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oficio. El mundo le mira, los hombres le critican hasta sus compañeros le aborrecen, todos le desprecian, y en este desprecio dice el padre san Cipriano está patente el juicio de Dios, ó una censura del cielo, que entrega á tales eclesiásticos por sus culpas entre las manos de los que le aborrecen (1). El mal uso no da un derecho al que lo advierte, para que entre á poseer lo que no es suyo. El es el primer delincuente, y el segundo no se exime de un gran crimen. Si este fuese un título para despojar al que posee ¿qué seria de los hombres, de los pueblos, de los estados? Se devorarian todos, y el mas fuerte seria el único poseedor de todo dominio.

El mismo Fleuri, que tanto impugna en sus discursos las riquezas del clero, no puede menos de confesar (2),, que los desórdenes de los clérigos y de los mon,,ges en el siglo décimo provenian en gran parte de la ,,pobreza á que se veian reducidos,, :::,, Los sacerdotes ,,y clérigos, dice en otra parte estaban obligados á defen,,derse de las hostilidades universales á mano armada pa,,ra conservar los bienes de las Iglesias con que se mante,,nian; ó si no, obligados por la pobreza se veian ocupar,,se en empleos indecentes.... La pobreza de las Iglesias ,,hizo disminuir el número de clérigos.... no hallándose „,quienes egerciesen las funciones de las órdenes menores, ,,fueron éstas abandonadas, y permitido, como lo vemos, ,,á los seglares (3).,,

Véndanse todas las propiedades de las Iglesias; entren los estados católicos en la posesion de los diezmos y demas rentas eclesiásticas; asaláriese el ministro del culto... ¿cuáles serán los resultados de esta reforma? No veremos solo lo que describe Fleuri en tan lamentables siglos. El clero precisado á depender para su subsistencia de un tesorero, de un intendente, ó de otro empleado

(1) Observaciones sobre la reformacion eclesiástica del padre Cevallos, pág. 21.

(2) La Historia eclesiástica, libro 54. ú. 44.

(3) Libro de las costumbres de los cristianos. Part. 4. cap. 6. y 7.

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civil, estará sometido hasta en la parte de su ministerio á lo que aquel se le antoje, é inspire.

Asi, su influjo para con el pueblo llegará á ser nulo. La moral se relajará, y el eclesiástico no se atreverá á chistar lo mas mínimo. Cederá, callará, no opondrá su celo á los males, para no chocar, é indisponerse contra quien tal vez causára los escándalos, ó á lo menos los permitirá. El hombre no se levanta contra aquel de quien depende; se atempera á sus máximas, aplaude acaso la iniquidad misma, y llega á decir virtud, lo que él conoce por el delito mas horrendo. ¡Tal es la fragilidad humana! ¡Á tanto precisa la necesidad de subsistir, cuando esta subsistencia está á merced del criminal! Reducido por otra parte el clero á la suerte de unos hombres pagados, no podrá manifestarse á los pueblos como independiente y superior á las demas clases del estado: perderá su ascendiente, no se mirará como el refugio del desvalido, el consuelo del pobre, el asilo de la viuda, el apoyo del pueblo, el ecónomo de sus limosnas. Su respeto, su amor, el poderío que el clero goza sobre los demas, se funda en el mayor número de los hombres en la benefi cencia que egerce éste sobre los pueblos: su influjo está en razon de las utilidades que el necesitado percibe del clero reduzcase éste á un salario: con el tiempo vendria á ser un hombre cualquiera, un hombre sin respe to, un hombre como el mas ínfimo. Asi el clero se reduciria: su ministerio.se aniquilaria por instantes: ni el púlpito ni el confesonario tendrian operarios. ¿Qué mas se necesitaba para acabar con la religion en nuestro pais?

Esta sin aparato, sin grandeza, sin magestad, hablaria al hombre con una voz mui débil; la imágen de su: Dios la formaria éste por la de la religion; ésta por la de su culto, y éste reducido á una esterioridad sin brillo, sin decoro, acaso nada mas que al purísimo de la Fé, y solo á lo esencial de la religion, vendria cada vez mas á aniquilarse, á destruirse, á perecer. Conózcase al hombre como es, y se verá que no exagero.

La Iglesia es un cuerpo visible, no solo porque sus miembros lo son, sino tambien porque la religion que coaduna estos miembros, tiene una vida visible por la publicidad del culto, por la comunicacion de unos cristianos con otros, y por la participacion de sus egemplos y virtudes.

El cuerpo de la Iglesia vive, se nutre, toma sus incrementos por las prácticas de la religion, por el aumento de sus cultos. El papa, los obispos, los sacerdotes son los que cuidan de esta union, de esta disciplina: ni el culto, ni sus ministros pueden sostenerse, si no es por medio de las ofrendas, limosnas, primicias, diezmos ::: Los bienes de la Iglesia son llamados bienes de Dios por tan respetables títulos.

