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plina. ¿No está á las facultades de los papas impedir se apoderen de los obispados los hombres mas ineptos, ó los mas criminales? ¿Cómo se pudieran obviar los cismas, tumultos, sediciones, escándalos que padecieron en los tiempos antiguos las iglesias? ¿Falta autoridad al papa para intervenir en semejantes negocios, remover al indig no, y poner en su defecto al que le parezca justo?

En los primeros siglos ¿no fue esta la fe constante de todos los obispos, de todas las iglesias ?...... ¿No es este el cargo principal del pastor universal del rebaño de Jesucristo?... Sí: solo Pedro tuvo este cargo del divino Pas tor, y sus sucesores no han perdido ninguna de sus facultades; le suceden legítimamente, tienen pues todos sus dere. chos inherentes y primitivos. Querer restituir la disciplina de la Iglesia á los tiempos antiguos, cuando la misma Igle sia la ha mudado por sí, es trastornar el órden, minar esta por sus mas sólidos cimientos, hollar la misma disciplina, , que se pretende renovar, y destruir por un medio implicatorio, absurdo y contra principios la autoridad de la Iglesia, la supremacia del papa y la unidad que sostiene el católico como un dogma de nuestra fe divina.

Los cánones de los primeros siglos establecidos en los concilios generales, ó admitidos despues por todas las demas iglesias que fijan la eleccion de los obispos y su confirmacion, fueron succesivamente mudándose por leyes pos teriores de los mismos concilios generales y por los roma nos pontífices. Estos podian hacerlo: ¿Estará á la facultad de alguno el reclamarlo, el impedirlo? ¡Ah!

La Iglesia ha tenido siempre la facultad, de reglar la disciplina; pero bajo estos principios, que la autoridad que hace la lei es la sola que la dirime; que un concilio provincial ó nacional no puede reformar lo dispuesto por el Ecuménico; y que los obispos no son árbitros en mudar los decretos del romano pontífice. Por este óden la suprema cabeza de la Iglesia es la sola soberana en la Iglesia de Jesucristo.

Quiere el jansenismo que se restituya la antigua dis

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ciplina. ¿No es esto atacar á la misma disciplina? Instan, claman, lloran por los siglos primeros: ¿la Iglesia que entonces regia no es la misma que ahora gobierna? Publican que se ha oscurecido la fe, y se ha mudado la disciplina, como antes digeron los donat istas, y ellos quieren restituirlas á su primer vigor. deprimiendo á la Igle. sia, oponiéndose al vicario de Jesucristo, negando su autoridad, eludiendo sus decisiones, y aun la de los concilios generales. Esto es trastornar todo el órden; suponer que las puertas del infierno han prevalecido contra la Iglesia; reducir á todos los fieles á una perpétua anarquia, y cimentar en la religion los principios revolucionarios que la filosofia ha introducido en la Europa, en el gobierno de los pueblos por la moderna política. ¡Tal es el sistema de nuestros dias! Los pueblos todos se han alborotado; una general devastacion ha seguido á estas reformas, y lo mas doloroso es que el jansenismo ha intro ducido estos males en la Iglesia de Jesucristo. Hable la Toscana, Nápoles, la Italia toda: digan la Alemania y la Francia cuantos horrores han sufrido sus iglesias y sus pueblos por las reformas del jansenismo...... ¡Ah!....

Nuestras córtes quisieron resolver que los obispos no recibiesen la confirmacion de los succesores de Pedro. La comision dijo que la doctrina de los primeros siglos y la práctica primitiva de nuestras iglesias se restituian á su vigor; y que el primado de las Españas, ó el metropoli tano de las provincias diesen la investidura canónica á los electos. Y yo pregunto; ¿con qué facultad se establece esta lei, y se anulan las que rigen? ¿Con la de las córtes? ¿Con la del concilio nacional que habia de celebrarse? ¡Oh! ni una ni otra autoridad pueden hacerlo.

