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te coinciden con grandes vías romanas, únicamente da pormenores reiterados en el camino muy de segundo orden que une a Valencia con Burgos. Y en este camino, varias veces recorrido por los héroes del Poema, sólo da pormenores topográficos, de esos que revelan un conocimiento especial del terreno, entre Medinaceli y Luzón, y también, aunque ya menos, en dos regiones vecinas a ésa: la del robledo de Corpes al Noroeste, y la de Calatayud, al Nordeste. Considérese además que en esa tierra entre Medinaceli y Luzón, tan repetidas veces presentada al lector por el poeta, no ocurre ningún incidente esencial de la acción épica, salvo que los personajes del Cantar, en sus idas y venidas, pasan por allí, como pasan por otras muchas regiones de España que el juglar no conoce ni describe. Evidentemente el juglar idea la obra en Medinaceli o en sus inmediaciones.

Entre las varias tentativas de localización del Cantar, una de las últimamente formuladas es la de Rodolfo Beer, quien lo supone escrito en el monasterio benedictino de Cardeña, junto a Burgos. Pero si el examen atento de los itinerarios descritos por el poeta nos sugiere la conclusión que dejo apuntada, ella se nos impone con fuerza al examinar el fondo mismo de la obra.

No muestra ésta un especial carácter monás

tico (1), pero sí lo tiene muy marcado de poesía fronteriza.

Lo mismo que la geografía, también la acción del Poema converge bastante artificiosamente en torno de Medinaceli, ciudad a la sazón situada en la frontera de Castilla. Toda la verdadera historia del Cid como reconquistador, esto es, el largo y penoso asedio de Valencia, con la toma de Jérica, Onda, Almenar, Burriana, Murviedro y Peña Cadiella, la despacha el juglar en 130 versos; en cambio gasta 450 en referirnos la toma y abandono de dos lugarejos fronterizos como Castejón y Alcocer, suceso ni siquiera mencionado en la Historia latina del Cid y que,

(1) El poeta no conoce a Cardeña más que como un monasterio famoso de Castilla. Hasta equivoca el nombre del abad coetáneo del destierro del Cid, poniendo un fabuloso don Sancho (verso 237), en vez del histórico san Sisebuto que rigió el convento durante veinticinco años y dejó en la casa, como es natural, memoria imborrable. Además, un poeta afecto a Cardeña no hubiera dejado de decir, al hablar de la muerte del Cid, que el héroe estaba enterrado en el monasterio. V. Cantar, págs. 39 y sigte. BERTONI, II Cantare del Cid, 1912, p. 160, si bien acepta mi localización del Cantar (p. 17), cree, a propósito del v. 1286, que nuestro poema tiene un carácter clerical más acentuado que las Chansons de geste. "L'autore del Cantare fu, parmi, un chierico, com'è del resto naturale, il quale mirò ad instillare negli ascoltatori e nei lettori, oltre che il rispetto per la religione, l'ossequio per il sacerdozio in generale." No creo que esta observación tenga bastante apoyo en los tipos del obispo y del abad que figuran en el Poema. Este, en cambio, por su factura y por su metro, revélase como obra de un juglar lego.

aunque lo supongamos cierto, es enteramente insignificante. La importancia que el juglar concede a este doble episodio de frontera, sólo se explica teniendo en cuenta que Castejón y Alcocer están situados en dos regiones próximas a Medinaceli, donde se contaría por tradición oral la hazaña del Cid en ambos lugarejos. De igual modo puede notarse que mientras el Cantar no menciona una sola vez a Almutamín, Almostaín, Aben Jahaf, los Beni Uegib, ni otros notables musulmanes íntimamente relacionados con el Cid histórico, tiene como uno de sus principales personajes al alcaide Abengalbón, desconocido de la historia, pero familiar al poeta porque vivía a una jornada de Medinaceli, en Molina, ciudad musulmana frontera con Castilla. La afrenta de Corpes, episodio central de toda la acción del poema, es también desconocida de la historia y pertenece a la tradición local de San Esteban de Gormaz, pueblo situado a jornada y media de Medinaceli. En fin: el localismo se muestra aún en forma más aguda; el poeta alude otra vez de pasada y un poco impertinentemente a una tradición de hacia San Esteban, extraña al Cid y de nadie conocida si no de los de aquella región (v. 2694):

a siniestro dexan a Griza que Alamos pobló
allí son caños do a Elpha encerró.

El Poema de Mío Cid está, pues, compuesto en la frontera de Castilla, la cual en el siglo XII era, al parecer, foco de una producción poética, lo mismo que la nueva frontera en el siglo xv lo continúa siendo con la producción de los últimos romances fronterizos salvados del olvido gracias a la imprenta. Ahora bien: Medinaceli fué reconquistada definitivamente hacia 1120 y el Cantar se escribió sólo una veintena de años después. Podemos suponer que el juglar nació allí ora después de esta última reconquista, ora después de la anterior de 1104, o que, nacido hacia San Esteban de Gormaz, compuso su obra para ser recitada en la plaza de Medina, importante punto de concurrencia y mercado. Atendiendo a alguna particularidad de lenguaje, acaso podríamos sospechar también que el poeta era un mozárabe de Medina.

ELEMENTOS FICTICIOS EN EL CANTAR

Lleno de los recuerdos locales de Medina y de San Esteban, el poeta concibió la vida del héroe, según hemos ya apuntado, bajo un aspecto muy particular y con cierta desproporción. Pero si dió demasiada importancia al episodio fronterizo de Castejón y Alcocer, supo aprovecharlo

para lograr un efecto artístico, realzando con él el trabajoso engrandecimiento del héroe desterrado; si acogió la tradición de San Esteban, omitida por las historias especiales del Cid, supo hacer de ella una escena trágica de duradero valor, y con acierto la escogió para planear en torno de la misma todo el Poema. En suma, acertó a idealizar esos recuerdos locales, uniéndolos para siempre a la historia poética del héroe y haciéndolos brillar en ella aún más que las hazañas que interesaban a toda España. Y así el poema que originariamente representó la tradición particular de un rincón fronterizo de Castilla, pudo ser recibido por la nación como depositario de recuerdos e ideales comunes, de tal manera que ese particularismo primitivo sólo se descubre hoy gracias a un detenido análisis crítico.

De igual modo, el poeta tuvo acierto para entresacar de las múltiples noticias que corrían sobre la compleja vida del Cid aquellos rasgos que más armónicamente podían componer su figura heroica. Por ejemplo, redujo a una las dos prisiones del conde de Barcelona y las dos contiendas con García Ordóñez, y simplificó con ver· dadero arte las bruscas alternativas de enojo y favor de Alfonso VI, reduciéndolas a una sola

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