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muchos años sin que los campos del placer humea- CAPÍTULO 1. rán con la sangre. de las víctimas y sin que el fuego devorase los palacios que habia, levantado la molicie.

Asentado en el trono visogodo el hijo de Theodofredo, cuyas buenas dotes habian hecho concebir á los hombres sensatos las mas lisonjeras esperanzas, Don Rodrigo. pareció, no obstante, entrever aquel desventurado pueblo una aurora de felicidad que se anubló bien pronto para siempre. Los torpes amores de don Rodrigo con la hija del vengativo conde don Julian y el odio y las persecuciones ensayadas contra los hijos de Witiza, vinieron apenas habia alborcado aquel rayo de luz, á sembrar rencores y desórdenes en todas partes; rencores que habian de producir lágrimas de sangre y desórdenes que solo sirvieron para aumentar la corrupcion que enervaba ya los pechos de los degenerados visogodos. Dos años rigió don Rodrigo las riendas del Estado, sin que el estruendo de las armas mahometanas y los alharidos de los combatientes viniesen á sacarle de su profundo letargo. Las banderas de Muza y de Tarif volaron al cabo en la península ibérica, llevando donde quiera el espanto y la desolacion; y el desatentando amante de Florinda, corrió, aunque tarde al campo de batalla, para buscar la muerte, cayendo Perdicion de desplomado sobre su cadaver el soberbio edificio de la monarquía de Ataulfo.

¿Y cuál fué la conducta que el pueblo hebreo observó en medio de tanto estrago? ¿Se aprestó acaso para la pelea? ¿ofreció al combatido imperio sus tesoros? ¿ó bien conservó una actitud neutral, ya que no le era dado resistir el ímpetu de los ven

Muza y Tarif,

España.

ENSAYO 1.

cedores? El amor de la patria, es decir, el amor del suelo en que se ha nacido y la gratitud á las últimas disposiciones de los reyes godos, parecian exigir de aquel pueblo que reuniese sus fuerzas con las de la nacion española, para rechazar la invasion extrangera, abriendo al propio tiempo sus arcas para acuIngratitud de dir á las apremiantes necesidades del Estado. Pero

los hebreos.

en contrapeso de estas razones existian los antiguos odios y los recuerdos de pasados ultrajes: la condicion de los judíos, sus costumbres, sus intereses particulares y el género de vida ambulante que llevaban, los movian por otra parte á desear cosas nuevas; influyendo grandemente el fanatismo religioso, para determinarlos á declararse en contra de sus antiguos huéspedes, viendo con la mayor indiferencia su total ruina. Asi fué que numerosos pueblos y ciudades, que hubieran costado mucha sangre á los sarracenos, fueron puestos en sus manos por los hebreos con siniestras y mañosas artes; siendo la corte de los godos una de las plazas fuertes que vinieron á su poder de esta manera. Córdoba, Granada y Sevilla fueron al par habitadas por los judíos y los sarracenos; observándose desde luego entre un pueblo y otro, una especie de concierto que parecia provenir de anteriores alianzas. "Las predicciones de Egica y las medidas adoptadas por el Concilio XVII que hemos mencionado', no eran ya vanos temores ni manifestaban un rigor excesivo: los judíos abrigaban

14 El arzobispo don Rodrigo termina el cap. XXII del libro III de su Historia con la siguiente frase, al hablar de la pérdida de Córdoba: Judeos autem, qui inibi morabantur, cum suis arabibus ad popula$ionem et custodiam Cordubæ di#misserunt.» Y en el siguiente capi

tulo XXIII que trata de la toma de Málaga, Murcia y Granada, dice hablando de Sevilla: «Ipse autem "captam Hispalim, de Judeis et ara«bibus populavit, et inde ivit Bejam et cum dispendio simili accuupavit. (Edicion de Granada 1545).

un rencor profundo contra los cristianos y ansiaban el - CAPÍTULO 1. momento de poder saciar su venganza. Sin amor ninguno al suelo en que vivian; sin afeccion alguna de aquellas que ennoblecen á un pueblo; sin sentimientos de generosidad finalmente, solo aspiraron á alimentar su codicia y á labrar la pérdida de los godos; faltándoles el tiempo para manifestar su encono, y haciendo alarde de los odios que habian atesorado en tantos siglos.

