Imágenes de páginas
PDF
EPUB

su imaginación; la emplea sólo en hacer aparecer ante nosotros la realidad misma; no nos presenta un cuadro de la España del siglo XI, sino que nos transporta a ésta y nos hace asistir a los acontecimientos. Los personajes están pintados con las convenientes medias tintas. El tono y color de la narración se amoldan blandamente al diverso carácter de cada episodio; compárense entre sí el de las arcas de arena, el del conde de Barcelona, el del rabredo de Corpes y el más importante de todos, el de la corte de Toledo, en el cual el obscuro juglar recuerda al más ilustre narrador de los tiempos modernos, a Walter Scott. Cuando así se contemplan uno frente a otro el Poema del Cid y la Chanson de Roland no puede menos de declararse, como hacían los antiguos jueces de campo, que la victoria pertenece al poeta español (1).

No pasaré por alto en esta comparación al escritor belga L. de Monge (2), porque, toman

(1) Poëme du Cid texte et traduction par DAMAS HINARD, París, 1858, ps. XIX-XXVII. En sus alusiones al Roland comete Hinard errores que no importa aquí hacer notar.

(2) Etudes morales et littéraires; épopées et romans chevaleresques, Bruxelles, 1887, p. 285, "Le Cid et Roland". -E. BARET, Histoire de la litterat. esp., París, 1863, p. 28, dice que el Poema del Cid comparte la exactitud de Homero en lo que concierne al conocimiento de los lugares, pero, sólo atento a los cantos del pueblo, no procura hacer obra de poeta, bien diferente del autor del Roland, que ha leído a Virgilio y se entretiene en crear una geografía fan

do un punto de partida opuesto al de Hinard, llega a un resultado semejante. Para Monge, el autor del Roland es un bárbaro de genio, lleno de una ignorancia estupenda; mientras el poeta del Cid es "un espíritu culto, que persigue, por cima de las realidades de su tiempo, un ideal más elevado, y hace concurrir todo, con una rara discreción, al fin que se propone". "En el Roland nos choca la dureza de las costumbres, la ferocidad, la intolerancia (1); en el

tástica, unos personajes y hazañas imaginarios. No quiere en punto a invención artística disputar los derechos de España, pero se inclina a creer que El Cid conocía al Roland. -Recogiendo los indicios de imitación y algunas semejanzas que señalan Baret e Hinard, J. FITZMAURICE-KELLY (A history of spanish literature, London, 1898, p. 49, mejor en la traducc. francesa, París, 1904, p. 47) dice: "ce ne sont là que des détails qui, tout en indiquant que la chanson de geste française a pu exercer quelque influence extérieure et formelle, ne prouvent pas une imitation directe. Le sujet et l'esprit, dans le Poema, sont essentiellement espagnols et, en tenant compte de ce fait que le juglar se sert de la formule épique conventionnelle, son œuvre est grande en vertu de sa simplicité, de sa force, de sa rapidité et de sa fougue."-Desconozco el artículo del Vizconde de FRANEAU, "Roland et le Cid", en Le Museon, 1883, p. 21.

(1) Otro punto de vista opuesto a D. Hinard. Este (Poëme, p. xxx1) nota en el cristianismo de ambos poemas el mismo estado infantil; pero observa en el del Poema "no sé qué de más grave, más profundo, más sombrío, más ardiente y más feroz", que anuncia la energía especial con que la inquisición será implantada más tarde en España. A esta vaguedad opone Monge la cita de los versos 534, 541, 802, 851, que muestran la bondad del Cid para con los moros, mientras en el Roland, Carlomagno intima a los

Cid, la humanidad, la caridad, la dulzura, al menos relativa." "En suma: el Poema del Cid es menos grandioso acaso que la Chanson de Roland; pero es menos bárbaro a la par que más real, más viviente, más humano, de una emoción más directamente accesible á los hombres de todos los tiempos (1).

En fin, debe tenerse presente una comparación más general del poema español con los franceses, hecha hacia 1830 por el venezolano

musulmanes vencidos la orden de convertirse, y los que resisten son degollados, ahorcados o quemados vivos. Ya Prescott (Hist. de los Reyes Católicos, trad. 1855, p. 10) había observado en la España medioeval una tolerancia muy opuesta al fanatismo de siglos posteriores. Las invocaciones frecuentes a la Divinidad que chocan a Hinard son tan frecuentes en las chansons como en el Poema, según nota Bello (Obras, VI, 277) respondiendo a Sismondi, que las tomaba por fruto de influencia árabe.