Acordãos políticos de un Eliodoro, de un Antioco, de un Baltasar, de un Nabuco: perecereis devorados por vuestros propios remordimientos si robais los tesoros de la casa de Dios. Un ángel del Señor bajará de los cielos para castigaros: una mano invisible escribirá el decreto de vuestra muerte desastrada: en la noche misma que os complazcais en vuestros robos seréis privados de la sociedad de los hombres, andaréis como las bestias hasta que conozcais vuestros delitos y confeseis que de Dios es toda la tierra, que tiene dominio sobre vuestros bienes, y que él manda que mantengais á sus ministros.

Vosotros, sacerdotes de Dios, tened presente que los bienes que disfrutais no son vuestros: que sois unos administradores: que vuestros bienes son de las Iglesias y de los pobres: que no podeis dispendiarlos á vuestro arbitrio. Si os los piden sin necesidad los que mandan, responded lo que san Ambrosio á Valentiniano » Al soberano pertene

cen los palacios y al sacerdote las Iglesias: ni yo las pue. » do dar, ni á tí, emperador, te conviene recibirlas. Si no » tienes arbitrio para hacer agravio á un particular ¿pien»sas tienes á tu arbitrio disponer de lo de Dios?” (1).

(1) Epístola 33.

CAPITULO XV.

Persecucion del clero regular: se proyecta estinguirlo.

La persecucion del estado regular era un resultado

necesario del nuevo sistema adoptado por nuestros rege. neradores, ó lo que es lo mismo, del plan general de los filósofos para apoderarse de los bienes de la Iglesia. De aqui parcieron, he dicho, las reformas de los políticos, cuando han intentado enriquecerse con las rentas que no les pertenecian. El interés los llevó á la casa dé Dios, y el odio á sus ministros les hizo perseguirlos. Si lograban destruir los institutos monásticos, al instante se apoderaban de todos sus bienes: en seguida hacian la guerra á los eclesiásticos sin destino fijo, despues á los canonigos, en seguida á los obispos, por último á los curas.

Todo ministro de la religion ha sufrido mas o menos en razon de lo que de su oposicion temia el filosofismo. El estado regular es el que le ha hecho mas contraresto en la realizacion de su plan: él debia sufrir la persecucion mas cruel, mas decidida. Asi ha sido. Este es un hecho público de que atestiguan la Alemania, Francia, Italia, Nápoles, España y Portugal. La guerra se hace á la religion, y no puede perdonarse por sus enemigos á uno que la defienda, un simple ministro del culto. La filosofia publicó esta guerra, la heregia la sostuvo, despues la im piedad la activó en nuestros dias.

Los institutos religiosos, nacidos en la Iglesia casi al mismo tiempo que la Iglesia misma (1), fueron persegui

(1) Natal. Alejand. historia ecles. tom. 3. pág. 229.

dos desde su institucion por los mismos que perseguian al cristianismo. La persecucion aumentó su número en la Nitria, Tebaida, casi todo el Egipto. El siglo XIII. activó la guerra contra los cuerpos religiosos, y tuvo el mismo éxito. Santo Tomas y san Buenaventura salieron á la defensa y confundieron á todos sus enemigos (1). En el XVI. se renovó la lid que aun sigue. Calvino en sus instituciones los manifestó como hereges. Lutero les hizo la guerra mas viva.

La Europa, la América, el Asia, hasta lo interior mas desconocido del Africa atestiguan sus servicios, sus utilidades en todo siglo. Por los regulares se llevó la religion á los paises mas distantes, mas inaccesibles. La cruz de Jesucristo se puso por ellos sobre los Andes de América y montañas del Japon. El chino, el indio oyeron la voz del evangelio de unos hombres que no esperaban en esta vida sino la muerte por premio de sus fatigas. Desde el Cabo Blanco hasta el de Buena Esperanza, desde la Europa hasta los confines del mundo conocido, á todo pais ha pa. sado el religioso, sin mas interés ni mas motivos que la propagacion del evangelio, y la estension del reino de Je sucristo. Lutero y Calvino conocieron estas verdades, no obstante persiguieron á los institutos religiosos, únicamen. te porque hacian la guerra á la Iglesia, y á todo cuanto ella autorizaba y sostenia.

Pasó aquel siglo de errores: entró el xvII: calmó algun tanto la tempestad; pero el xvIII fue el mas cruel. La lid contra unos institutos que cada vez se empeñaban en los progresos de la religion, y que de dia en dia crecian en virtud y en egemplos, se hace cada dia mas tenaz, mas sostenida. Como la guerra que se suscitó contra ellos desde los principios no fue por esterminarlos únicamente sino por hacer mal á la Iglesia de Jesucristo, mientras mas útiles sean á la religion, cuanto mayores sean sus ser

(1) Guillermo de san Amos y Gerardo de Abreville escribieron contra los institutos regulares, formas de hábito, reglas, &c., y fueron1 impugnados por estos santos doctores.

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