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que nos hemos distinguido en todos tiempos, y aquel rendimiento general, profundo, respetuoso, con que hemos mirado siempre á la Iglesia y á su romano pontifice.

Demostraré el proyecto que se formó en los últimos años contra el trono de nuestros reyes, cuando siempre ha sido timbre del español el amor á sus soberanos, no haber maquinado jamas contra su vida. ¿Por qué no he de decir tambien que algunos de nuestros españoles convinieron con los filósofos de la Europa en reformar á la Iglesia, conspirando contra el altar, cuando la rebelion contra el trono, no es sino una ilacion del abandono de la moral cristiana, del desprecio de sus preceptos, y el resultado inmediato de haber querido sacudir el yugo de la religion, ó atentado contra su general disciplina?

La España no tiene el privilegio que Dios no ha concedido á su Iglesia. En esta abundan malos hijos. En aquella se han multiplicado los escándalos: en esta pule la virtud, el choque mútuo de los malos cristianos con los buenos (1), en aquella los errores de unos han sido el realce del mejor patriotismo, de la religion mas acendrada, de la fe mas pura de los otros. La Iglesia representa el cuadro mas hermoso con el claro-oscuro que le ha dado la diversidad de sus hijos, y la España se deja ver la mas brillante, teniendo á su espalda, y bajo sus pies las sombras de algunos hijos espurios. Ella presenta á la Europa la hermosa perspectiva de los cielos, cuando aparece el arco Iris despues de haber llovido.

Desde mediados del siglo XVIII principiaron á cubrir la España multitud de malas doctrinas, que al modo de nubes venian de los Pirineos, y oscurecian nuestros orizontes religiosos y políticos. Infinidad de libros franceses se introdugeron entre nosotros, y con ellos se contagió la salud pública. Nuestras universidades principiaron á cultivar nuevos libros, y alguno de sus catedráticos deslumbrado por la luz que jamas habia visto, se dejó arrastrar

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de la novedad que siempre agrada cuando está rodeada de lo bello, y cuando se presenta bajo el punto de vista de reforma, de adelantos, de mejoras y utilidad pública.

Los primeros hombres de la nacion tambien se dejaron cautivar de las nuevas doctrinas. Unos hombres respetables por sus luces y conocimientos, por su reputacion, y por sus destinos vieron con admiracion los nuevos descubrimientos de la Francia en todo ramo instructivo, y no pudieron menos que aficionarse á sus reformas en el derecho público, ya civil, ya eclesiástico, en el estudio de la filosofia y ciencia de la religion, en el gobierno y estadística. Su prevision no pudo darles á conocer el término funesto de tales doctrinas. Sin duda las detestaran si las hubieran conocido.

El conde de....... se hizo un partidario acérrimo de los filósofos, un admirador de Volter, un prosélitó favorito de su filosofia (1). ¿Si su ídolo fulminaba rayos ૐ contra la religion y los cláustros, su devoto y su ministro levantaria pararayos para eludirlos? El año de 67 reventó la mina preparada por los filósofos contra los jesuitas. El señor....... la abrió en España: la grande obra de su ministerio y de su influjo fue la órden de estinguirlos. El modo de realizar el decreto fue la obra maestra de la filosofia. La Europa lo admiró, los filósofos se dieron las gracias. Este fué el gran golpe de la filosofia sobre la España para viciar la instruccion pública y relajar la moral. El señor....... sucedió en el ministerio y los planes de reforma siguieron con todo ahinco. Las órdenes sobre regulares se multiplicaron. La amistad de la Francia con nosotros cada vez fue mas íntima. Los embajadores en nuestra corte sirvieron alguna vez de ministros. Todo se moderaba en la España por su influjo; y era necesario que los libros, planes y reformas traidas de alli y publicadas entre nosotros tuvieran sus funes tas resultas.

(1) Memorias citadas, tom. 3. pág. 93.

En este tiempo vieron la luz pública un juicio imparcial, una lei agraria. Las materias de estas obras, y el estilo conque se presentaban llamaron la atencion de los españoles y fueron la admiracion de los sabios. Unas reformas al parecer las mas útiles á la Iglesia y al estado, se propusieron como necesarias; pero ninguna empresa mas espuesta que el tratar de semejantes materias en los dias que se publicaban. La Europa hervia en proyectos, planes, arbitrios para hacer entrar á la Iglesia en las reformas que se trazaban por los filósofos. De hecho algunos españoles se suscribieron en parte á tales doctrinas, aunque en realidad de verdad jamas pensasen en el término funesto á que se llegaria de alli á pocos

años.

