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sus aciertos, que lo distinguían entre los físicos de la época (38).

El Dr. Franco era oriundo del reino de Aragón, donde tenían sus solares las diversas ramas de esta añeja estirpe, que tuviera su origen y castellanía en el antiguo ducado de Aquitania. Siendo ya mozo ingresó a la Universidad de Lérida, donde comenzó sus cursos de Artes, y aun no se había graduado maestro en aquella Facultad, cuando abandonó las aulas y se machó a Francia, acaso con el propósito de aventurar y correr tierras, que ello no era raro en los mozos de entonces; mas luego enmendaba rumbos, y reanudaba sus estudios en Montpellier, matriculándose en la Facultad de Medicina de aquella Universidad, que era fundación de los Monarcas de la Casa real de Aragón (39).

Graduado ya en Medicina, tornó a España, y actuaba allá con buen éxito entre los suyos, cuando se determinó a venir a Indias, donde pudiera medrar en breve, y con mayor provecho, porque en estas partes los buenos físicos eran muy contados. Y concertando su viaje con Dn. Francisco de Toledo, quien venía a servir el Virreinato del Perú, se incorporó al séquito que traía consigo aquel magnate; luego bajó con todos a Sevilla, y por el mes de Marzo de 1569 zarpaba l'a flota del puerto de San Lúcar, y las naves se hacían a la mar con tiempo bueno y viento favorable.

En 30 de Noviembre del mismo año, a los ocho meses y

(38) Y así, el rectorado del Dr. Dn. Juan de la Roca no duró más de seis o siete meses; esto es, lo que rigurosamente faltaba para integrar el período añal, que ilegalmente comenzara el Lic. de Monzón.

(39) Condes soberanos de Montpellier desde 1204. Y en efecto, María, hija de Guillermo, Conde de Montpellier, casó en 1202 con su tutor y albacea, Dn. Pedro II de Aragón, quien hubo en ella a Dn. Jaime I, el Conquistador. No fué ese matrimonio feliz, y habiendo sobrevenido el divorcio, se retiró la joven Condesa a la ciudad de Roma, donde murió el año de 1204, y en su testamento dejaba su condado y feudos a su hijo Dn. Jaime, quien vino así a ser legítimo sucesor de los antiguos Condes de Montpellier.

días de comenzado el viaje, el Virrey hacía su entrada pública en la ciudad de Los Reyes, acompañándole en aquellos regocijos los criados y familiares de su casa (40); y suponemos que andaría departiendo con ellos nuestro Dr. Franco, pues siendo uno de los médicos que de ellá venían, había de acudirle muy de cerca.

Actuaba todavía la Academia en el convento del Rosario, y los Priores-rectores presidían el Claustro, cuando el Dr. Franco se incorporaba en ella, y al efecto se graduaba en Artes; pues acá se reputaba entonces aquel grado como substituto, equivalente al de Medicina, porque el Estudio aun no tenía organizada aquella Facultad, ni logró tenerla hasta el siglo siguiente (41).

Desde luego, el Dr. Franco y otros elementos peninsulares, que por ese entonces se incorporaron a la Academia, traían a las escuelas otras tendencias, que en las Universidades de España, ya triunfaban, y que aún no habían podido penetrar en esta, porque el régimen oligárquico de los Priores-rectores la mantenía a la vera de aquellas corrientes reformatorias, sin permitirle mayores desahogos. Por eso aquellas ideas nuevas encontraban aquí ambiente, se arraigaban en los ánimos, y luego contribuían a intensificar la lucha que bullía en el seno de la institución, acabando por precipitar los acontecimientos, acaso sin tener en cuenta los difíciles problemas que

(40) Aunque muchos habían acelerado el viaje y se encontraban ya en la ciudad cuando llegó el Virrey: unos previniendo el aposentamiento de la comitiva, y cooperando otros en la organización de las fiestas.

(41) Sin embargo, cuando comenzó la Universidad a funcionar con vida autónoma en el convento viejo de San Agustín, al Dr. Sánchez de Renedo se le encargó una cátedra, donde debían leerse los principios elementales de la Medicina, aunque con orientación hacia la Astrología; y al intento decía en su acuerdo el Claustro: "el dicho señor Sánchez de Renedo lea otra (cátedra) desde el dicho día, de Astrología, leyendo los principios della por la Sphera, etc.” Cfr. Testimonio de los doctores que leen en la Uniuersidad de Lima, etc. El original en el Arch. de Indias, 71-4-8.

se le creaban a la Academia, cuando no estaba prevenida para afrontarlos.

Consumada así la secularización del Estudio, luego comenzó a reorganizarse; y era el Dr. Franco uno de los sujetos que le acudían entonces con mayor empeño ayudándole a sobrellevar las dificultades de la jornada, neutralizando la campaña que le hacían los frailes dominicos. Y merced a su valimiento con Dn. Francisco de Toledo, con los SS. de la Real Audiencia, y con Dn. Pedro Fernández de Valenzuela, árbitro entonces de la situación, se logró de hecho una tregua en la contienda que le permitió al Claustro revisar sus Ordenanzas, codificarlas, y sancionar otras nuevas, estableciendo así las bases de sus primeras Constituciones. Y en ello se trabajaba con tanta celeridad y concordia, que a los cuatro meses, poco más menos, de consumada la secularización de la Academia, ya la comisión elevaba el proyecto al Gobierno, y en la nota de remisión se aludía a los servicios del Dr. Franco (42).

