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aquella la primera vez, que las hazañas del Cid se escribiesen:,, quoniam rerum temporalium gesta immensa temporum volubilitate praetereuntia nisi sub speculo notificationis denotentur, idcirco Roderici Didaci, nobilissimi ac bellatoris viri, prosapiam et bella ab eodem viriliter peracta sub scripti luce contineri atque haberi decrevimus." Y esto se conforma con el hecho de no citarse ninguna autoridad anterior en todo el discurso de aquella historia. En segundo lugar es de notar que siendo por otra parte notorio el haberse muy luego despues de la muerte del Cid y su sepultura en S. Pedro de Cardeña empezado a formar una como legenda del Cid, al que poco faltó para ser canonizado en toda forma, nuestro historiador no refiere un solo hecho de esta natura, de lo que se debe concluir que el autor escribiese en una epoca que por lo inmediato de los hechos historicos aun no conocia o no admitia hechos legendarios. Lo mismo dirémos en cuanto a otros rasgos notoriamente tradicionales, pero de caracter mas profano, como todo lo que se refiere a las bodas de las hijas del Cid con los infantes de Carrion, a las aventuras con el conde Lozano etc. Y aunque de esta sobriedad solo se quisiese concluir que el autor tendria bastante juicio critico para no admitirlos a nosotros lo mismo da; pues todo prueba la autenticidad de los hechos que refiere. Y si quisiesemos apurar la ventaja quien dudaria que el autor por lo menos habria de mencionar la muerte de la viuda del Cid? Y no haciendolo, no es de creer que no habria aun muerto aquella señora, cuando se acabó aquella primera relacion de las hazañas de su esposo? Y pues sabemos por documentos legales que dona Ximena aun estaba viva en 1113, alguna probabilidad tiene la suposicion de haberse escrito la historia por aquellos mismos tiempos. No queremos sin embargo dar mucha importancia a este punto, ni en verdad nos hace falta para mantener, que en tales circunstancias solo un caracter generalmente o en algunas particularidades materiales sospechoso de los hechos que refiere, nos podria autorizar a desechar semejante

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historia. Y qué tiene pues de sospechoso aquella relacion tan candida, tan breve y sencilla de hechos ni inverosimiles, ni la mayor parte siquiera extraños en sí mismo, ni opuestos a otros testimonios mas autenticos que la misma historia, y que aun al contrario en gran parte se hallan corroborados con ellos? Bien sabemos que hasta cierto punto se podria decir tambien de muchos capitulos de las cronicas del Cid y otras a las cuales nosotros estamos mui lejos de admitir por testigos historicos: que lo que refieren no es inverosimil en sí mismo, ni que está en contradiccion directa con autoridades reconocidas. Pero nadie, por poco que sea versado en tales cosas y por poco conocimiento que tenga de nuestra Historia latina y de la Chronica general o del Cid nadie decimos necesitará que le indiquemos nosotros la diferencia que corre en este respeto. Aqui todo consiste no en los hechos generales, sino en los detalles y pormenores, cuya misma abundancia y verosimilitud intrinseca hace sospechosas a las cronicas o hasta les quita toda autoridad; mientras su casi absoluta falta da credito a las historias y cronicas de la clase de esta de que hablamos *).

No obstante todo esto nadie estaria mas pronto que nosotros en recusar semejantes testigos, al momento que conste estar ellos en contradiccion directa con otros testimonios cuya autenticidad fuese mas acreditada; pero esto de ningun modo hace al caso presente. Y en primer lugar preguntamos: qué

*) Poquisimos por cierto son los pasos de esta en que se podria notar un tal cual asomo de la sospechosa circunstancialidad de las cronicas, y si se quisiese, desechar por fabulosas todas las historias que tengan tanto y aun mucho mas de esto, no quedarian en verdad muchos materiales para la historia! En cuanto por ejemplo a las cartas del conde de Barcelona al Cid y de la respuesta de este, podriamos suponer o hasta concederlas fictivas y qué se concluiria de esto contra la autenticidad general y esencial de esta historia, que no se hubiera de aplicar a una docena redonda de autorones que nuestros oponentes estan citando a cada paso? En cuanto a las ,,exconducationes" del Cid contra los que le habian reptado ante el rei, no dudamos que son documentos autenticos, y hemos demonstrado en su lugar que son esencialmente conformes al Fuero viejo.

razon hai para dar en lo general mas credito a los autores arabes en que estriba la critica negativa de nuestros oponentes que no a nuestra Historia latina? Hasta ahora ni aun se ha intentado siquiera de hacerlos pasar por el crisol, no dirémos de la sospechosa esceptica con que se trata aquel testigo cristiano, sino hasta de la critica mas moderada y sana; y mientras nuestros oponentes no suplan esta falta, mientras no hayan demostrado el haber vivido sus autores mas cerca del tiempo y lugar de los hechos que refieren que no el autor de la Historia Roderici Didaci el haber podido conocer la verdad mejor que él, y el haber querido decirla con mas sinceridad que él, no tenemos por cierto obligacion ninguna de admitir, ni siquiera de combatir sus argumentos. Sin embargo no tenemos dificultad en admitir la suposicion mas favorable de ser sus testimonios en lo general fidedignos hasta donde lleguen y sin perjuicio de lo mas o menos. de cierta confusion, amplificacion y aun de ficcion que entraria en las particularidades y pormenores *). Pero nó basta eso por cierto para darles la preferencia absoluta, y no solo positiva sino tambien negativa sobre el historiador latino, cristiano y paisano del Cid. Al contrario, aun suponiendo desacuerdo positivo, una dificuldad mayor o imposibilidad de acordar los testimonios aun en materias de que los dos testigos hubiesen tenido la misma oportunidad de saber la verdad, se debiera por lo menos suspender el juicio definitivo. Pero siendo el caso que no existe tal desacuerdo, ni tal dificultad que al contrario los testimonios de la una y otra parte o no se refieren a los mismos hechos y puntos, o estan esencialmente conformes, o se pueden acordar sin mucha dificultad, no sabemos en verdad qué empeño es este de querer ignorar o desechar resultados y hechos comprobados positivamente por las palabras de testigos cristianos y negativamente por el silencio de testigos arabes - unicamente,

