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Ensayo de cronología incana

La cronología es el esqueleto de la historia, y así como el organismo se desplomaría sin esa armazón de huesos llamada así, la historia, si aquel le falta, deja de existir y se convierte en un tejido de tradiciones y leyendas vagas, cuando la cronología no fija las fechas en que los hechos se realizaron y les da vida y conexión.

Por eso ha sido tan vaga é incierta hasta hoy la llamada historia de los Incas, pues no hay en ella una sola fecha segura para cada reinado ó acontecimiento.

Lo que se sabe, en efecto, de los Incas y su dominación es tan vago, que casi parece imposible llegar á fijar siquiera el tiempo que duró cada reinado en medio de la gran variedad de opiniones (cuando las hay) de los cronistas más autorizados. Unos creen, como Valera, que los Incas reinaron de 500 á 600 años; Polo, seguido por Acosta, supone más de 300 y nenos de 400; Cabello de Balboa, 519 años, mientras Sarmiento de Gamboa, que cree dar cifras oficiales y detalladas, asigna casi el doble á los mismos doce Incas de la tradición. En cambio, el cálculo más antiguo que es el de la Audiencia de Lima, que pudiera ser obra del oidor tan competente Bravo de Saravia, acepta que los mismos pudieron reinar tan solo en un período de poco más de 200 años.

En nuestros días muchos se han atrevido á formular

una especie de cronología de la sucesión de los Incas, que atribuyen sin fundamento á Garcilaso, que no da casi fecha alguna; y aunque Sarmiento, últimamente publicado, da fechas, aunque fantásticas, no merece que las discutamos, pues nos habla de soberanos más que centenarios.

Este problema de la historia incana del Perú es uno de los más importantes que se ofrecen al peruanista, y por más que parezca insoluble, en medio de tantas y tan encontradas opiniones, hay que hacer un esfuerzo supremo para resolverlo definitivamente, pues sin él no hay base alguna para la cronología de los últimos siglos de civilización que precedieron á la conquista española. Una vez fijada la fecha de cada reinado ya será más fácil determinar la de los principáles acontecimientos de cada período, logrando poseer así los elementos de una verdadera historia del Perú indígena, que aún no tenemos.

Es cierto que nuestros cronistas son muy abreviados y faltos de crítica; pero si, con ella, los estudiamos á fondo y nos fijamos en ciertos detalles, que á primera vista parecen insignificantes, podemos hallar el medio de rastrear los datos cronológicos que tanta falta nos hacen.

La empresa no es imposible y la considero de tal importancia que, á pesar de sus grandes dificultades, me atrevo á acometerla en mi edad avanzada y en medio de mil dificultades, porque creo deber hacer ese servicio á mi patria antes de morir.

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Para la solución del problema hay que entrar en detalles minuciosos, y nos limitaremos á las vaguedades de casi todos los cronistas en esta materia, eliminando, ante todo, al supuesto fundador de la dinastía incana, el que lejos de ser el primer rey histórico, es, indudablemente, un personaje mitológico de la cosmogonía nacional, como ya lo decía desde 1879 en la Revista Peruana, y se desprende de la atenta lectura de los cronistas sobre el particular.

Con mucha razón llamó el P. Acosta primer Inca, al que

se llama vulgarmente segundo, pues sólo fué el primer Sinchi ó candillo de la tribu inicial que tuvo por sobrenombre Roca, con quien comenzó la dinastía incana. Por cierto que es puramente infantil el suponer que tal Sinchi de carne y hueso fuese el hijo y sucesor del legendario Manco, que apareció al principio del mundo, que no tenía padres y salió misteriosamente de las aguas del Titicaca ó de la famosa cueva de Pacaritambo (casa de la Aurora).

Este es un punto que no admite hoy duda alguna: NO HAY INCA MANCO CÁPAC, y debe borrársele definitivamente de la lista de éstos en los libros de enseñanza, en que desgraciadamente se acepta aún tan insostenible vulgaridad. No hay más Manco que el de la bella leyenda peruana del origen de la humanidad, contada por los serranos, aunque no por los de la Costa.

Una vez descartada esta personalidad fabulosa, ya no hay para qué ocuparnos de los 144 años de edad y 100 de reino que da Sarmiento de Gamboa á Manco Cápac y por lo mismo hay que descontar como siglo y medio en la duración de la dinastía que estudiamos.

Tampoco debemos aceptar las opiniones de este cronista cuando trata de justificar otros reinados de mucho más de un siglo, que él asigna á la mayoría de los Incas, diciendo que la longevidad era en esos tiempos mayor, cuando habla sólo de época muy reciente, en que tenemos mil pruebas de que la vida humana duraba en el mundo lo que hoy y que los centenarios erau rara exepción, y mucho menos cuando se trata de consanguíneos en primer grado, como eran los Incas.