Aquellos días inquietos pasaron al cabo, y sucediéndoles otros menos agitados, cada cual tornaba a sus ocupaciones y vida ordinaria, más o menos satisfecho del éxito de la jornada, y de la actuación que le cupiera en ella. Y el Dr. Franco, por su parte, volvía a los menesteres de su profesión compartiéndolos entre los vecinos acaudalados de la urbe, que solicitaban a menudo su asistencia, porque era uno de los físicos más acreditados en ella, y los pobres, españoles e indios, que acudían a curarse en los hospitales de San Andrés y de Señora Sta. Ana; ayudando en éste al Rdmo. Arzobispo Dn. Fr. Jerónimo de Loayza, y en aquél al benemérito P. Francisco de Molina, su administrador (43).

(42) Pues decía: "V. Ex.a lo apruebe, para que con mayor facilidad se substente y vaya en crecimiento, como se espera con el fauor de V. Ex.a, y con las muestras que agora ha dado en el docto amigo, el Licenciado Francisco Franco, etc."'.

(43) Cfr. Cabildos de Lima, tom. VII, pág. 166 y tom. IX, págs. 146 Id. Lib. de Tomás de Razón del Hospital de Sta. Ana, fol. 11

y 267.

El Dr. Franco era casado con Dña. Luisa Ordóñez, y tenía establecido su hogar en una amplia casa-huerta, hacia las espaldas del Hospital de Sta. Ana, junto a la huaquilla que fuera del Secretario Sebastian Sánchez de Merlo, y que por esta época ya pertenecía al dicho Hospital (44); y dice el cronista, que en esta heredad se cultivan las mejores frutas y flores de Castilla.

Merced, pues, a la tregua que ajustara con el Colegio de San Pablo el Dr. Dn. Juan de la Roca, podía la Universidad dar de mano a sus viejas rivalidades con los religiosos de la Compañía, siquiera por el momento, logrando así el Dr. Franco hacer un rectorado más o menos pacífico y concertado, dentro de las contingencias del ambiente que predominaba entonces en el medio.

Pero como el Claustro mantuviese siempre sus pretensiones de otrora, daba y cababa buscándole al problema una solución integral, más en armonía con su dignidad y preeminencias, pues no olvidaba que era una institución de órden público, erigida al amparo del poder Real. Y creyó acaso encontrarla en la ejecución de un otro proyecto, que traía entre manos Dn. Francisco de Toledo cuando salió del país, y que desarrollado con tino, bien pudiera neutralizar la influencia del Colegio de San Pablo, reivindicándole a la Academia el predominio que se le disputaba.

Y en efecto, Toledo había concebido la idea de fundar dos colegios universitarios, el uno para mozos españoles y mesti

vta. Id. "1588. Quenta con el salario que se paga al Doctor Gerónimo Enrríquez, de médico, y que entró en lugar del Doctor Francisco Franco, en 15 de Julio de 88, etc." en el Arch. de la Sociedad de Beneficencia de Lima.

(44) Que la hubo como heredero del P. Cristóbal Montalvo, quien testó a favor del dicho Hospital, en 8 de Enero de 1568, por ante Juan García de Nogal.

zos, y el otro para los hijos de los caciques e indios nobles, donde se leyese Gramática y Artes, ambos bajo la tutela de la Universidad, y controlando el propio Rector la disciplina y buena marcha de las escuelas. Y era el proyecto de suyo acertado, puesto que tendía a poblar las escuelas mayores con elementos preparados de antemano por la misma Universidad, y que no habían de llevar al seno de sus aulas aque llos prejuicios que la vanidad suele alentar de ordinario en los ánimos juveniles, y que a la sazón predominaban en los mozos criados en San Pablo.

Con la diligencia que solía poner Dn. Francisco de Toledo en todas sus empresas, luego comenzó a ejecutar esta obra; y el sitio que escogió al efecto colindaba con la Universidad, y le pertenecía, pues él era parte de la extensa área que ocupara otrora el extinguido asilo de las mozas mestizas de San Juan de la Penitencia, que tenían ahí sus huertas y corrales.

Ahí se delinearon los respectivos patios, con sus aulas, oficinas y aposentos, se comenzaron a levantar los muros, y en breve se hubiese acabado la obra, si las discrepancias de Toledo con el Consejo de Indias, y con los de la Corona de Castilla, no hubiesen precipitado su caída, tronchándole éste y otros muchos proyectos de importancia (45).

Y vino a sucederle en el gobierno del Virreinato Dn. Martín Enríquez de Almansa, quien, al parecer, no ponderaba las ventajas de esta fundación, ni le daba mayor impor tancia, creyéndola probablemente sin objeto después que el Rey había rehabilitado las aulas del Colegio de San Pablo. Y así se lo insinuarían sin duda los PP. de la Compañía, ya

(45) El espíritu de superioridad que Dn. Francisco de Toledo solía afectar en todos sus actos de gobierno, y que no acertaba a disimular, ni aun cuando escribía al Rey o a los encopetados Consejeros de Indias, le creó allá una atmósfera pesada, preñada de recelos y prevenciones, que degeneraba en una hostilidad poco encubierta, cuando se habían de ver asuntos suyos en los Consejos.

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