(1) Compárese a éste el juicio de E. MERIMÉE, Précis d'hist. de la litt. esp., París, 1908, p. 33: "Le Poema, qui a les mêmes mérites que la Chanson, avec moins de rudesse toutefois dans les sentiments et une moindre propension au merveilleux, garde de plus sur elle cet avantage que la lecture en est restée plus facile pour tous." Pero en estas últimas palabras Mérimée se refiere a la lengua del Poema. -Los modernos romanistas no desarrollan este tema comparativo. GASTON PARIS, Extraits de la Chanson de Roland, París, 1896, p. xxxiv, se limita a decir que "la forma de la Chanson de Roland suscitó en los Cantares del Cid una admirable imitación". G. Bertoni (Il Cantare del Cid, Bari, 1912, p. 25), encariñado de antemano con el Roland, no desvía su primer entusiasmo al traducir el Poema del Cid; cree que éste no llega con mucho al grado de sorprendente belleza de la Chanson de Roland, aunque puede ponérsele al lado en muchos respectos.

Andrés Bello. Este desconocía el Roland, pero había leído varias chansons manuscritas en el Museo Británico, lectura entonces peregrina aun entre los franceses. Por esto, al ver que Sismondi calificaba al Poema del Cid, sin duda comparándolo con los de Pulci, Boyardo y Ariosto, como el más antiguo compuesto en las lenguas modernas, Bello comprendió que no era con esos poemas con los que debía compararse, "sino con las leyendas versificadas de los troveres, llamadas chansons, romans i gestes” (1). Y continúa: "En cuanto a su mérito poético, echamos menos en el Mio Cid ciertos ingredientes i'aliños que estamos acostumbrados a mirar como esenciales a la épica, i aun a toda poesía. No hai aquellas aventuras marabillosas aquellas ajencias sobrenaturales que son el alma del antiguo romance o poesía narrativa en sus mejores épocas; no hai amores, no hai símiles, no hai descripciones pintorescas (2). Bajo estos respectos no es comparable el Mio Cid con los

(1) BELLO, Obras completas, Santiago de Chile, 1881, t. II, ps. 21-22. La primera redacción de este juicio puede verse en el t. VI, p. 249.

(2) Téngase en cuenta que Bello engloba en la comparación las gestas y los romans o novelas versificadas, y que además creía que el Mio Cid había sido escrito a principios del siglo XIII. Para formarse idea de las chansons que Bello conocía véase Obras, II, 206 (Charlemagne, Girard de Viane), 214 (Siège de Narbonne), 224 (Brutus), 226 (Garin le Loherain, Aimeri de Narbonne, Beuves de Commar

más celebrados romances o jestas de los troveres. Pero no le faltan otras prendas apreciables i verdaderamente poéticas. La propiedad del diálogo, la pintura animada de las costumbres i caracteres, el amable candor de las expresiones, la enerjía, la sublimidad homérica de algunos pasajes (1) i, lo que no deja de ser notable en aquella edad, aquel tono de gravedad i decoro que reina en casi todo él, le dan, a nues

cis), 229 (Chevalier au Cygne), etc. Véanse otros que cita en el t. VI, p. 247.

(1) Comentando el voto de Alvarfáñez, dice Bello (Obras, II, 219) que los versos 493-505 "son dignos de Homero por el sentimiento, las imájenes i la noble simplicidad del estilo". Por entonces mismo A. DE PUIBUSQUE, en su Hist. comparée des littérat. espagnole et française, I, 1843. p. 41, analizando la escena de la corte de Toledo, dice: "dans ces divers tableaux, tout l'art du poète est son naturel; mais ce naturel n'a-t-il pas quelque chose du sentiment élevé qui inspira l'Iliade? n'est-ce pas la même simplicité d'héroïsme?" También OZANAM, en su Pèlerinage au pays du Cid (1853, Melanges, I, p. 19) dice de la despedida del Cid y Jimena: "Vous reconnaissez l'accent des adieux d'Andromaque et d'Hector, avec la majesté chrétienne de plus; de moins une grâce et un éclat dont la muse grecque a le secret. Dans le poëme du Cid comme dans les épopées homériques, nous touchons au fond primitif de toute poésie." El mismo Quintana se acordaba, a pesar suyo, de Homero: "Hay sin duda gran distancia entre esta despedida y la de Héctor y Andrómaca; pero es siempre grata la pintura de la sensibilidad de un héroe al tiempo que se separa de su familia; es bello aquel volver la cabeza alejándose, y que entonces le esfuercen y conhorten los mismos a quienes da el ejemplo del esfuerzo y la constancia en las batallas."No puede pasarse de estos vagos recuerdos homéricos. Por ahora los poemas medioevales y los clásicos apenas son materia homogénea propia para la comparación.

« AnteriorContinuar »