Por entonces se vió con escándalo de la España defenderse públicamente en Zaragoza año de 85 y 86 las proposiciones mas atrevidas. Con el pretesto de Economia Civil y Comercio se publicaron dos cuadernos en los que se establecian como principios las maximas mas absurdas. "Que el celibato era perjudicial al estado.=Que la profesion religiosa debia hacerse despues de los 24 años. Que el lujo debia fomentarse. Que la supersticion, y los abusos de la Iglesia debian desterrarse, para hacer feliz á la España. Que la Iglesia tenia usos opues. tos á la felicidad de los estados.,, Con tales lecciones se preparaba á la España á adoptar las producciones de los autores estrangeros; dando principio por los franceses, que escriben para un estado cuyas circunstancias son las mas análogas á las nuestras. Tal era el señor Melon, cuyo espíritu estractaba; y tal es la confesion que hace de sí mismo nuestro español catedrático.

El celo del padre Cadiz escitado por multitud de eclesiásticos tuvo que predicar contra las conclusiones; su celo se le imputo por delito. La fuga lo puso á salvo, y aun no bastó esto para libertarlo de sus iras. El señor...... era el catedrático, y nadie se atrevia á impugnarlo, aun cuando sus lecciones eran las mas nocivas á la religion y

al estado, porque se decia públicamente que el señor..... le protegia (1).

¿Quién era suficiente para impedir la mania de las innovaciones ya en la religion y ya en la política, cuando unos hombres admirados se ponian al frente de nuevas instituciones, y cuando los ministros las autorizaban? En este estado no hai barreras que se opongan á tal clase de males, porque aunque haya espíritus capaces de rebatir las nuevas doctrinas, no hai tantos que las impugnen á costa de sus honores, puestos y comodidades.

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Cada sabio queria ya adelantar á los que les habian precedido. Se tomaba por punto de honor principiar á deshacerse de la antigua rutina del derecho, de las prác ticas y usos mas venerables. En el hecho de ser antiguos bastaba ya para ser criticados. Cuantos presumian de ins truidos comenzaban á dividirse, y á ostentar en lo priva do y público estar decididos por la reforma general, vaciados sus planes en los de la filosofia.

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La Ciencia de la legislacion, de Filangieri, el Pacto Social de Rousseau, los Derechos del ciudadano de Mably, los Estudios de Condillac, las Doctrinas de Pe reira, Febronio y Spion Ricci, corrian por nuestras universidades y colegios. Algunos catedráticos hacian os♣ tentacion de muchos de sus principios: los discípulos: se contagiaban, y la peste moral se estendia con rapidez y

sin advertirlo. don't a leg 31

Conocióse el cominoso término, de tales doctrinas luego que en 89 se convocaron los estados generales de la Francia, y se vieron con estrago adoptados los sistemas de la soberania de los pueblos, la igualdad de todos los ciudadanos, la libertad absoluta, indeterminada de todos los súbditos. Entonces se tocaron ya con horror á donde

(1) En defensa del padre Cadiz, y contra los cuadernos de Economia y comercio escribió el capuchino fri Gerónimo de Cabra; publicó sus escritos por los años de 87. Véase la 1 y 2 parte de esta impugnacion, de donde he tomado las proposiciones referidas.

iban á parar las restricciones puestas á los obispos, las reformas del clero, la la estincion de los abusos, la guerra á la supersticion, el destierro del fanatismo, la persecucion de los frailes, y las quejas amargas de los filósofos contra la Iglesia de Cristo.lt mere

La Europa conoció en solos dos años, que las reformas eran destrucciones, y que en nada menos se pensaba que en corregir los defectos de la legislacion, y el abuso del ministerio eclesiástico. Nuestra España fue la prime ra que abjuró públicamente un sistema tan impio; pero los inficionados de esta lepra se mantuvieron algunos en su mal; publicaron por sanos los principios de la Francia, y los malos resultados que horrorizaban á la Europa, se tergiversaban por mal uso de los funcionarios públicos. Se sostenian en su plan, é hicieron cuanto les fue posible por resistir á las medidas que el pastor de la Iglesia daba contra los principios opuestos á la Iglesia, y contra las máximas absurdas de la política.

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Las obras del abate Cestari sobre la ordenacion de los obispos, la del Pereira sobre las dispensas, y absolucion de los casos reservados, corrian entre nosotros con el mayor séquito, la una 30 años hacia, y la otra 10 ú 11. El plan de la primera no es otro que el de la segunda, y una y otra tienen por objeto separar á los obispos del Papa, atacar la unidad de la Iglesia, dando á los obispos en sus respectivas diócesis las mismas facultades del Pontífice, haciendo en Portugal é Italia lo que al mismo tiempo se trataba de realizar en Alemania, Toscana y Napoles.

En 99 se hizo la traduccion de estas obras: diez y siete consejeros se opusieron á su publicacion contra el voto de algunos otros. Los primeros protestaron no tocaba al consejo la censura de unas obras puramente eclesiásticas que tenian relacion íntima con el dógma. El consejo las pasó al dictamen del abad y cabildo de curas de Madrid, pero recibió la reprension mas ácre por la demora en su aprobacion, y el paso de pedir dictamen á los se-:

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