró no ya á éste, ó aquel obispo, no á esta parte de clero, sino á todo el que no se avenia á las reformas. La oposicion del cabildo de Cadiz á la lectura del decreto de abolicion del tribunal de la fe y la union de pareceres de las Iglesias comprovinciales con algunos de los obispos que se hallaban en Cadiz, armaron á los facciosos para pelear cuerpo á cuerpo con el clero de España, y hacerlo entrar á la fuerza con cuantas reformas se pretendian.

Los curas de Cadiz, escepto uno, formaron una consulta al ilustrísimo cabildo en 23 de febrero de 1813, manifestando cual era la amargura de sus almas al ver que se iban á profanar sus Iglesias, é interrumpir el santo sacrificio de la Misa, para leer desde la cátedra de la verdad el triunfo de la filosofia contra un juzgado eclesiástico erigido por la autoridad de esta misma Iglesia, autorizado por multitud de leyes eclesiásticas y decretos pontificios, y admitido por todos los fieles españoles con la mayor veneracion (1).

El ilustrísimo cabildo tenia formado ya desde el 6 de febrero un acuerdo sobre el particular. Se hallaba sin obis po que estuviese al frente, y se veia en el centro de la revolucion: la Iglesia de Cadiz era la que debia dar el egem

(1) Véase el manifiesto de la santa Iglesia de Cadiz bajo el título Memoria interesante para la historia de las persecuciones de la Iglesia católica y sus ministros en España. Documento núm. 6.

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