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INFORME DEL SENOR CARLOS A. ROMERO, INDIVIDUO DE NÚMERO DEL INSTITUTO, SOBRE LAS RUINAS DE CHOQQUEQUIRAU.

INSTITUTO HISTÓRICO DEL PERÚ

Señor don Carlos A. Romero.

Lima, 5 de marzo de 1909.

Con motivo de las investigaciones arqueológicas que, por encargo del Supremo Gobierno, va á practicar el Instituto Histórico en la antigua ciudad incaica de Choqquequirau, sírvase usted emitir un informe sobre todos los antecedentes que se tengan sobre esta materia y todos los datos que juzgue usted pertinentes á tan interesante objeto

Dios guarde á usted.

EUGENIO LARRABURE Y UNANUE.

Señor Presidente del Instituto Histórico:

En la margen derecha del río Apurimac, sobre la cresta y sobre la vertiente de un contrafuerte del ventisquero de Yananra, se hallan las famosas ruinas de la ciudad incaica. de Choqquequirau, "el retiro más inaccesible y más salvaje

que haya existido". De la opuesta orilla, á vuelo de pájaro, hay una cortísima distancia á las ruinas, pero para llegar á ellas, según un viajero que las visitó, M. Angrand, es preciso hacer un rodeo de muchas leguas, y no se consigue posar el pie en tan agreste lugar sino arrostrando los más grandes peligros. El camino que conducía antes á la población estaba, á no dudarlo, lleno de dificultades, pero hoy está destruído y es preciso abrirse paso á través de los bosques y malezas que cubren los flancos del ventisquero de Yanama..

La posición geográfica de Choqquequirau no está bien determinada, pues mientras el Profesor Raimondi la sitúa en su mapa general del Perú al Norte de Abancay, á los 75° 4' de longitud Oeste de París y 13° 28' de latitud Sur, Samanez Ocampo la pone en 75 de longitud y 13° 22' de latitud, y al Sudeste de Abancay.

Esta población indígena ha debido ser abandonada desde los tiempos de la conquista, por que su nombre no figura absolutamente para nada en los cronistas é historiadores primitivos del Perú, ni tampoco en las antiguas encomiendas dadas á los conquistadores y primeros pobladores. Más aún: en la visita general que ordenó el Virrey don Francisco de Toledo en 1572, se redujeron 322 pueblos de indios en el distrito de la ciudad del Cuzco, y allí no figura tampoco el nombre de Choqquequirau. Esta hipótesis sobre la despobla ción de aquella ciudad en tiempos lejanísimos, está confirmada por la noticia que dá al respecto Oricaín, como vereremos más adelante.

No encuentro, pues, huella alguna sobre Choqquequirau en los siglos XVI y XVII, y la primera noticia sobre esta interesante ciudad la dá don Cosme Bueno á mediados del siglo XVIII (1). He aquí como se expresa:

"Al Nordeste del pueblo de Cachora, anexo de Curahuasi, se tiene tradición que había un pueblo de la antigüedad, con el nombre de Choquequirau. Llevados algunos de la curiosidad de verlo, pocos años hace, pasaron el río Apurímac en balsas, penetraron la montaña donde encontraron

(1) Descrip. de las provincias del obispado del Cuzco. 1768.

un lugar despoblado, fabricado de piedra de cantería, labrado en un sitio pantanoso, cubierto de bosques, y muy caliente. Se reconocieron casas y palacios suntuosos. Y en uno de ellos al rededor del primer patio hallaron muchos instrumentos de moler metales. La incomodidad del lugar y el tiempo no dió lugar á mayor investigación".

En su Compendio de Noticias geográficas del Cuzco, escrito en 1790, D. Pablo José Oricaín hace mención de la ciudad de Choqquequirau "despoblada desde la gentilidad-dice -en la que vaciaban y labraban los utensilios para los palacios, y, por la conquista, ocultaron cantidades porque eran de oro y plata" (2).

Aunque en la descripción que hace Angrand de estas ruinas no habla de los instrumentos para moler metales existentes allí, mencionados por Bueno y Oricaín, el hecho es evidente, pues en el reciente viaje que hicieron á Choqquequirau en Enero de este año los profesores Bingham y Hay, delegados americanos al Congreso Científico de Santiago, tuvieron oportunidad de examinar aquellas grandes piedras para chancar metales, que todavía existen allí.

Después de estas dos lijeras noticias, ya no se halla huella alguna hasta el primer tercio del siglo XIX. No puedo precisar la fecha pero entonces visitó y excavó las ruinas un señor Tejada, que en varias ocasiones fué prefecto del Cuzco, pero el resultado de sus excavaciones es absolutamente ig norado. A partir de entonces encontramos ya noticias más precisas y que arrojan alguna luz sobre la misteriosa ciudad.

En el año de 1834 visitó Choqquequirau el viajero francés conde de Sartiges y publicó la relación de su viaje en la "Revue des deux Mondes" (3), con el seudónimo de M. E. de Lavandais.

El interés que reviste esa relación me mueve á reproducir en seguida la parte que se refiere á Choqquequiraa.

(2) Compendio breve de varios discursos sobre diferentes materias noticias geográficas. Año de 1790, en Juicio de Límites Perú-Boliviano, Prueba peruana, t 11, pag. 346.

(3) Revue des deux Mondes. París, 1851, pág. 1019 y ss.

Dice así:

"Llegando á Guatquinia encontré los preparativos de mi expedición proyectada muy poco avanzados. Los obreros habían abierto apenas dos leguas de camino de Choqquequirao: verdaderamente era demasiado poco para tres semanas de trabajo; á ese paso hubiera sido necesario aguardar todavía dos meses y gastar un millar de duros. Tomé, pues, la resolución de partir sin retardo, y declaré á mis compañeros de viaje que llegaríamos como pudiésemos. Se preocupaban mucho, además, en el país, de una empresa que miraban como muy atrevida, y un primo de mi huésped acudió de veinte leguas de distancia para compartir con nosotros las fatigas y los provechos del descubrimiento. Mi huésped y su pariente esperaban descubrir tesoros enterrados desde la conquista; me propusieron hacer tres partes de todo lo que infaliblemente debíamos encontrar. Yo consentí, seguro de encontrar más piedras, vasos rotos y alfarería que montones de oro.

"Fué necesario algunos días pura terminar nuestros preparativos de viaje. Se mató un buey, fué cortado en pequeños pedazos y salado; su cuero sirvió para ojotas, especie de sandalias muy cómodas para los indios, que están habituados á llevarlas, mas duras y ofensivas para pies europeos. Una provisión de harina de maíz y de aguardiente, el buey salado, hachas, azadones y barras de fierro, todo eso fué repartido entre los quince indios que debían acompañarnos, y el 2 de Julio en la mañana partimos como personas que van á tomar posesión de una mina en pleno producto.

"La primera parte del camino fué encantadora; trepamos una montaña á pico, pero era sumo el trabajo de nuestras mulas que sudaban y respiraban á más y mejor; cantábamos alegremente y admirábamos el efecto grandioso de una cantidad de picos ordenados unos al lado de otros, como un inmenso juego de bolos. Para bajar fué necesario dar el adiós á nuestros mulos, que volvieron á tomar el camino de Yanama, y nosotros caminamos derecho hacia el Apurimac, que corría á una milla poco más ó menos más abajo. La horrible cosa era ser los primeros en abrir un camino á través de

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