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que ellos andaban empeñados entonces en la erección del Colegio de San Martín, institución análoga, calcada acaso en los planes y miras pedagógicas de Toledo.

Muerto Dn. Martín Enríquez le sucedió en el gobierno el Conde de Villar-Don-Pardo, quien se mostraba más solícito y efectuoso con la Academia, procurando ayudarla en cuanto se le ofrecía; y ello bien se advierte en las Reales Provisiones que despachó a su favor; y, sobre todo, en la concordia que luego promovió con el Colegio de San Pablo, y de la que ya nos hemos ocupado.

Esta disposición benévola del de Villar-Don—Pardo, contribuyó a alentar al Dr. Franco, sugiriéndole la idea de proseguir con la obra de los colegios universitarios que comenzara a labrar Dn. Francisco de Toledo, y que años había se encontraba detenida, porque no se le acudía con los réditos que en su oportunidad se le situaran. (46).

Expúsole el Dr. Franco al Virrey las ventajas de aquel proyecto; y cómo podía llevarse él a cabo sin mayores dispendios, si se le liquidaban los rezagos que tenía acumulados en las Cajas Reales. Sin embargo, el de Villar-Don-Pardo no creyó prudente resolver el asunto administrativamente, e insinuándole al Rector que era más seguro remitirlo al Consejo, con intervención del Claustro se redactó el respectivo alegato, y luego se envió a España, cuidando de aparejarlo con sus antecedentes (47).

(46) Y eran 2.600 pesos ensayados en cada un año, que se le libraron en los tributos de las encomiendas de Totora, Mayas y Chichas, en términos de la ciudad de La Plata, y en los de la de Livitaca, en términos de la ciudad del Cuzco, despachándosele, al efecto, las respectivas Provisiones, en 21 de Febrero y en 30 de Marzo de 1581. Arch. de Indias, 109-7-16.

(47) Y dice la sumilla del expediente: "La Uniuersidad de la ciudad de los Reyes suplica se dé cédula para que se acabe la obra de dos Collegios, que allí están comenzados, el uno para hijos de conquistadores y pobladores, y el otro para hijos de caciques, etc." Arch. de Indias, 109-7-16.

Por el año de 1588 se vió el asunto en el Consejo, y habiéndose allá resuelto afirmativamente, se mando despachar la respectiva Real cédula, encargándole al Virrey que acá lo tuviese en cuenta, y que lo favoreciese (48). Mas, cuando aquellos despachos llegaron al Perú ya el Conde de Villar— Don-Pardo, se había vuelto a España, y gobernaba el Virreinato Dn. García de Mendoza, quien luego procedió a ejecutarlos; pero, reformando el proyecto primitivo, pues ya las circunstancias eran otras, porque diversos factores habían contribuido a modificarlas.

Y así, Dn. García daba de mano a cuanto se hiciera hasta entonces con respecto a esta fundación, y volteando, como quien dice, su foja de antecedentes comenzaba a organizar la erección de un Colegio Mayor, a usanza de los de España, con cuyas colegiaturas pudieran acá beneficiarse los hijos y descendientes de los conquistadores, que bien habían menester de aquel aliciente para cobrar prestigio, y así poder medrar en sus aspiraciones.

Domingo Angulo.

(48) Y se proveyó: "Se dé cédula para continuar la obra destos Collegios, y se dé confirmación de la renta que se le señaló, y dello se prosiga la obra, e el Virrey la fauorezca, como vaya adelante, etc." de Indias, 109-7-16.

Arch.

El P. José Isidro Barreda S. J.

En las épocas más azarosas de las célebres Misiones del Paraguay cúpoles a dos jesuítas peruanos tomar activa parte y figurar en primera línea. Fué uno el P. Antonio Ruíz de Montoya, infatigable propulsor de las reducciones, acérrimo defensor de los indios en las cortes de Madrid y Lima y quien, cual otro Moisés, realizó la hazaña de trasladar en 1631 a miles de guaraníes de la región del Guayrá a otra más segura y menos expuesta a los asaltos y al piilaje de los bandeirantes, paulistas o mamelucos, que todos estos nombres recibieron los colonos portugueses de San Pablo y Matto Grosso en el Brasil. Menos conocido el otro, hubo también de intervenir en la llamada Guerra de los Siete Pueblos, fruto del infausto Tratado de Paz celebrado entre las coronas de España y Portugal, en 1750, y con el cual se puso término a la lucha sostenida por la posesión de la Colonia del Sacramento. Llamábase José Isidro Barreda, y de la Provincia del Perú, a la cual pertenecía, pasó en 1751, en calidad de Visitador y Provincial, a la del' Paraguay, por orden del General de la Orden P. Francisco Retz.

