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dre, Dña. Elvira de Cuadros, era a su vez de muy esclarecida estirpe, pues procedía su casa de un ejecutoriado linaje que tenía sus solares en Córdoba, Baeza y Murcia.

Siendo ya mozo, lo llevó su padre a los reinos de España, y habiendo formalizado allá sus estudios, probablemente en la ciudad de Sevilla, los prosiguió con buen éxito en la Universidad de Osuna, en cuyas aulas cursó ambos Derechos, se graduó de Bachiller y Licenciado, y alcanzó al cabo el doctorado en Cánones.

Forjada la austeridad de su carácter en el ejercicio frecuente de las letras, ella contribuyó sin duda a inclinarle al estado eclesiástico, que abrazó en España, incardinándose en la Arquidiócesis hispalense. Años más tarde, cuando tornó a las Indias, ejerció su ministerio en la gobernación de Tierra Firme, acaso en su ciudad natal, y luego vino al Perú, siguiendo al Tesorero Sebastián Suárez, cuñado suyo, pues era casado con su hermana Dña. Andrea de la Roca (32).

Gobernaba a la sazón esta Arquidiócesis de Los Reyes el Ramo. Dn. Fr. Jerónimo de Loayza, quien acogió en ella al Dr. de la Roca, y así que pudo aquilatar sus brillantes cualidades personales, su virtud, doctrina y versación en el manejo de los negocios, trató de retenerlo a su lado, consultándose con él cuando se le ofrecía algún asunto arduo, cuya solución demandaba consejo. Y en 1578, después del fallecimien

(32) Cuando se rebelaron los hermanos Contreras en la provincia de Nicaragua e invadieron la ciudad de Panamá, Suárez acudió al Real servicio, y fué su intervención muy eficaz, acaso más positiva que la de Martín Ruíz de Marchena. En remuneración de su lealtad el Rey le hizo merced del oficio de Tesorero de la ciudad de Los Reyes, y poco después le acrecentó los blasones de su casa con un otro escudo de armas que hacía alusión a su hazaña; y la cédula que se les despachó al intento la trae SALDAMANDO, en sus Cabildos de Lima, tom. II, pág. 51.

to del Sr. Loayza (33), el Cabildo en sede vacante le nombraba Provisor y Vicario General de la Arquidiócesis (34).

Como era ya graduado en Cánones por la Unversidad de Osuna, ésta de Los Reyes lo incorporó en su Claustro, casi a raíz de su emancipación, y cuando el nuevo régimen aún no lograba consolidarse, porque los Priores-rectores no se resolvían a perder las preeminencias de su antiguo cargo. Y como él supiese evadir aquellas asperezas, manteniéndose al

(33) El Rdmo. Dn. Fr. Jerónimo de Loayza falleció en un aposento del Hospital de Sta. Ana, miércoles 26 de octubre 1575, a las siete de la mañana; y una hora después se congregaban los capitulares de su Iglesia en la cámara mortuoria, acompañándoles el Lic. Juan Bautista Monzón, y con la fe de muerte, que les daba el escribano Juan García de Nogal, declaraban la sede vacante. Y en el testamento que el Prelado otorgara días antes, por ante el dicho García de Nogal, dejaba por su albacea y ejecutor testamentario al Lic. Francisco Falcón, quien hizo luego los inventarios y almoneda de los bienes que quedaban, actuando las demás diligencias del caso. Todos aquellos documentos se conservan en el Arch. de la Sociedad de Beneficencia, debidamente clasificados en el tomo I de ANTECEDENTES del Hospital de Sta. Ana.

(34) Declarada la sede vacante, el Cabildo asumió el gobierno de la Arquidiócesis; y luego que se resolvieron algunas dudas que se le ofrecían, y que fueron resueltas por los doctos canonistas Fernando Vázquez Fajardo, Marcos de Lucio y Francisco de Vega, procedió a nombrar Provisor y Vicario General, recayendo la elección en el Dr. Dn. Antonio de Molina, y ella se llevó adelante, no obstante la oposición que se le hacía.

El Dr. Molina reorganizó la Curia eclesiástica, integrando su personal con un Juez de Apelaciones, con un Asesor letrado y con un nuevo notario; mas, como aquellas reformas vulneraban algunos intereses, la reacción fué más violenta de lo que pudiera esperarse, y el Mayordomo de la Iglesia, Hernán Gutiérrez de Ulloa, hizo suya la querella; y al efecto acudió al Cabildo pidiendo la remoción del Dr. Molina, y alegando, entre otras razones, que el salario que se le había anignado era en perjuicio de la masa arzobispal. En vista de aquellos reclamos, el Dr. Molina hizo dejación del oficio, y entonces nombró el Cabildo al Dr. Dn. Juan de la Roca, dándole las facultades que había menester para desempeñar bien aquel cargo. Cfr. Lib. de Acuerdos Capitulares, tom. II, pág. 46, en el Arch, del Cabildo de Lima.

margen del conflicto, su nombre no figuraba en éste o aquel bando, ni era su persona objeto de recriminaciones odiosas.

Y ello tendrían sin duda en cuenta sus electores, cuando se resolvieron a poner en sus manos el rectorado, y en circunstancias de suyo difíciles, pues la disciplina, dentro y fuera de las aulas, andaba entonces muy quebrantada (35), debido probablemente a los métodos que pusiera en juego el Lic. de Monzón cuando logró apoderarse del régimen y gobierno absoluto de la Academia.

