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saca y pasó a Lima, hacia 1612, donde continuó su educación en los jesuítas y luego en la Universidad de San Marcos, donde estudió los dos derechos. En 1617 era ya bachiller y profesor de los derechos pontificio y cesáreo, y en 1618 se graduó de abogado en Lima, según Gabriel René Moreno. En la Universidad limeña tuvo como Maestro en Jurisprudencia al doctor Gutiérre Velásquez Altamirano, autor Del Oficio y Potestad del Vicario, del Príncipe y Gobierno Universal de las Indías, y fué condiscípulo del doctor don Gaspar de Escalona y Agüero, autor del Gazophilacio regio peruvico y Del oficio del Virrey. Hallábase también por esta época en Lima, como Oidor de la Real Audiencia, el Licenciado don Juan de Solórzano y Pereyra, el famoso autor de De Indiarum Jure, quien se ocupaba ya de reunir cédulas reales para formar un cuerpo jurídico indiano semejante al de Castilla. La preocupación por los temas de Gobierno y justicia de las Indias y el empeño de formar la Recopilación de Leyes de Indias, serán el principal resorte de la primera actividad intelectual de León Pinelo. Sánchez sugiere que mucha parte de la obra de Solórzano, como la de Escalona, sería obra de Pinelo, y que aquellos "saquearon" las observaciones de éste. Las fechas parecen indicar algo diverso en lo que se refiere a Solórzano: este catedrático de Leyes en propiedad de Salamanca recibe el encargo de recopilar las leyes en 1609, cuando Pinelo era aún un niño. El propio Pinelo cita innumerables veces a Solórzano en El Paraíso en el Nuevo Mundo con respeto y veneración de maestro, apoyándose en su erudición y autoridad para reforzar sus argumentos. En alguna parte, refiriéndose al libro de Solórzano De Indiarum Jure, lo llama "áureo tratado" y en otra: "como se puede ver es el señor don Juan de Solórzano Pereyra, que con su nombre puede ilustrar esta Obra y con su Doctrina y erudición no deja qué estudiar ni qué añadir en la materia que toca" (10). Por lo demás, la personalidad intelec

(10) El Paraíso, I, 36, Véase también I, 6; "profundo archivo de su materia, I, 49, 62, 126, 356.

ual de Solórzano, el más notable jurista de la época colonial, se califica por su obra Política Indiana, que es un monumento de historia jurídica, como lo reconocen Levene y Basadre. Solórzano fué hombre de mayor envergadura intelectual que Pinelo. El uno es un compilador acucioso, discreto y bien informado: el otro es el más profundo y solvente de los comentadores del derecho colonial. Con arrogancia señera el propio Solórzano dejó el trazo de su originalidad al decir en la dedicatoria de su obra: "me atrevo a afirmar sin jactancia que soy.....el primero que las ha escrito sin poner planta sobre huella ajena". No hay nada que justifique, por lo tanto, cronológica ni sicológicamente la sospecha de plagio o de hurto intelectual.

Gobernaba entonces el Virreinato del Perú el Príncipe de Esquilache, magnate político y de las letras, y en el ambiente religioso de la ciudad acababa de florecer el milagro de Santa Rosa de Lima. Años después, León Pinelo recordaba, en su libro sobre Santo Toribio, la emoción juvenil del entierro de la santa: "Falleció-dice-coronada de virtudes y rica de méritos a los treinta años de edad, día de San Bartolomé, a veinticuatro de agosto de seiscientos y diez y siete. Halléme en su entierro, que fué como el concurso y aclamación de un cuerpo santo".

El ambiente literario de Lima, en ese momento capital del Virreinato austral, era también interesante El hermano de Antonio, Juan Rodríguez de León, fué de los poetas limeños alabados por Lope en el Laurel de Apolo, (1630) quizá por su amistad con el primero, Antonio pudo conocer a Diego Dávalos y Figueroa, que en 1602 había publicado en Lima la primera parte del curioso libro Miscelánea Austral y al elérigo Miguel Cabello Balboa, autor de la Miscelánea Antártica, cuya obra cita en El Paraíso. En Lima trabó amistad con espíritus afines al suyo, como el Licenciado Fernando de Montesinos y el agustino Fray Antonio de la Calancha, a quienes cita repetidas veces llamándoles amigos. De este último dice:

en el

"Quien conociese al maestro Calancha, como yo le conoci en Lima, natural de la ciudad de la Plata, docto escolástico, gran positivo, elegante predicador y erudito en letras humanas...." (11). En casi todos los escritores de la época, principalmente en los cronistas de comienzos del siglo XVII, predomina, como lo he observado ya, el amor por la curiosidad y la leyenda, la afición a lo maravilloso, la credulidad fácil, la imaginación lista para evadirse en conjeturas por los caminos de la dialéctica o de la filología. Lo ficticio, el amor de las cosas raras y peregrinas, predomina sobre el gusto de lo real of común. La leyenda es preferida a la historia. Es la tendencia de Montesinos, pretendiendo probar que el Ofir estuvo Perú; de Dávalos y Figueroa, coleccionando casos raros y curiosos; de Calancha, relatando milagros y maravillas; de G cilaso, idealizando el Imperio Incaico; de Morúa, vistiendo de esplendores orientales la corte de los Incas cuzqueños; de Pinelo, trasladando el Paraíso al Amazonas. Pinelo coincide principalmente con Dávalos y Figueroa en el amor de las curiosidades, y con Montesinos en el hebraismo y la afición a los tesoros y minas. El mismo confiesa su propensión a lo maravilloso, aunque se jacta de cierta cautela verídica: "Que si bien yo busco noticias peregrinas, no sigo las que más lo son, sino las que tengo por más propias y verdaderas" (12). Dudemos, sin embargo, de la sensatez y de la ecuanimidad histórica de quien quiso probarnos que el Tigris era el Magdalena y que la América del Sur era la vieja Etiopía bíblica.!