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ENSAYO 1.

CAPITULO II.

LOS JUDIOS BAJO LAS MONARQUIAS CRISTIANAS DE OVIEDO, LEON Y CASTILLA.

711.-1284.

Nueva monarquia gótica.--Odio de los cristianos contra los hebreos. -Rapidez de las conquistas de los reyes de Oviedo.-Necesidad de las artes de los judios.-Conquistas de D. Fernando el mayor.-Toma de Toledo. Privilegio de los muzárabes.-Asesinatos de 1108.-Tributos que pagaban los hebreos.-Sus academias de Córdoba.--Triunfos de las armas cristianas en el siglo XIII.--D. Alonso, el Sabio.--Repartimiento de Sevilla.--Sus sinagogas.--El fuero viejo de Castilla.--Las siete partidas. --Traslacion de las academias de Córdoba á Toledo.--El repartimiento de Huete.--Rebelion de D. Sancho.--Muerte de D. Alonso X.

Don Pelayo.

Consumada ya la total ruina del imperio de los godos y enseñoreados de toda la península ibérica los sectarios de Mahoma, comenzó para los hebreos una nueva era, tomando mas extension su comercio, y aumentándose progresivamente sus riquezas. Arrojados entre tanto á las montañas de Asturias los pocos cristianos que no habian querido doblar el cuello al yugo sarraceno, y exaltados alli por los recuerdos patrióticos y por los sentimientos religiosos, echábanse los cimientos á la nueva monarquía, que habia de aparecer mas tarde grande y poderosa, llenando de terror á los que al principio la vieron con absoluto desprecio. De victoria en victoria y de conquista en conquista, logró el valeroso y magnánimo D. Pelayo dejar á su muerte fundado el reino de Asturias, en el espacio de veinte y un años, en que las guerras civiles devoraban por otra parte

CAPITULO U.

Sus conquistas.

á los sarracenos. Las enséñas de la cruz volaban diariamente sobre nuevos castillos: la grande obra de la reconquista echaba mas profundas raices, y al vacilante trono de Oviedo se añadian nuevos territorios, hasta llegar á imponer la ley á los sectarios del islamismo. El entusiasmo religioso de aquellos valerosos campeones de la patria, de aquellos restauradores de la libertad, crecia al par que su heroismo se exaltaba en medio de los combates. Al apoderarse de una fortaleza, al obtener un triunfo sobre sus capitales enemigos, no solo creian por esta causa tomar venganza de los ultrajes que de ellos habian recibido: tenian el firme convencimiento de que satisfacian tambien una ofensa hecha al Dios. que animaba sus brazos en la pelea, y llenos del mas ardiente celo, inmolaban á sus enemigos, tendiendo al propio tiempo sus diestras salvadoras á los cristianos muzárabes que yacian en el cautiverio. El carácter que presentaba por estas razones la prime- esta época. ra época de la restauracion cristiana, no era en verdad el de la tolerancia, á lo cual contribuian no, poco los desmanes sufridos y el estado de las costumbres de aquellos tiempos de rudeza.

Carácter de

Pero bien pronto la índole noble de los cristianos, pasado ya el primer ímpetu de la venganza, cambió el aspecto de las cosas. Los judíos que tal vez con mayor justicia, habian sido objeto de su ódio, comenzaron á ser admitidos en las ciudades Tolerancia conquistadas, en donde permanecieron tambien los musulmanes con el nombre de mudejares, aunque no abandonaran los errores del falso profeta. Dedicábanse, como los últimos, al comercio y á la indus tria y seguian donde quiera á los ejércitos cristianos.

cristiana.

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