El Cantar no menciona ninguna arma arrojadiza, saetas, azconas, etc., aunque se usaban mucho. Armas defensivas: El escudo. Era grande (1,20 por 0,62 metros), de tabla, forrada con cuero de caballo. Iba guarnecido con una bloca o adorno metálico en el centro, de donde partían radios, también de metal, hacia el borde del escudo; a veces esta guarnición era de oro o plata (v. 1970). Según el carmen latino del Cid, el escudo de éste llevaba pintado un dragón. El escudo, por su parte interior, además de las embrazaduras, tenía sujetos a sus dos extremos superiores los cabos de un tiracol o correa, con la cual se llevaba colgado al cuello (1509, 2450, 3584); para acometer, se embraza el escudo apretándolo contra el corazón (715, 3615), pero manteniéndolo colgado al cuello. La loriga era una túnica tejida de mallas férreas, o hecha de cuero con escamas o anillos cosidos encima. A veces tenía tres dobleces, para más defensa (3634). Para evitar el roce de la loriga se vestía debajo de ella un belmez o túnica acolchada (3073, 3636) que en las representaciones gráficas se ve salir por fuera del borde inferior de la loriga cosa de un palmo más largo que ella. La loriga se prolongaba en un almófar o capucha de mallas que cu bría la cabeza y la barba, subiendo a veces hasta media nariz; para evitar su roce sobre los cabellos, se recogían éstos con una cofia de lino, fruncida sobre la cara (789, 2436, 1744). Encima del almófar se ponía un yelmo, atado a las mallas con muchos lazos de cuero o moncluras (3652); el yelmo solía tener en su parte anterior un nasal o barra descendente, para proteger la nariz. Las piernas del caballero iban cubiertas de arriba abajo con las calzas, y, sobre éstas, se ponían las huesas o botas fuertes y altas, propias para campaña, viaje o caza. Los caballeros catalanes de Ramón Berenguer usaban sólo las calzas; desechaban las huesas, que si bien daba superioridad a los caballeros del Cid (992, 994), eran de mal aspecto, por lo cual el conde de Barcelona llama malcalzados a los castellanos (1023). También se distinguían los catalanes por cabalgar sillas coceras, propias para correr el caballo y más inseguras que las sillas gallegas o de camino, que llevaban los del Cid; así en el choque los catalanes caían del caballo aun sin ser heridos (993, 997). Los caballeros moros usan también escudos (795), lorigas (762) y yelmos adornados con carbonclas o piedras preciosas (766, 2422). Parece que no se distinguen de los cristianos sino en usar preferentemente adáragas (727) o escudos pequeños sólo de cuero, y en que sus ejércitos tocaban atamores, cuyo ruido formidable maravillaba a los soldados caste llanos nuevos y espantaba a doña Jimena (696, 1660-1667, 2346). Sin duda se distinguían también por montar en sillas jinetas de altos borrenes y estribos cortos, a diferencia de las 20 Por último, la espuela o espolón era del tipo que se llamó después acicate. Se desconocían las espuelas de rodajuela; por esto el poeta les da el calificativo de agudas Moro con adarga, caballero a la jineta. (San Beato, de la Bib. Nac. de Madrid, año 1047.) cuando las usaban los infantes de Carrión para herir con ellas a sus mujeres (2737). Cuando el caballero iba de viaje, montaba un palafré o caballo de camino y de lujo; llevaba todas sus armas en una acémila, y delante de (Armería Real ésta iba, llevado del diestro por un escudero (1548), su caballo de armas, más fuerte y más grande que el palafrén. Espuela. de Madrid.) Fernando II (1157-1188) con armas de fuste, escudo al cuello y brial hendido. (Tumbo en la Catedral de Santiago.) Cuando se tenían armas (1602, 2243, etc.), esto es, cuando se ejercitaban en juegos mili tares, en señal de regocijo, el caballero usaba sólo las armas de fuste (1586), es decir, las de madera, el escudo y la lanza. No se ceñía espada ni se vestía loriga, sino el traje ordinario. El traje de paz era éste (1): primero se ponían la camisa, después las calzas de paño cubriendo toda la pierna, y los zapatos que solían ir adornados con labores (3085-88). Inmediatamente sobre la camisa se ponía el brial, túnica hecha por lo común de una tela de seda entretejida con oro, llamada ciclatón, así que brial y ciclatón venían a ser voces sinónimas. Llegaba el brial hasta los pies é iba hendido delante y detrás para poder cabalgar cómodamente, dejando caer cada mitad de su falda por uno y otro lado del caballo, según se ve en el retrato de Fernando II arriba reproducido, o en el del conde don Enrique. Encima del brial se ponía la piel o pellizón, abrigo más corto que el brial, con manga ancha o perdida, hecho de armiño (3075) o de piel de conejo, cordero o abortones, y forrado al exterior con seda; el Cid llevaba siempre, según su juglar, una piel forrada de (1) Compárese la detallada descripción del traje del Cid, en los versos 3085-3100, con la más detallada de Girart de Rousillon (trad. P. Meyer, París, 1884, p. LXXXI), que emplea cuatro series en describir cómo se vistió Pierre de Mont-Rabei. |