Pinelo parece haber estado, por lo menos dos veces, en Charcas, y viajando en varias ocasiones entre Lima y Tucumán. "Caminando hé por el Perú muchas leguas- dice en El Paraíso (13),—sabido de lo que otros han visto en sus provincias" Refiriéndose a la pampa argentina, de Tucumán al sur, dice: "Tres veces atravesé aquel camino: ví número infi

(11) El Paraíso, II, 436.
(12) El Paraíso, II, 325.
(13) El Paraíso, I, 150.

nito de vacas y de yeguas, y no ví la ducentésima parte de las que hay" (14). También declara haber sufrido el soroche, dos veces, en el camino de Potosí a Arica, al trasponer la puna de Tacora y Cosapilla; "de que puedo deponer por haberlo pasado el año de 1612 y otra vez el de 1619, aunque esta segunda sentimos los efectos más violentos, porque íbamos de tierra caliente, que la primera, que veníamos de temple frío, y por dos o tres días nos duró el mareo, como si entráramos a la mar, que es lo que dice el P. Acosta" (15).

En 1619-en este segundo viaje a Charcas que acaba de mencionar-iba Pinelo con el cargo de Corregidor y Alcalde Mayor de Minas de Oruro (16). De su estada en Charcas recoge en El Paraíso tres recuerdos duraderos: la sensación de la serranía andina, entre Toropalca y Cotagaita uno de los pocos trozos de vigor descriptivo en la fría y descolorida prosa de Pinelo;-su baño en la laguna de Tarapaya, cerca de Potosí, y su sensación al descender al fondo de una mina: ("Corre por allí la serranía de tan admirable vista y tan llena de minerales varios que, aun a los que no entiendan de su conocimiento y especulación, muestra que encierra muchos; como lo puedo afirmar de dos veces que atravesé por ella y ví sus quebradas y cerros tejados por Toropalca y Cotagayta, listados de tan diversos colores y divididos con vetas tan distintas, ya verdes, ya rojas, ya amarillas, ya azules, que sin mucho discurso se deja entender que derramó en ellos la naturaleza variedad grande de metales") (17). Y refiriendo su impresión de las minas: "Baxé hasta los Chiles (que así llaman a lo más profundo que se labra) y aseguro que sola la codicia y el valor humano puede vencer lo peligroso, lo trabajoso, lo horrible de semejantes cavernas y senos! y aunque la plata

(14) El Paraíso, I. 393.

(15) El Paraíso, I, 311.

(16) "Hasta el año de diez y nueve que entré en ellas por Corregidor y Alcalde Mayor de Minas".-El Paraíso, II, 318.

(17) El Paraíso, II, 321.

se estima mucho se deviera estimar más según lo que questa el sacarla de las entrañas de la tierra y ponerla en la perfección en que la vemos" (18).

Su segunda estada en Charcas fué de dos años, en que cjerció también el cargo de Asesor del Corregidor de Potosí; y en 1621 viajó a España. El mismo lo asegura en E Paraíso... y el año siguiente-1621-viniendo yo de las Indias estuve en la Bahía" (Brasil). Medina cree que el viaje de Pinelo fuera motivado por temor a la persecución del Tribunal de la Inquisición. Altolaguirre y Bonilla rechazan esta suposición: Pinelo buscó, según propia confesión, la oportunidad de ir a España: "solicité ocasiones de pasar a estos reinos", (19) para coronar la obra que había empezado de la recopilación de Leyes de Indias. La ocasión hallada por Pinelo para dar el salto transocéanico, según estos autores, fué la de obtener el cargo de Procurador de la Gobernación de Buenos Aires. Consta, efectivamente, que fué nombrado el 9 de agosto de 1621. En cumplimiento de su comisión, Pinelo presentó en Madrid un recurso impreso: Memorial al Rey Nuestro Señor Don Felipe IV, en favor de la Villa Imperial de Potosí; de la ciudad de Serena, en el Reino de Chile; del monasterio de monjas de Santa Catalina de Sena de la Ciudad de Córdoba de Tucumán, y de la ciudad de Trinidad, Puerto de Santa María de Buenos Aires y Gobernación del Río de la Plata, sobre la licencia y permisión que han suplicado para que entren por aquel puerto esclavos de Guinea; y otro, cuyo comienzo decía: "Señor: la ciudad de Trinidad, puerto de Santa María de Buenos Aires, Gobernación del Río de la Plata, suplican a V. M. se sirca concederle permiso para navegar por aquel puerto los frutos le su cosecha a Sevilla, Brasil y Angola, en tres, navíos de a cien

(18) El Paraíso, II, 319.

(19) Pinelo. Discurso sobre la importancia, forma y disposición de la Recopilación de Leyes de las Indias Occidentales. 1623.-Allí declara Pinelo que solicita ir a España porque la Recopilación no la podía acabar en Indias.

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