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CAP. CLXXX.

La historia cuenta, que quando fué la noche, con la grand escuridad que fazia, paravan mientes e veyan las grandes fogueras del real, e vieron como eran cerca: e començaron de fazer su oracion a Dios, que los ayudasse que oviessen buena andança contra el Cid: e acordaron, que quando llegassen los Marinos a lidiar con el Cid, que saliessen ellos a robar su real. Mas el nuestro Señor Jesu Christo non quiso que fuesse assi, mas fizolo en otra manera: ca fizo una tal agua aquella noche, e un tal torvellino, e tan gran diluvio, que los oviera de matar: e entendieron que era Dios contra ellos: e otro dia vieron como non podrian entrar a la Vega, e començaronse de tornar. E los de Valencia que estavan catando quando vendrian, e non vieron ninguna cosa, fueron muy tristes e muy cuytados, que non sabian que se fazer, estando assi, como la muger que está de parto, bien fasta hora de tercia: e de sí llególes mandado en como se tornavan, que non querian venir a Valencia. Quando ellos esto oyeron, tovieronse por muertos, e andavan por las calles assi como beodos, de guisa, que se non entendian unos a otros e entiznaron sus caras con negro, assi como si fuessen cubiertos de pez: e perdieron toda la memoria, assi como él que cae en las ondas de la mar. E estonce venieron los Christianos fasta el muro, dando vozes assi como el trueno, denostandolos, e amenazandolos: e los Moros estavan callando con el grand pesar e con la grand cuyta que havian. E estonce Abenalfange, un Moro que escrivió esta historia en Valencia en Arabigo, puso como valian las viandas, por ver quanto se podia tener la cibdad: e diz que valia el cafiz de trigo onze maravedis, e el cafiz de la cevada siete maravedis, e el cafiz de las otras legumbres seys maravedis: e el arroba de la miel quinze dineros, e el arroba de las alcarchofas una tercia de maravedi: e el arroba de las cebollas dos tercias de maravedi: e el arroba de queso dos maravedis e medio: e la libra de la carne de carnero seys dineros de plata: e la de la vaca quatro dineros. E estos maravedis eran de plata, ca non corria otra moneda entre ellos.

CAP. CLXXXI.

Cuenta la historia, que los Moros que moravan en los arrabales, non estavan bien seguros del Cid, e todo lo mejor que havian metianlo en la villa, e lo ál fincava en las cavas. E quando el Cid fué cierto que non venian los Alarabes, tornóse para la huerta a su posada, e mandó robar e quebrantar los arrabales, que estavan arrededor de la villa, si non él de Alcudia, porque lo rescebian de grado: e los Moros metianse a la cibdad con sus mugeres, e con lo que podieron. Quando los Christianos robaron los arrabales, robaron los Moros su parte, assi que non fincó si non la madera que tomavan los Christianos para fazer casas en los reales: e quando ellos vieron el estragamiento que les fazian, salieron de la villa, e metieron quanta madera podieron haver. E quando todo fué allanado, catavan los Christianos las cavas, e fallavan grand haver, e mucho pan. E allegóse el Cid mas a la villa, e cercóla enderredor, e lidiava cada dia en las barreras, dandose grandes lançadas e espadadas a manteniente, unos contra otros. E los Moros estando assi acuytados, llególes carta del Adelantado de los Alarabes: que se non tornavan para Algezira con miedo, nin por otra cosa, si non que non tenian vianda para la hueste, e por las grandes aguas que fazia: mas que era su voluntad de todo en todo de los acorrer, e de los sacar de la premia en que estavan, mas que se guisavan quanto podian: e que se efforçassen, e que non diessen la villa. Grande fué el alegria que los Moros ovieron con estas nuevas, e juntaronse todos con los fijos de Abenagir: e acordaronse de amparar e de estar firmes : e decian que Abenjaf fiziera tornar la hueste de los Alarabes, porque le fizieron entender el desacuerdo que era en la villa. E Abenjaf estava apercebido con grand gente, guardandose quanto podia, atendiendo si se moverian contra él; e pujó estonce la vianda en Valencia bien al doble de como era ante.

CAP. CLXXXII.

Cuenta la historia, que tanto se llegó el Cid a la villa, que non podía salir uno nin entrar otro, que non fuesse muerto, ó preso. E mandó labrar los heredamientos que eran cerca de enderredor de la villa: ca era grand gente e grand pueblo en el arrabal de Alcudia, que fiziera hy poblar el Cid: ca los tenia muy seguros, que les non fazia mal nin tuerto ninguno: ca venian hy seguros de todas las vezindades con sus mercaderias a comprar e vender: en guisa, que era muy rico aquel logar con la grand justicia e con la grand guarda que el Cid les fazia, e mandavales que non llevassen dellos mas del diezmo. En esto estando, llegó mandado a los de Valencia, como los Alarabes eran tornados para su tierra, e que non oviessen esperança en ellos de ayuda ninguna. Quando esto oyeron los de Valencia, fueron muy cuytados: e desque lo sopieron los de los castillos, venieron al Cid muy humildosamente, e pusieronse en su defendimiento, e quedaron de le dar su tributo: e el Cid les mandó que andudiessen seguros por todos los caminos: e desta guisa crescieron las rentas al Cid, de manera que havia assaz que dar. E estonce embió mandado a los castillos, que le embiassen ballestas, e gente para combatir á Valencia. E ellos fizieron su mandado, e embiaronle grand gente: e ansi fincó Valencia señera, e desamparada de toda la gente Morisca, e combatiala cada dia muy fuertemente: e eran ya tan cuytados, que eran en las ondas de la muerte.

