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logo, es muy diferente en aquélla y en estas obras literarias (1). De modo que la cuestión puede quedar en terreno firme, reconociéndose en el Cantar un fondo de tradición poética indígena y una forma renovada por la influencia francesa (2).

DIFUSIÓN Y ÉXITO DEL POEMA

El Poema del Cid, compuesto principalmente sobre tradiciones locales de hacia Medinaceli, se hizo pronto popular fuera de su tierra (3). Acaso no habían pasado diez años de su com

i pennoni che "s' innalzano e si abbassano", e il "sangue "che cola giù dal gomito", ecc. ecc. In genere, non pare que questa speciale fraseologia, che spesso ritorna e costituisce uno degli interessanti caratteri del "Cantare", siasi formata sotto l'influsso della Francia, benchè anche lo stile, qua e là, risenta non poco, come si è avuta occasione di vedere, della moda letteraria francese. Ma, anche nella forma, molto di indigeno resta ed è, per il rispetto stilistico, ciò che è più importante e curioso!"

(1) Aun creo poco exacta la fórmula de J. VALERA, Discurso sobre el "Quijote", en la Academia Española, 25 Set. 1864, p. 21: "poco importa que el metro y la estructura del Poema del Cid estén imitados de las canciones de gesta; el espíritu es puro, original y castizo en toda la extensión de la palabra."

(2) Así lo reconoció ya Huber en 1857; comp. MILÁ, De la poesía her.-pop., p. 88.

(3) En el artículo de A. P. LOPES DE MENDONÇA, Influencia del Poema del Cid sobre las costumbres, carácter y poesía de la Península hispana (publ. en La América, 8 Dic. 1860, p. 11), no hallará el lector sino la más insustancial declamación.

posición, y ya alude a él como famoso el autor del poema de Almería. Los juglares posteriores se inspiraron en él repetidas veces. En el siglo XIII, el poema de Fernán González imitó (1) la cortés e irónica despedida que el Cid hace al conde de Barcelona cuando le devuelve la libertad (v. 1064-1076). En el siglo XIV, el juglar del Abad Juan de Montemayor imitó la huída del rey Búcar (v. 2408-2421) y la oración de doña Jimena (v. 330-365), aludiendo a los mismos milagros que ésta y cayendo en el mismo error cronológico de colocar la bajada de Cristo a los infiernos después de la resurrección. Pero ya en esa imitación de la huída de Búcar se descubre que el Poema del Cid no circulaba en el estado primitivo que hoy conocemos sino con ciertas alteraciones (2).

Cierto que, en el mismo siglo XIV, Per Abbat

(1) En el pasaje perdido de la libertad que Fernán González da al rey García, al menos en la redacción conocida por el abad de Arlanza, Arredondo. Puede verse el pasaje de Arredondo en C. C. MARDEN, Poema de Fernán Gonçález, 1904, p. 189.

(2) Véase R. Menéndez PiDAL, La leyenda del Abad don Juan de Montemayor, Dresden, 1903, págs. XVI y XXVII.— TICKNOR, Hist. de la literatura esp., I, 28, descubre en el Rodrigo una imitación del Cantar, pero se trata de una descripción de batalla que arriba hemos explicado por imitación francesa, independiente en ambos poemas españoles. Otras semejanzas entre el Rodrigo y el Cid nota C. G. ESTLANDER, Poema del Cid, I svensk öfversättning, Helsingfors, 1863, p. 62, pero son inexpresivas.

y la Crónica de Veinte Reyes propagaban todavía el texto viejo, pero esto lo hacían por un espíritu arcaizante opuesto al de la mayoría de sus coetáneos.

