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Posteriormente, la Crónica del año 1344 y la Crónica particular del Cid incluyen también la prosificación del Poema y nos revelan otro arreglo del texto donde los cambios son aún mayores: el comienzo del Poema, antes dejado casi intacto, sufre ahora modificaciones; y nuevos personajes toman parte en la acción, como un Martín Peláez el Asturiano, que logró vida dramática en el teatro de Tirso de Molina.

Por medio de estas refundiciones sucesivas la vida del Poema se prolongaba a través de los siglos, poniendo su relato en armonía con los gustos de cada época. En el siglo xv, de las refundiciones entonces en uso se derivaron diversos romances populares, en los cuales siguieron viviendo algunos versos del Cantar, relativos a la corte de Toledo, y, sobre todo, al episodio de la huída del rey Búcar, que aún hoy puede oirse de boca del pueblo en oscuros cantos de España, Portugal y Marruecos.

Mas, a pesar de estos romances y de aquellas Crónicas, el Poema ni aun por ellos de un modo indirecto inspiró a ninguno de los grandes poetas dramáticos del siglo XVII. Nuevas y más brillantes aventuras con que se había enrique

de las Crónicas resulta evidente por hallarse en ellas trozos rimados, uno de los cuales aprovechamos en la pág. 122.

cido la leyenda del Cid hicieron olvidar las antiguas; y el cantar quedó totalmente ignorado, salvo de algunos eruditos, hasta que lo dió a la imprenta Tomás Antonio Sánchez en 1779 (1). Pero aun entonces no hemos de esperar que esta edición, hecha cuando en España dominaba el gusto francés, recabase del público un justo aprecio para el viejo Cantar. Téngase en cuenta que la Edad Media estaba generalmente muy desconocida y que faltaban todavía cerca de cuarenta y de sesenta años para que Alemania y Francia llegasen a publicar sus Nibelungos y su Roland. Bastante se adelantó Sánchez con dar a luz el Poema del Cid y apreciar en él "la sencillez y venerable rusticidad", "el aire de verdad" con que nos representa las costumbres y maneras de los infanzones de antaño.

La primera impresión que produjo el recién publicado Poema dista mucho de serle favorable. Capmany, en 1786, califica la obra de simple crónica rimada, y escoge como muestra de ella dos pasajes "de los menos inelegantes y bárbaros” (2). El gran poeta Quintana era poco

(1) Colección de poesías castellanas anteriores al siglo xv, t. I, p. 229.

(2) Teatro histórico-crítico de la elocuencia española, t. I, ps. 1-2. MENDIBIL, Bibliot. selecta de literatura esp., Burdeos, 1819, I, p. XXIX, dice del Poema que "nada tienc de épico, y aun casi pudiera disputársele el título de poema". Por este tiempo, Forner parece aludir al Poema, en la

más benévolo en 1807, al reconocer que nuestro juglar "no está tan falto de talento que de cuando en cuando no manifieste alguna intención poética"; pero, al fin, el crítico alaba la bella despedida del Cid y Jimena, la gradación dramática y el artificio con que está contada la corte de Toledo, y el buen estilo y animación que se descubre en el primer choque de los infantes con los campeones de Rodrigo (1). Es verdaderamente chocante que Vargas Ponce pudiese en 1791 (2) sentir francamente el "exquisito sabor de antigüedad" del Poema, comparar sus epítetos a los homéricos y leer la obra "con una grata conmoción". Todavía Martínez de la Rosa no podía ver en ella más que un "embrión informe" (3).

Mientras en España lograba el Poema tan escaso éxito, el naciente Romanticismo, con su simpatía general por la Edad Media, traía en el extranjero un cambio favorable de juicio. En

frase chavacana, "algún cartapelón del siglo XIII en loor de las bragas del Cid" (Carta de Bartolo, 1790, p. 66).

(1) Colección de poesías selectas castellanas, t. I, p. xvi, (2) Declamación contra los abusos introducidos en el castellano, presentada y no premiada en la Academia Española el año 1791, Madrid, 1793.

(3) En las Anotaciones a su Arte Poética, París, 1828. canto I, nota 10.-MORATÍN, en la nota 3 de sus Orígenes del teatro español, hallaba también todo deforme en el Poema: el lenguaje, el estilo, la versificación y la consonancia (Bibl. Aut. Esp., II, p. 165 b).

1808, el poeta escocés Roberto Southey, que tanto trabajó en la rehabilitación de la antigua poesía peninsular, conceptuaba el Poema de! Cid "como decididamente y sobre toda comparación el más hermoso poema escrito en lengua española” (1), y en 1813 añadía, excitando a la revolución literaria: "los españoles no conocen aún el alto valor que como poema tiene la historia métrica del Cid, y mientras no desechen el falso gusto que les impide percibirlo, jamás producirán nada grande en las más elevadas esferas del arte; bien puede decirse sin temor que de todos los poemas que se han compuesto después de la Ilíada, el del Cid es el más homérico en su espíritu, si bien el lenguaje de la Península era en aquella época rústico e informe" (2). Abundando en las ideas de Southey, otro escocés, Hallam, en su View of the state of Europe during the Middle Age, 1818, afirma que el Poema del Cid "aventaja a todo lo que se escribió en Europa antes del aparecimiento de Dante"; y esta apreciación fué, sin duda tenida en cuenta por el angloamericano

(1) Chronicle of the Cid, from the Spanish, by R. SouTHEY, London, 1808, pág. IX.

(2) Artículo anónimo en la Quarterly Review, t. XII, p. 64 (v. TICKNOR, Histor. de la lit. esp., trad., I, 27, n., y FITZMAURICE-KELLY en The Morning Post, 8 Febr. 1900. WOLF, Studien, p. 31, n., no atribuye a Southey este artículo).

Ticknor, cuando al examinar el Poema en su History of spanish literature (1849) dice: “puede asegurarse que en los diez siglos transcurridos desde la ruina de la civilización griega y romana hasta la aparición de la Divina commedia, ningún país ha producido un trozo de poesía más original en sus formas y más lleno de naturalidad, energía y colorido” (1).

La crítica alemana reconoció el valor del Poema por boca de Federico Schlegel, en 1811. Pero quien de un modo más penetrante juzgó la obra fué el doctísimo Fernando Wolf. Doliéndose éste en 1831 de que ni Bouterwek ni sus traductores españoles hubiesen comprendido el alto valor y la profunda significación del Poema, hace de él uno de los mejores estudios de que ha sido objeto (2). Wolf realza, sobre todo, la fuerte unidad que traba las partes de la obra, haciéndolas concurrir al plan artístico que se propuso el juglar. La belleza del Poema no es un producto abstracto y reflexivo, sino que consiste en una “reproducción inconsciente de la

(1) Hist. de la literat., por M. G. TICKNOR, traducc. Gayangos-Vedia, 1851, t. I, p. 26.

(2) Reimpreso en F. WOLF, Studien zur Geschichte der span. und. port. Nationalliteratur, Berlín, 1859, ps. 29 y sigs. -También CLARUS, Darstellung der Spanischen Literature in Mittelalter, Mainz, 1846, siguiendo a Wolf, nota en el Poema la poética unidad realzada por un arte consumado.

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