CAP. CLXXXIII.

La historia cuenta, que con la grand cuyta que havian, subió un Moro en la mas alta torre del muro de la villa: e este Moro era sabio, e muy entendido, e dixo unas razones en Arabigo, que querian dezir ansi:,, Valencia, Valencia, venieron sobre ti muchos quebrantos, e estás en aventura fuerte, que si desta escapas, será grand maravilla a quienquier que te viere. E si Dios merced fiziere a algun logar, a ti lo fará: e si él quiere

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que te hayas de perder de todo en todo, será por los grandes pecados e atrevimientos que oviste: e a la tu enfermedad non le pueden fallar melezina, e los fisicos son desamparados de te poder sanar. E con estos males e con estos quebrantos que havian los de Valencia, plazia a Abenjaf porque se partieron dél, e se fueron para los fijos de Abenagir, e dezia: que non havia nin devia dar ome consejo a quien gelo non creyesse: ca si a él quisieran creer, non fincaran en tamaño mal, nin en tan grand cuyta: e que quanto mal havian los de Valencia, non lo havian si non por los fijos de Abenagir, porque se guiaron por su consejo: ca eran de poco recado, nin eran mañosos, nin sabios para estar bien con ninguno, nin en lo que oviessen de fazer. E esto retraya cada dia Abenjaf en su casa a los que venian a folgar con él: assi que todo el pueblo yvan fablando en esto, tambien los grandes, como los chicos, diziendo, que dezia Abenjaf verdad. E los Christianos combatianlos cada dia, e fazianles mucha premia, e encarescianles cada dia la vianda: e por esto partieronse del amor de los fijos de Abenagir, e tenian que fueran mal aconsejados en fazer ninguna cosa de lo que ellos mandavan: e tenian que por esto les venia quanto mal havian, e tovieronlos por nescios. E movió luego el pueblo todo contra Abenjaf, que los perdonasse, porque se partieran dél, e que los acogiesse, e que los buscasse alguna carrera como saliessen de aquella cuyta en que estavan. E Abenjaf dixo, que non queria con ellos cosa ninguna, mas que se tenia en logar de uno e si ellos cuyta havian, assi fazia él, e que de lo que ellos se temian, que de esso se temia él: e que non podia dar consejo a omes desavenidos que estavan departidos: mas que se acordassen e toviessen todos en uno, e fiziessen una destas dos cosas, ó que se quitassen de los fijos de Abenagir e de su compaña, e de su consejo, e de non fazer ninguna cosa por ellos, ó que tomassen bien a él. E quando él viesse que ellos non le contrariavan con sus malos consejos, e con su mala carrera en que andavan, que estonce los aconsejaria en guisa como estudiessen en paz: ca bien sabian como passaran mientra que se guiaran por su consejo: e que bien fiava en Dios, que en guisa

faria él que non oviessen guerra con el Cid, nin con otro ninguno. E respondieron todos a una voz, que a él querian querer e obedescer: e de lo que él mandasse, que le non saldrian de mandado, ca siempre les fuera bien, mientra creyeran su consejo.

CAP. CLXXXIV.

e

Cuenta la historia, que lo fizieron su Adelantado, prometieronle de se guiar por su consejo: pero esto non era muy ligero de fazer, ca muchos del pueblo tenian con los otros: pero desque Abenjaf vido que le querian fazer Adelantado dixo, que le fiziessen carta, e la roborassen los mayores de la villa con sus nombres: e todo el pueblo otorgaron de gelo fazer, e fizieronlo ansi. E él movió pleytesia al Cid, que le darian su tributo, e que les non fiziesse mal. E estonce el Cid embióle dezir, que si él queria pleytesia con él, que echasse de la villa a los fijos de Abenagir, porque eran del vando de los Alarabes: e desque aquellos fuessen fuera de la villa, que se guiarian todos por él, e que estonce havria su amor con ellos, e que de otra guisa non. E estonce ovieron su acuerdo, que lo dixiesse el Cid a los de la villa. E otro dia llegóse el Cid cerca del muro a fablar con los de la villa, e dixoles: que si querian haver su amor con él, que echassen los fijos de Abenagir de la villa, que por ellos e por el su mal seso los queria él mal: e si por aventura esto non quisiessen fazer, e por su consejo se guiassen e se quisiessen guiar, que nunca quedaria de les fazer mal, nin havrian amor con él, fasta que los aterrasse del todo: e que rescebiessen por su Adelantado a Abenjaf, e se guiassen por él, ca muy gran duelo havia dellos, ca los amava mucho, e si esto fiziessen, que los defenderia assi como solia fazer.

CAP. CLXXXV.

Abeniaf dezia esso mesmo a quantos con él fablavan: que porque se querian perder assi, por consejo de unos omes locos e nescios. E tanto se fueron envergonçando, que tenian que

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