Ni Mendiburu en su Diccionario, ni Saldamando en sus Antiguos Jesuítas del Perú, ni Mons. Santiago Martínez en sus Estudios Biográficos de Hijos de Arequipa, nos dicen una sola palabra del P. Barreda, siendo así que no ya los historiadores de las famosas reducciones, de uno u otro bando, hacen men

ción de él, pero aun en la Historia Civil de los países interesados en la contienda, o sean el Brasil, la Argentina y el Uruguay, no se deja en olvido su nombre junto con el de su contendor, el Marqués de Valdelirios, peruano también y nombrado Comisario por parte del Gobierno Español. Esta injus tificada preterición merece ser subsanada; y hé aquí el propósito de estas líneas.

I

El P. Barreda nació en Arequipa el 15 de Mayo de 1687. Su abuelo paterno, D. Juan de la Barreda, natural de Talavera de la Reina, se había avecindado en Arequipa en el primer tercio del S. XVII y había casado en esta ciudad con Da. Andrea de Arévalo. De este matrimonio nació D. Juan de Barreda y Arévalo, quien casó con Da. Luisa de Obando y Viscarra, padres de nuestro biografiado. Tuvo diez hermanos: el Lic. D. Juan de Barreda y Obando, Racionero de la Catedral de Arequipa; D. Gaspar, quien casó con Da. Francisca Salazar y Zeballos; D. Pedro; Da. María; Da. Catalina y Da. Ignacia, todas tres monjas en Santa Catalina, y la última una de las fundadoras del Convento de Santa Rosa; Da. Francisca que casó con el Maestre de Campo D. Alonso de Olazábal y Peralta (1); Da. Manuela y D. Nicolás (2). Emparentado con las mejores familias de la Arequipa colonial, vino a ser ascendiente del Arzobispo D. José Sebastián de Goyeneche y Barreda por

(1) Según otros, el segundo apellido sería Arteaga.

(2) Escribiendo el Obispo de Arequipa D. Jacinto Aguado al Confesor de S. M. el 5 de Mayo de 1578 le informa sobre algunos sujetos y dice de D. Nicolás de Barreda: "..hombre de mucha verdad y honradez que ha sido Alcalde varias veces en esta ciudad y el primero de lag estimaciones de ella, hermano de un jesuíta de toda integridad de este Reino que hoy vive en esta ciudad, el P. Joseph, y tiene también por hermanos a las dos Madres Prioras de Santa Catalina y Santa Rosa de ella, quien asimismo tiene los hijos ya graduados de doctores en Lima." A. de I. Lima, 1565. V. mi obra Manuscritos Peruanos, tom. 2, p. 306.

el matrimonio de su hermano Nicolás con Da. María Josefa Benavides y Moscoso, padres de Da. María Josefa Barreda y Benavides, quien casó con el Capitán D. Juan de Goyeneche y Aguerrevere. Era, pues, el P. Barreda tío abuelo del futuro. Pastor de las sedes de Arequipa y de Lima.

Después de estudiar latinidad en su ciudad natal pasó el P. Barreda, como otros muchos jóvenes del sur del Perú, al Cuzco e ingresó al Real Colegio de San Bernardo dirigido por los PP. de la Compañía. Aquí se sintió llamado a abrazar su Instituto y el 7 de Febrero de 1713 ponía por obra sus deseos y vestía la sotana del Jesuíta. Todo el período de su formación religiosa y científica lo pasó en la milenaria ciudad, donde vino a profesar a los diez años de su entrada, el 29 de Septiembre de 1723.

II

La madurez de su juicio, su sólida virtud y su trato afable y señorial le señalaban para el cargo de Superior y, con efecto, puede decirse que esta fué la ocupación de casi toda su vida. Comenzó por ser nombrado Rector del Colegio de Arequipa, donde permaneció desde 1724 a 1726 y luego, sucesivamente, fué recorriendo las casas de Potosí (1726-1730), Cuzco (1730-1736), Chuquisaca (1736-38), La Paz (1739-1742) nuevamente el Cuzco (1747-175C) y, por último, el Colegio y Casa de Probación de Santiago del Cercado en 1750. Hallábase rigiendo este domicilio cuando el P. Retz, en vista de la gravedad de los sucesos que tenían por teatro la Provincia del Paraguay, resolvió enviarlo allá en calidad de Visitador, primero, y luego de Prepósito Provincial.

Por razón de estos cargos el P. Barreda no brilló en las catedras o en los púlpitos, aun cuando no carecía de talento bastante para ello, como lo prueba el hecho de habérsele destinado a la Universidad del Cuzco, casi a los principios de su vida de operario; mas, en cambio, fué el motor de muchas de

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