Desde luego, la desorganización de los estudios oficiales había contribuído a robustecer las rivalidades que el Colegio de San Pablo traía con la Academia, y con evidente desmedro de ésta, porque tenía que habérselas con una institución fuerte, donde una rígida disciplina solía regular acertadamente las relaciones entre el escolar y sus maestros; y ella le aseguraba el éxito, pues era fruto de observaciones muy atinadas, que los experimentados educadores teatinos habían venido acumulando con los años.

Era, pues, menester eliminar aquel peligroso escollo, si se quería promover seriamente el progreso de la Universidad. Y al efecto, había que abandonar de una vez aquella política inquisitorial y contraproducente, que coartándole al estudiante la libertad de escudriñar la verdad, sobre todo en materias de suyo opinables, contribuía a hacerle dudar de la competencia de sus maestros; y aun con descrédito de la propia Universidad, que ejercitando represalías violentas contra los. escolares que frecuentaban las aulas de San Pablo, les ayudaba. seguramente sin advertirlo, a desestimar la enseñanza que ella les daba, y a enaltecer la de su rival' (36).

(35) Y al intento le decía al Rey el Conde de Villar-Don-Pardo, en su carta de 25 de Mayo de 1586: "luego que llegué a esta ciudad hallé las cosas de la Uniuersidad no bien compuestas, etc." LEVILLIER: Gobernantes del Perú, etc., tom. X, pág. 151.

(36) Y años más tarde, cuando el Claustro insistía en sus pretensiones exclusivistas, no obstante la solemnidad de los conciertos que ajustara

Y entendíalo así sin duda el Conde de Villar-Don-Pardo cuando urgía al nuevo Rector, y al P. Provincial de la Compañía, insinuándoles la conveniencia de ajustar entre sí un concierto que pusiese la solución del viejo conflicto en manos de jueces compromisarios (37). Así se hizo; y actuando por parte de la Universidad el Rector Dn. Juan de la Roca. y por la del Colegio de San Pablo el P. Esteban de Avila, se arbitraron diversos medios, más o menos viables, y al cabo se concertaron ciertos capítulos, en sí más artificiosos que efectivos, pues ni satisfacían las pretensiones de la Universidad, ni alcanzaban a conmover la privilegiada situación del Colegio de San Pablo.

Y no podían satisfacer a la Universidad aquellos capítulos, porque ellos mantenían en todo su vigor y eficacia las Reales cédulas que amparaban la libertad de enseñanza, y que Dn. Martín Enríquez mandará aquí ejecutar, desestimando las representaciones que le hiciera el Claustro; y sólo se cuidaba de regularizar la aplicación de aquellos principios, adaptándolos al medio, a fin de evitar en lo posible aquellos frecuentes rozamientos, que venían haciendo tanto daño a la enseñanza, y desorientando a los estudiantes.

Sin embargo, los puntos que se capitularon en estas vistas, aunque de suyo diminutos, fueron a la postre de positivo provecho, porque mediante ellos pudo comprobarse que era po

con los PP. de la Compañía, el Arzobispo Lobo Guerrero le escribía al Rey, y le decía al intento: "que por cerralles (a los estudiantes) esta puerta de las escuelas de la Compañía, no estimarán en más las elecciones de la Uniuersidad, antes se les da ocasión a que las tengan en menos, pues ven que se entiende ser medio necesario el prohibilles yr a la Compañía, para que ellos estimen lo que tienen en la Uniuersidad, etc.' Arch. de Indias, 71-3-9.

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(37) "Y porque entre la dicha Uniuersidad y los Padres de la Compañía de lesús, ay algunas diferencias, les he encargado que elijan entre sí personas que tracten de conformarse, comunicándolo conmigo; y asy se hará, mediante Dios, porque conuiene a su seruicio, y al de Vuestra Magestad, y al bien de todos, etc." Carta, etc., ut supra.

sible llegar a un entendimiento adecuado, que encaminase las negociaciones en lo futuro con un criterio más humano y efectivo tocando en los corazones y dando de mano a los recelos, que la excesiva susceptibilidad de unos y otros traía como encarnados en los ánimos.

Y más pudiera haber hecho el Dr. de la Roca en beneficio de la Academia, si las circunstancias del momento hubiesen contribuído a secundarle, favoreciendo las actividades de su gobierno. Pero, es el caso, que la institución venía aún sufriendo las consecuencias del despotismo con que la administrara otrora el funesto Lic. de Monzón; y apuraba las heces de su encono cuando aquel cínico se negaba a entregarle sus libros y papeles, ya fuese con el dañado propósito de fomentar en ella el desconcierto, ya porque le convenía ocultar determinadas incorrecciones administrativas.

Y como llevase adelante su resistencia, con manifiesto agravio del Claustro, tuvo el Dr. de la Roca que acudir al Virrey en demanda de justicia y debido a sus gestiones, el de Villar-Don-Pardo despachó su Real Provisión de 19 de Julio de 1586, mandando que se le devolviesen a la Universidad todos sus papeles, y sancionando a los contumaces con una multa de doscientos pesos oro.

Ahora, como el orden establecido en las Constituciones de la Academia venía sufriendo un manifiesto desequilibrio, por no haberse celebrado los capítulos electivos a su debido tiempo, era menester repararlo, retornando a la normalidad institucional. Y al efecto, al aproximarse las calendas de Julio de 1586, convocaba el Claustro a sus capitulares, citándolos para la elección del nuevo Rector y de los oficiales que con él hubiesen de actuar en el gobierno de la Academia; y congregado el capítulo aquel día, vísperas de la Visitación de Ntra. Señora, la mayoría de los sufragios favoreció al Dr. Francisco Franco, médico, y muy apreciado en la ciudad por

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