*) Y hablando de cartas, qué dirian, si por razon de las cartas que hace escribir a Aben Abed de Sevilla y al Rey Alfonso, quisieramos desechar el testimonio de Abdelhalim de Granada, autor del siglo catorceno, en que principalmente se funda Conde en su relacion de la venida de los Almoravides en Andalucia?

segun pareceria, para tener el triste placer de negar, tener un heroe de menos y ahorrarse el tributo de amor y veneracion que podria exigir? Como si abundasen tanto los heroes pasados o presentes! Hemos dicho ya que nos reservamos una discusion mas aprofundada y circunstanciada de estas cuestiones de critica historica para otro tiempo y lugar; pero no podemos menos de dar fin a estas observaciones generales y, por decir asi, preliminares con preguntar: aquel inexorable escepticismo, aquella rigida critica que nada quiere creer a los testigos cristianos sin haberse ellos legitimados con documentos autenticos en toda forma como se acuerda con la adopcion de una suposicion tan arbitraria, tan sin fundamento, como la que nos da Aschbach para explicar el origen de las que llama tradiciones y ficciones poeticas relativas al Cid, incluyendo entre ellos todos o los más de los hechos referidos por la Historia latina del Cid es decir: haber sido todo efeto de una especie de rivalidad ocasionada entre los Españoles por la conquista de Jerusalen por los cruzados haberse querido con esto lograr un equivalente de gloria y santitad?

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Y qué dirémos despues de todo esto de los juicios que principalmente por ciertos autores de la otra banda del Rin se han formado del caracter general del Cid, sin tener ellos, segun parece, idea adecuada del caracter general de la epoca y naciones a que pertenece y entre quienes tuvo que vivir, tratar y guerrear el Cid? Sin este defecto tan esencial no encontrarian por cierto tanta dificultad en las que llaman contradicciones e incongruidades en el caracter y acciones del Cid, como por ejemplo el guerrear promiscuamente contra Cristianos y Moros, el robar y pechear los unos casi tanto como los otros fuerza de armas las mas veces y algunas tambien por engaño sin por eso dejar de ser excelente Christiano, Castellano, verdadero Campeador por la fe catolica y honra e independencia nacional, y caballero honrado sobre todos y por todos, y no aventurero, o ladron bandido sin fe, ni patria, ni honra, como poco falta que nos lo quisiera pintar el Señor Rosseuw St. Hilaire. Y qué dirémos de la gran dificultad de provo

por

car el Cid el enojo de su rei, de resistirle y hasta hacer entradas devastaderas en sus tierras, sin por eso dejar de ser el espejo, la flor y nata de vasallos leales? Para resolver tales dudas ademas de no estar tan empapados de ideas, pedanterias e ipocrisias modernisimas - mucho les ayudaria a aquellos señores el echar una ojeada siquiera al Fuero viejo de Castilla (Tit. III. art. 3. y Tit. IV. art. 1. 2.) donde estas que les parecen enormidades del Cid, estan expresamente mencionadas con muchas y mui caracteristicas circunstancias entre los derechos de los ricos omes castellanos en el tiempo del Cid. Para exprimir empero con la mayor concision la importancia historica del Cid, y no solo para España, sino para toda la christiandad, basta decir que él fué quien, despues de la sangrienta rota que padeció el rei D. Alfonso en Zalaca, opuso con la ocupacion de Valencia un dique al torrente del poder unido de los Almoravides y Arabes españoles en el momento que se echava sobre las regiones del Ebro, donde el reino de Aragon todavia no juntado con Cataluña harto tenia que hacer para mantenerse contra los Arabes de Zaragoza. Y cual serian las consecuencias ulteriores de este nuevo diluvio islamitico en una epoca que las armas de Francia e Inglaterra eran ocupadas o en guerras intestinas o en las cruzadas de Tierra santa, y el imperio germanico trastornado y despedazado con la inmensa contienda entre el emperador Henrique IV. y los papas, no es dificil de figurarse.

Quedando pues vindicada la autenticidad esencial, material y de bulto (por decirlo asi) de los sucesos que refiere la Historia latina, ya tenemos aquel nucleo historico que pedimos, para justificar el interes que presentan las tradiciones del Cid contenidas en el Poema, las cronicas y los romances del Cid, y el cual los distingue esencialmente de meras ficciones poeticas. La historia nos ha dejado, por decirlo asi, un esqueleto de dimensiones y estructura heroicas, al que la tradicion ha venido a restaurar los muslos, arterias, nervios, color y aun casi calor vital, usando sí mas o menos de cierta licencia poetica, pero con la mejor buena fe, y sin saberselo o quererlo casi ella misma, y siempre manteniendo la intima viva y casi misteriosa

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