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Hechas estas salvedades preliminares, ya podemos entrar de lleno en el estudio de la cuestión que se trata de resolver para fijar la duración precisa de los reinados de los Incas. A mi juicio el problema es muy difícil, y sólo puede resolverse por aproximación, al menos en parte, con los da tos que poseemos. Esto es lo único que podemos ambicionar

en el caso presente, siguiendo el método que pasamos á exponer y aplicar á continuación.

Nos proponemos proceder de lo conocido á lo desconocido, de lo cierto á lo incierto, de lo que está más cerca de nosotros y de que hay datos fidedignos á lo más remoto y vago, es decir, que en lugar de comenzar por el primero comenzamos por el último de los Incas, subiendo la corriente en lugar de bajarla.

Este método es por decirlo asi el más pedagógico y seguro, especialmente en materia de historia precolombina, por lo que lo recomendamos á los que quieran estudiar con fruto la del Perú, como Legouvé lo hacía refiriéndose á la historia Universal y de Francia. Lo aplicamos aquí como medio infalible y único para fijar la cronología de los Incas, es decir que en vez de ir de Sinchi Roca á Huáscar y Atahualpa, comenzamos por éstos, hasta llegar al primer caudillo cuzqueño, tronco de la dinastía. Veámoslo prácticamente.

Sabemos que Pizarro llegó á Cajamarca en 1532 y Atahualpa murió allí en agosto de 1533 de 36 años, según Sarmiento y los Anales del Cuzco tenía el año anterior 41 cuando falleció. Esto es muy reciente para que fueran equivocados los informes que se tuvieron, aunque hay que confesar que fueron errados los del célebre Cieza sobre Atahualpa, á quien hace nacer en el Cuzco, en vez de Quito, cosa que no admite duda.

Resulta, pues, que Huáscar debió nacer en 1491 y Atahualpa en 1497; pero no debe olvidarse que el nacimiento de aquél no fué inmediatamente después de la coronación de su padre, que pasó un año en los duelos de Túpac-Yupanqui, no tuvo hijos en la primera mujer sino en la segunda, y sólo supo el nacimiento de Huáscar cuando ya estaba en la visita del reino, lo cual le obligó regresar al Cuzco para las fiestas que en tal caso se celebraban. Por lo mismo, no hay exajeración alguna que el alumbramiento no se verificó sino tres años, por lo menos, después de la muerte del abuelo en 1488, que fué el mismo de la coronación de Huaina Cápac. Queda pues como seguro que, meses más o menos, por no ser posible precisar más, el último Inca Huásear nació en 1491, Tú

pac-Yupanqui murió en 1488 y su hijo Huaina Cápac recibió la borla en 1488 igualmente: ya tenemos tres fechas que merecen fe.

La cuarta de 1497, que fija el nacimiento de Atahualpa en Quito, es igualmente segura, pues consta de la reconquista de ese reino poco antes, en 1494, y confirma la diferencia de seis años ó poco más de cinco, que hay entre los dos hermanos. La conquista del Norte de Quito tuvo que ser dos años después, porque se nos dice que de esa edad dejó á su hijo Huaina Cápac en Caranqui. De ahí también resulta que Atahualpa tenía 28 años á la muerte de su padre y 36 cuando sucumbió en Cajamarca.

La muerte de Huaina Cápac no se realizó en 1523, y se ha equivocado positivamente el P. Valera al afirmarlo así en Garcilaso, fundándose en que la primera noticia que tuvo el Inca de los españoles fué en 1515 y que estos llegaron al Perú ocho años después de su muerte. Esto no es verdad, pues Balboa y los suyos en 1513, y no 15, llegaron sólo al golfo de S. Miguel, y de allí no pasaron, en tanto que Pizarro, salido por primera vez de Panamá á mediados de noviembre de 1524, llegó como un año después á la Gorgona, isla del Gallo y bahía de S. Mateo. Esos fueron de los que le hablaron á Huaina Capac en Tomebamba dos ó tres veces, y él les mandó presentes, que no recibieron, por haber regresado á Panamá al comenzar el año 1526. fecha del famoso contrato de conquista, (10 de marzo).

Como la enfermedad violenta que le sobrevino entonces al Inca y le quitó la vida, no puede suponerse en 1523, sino á fines del 25 ó al comienzo del 26, el fallecimiento tuvo lugar sólo entonces. El P. Velasco fija como seguro el mes de diciembre de 1525, aunque González Suárez, creyendo sin duda más fundadas las opiniones de fray Marcos de Niza y Bravo de Saravia, se inclina á creer que el Inca vivió hasta

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