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formado sin haberos tenido ante mi vista: no he cesado de invocar vuestro auxilio siempre que he tomado la pluma. Vos me habeis ayudado: con vuestra proteccion la he concluido, De Vos es cuanto bueno haya en ella con vuestro poder se han superado mil dificultades para su impresion: por Vos va á ver la luz pública. ¿A quién, pues, deberé dedicarla, sino á Vos, madre mia DOLOROSISIMA?

Vos ¡ó REINA DE LOS MARTIRES! os hicisteis cargo de los pecadores por voluntad espresa de vuestro Hijo santisimo, cuando clavado en la cruz os dió á Juan en lugar suyo. Sobre la cima del Calvario, á los pies de vuestro Hijo moribundo, penetrado vuestro amantísimo corazon con los dolores mas acerbos, nos adoptásteis por hijos: bajo la cruz nos disteis á luz en medio de penas del mas cruel de los martirios, Si, MADRE MIA DOLOROSISIMA, desde aquel momento, terrible para Vos, y para nosotros felu

dísimo, los pecadores somos vuestros hijos, é hijos de vuestros DOLORES.

No pude esponer otros títulos mas poderosos, cuando invoqué vuestra proteccion en la composicion de este escrito: tampoco puedo ahora ofrecer otros méritos para que admitais benigna esta obra que mi gratitud y mi devocion dedican a vuestros DOLORES. Aceptadla, pues, Reina y Señora mia, y haced, por vuestros DOLORES, que su lectura fructifique en los que la lean. Con este duplicado objeto, postrado á vuestros pies, os la ofrece vuestro mas reconocido devoto.

Fr. Rafael, obispo de Ceuta.

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Escribo la Historia de nuestra reforma; descubro

en ella parte de los planes de la seudofilosofia contra la religion y el estado, contra todo trono, y todo altar. Los reformadores de la Europa incluyeron á la España en sus proyectos de regeneracion. El Barruel, el Hervas, las Memorias Eclesiásticas del siglo XVIII. dan los documentos (1), y la esperiencia dolorosa de los años de las llamadas Cortes nos dicen, aunque con rubor nuestro, que algunos pocos españoles se dejaron fascinar.

A quien principalmente se persigue por la filosofia es á la religion católica, porque es la que mas se opone á toda rebelion. Si el filósofo logra desterrarla de un pais, ya tiene abierto el camino para trastornar el estado. En este caso el trono no conservará mucho tiempo su estabilidad.

Cuando una faccion llega á atentar contra la vida del príncipe, primero ha atropellado las leyes de la religion. Una conspiracion contra el soberano no se puede realizar sin que se infrinjan los principales preceptos de la moral. El trono y el altar gravitan sobre unas mismas bases. Poco importa que una mano quiera sostener á aquel, si con la otra derriba el apoyo en que se sostienen los dos. Podran acaso mantenerse separados cortos momentos; pero una existencia efimera no los salvará. La religion perse

(1) Hervas. Historia de la revolucion de Francia, tom. 2. pág. 290. Barruel. Memorias para servir á la historia del jacovinismo. tom. 1. pág. 212. Memorias para servir á la historia eclesiástica del siglo XVIII. tom. 3. pág. 93. y 94.

guida emigrará á otro pais, y el pueblo que le haga la guerra será envuelto en los horrores de la devastacion general. Una noche eterna seguirá á la luz que los ilumine: andarán en tinieblas, y estas haran alli su perpétua habitacion,

El príncipe y sus autoridades estan empeñados por su conservacion en que no se rompan los vínculos religiosos. La sociedad no podrá existir sin religion. Los reyes y soberanos del mundo que la persigan veran su propia destruccion. Los siglos todos se levantan á confirmar esta verdad.

Dios, autor único de la sociedad y de la religion, ha fado el gobierno de ésta á sus sacerdotes, y el de aquella lo ha puesto en el poder de los príncipes, á quienes tiene dada su autoridad. El rei, como el mas ínfimo pastor está obligado a someterse á los dogmas de la fe, y á los pre ceptos de la moral. El sacerdocio y el imperio son dos potestades diversas (1), pero el soberano es súbdito de Dios. Si trastorna este órden de Dios, él será el que sienta primero la pena de su transgresion. El sacerdote es el que vela sobre los fueros del altar, el único mediador entre Dios y su pueblo, el que solo conserva las relaciones del cielo con la tierra, del criador con la criatura, y del hombre con su Dios. Sin esta íntima union dejaria de existir el universo.

El príncipe es el ministro de Dios. A su nombre rige los pueblos que le estan sujetos: por su órden administra la justicia: por su espresa voluntad establece leyes. Él es el ungido del Señor. El que acometa al soberano, el que maquine contra su vida, el que se subleve contra él resis te la órden de Dios, destruye su misma obra: con un solo delito se rebela contra Dios y contra el príncipe, rompe los mas sagrados vínculos de la sociedad y de la religion, haciéndose reo de lesa magestad para con los hombres y para con Dios.

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(1) Bosuet Política sagrada, lib. 7. art. 5. proposicion 12. pág. 281.

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