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VALOR HISTÓRICO

Y ARQUEOLÓGICO DEL POEMA

Aunque el juglar del Cid se funda principalmente en recuerdos locales de la región de Medinaceli, estos recuerdos eran muy fieles, según lo prueba, no sólo la coincidencia independiente del Poema con múltiples datos de la Historia latina del Cid (pág. 18, n.), sino más aún la noticia que el poeta tiene de varios personajes insignificantes como Pero Bermúdez, Martín Muñoz, Álvar Álvarez, Álvar Salvadórez, Gonzalo Assurez, Muño Gustioz, etc., no mencionados en aquella Historia y que, sin embargo, existieron y tuvieron relación con el Cid. Dado este carácter eminentemente histórico del Cantar, podemos tomarle como fuente fidedigna para ciertos sucesos como la estancia del Cid en Castejón, Alcocer o el Poyo de Mio Cid; para fijar el sitio y algunas circunstancias de la prisión del conde de Barcelona, y, sobre todo, para las relaciones del héroe con la poderosa familia de los Beni-Gómez.

No es menos exacto el Cantar en su geografía, pues todos los lugares que menciona, aun los más insignificantes, llegan a identificarse en la toponimia moderna o en la antigua. Además nos

da noticias de poblaciones desaparecidas como Alcoceva y Spinaz de Can, o de comarcas que han cambiado de nombre, como Corpes y Tévar (1). En fin, vemos en él cómo las vías romanas continuaban siendo ordinarios medios de comunicación; así, la calzada de Quinea (400) y la de Sagunto a Bílbilis o Calatayud (644). A este propósito puede recordarse que el camino de Santiago, restaurado en el siglo XI, era también en su mayor parte la antigua vía que de Vasconia conducía a Gallecia. Además el Poema nos describe minuciosamente otro camino secundario, de Valencia a Burgos (v. págs. 27-28).

La exactitud del juglar se aprecia cuando, atendiendo a la topografía especial de Castejón, comprendemos mejor la sorpresa con que el Cid conquista la villa (456) (2). Hasta los adjetivos usados por el poeta se hallan hoy exactos: Atienza, una peña muy fuert (2691), aun nos aparece como tal, pues conserva su imponente castillo que arranca de la peña cortada a pico. Fiándonos en esta exactitud habitual, podemos otras veces comprobar con lástima cuánto ha cambiado el aspecto del terreno: la fiera sierra de Miedes encerraba en

(1) Véase Cantar, ps. 58, 53, 864, 859.

(2) Cantar, p. 496, y M. Serrano, Exactitud geográfica del Poema del Cid, en la Revista de España, CXLII, p. 428

sí más de una selva maravillosa e grand (415, 422, 427) que ha desaparecido; el gigantesco

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robredo de Corpes, cuyas ramas se hundían en las nubes (2698), no es hoy más que un páramo donde el arado desentierra algún grueso tocón, único resto del viejo arbolado; los montes de Luzón, que el juglar describe como fieros e grandes, y la mata de Taranz, antes temerosa para el caminante (1492), son hoy tierra rasa, donde apenas crecen sino humildes cambrones y sabinas; por todas partes el hacha egoísta, imprevisora, ha hecho desaparecer seculares bosques, atrayendo la sequía sobre ambas mesetas castellanas.

Inestimable es el Poema para el conocimiento de las costumbres e instituciones de la época.

Puede observarse en cuánta medida la sociedad se organiza a impulsos de pasiones y actos hoy considerados como degradantes. La venganza estaba declarada en la realidad y poetizada en la epopeya como un derecho y como un deber familiar. Las delaciones semejantes a las que tanto papel juegan en ciertas épocas del imperio romano, ahora, en los siglos XI y XII, eran medio frecuente de enjuiciamiento, sobre todo en el reino de León; el rey se inclinaba con facilidad a escuchar a los mestureros o detractores que, dedicados a explotar el ánimo del monarca, eran un continuo peligro para la seguridad personal, ya que la ira del rey era causa bastante para el destierro y la confiscación, sin ninguna formación de proceso (1).

En cuanto a las clases sociales, el Poema nos presenta en la parte inferior de la escala los bur

(1) Véase Cantar, ps. 757 y 725, y especialmente los versos 219, 267, 1048. El airado del rey es desterrado, 156, 629, 882.-Para todas las instituciones jurídicas que se manifiestan en el Poema, véase el magistral estudio de E. DE HINOJOSA, El derecho en el Poema del Cid (Estudios sobre la historia del derecho español, Madrid, 1903, p. 71). También puede verse el trabajo de P. COROMINAS sobre Las ideas jurídicas en el Poema del Cid (Revista general de Legislación, 1900, págs. 61, 222 y 389).

gueses, de que ninguna idea nos da, y los judíos dedicados a negocios de dinero, siempre preocupados de la ganancia. La acción del Poema se desarrolla entre individuos de la clase noble por linaje, llamados en general fijos dalgo, divididos en varias categorías. La inferior de todas es la de los escuderos o jóvenes que se preparaban para recibir la dignidad de caballero. Después están los simples caballeros, que habían recibido ya una especie de sacramento militar, cuyo rito esencial era el ceñir la espada el padrino al caballero novel; cuando el juglar usa como epíteto del Cid "el que en buen ora cinxo espada", quiere decir "el que en buen hora fué armado caballero" (1). Entre los caballeros había unos de superior jerarquía, llamados ifanzones, en Aragón "mesnaderos", que criaban en su casa algunos escuderos y caballeros; a esta clase pertenecía el Cid, quien crió en su casa a Muño Gustioz (737, 2902) y a otros muchos (2514) y era servido de otros caballeros

(1) En Castilla y León las necesidades de una guerra diaria trajeron el que, además de los caballeros hijos dalgo, se admitiesen caballeros de cualquier procedencia, burgueses y hasta villanos, con tal que pudiesen costearse un caballo de guerra. Estos caballeros figuran también en el Poema; cuando la ganancia de guerra enriquece a los del Cid, los que fueron de pie cavalleros se fazen (1213), sin atender á qué linaje pertenecían, sin necesidad de armarse solemnemente.

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