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Álvar Fáñez, como siempre, el que propone la solución aceptada (438, 671), que suele ser un ataque combinado por las dos alas del ejército enemigo (1127, 1144, 1693, 1719, 2361). La batalla se rompe dando las feridas primeras un caballero distinguido (702-714), el cual suele pedir de antemano al Cid que le conceda el honor de herir los primeros golpes en el enemigo (1709, 2374, 3317). De estas primeras heridas hablan frecuentemente los otros poemas españoles y franceses.

La batalla, como la algara, la corrida ó incursión más rápida que la algara (953, 1159) y toda conquista, termina con el robo del campo y el reparto del botín. Después de la derrota del rey de Marruecos, es Alvar Fáñez el que dirige sobre el campo el inventario del despojo, escriviendo e contando (1772); en esta tarea le auxiliarían los quiñoneros o repartidores (511), encargados de hacer los "quiñones" ó suertes en que se dividía el botín para su distribución. Este nombre "quiñón", derivado del latín q u inionem, nos indica que el reparto se hacía sobre una base semidecimal. El rey o el señor de la hueste, en nuestro caso el Cid, toma para sí el quinto de todo el botín (515, 805, 1216, 2487-89), según costumbre imitada de los musulmanes, a quienes el Corán, VIII, 42, manda

ba que el quinto de la ganancia de guerra se entregase al califa. El Cid no está obligado al rey que le desterró, por eso no le envía la quinta de la ganancia total de su hueste, pero generosamente se cree obligado por su ganancia propia, y así envía al rey la quinta parte de los caballos (no de las otras riquezas) que a él le correspondieron en su quinto (1). Del resto de las complicaciones a que el reparto del botín da lugar en los fueros municipales, el Poema no nos dice nada, sino que el caballero cobraba doble que el peón (512-14). La conquista de Valencia enriquece a todos los del Cid. En el reparto de la ciudad parece que las casas y heredades de los moros se adjudican a los 300 caballeros que se desterraron primeramente con el Cid, y la riqueza mueble, trasportable, a los caballeros advenedizos (v. 1245-1261). Se conservan algunos repartimientos del siglo XIII (como el de Valencia en su segunda conquista por Jaime de Aragón y el de Sevilla reconquistada por San Fernando) escritos en volúmenes

(1) Versos 1813, 1819, 1854, comp. 1781; y algo más de la quinta en 816, 872, comp. 805. Los fueros hablan de una "quinta" y una "redroquinta", o segunda quinta, pagada a diferentes personas. Nótese que cuando el Cid trata de dar parte de su botín a otro que a su señor, ya la división semidecimal desaparece: a Minaya le ofrece toda la quinta o una porción indeterminada (492, 1806), y a la iglesia de Valencia le ofrece el consabido diezmo (1798).

especiales que nos dan idea del reparto a que alude el juglar en sus versos 1245-46.

Restos de arquitectura árabe del castillo de Gormaz.

El traje merece una atención especial en el Poema.

Armas ofensivas: La lanza tenía el astil generalmente de fresno, un fierro tajador (3585) y un pendón, el cual a veces llevaba insignias (2375) (1). Aunque, en general, el armamento

(1) En la poesía francesa, la Chanson des Saxons, que es de fines del siglo XII, menciona por primera vez los emblemas pintados en gonfalones y escudos (l'anseignes de

que describe el Mio Cid es igual al del Roland, en éste se observa mayor riqueza, que acaso procede sólo de la mayor pormenorización poética que diferencia el poema francés del español; no obstante, en el Cid se habla de pendones blancos (729) como color generalmente usado, mientras en el Roland se mencionan gonfalones blancos, azules, bermejos, amarillos, y se describe el pendón del héroe, blanco con franjas de oro que llegan hasta las manos del jinete. En el combate se usaba primeramente la lanza; cuando ésta hiere, entra en la carne también el pendón y sale bermejo en sangre (729, 3687); pero la lanza quebraba pronto y entonces se acudía al arma principal, a la espada (746, . 1722, 2387).

La espada de este tiempo era ancha (de 50 a 75 milímetros, o más), de dos filos y con una canal en su eje, que corría desde cerca de la punta hasta la misma espiga; al ser levantada la espada después de haber herido, corría la sangre por esa canal hacia la empuñadura, y manchaba la mano y el antebrazo del caballero. Así se explican aquellos versos:

ses armes). Véase A. STERNBERG, Die Angriffswaffen im altfranzösischen Epos, Marburg, 1886, ps. 32-33. (Ausgaben und Abhandlungen de E. Stengel, XLVIII) y v. p. 36 para el pendón que entra en el cuerpo del herido y le atraviesa hasta salir de la otra parte.

espada tajador, sangriento trae el braço,
por el cobdo ayuso la sangre destellando (780).

Este destilar sangre enemiga por el codo era para el combatiente señal gloriosa que desea ver en sí Álvar Fáñez al hacer un voto solemne (501), y que sólo él logra, en el Cantar, juntamente con el Cid (781, 2453; 1724). La anchura de la espada era propia para cortar, a modo de hacha, las mallas de la loriga (desmanchar la loriga, 728, 3635); por eso el adjetivo único que se le aplica es el de tajadora; apenas era puntiaguda, pues para atravesar la loriga se necesitaba el empuje mayor de la lanza. El que haya tenido en su mano una de estas espadas antiguas no creerá imposible que, manejadas por una persona forzuda, segasen, como dicen los Cantares, un cuerpo por la cintura (751), o desde la cabeza hasta la silla del caballo, o un brazo entero con su loriga (2404); al menos las historias cuentan también tajos semejantes como cosa extraordinaria. Espada de la Las espadas preciosas tenían de oro Real de Madrid. la maçana o pomo y el arriaz o ga

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