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Como vemos, el Cantar concuerda en hechos fundamentales con la historia averiguada del Cid; la enemistad del Cid con el conde García Ordóñez y la prisión de éste en Cabra; el destierro del Cid; la prisión del conde de Barcelona; las campañas en tierras de Zaragoza, en las montañas de Morella y en las playas de Valencia; la conquista de esta ciudad y el ataque rechazado de Yúsuf de Marruecos; el episcopado de don Jerónimo en Valencia; el casamiento de una de las hijas del Cid con un infante de Navarra (v. nota a 3420). Hasta en menudos pormenores coincide el Poema con los datos históricos la estancia del Cid en Barcelona, a que alude en los versos 962-963, consta por la Historia latina (1); y si el Cid en el Cantar consulta frecuentemente los agüeros (11-13, 859, 2615) sabemos que el Cid histórico era muy dado a esta superstición, tan arraigada entonces entre gentes de guerra, pues el conde barcelonés se lo echa en cara en la carta de desafío que le dirigió, diciéndole que más confiaba en los agüeros que en Dios (2).

(1) "Ille autem de regno Castellae exiens Barcino nam venit, amicis suis in tristicia relictis. Deinde vero ad Caesaraugustam venit." (Risco, La Castilla, p. xIx.)

(2) "Montes et corvi, et cornellae, et nisi, et aquilae, et fere omne genus avium sunt dii tui, quia plus confidis in auguriis eorum quam in Deo." (Risco, La Castilla, p. xxxvI.) Véase Cantar, p. 48610.

Pero no sólo el héroe, sino casi todos los personajes nombrados en el Cantar, son riguromente históricos y fueron coetáneos del Cid.

Comencemos por la familia real. Los dos condes don Anrrich (v. 3002, etc.) y don Remond (v. 3109, etc.) son los yernos del rey; los primos Enrique y Ramón de Borgoña, conde aquél de Portugal (1094 a 1114), y éste de Galicia (1090 a 1107) (1).

Después también son históricos los amigos y vasallos del héroe.

El conde don Fruela (v. 3004), es Fruela Díaz, hermano de doña Jimena; conde de León y Astorga; mayordomo del citado conde Ramón de Galicia.

Alvar Fáñez que Çorita mandó (v. 735) figura realmente como señor de Zorita en documentos de 1097 y 1107. Fué uno de los más notables caballeros de la corte de Alfonso VI, debelador de los almorávides y reconquistador de la Alcarria. En el reinado de doña Urraca, la hija de Alfonso VI, fué gobernador de Toledo de 1109 a 1114, fecha en que fué muerto por los de Segovia, defendiendo los derechos de su reina contra los partidarios del rey aragonés Alfonso el Batallador. El Cantar llama a Álvar Fáñez sobrino del Cid (v. 2858, 3438), paren

(1) Véanse sus retratos, págs. 110 y III.

tesco confirmado por la carta de arras de doña Jimena, del año 1074, y supone que el Cid le tiene siempre a su lado, nos le parte de so braço (1244). No obstante, las vidas del tío y del sobrino corrieron más apartadas de lo que el Cantar supone, tanto, que la Historia latina del héroe pudo escribirse sin nombrar una sola vez a Álvar Fáñez. Este pudo salir con su tío al destierro, según dice el poeta, pues su firma falta por esos años en los documentos de Castilla, y sólo reaparece entre 1085 y 1087, poco más o menos cuando se repatría el Cid; en este tiempo es cuando Alfonso VI encargó a Álvar Fáñez de entronizar en Valencia a Alcadir, el rey moro desposeído de Toledo (1085-1086). Después, de 1090 a 1095, vuelve a figurar en los documentos reales, cuando el Cid andaba ocupado en la conquista del reino de Valencia. Luego, pudo estar Álvar Fáñez con su tío en Valencia; pero en 1099, poco antes de morir el Cid, Álvaro peleaba separadamente contra los almorávides y era derrotado en Cuenca.

Martín Muñoz, el que mandó a Mont Mayor (v. 738) fué un caballero que gobernó efectivamente esa ciudad portuguesa con el título de alguacil, y luego fué nombrado por Alfonso VI conde de Coimbra. Ejerció este alto cargo de 1091 a 1094, año en que le sustituye el conde

don Ramón de Galicia, yerno del rey: acaso tal sustitución fué violenta, pues el nombre de Martín Muñoz no figura más en los documentos reales, y sólo volvemos a saber de él en IIII, en que pasa de Aragón a Castilla para guerrear a la reina Urraca, la viuda del citado conde don Ramón. Podemos suponer, en vista de esto, que, enojado con el rey por su destitución, se fué en 1094 con el Cid a Valencia, aunque no es fácil que se hallase con el héroe castellano al comienzo de su destierro.

Alvar Álvarez y Alvar Salvadórez, vasallos del héroe, aparecen citados en la carta de arras de doña Jimena; aquél como sobrino del Cid.

Muño Gustioz, criado del Cid y su vasallo de pró, consta por documentos históricos que acompañaba en Cardeña a doña Jimena, durante su viudedad, el año 1113.

Pero Vermúdez, sobrino del Cid y su portaestandarte, según el Cantar, también fué personaje real que ejercía cargos en la corte de Sancho II y figuraba en la de Alfonso VI por los años 1069 y 1085.

Sólo quedan Félez Muñoz, otro sobrino del Cid; Martín Antolínez, el burgalés, y Galindo García, el de Aragón, cuya existencia no consta en historias ni documentos.

La misma historicidad tienen los enemigos,

del Cid en la corte. El conde García Ordóñez, llamado el Crespo de Grañón (v. 3112), fué realmente gobernador de Grañón, en la Rioja, por lo menos desde 1094, así como de Nájera lo era desde 1077. Los documentos y crónicas le llaman "don García de Grañón", o "don García el Crespo de Grañón”, y los historiadores árabes nos transmiten otro apodo de don García, "Bocatorcida". Comenzó siendo amigo del Cid, ya que éste le escogió por fiador de sus arras a doña Jimena, en 1074. La enemistad entre ambos debió surgir con ocasión de la referida prisión del conde en el castillo de Cabra, castillo que debía poseer el conde, pues llevó también otro sobrenombre: "don García de Cabra". No consta que después el conde trabajase en la corte contra el Cid, como dice el Cantar; pero nada más natural que así fuese, dada la situación preponderante del conde en la corte (donde el rey le honraba sobremanera hasta confiarle la crianza del príncipe heredero) y dado también que el Cid mostró claramente estar agraviado del conde cuando le desafió, devastándole su condado de Rioja en 1092. El poeta, empero, es de creer falsease la realidad cuando hace al rey pronunciar una frase despectiva respecto del conde (v. 1349), pues nos consta que el rey no escaseaba las mayores

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