En los siglos XIII y XIV el Poema circulaba, no en su estado primitivo, sino refundido. En efecto: la Primera Crónica General, hacia 1289, prosifica todo el Cantar de Mio Cid, y en esa prosificación se observa que si bien el Poema en su primera parte no había sufrido apenas modificaciones, las había sufrido abundantes a partir de la conquista de Valencia por el héroe. La nueva redacción de la obra repara los olvidos del autor primitivo (véase un ejemplo en la página 36), tiende a hacer más complicada la trama y a agrandar sus proporciones, dando al relato cierto tono de libro de caballerías, con merma de la antigua sencillez heroica (1).

(1) Pudiera creerse que los redactores de la Crónica no seguían en estas mudanzas una redacción en verso del Cantar, sino tradiciones orales o propias invenciones. Así piensan Beer y Coester (Cantar, ps. 12862 y 117540). Coester cree que se deben admitir las fuentes no poéticas, sobre todo desde la parte correspondiente al verso 2337, en que las divergencias son más considerables. Pero en esta parte está la huída del rey Búcar, cuyo final modificado (Búcar, según la Crónica, no es muerto por el Cid, sino que huye con vida), tuvo descendencia poética en los romances populares que hoy se cantan conformes con esa modificación, y no es nada probable que un romance popular derive de una Crónica. Además, la fuente poética

Posteriormente, la Crónica del año 1344 y la Crónica particular del Cid incluyen también la prosificación del Poema y nos revelan otro arreglo del texto donde los cambios son aún mayores: el comienzo del Poema, antes dejado casi intacto, sufre ahora modificaciones; y nuevos personajes toman parte en la acción, como un Martín Peláez el Asturiano, que logró vida dramática en el teatro de Tirso de Molina.

Por medio de estas refundiciones sucesivas la vida del Poema se prolongaba a través de los siglos, poniendo su relato en armonía con los gustos de cada época. En el siglo xv, de las refundiciones entonces en uso se derivaron diversos romances populares, en los cuales siguieron viviendo algunos versos del Cantar, relativos a la corte de Toledo, y, sobre todo, al episodio de la huída del rey Búcar, que aún hoy puede oirse de boca del pueblo en oscuros cantos de España, Portugal y Marruecos.

Mas, a pesar de estos romances y de aquellas Crónicas, el Poema ni aun por ellos de un modo indirecto inspiró a ninguno de los grandes poetas dramáticos del siglo XVII. Nuevas y más brillantes aventuras con que se había enrique

de las Crónicas resulta evidente por hallarse en ellas trozos rimados, uno de los cuales aprovechamos en la pág. 122.

cido la leyenda del Cid hicieron olvidar las antiguas; y el cantar quedó totalmente ignorado, salvo de algunos eruditos, hasta que lo dió a la imprenta Tomás Antonio Sánchez en 1779 (1). Pero aun entonces no hemos de esperar que esta edición, hecha cuando en España dominaba el gusto francés, recabase del público un justo aprecio para el viejo Cantar. Téngase en cuenta que la Edad Media estaba generalmente muy desconocida y que faltaban todavía cerca de cuarenta y de sesenta años para que Alemania y Francia llegasen a publicar sus Nibelungos y su Roland. Bastante se adelantó Sánchez con dar a luz el Poema del Cid y apreciar en él “la sencillez y venerable rusticidad", "el aire de verdad" con que nos representa las costumbres y maneras de los infanzones de antaño.

La primera impresión que produjo el recién publicado Poema dista mucho de serle favorable. Capmany, en 1786, califica la obra de simple crónica rimada, y escoge como muestra de ella dos pasajes "de los menos inelegantes y bárbaros” (2). El gran poeta Quintana era poco

(1) Colección de poesías castellanas anteriores al siglo xv, t. I, p. 229.

(2) Teatro histórico-crítico de la elocuencia española, t. I, ps. 1-2. MENDIBIL, Bibliot. selecta de literatura esp., Burdeos, 1819, I, p. xxix, dice del Poema que "nada tienc de épico, y aun casi pudiera disputársele el título de poema". Por este tiempo, Forner parece aludir al Poema, en la

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