Córtes estraordinarias y ordinarias ¿quién os ha da do las llaves de la Iglesia para que abrais sus puertas á los que vosotros envieis á apacentar el rebaño de Jesucristo? ¿cuándo, en qué siglo, cómo ha podido jamas un concilio nacional oponer una decision contra la disciplina general, los cánones recibidos por todas las Igle

sias y concilios generales? ¡Ah! Algunos concilios de Africa se opusieron á la general disciplina de no rebautizar á los que venian de los arrianos: cayeron en el error y se precipitaron en la heregia. Los papas publicaron su anatema contra los que los sostenian y declararon falsas sus doctrinas. Las iglesias de África se sometieron al fin á las decisiones de la primera silla.

¿Y qué? Nuestras córtes iban á introducir el error y el cisma en nuestras iglesias por un medio semejante::::::: El concilio nacional debia. tratar esta materia (1) por los obispos que ellos hubiesen presentado y confirmado sin intervencion del romano pontifice. Y qué, se opondrian éstos á los principios y doctrinas de los que los habian favorecido y hecho obispos ? No, no es presumible las medidas tomadas por entonces se sostendrian como legítimas..... Esto indicaban las materias que se proponian. Un altar debia erigirse contra otro altar: un sacerdocio contra otro sacerdocio. Unos obispos pelearian contra otros verdaramente intrusos: pero éstos sos tenidos por el poder de las córtes... ¡ Ai Iglesia de Espai na! cuánto debes al Dios que te ha restituido á tu paz primitiva con la vuelta de tu soberano!........

El plan no llegó á realizarse; pero jamas se perdió de vista por algunos. Asi en unas como en otras córtes se instó varias veces para que se pusiesen en las sillas vacantes obispos confirmados sin la anuencia del romano pontífice. Un señor diputado instó varias veces sobre este particular y, sobre que se erigiese un nuevo obispado en san Felipe de Xátiva, alegando los pocos obispos que habia en el reino de Valencia, cuando tanto abundaba en el de Aragon. El dilatado término del arzobispado de Valencia amargaba su espíritu, y ansiaba porque se dividiese en otros obispados.

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Muchos señores diputados se revistieron del mismo celo. En los últimos meses de unas y otras córtes se repi

(1) Materia 1. de las que debian presentarse. prop. 3.

tió con vehemencia que se consagrasen obispos para las sillas vacantes; pero Dios nos libertó de estos males, impidiendo por otros diputados el que se egecutase lo que estaba ya casi decidido (1). El cisma estaba á las puertas de nuestas iglesias. Algunos diputados abrigaban sus principios y sus máximas. Los prelados nuevamente electos prestarian sumisos sus sufragios á las reformas, que tanto les valian. La constitucion jurada, las circunstancias en que nos hallábamos, las nuevas doctrinas que generalmente se publicaban, y la analogia general que se dijo debia haber entre las reformas del estado y de la religion, me sirven como de principios para hablar por este órden. Me equivocaré acaso. Pido que no me se lea con prevencion: y entonces espero que todos convendrán conmigo.

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(1) El señor Inguanzo publicó un discurso el mas sólido é instructivo sobre este punto. Su trabajo impidió el que se llegase á cumplir en la España el deseo de nuestros regeneradores sobre la confirmacion de obispos independientes del papa.

CAPITULO XX.

Término de las reformas proyectadas por nuestros regeneradores: reunion de pruebas que manifiesta el peligro en que estábamos de alterarse la religion en España.

Estoi al fin de mi demostracion: toco ya el término de mis pruebas. La reforma de nuestros regeneradores van á parecer como otras tantas paralelas tiradas para alterar entre nosotros el culto de nuestros altares y la disciplina de la Iglesia. El epílogo de mis capítulos hará esta verdad palpable.

He corrido con rapidez el tiempo de algunos años gastados por un corto número de españoles en la regeneracion de la España. Multitud de hechos y papeles públicos han dado los documentos de cuanto se ha maquinado contra la disciplina general de la Iglesia, contra nuestros usos y prácticas religiosas, que hasta aqui tanto honor nos han dado. Descubiertas sus perjudiciales doctrinas, conocidos los falsísimos principios en que se apoyaban, y publicados los proyectos de los que prometian regenerarnos, no resta mas que reunir todas las pruebas, presentar los obgetos bajo un solo punto de vista, llamar sobre ellos la atencion de los preocupados, y llevarlos de la mano á que toquen por sí mismos el funestísimo térmi no á que nos conducian las reformas terribles, que en un principio creian saludables. La estátua de la desolacion, labrada por las manos de nuestros reformadores iba á co

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