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530099

ASTOR, LENOX AND TILDEN BOUNNAT

1011

PRÓLOGO

La vida de Colón está todavía por escribir, dice Lyonnet.

Estudiar la historia del ex-pirata Colón (1), ó del descubrimiento de América, en los escritos de Fer

(1) Según Lawrence, « los Colones pertenecían á raza de piratas y figuraban entre los más famosos de la época. Cristóbal Colón figura por la primera vez en 1483 en una piratería contra unas galeras venecianas cargadas de riquezas, bajo la dirección de Nicolás Greco, hijo del famoso corsario Colón, pariente del célebre navegante, descubridor de la América. Fernando Colón, hijo del almirante, se jacta en su Vida de Colón, de la parte que le cupo á su padre en aquel encuentro.

» El buque que capitaneaba Colón (Cristóbal) abordó una de las galeras venecianas, los venecianos le pegaron fuego, y pronto las llamas consumieron ambas embarcaciones, quedando solamente á los combatientes el recurso de arrojarse al mar. Colón era excelente nadador. Logró agarrar un remo y ora nadando, ora apoyándose en él, consiguió mantenerse á flote sobre las olas. Sabía que estaba á seis millas, poco más o menos, de la costa de Portugal, y se dirigió hacia ella. Extenuado, casi exánime, fue arrojado á la playa, y tardó mucho en volver en sí. Estaba cerca de Lisboa y se encaminó, marino náufrago y sin recursos, á la capital de Portugal. Algunos genoveses compatriotas suyos lo acogieron y le prestaron ayuda. Abandonó su vida de pirata (á la cual parece que se había entregado desde la edad de catorce años), y, como dijo su hijo, empezó á vivir honradamente ». Que se nos perdone la libertad que nos tomamos de colocar esta nota aquí, en aten

nando Colón, hijo del primero (primer biógrafo de su padre y á quien durante tres siglos han copiado cándidamente los escritores de casi todas las naciones); ó en Oviedo, paje de Colón; ó en Pedro Mártir, cortesano de los Reyes Católicos, protectores de Colón y dueños y soberanos de los países que Colón descubría para ellos; ó en Las Casas, compañero y paniaguado de Colón; ó en Lamartine, Campoamor, ó Rossely de Lorgues, poetas ó soñadores, sería tanto como estudiar la Historia de Jesucristo en la Mesíada de Klopstok, ó en El Mártir del Gólgota, por Escriche.

Escritores inclinados á lo maravilloso; ó que tomaron parte en el descubrimiento de Colón; ó que ganaron algo con dicho descubrimiento; ó que se vieron obligados á acomodarse á las circunstancias especiales del espíritu de su época, ó de la particular posición en que se veían colocados; que no podían contrariar, al menos abiertamente, las ideas ó pretensiones del poder á quien servían, y el cual les obligaba, tal vez, á guardar un silencio indebido; escritores que, de cualquiera manera, vulneraron los derechos de la justicia y la verdad; crédulos ó serviles copistas de otros cuyas narraciones hayan podido llegar hasta nosotros por falsos ó exagerados intermedios, sin enseñarnos el concepto que debíamos formarnos de su veracidad, quiénes eran, cuál

su conducta y las demás circunstancias de su vida; escritores de esta naturaleza, decimos, no son, por cierto, los que pueden decirnos, con exactitud, quién era Colón.

De aquí el que para toda persona verdaderamente estudiosa existan dos Colones: el de la novela y el de la historia; el de la novela, cantado por los poetas y rimadores, conocido hasta la exageración, y el de la historia, muy poco conocido todavía por cuanto la crítica histórica apenas en estos tiempos empieza para él.

Y bien difícil es, por cierto, el conocer bien á este hombre caleidoscopio. Tiene tantas fases, presenta combinaciones tan sorprendentes y tan variadas, que á veces creemos que Colón es uno de esos hombres condenados á no ser conocidos imparcialmente por la Historia. No se le examina sino como descubridor de la América, es decir, por una sola de sus fases, haciendo caso omiso de las otras; y al examinarle así, la admiración que arranca y el entusiasmo que despierta atraen sobre él todos los aplausos del mundo, todas las coronas decretadas al genio, pero también todas las galas y adornos con que los poetas saben revestir sus más fantásticas creaciones, hasta hacer de ellas una especie de mito.

Lejos de nosotros la odiosa pretensión de tenderle

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