Imágenes de páginas
PDF
EPUB

las Mocedades de Rodrigo, no supo sustraerse al gusto corriente, y nos pintó un Cid díscolo con su rey, lleno de esa arrogancia exagerada que tanto abunda en la epopeya.

La epopeya y la realidad ofrecían a porfía episodios de violencia, atropello y sangre, fácilmente conmovedores; pero nuestro juglar, apartándose de las fórmulas corrientes del género que cultiva, idealiza a su modo la realidad que contempla. Concibió al desterrado héroe siempre magnánimo y fiel a su rey, y presentó a éste, airado, sí, pero no hasta el punto de aprisionar a las hijas del Cid ni desagradecido a los servicios que el héroe le presta, ni poseído de los indignos celos que sintió hacia su vasallo, según la historia. Otro ejemplo: el poeta pasó muy por alto el hambre y la crueldad que sufrieron los moros de Valencia durante el asedio, y realzó, en cambio, las lágrimas y las bendiciones con que los moros de Alcocer despiden a su bondadoso vencedor. Nuestro poeta da una nota excepcional en la epopeya: la de la moderación. Se ha notado con extrañeza que el Cid del Cantar muestra las virtudes de un santo (1), y si se considera la dificultad de desenvolver dentro de esta altura moral una epopeya de guerra,

(1) L. BESZARD, en la Zeitschrift für roman. Philologie, XXVII, 1903, ps. 529 y 652.

enemistades y venganza, se admirará bien el poder artístico de nuestro juglar, que, fiel a una grave concepción de la vida, acierta a poetizar hondamente en su héroe el decoro absoluto, la mesura constante, el respeto a aquellas instituciones sociales y políticas que pudieran coartar la energía heroica.

Transformando así estos sentimientos fundamentales de la epopeya, seleccionando las noticias históricas y las tradiciones fronterizas relativas al Cid, nuestro juglar planeó su poema en torno de un pensamiento, con fuerte unidad, alabada en justicia desde que Wolf la puso de manifiesto. Toda la acción guerrera y política se agrupa claramente en torno del engrandecimiento progresivo del desterrado; y de ese engrandecimiento se desentrañan, y a él contribuyen finalmente con toda lógica, el matrimonic de las hijas, la desgracia familiar y el castigo de los traidores. Otras obras maestras de la epopeya de la venganza dividen su interés, y en la primera parte tienen por héroe a la víctima y en la segunda a su vengador; así, los Infantes de Lara. El Roland halla, en medio de esta bipartición, una grandiosa unidad en la figura del vengador Carlomagno; pero en los Nibelungos se descentra por completo la acción cuando el interés, que primero se agrupa en torno de Sig

frido y de su viuda Krimhilda, se aparta de ésta al final para dar proporciones de coloso al traidor Hagen.

Nada más distinto, empero, que la unidad del Poema del Cid y la del Roland. La de éste es mucho más simple; su argumento está perfectamente agrupado, pero es seco en demasía; no es sino una doble batalla preparada por una traición inmediata. Además, los recursos que el poeta pone en juego son perfectamente unilaterales. Todos los personajes piensan y obran sólo en cuanto guerreros preocupados únicamente de sus deberes militares. Aparecen dos mujeres, pero la reina Bramimunda no tiene fisonomía especial femenina, y Alda, la novia de Roland, ocupa 30 versos escasos, los cuales, sean o no del autor primitivo, componen una escena magnífica sí, pero que por su tono sobrio se despega del resto de la Chanson. Roland muere removiendo en su memoria los recuerdos más hondos, sus conquistas, su espada, sin que haya para Alda el menor lugar. Antes, Roland, al ver inminente la pelea con los sarracenos, se siente dominar por el instinto felino de la matanza : Quant Rollanz veit que bataille serat

plus se fait fiers que leun ne leuparz (v. II10),

y no le preocupa más que el deseo de servir bien a su emperador, por quien el vasallo debe sufrir

grandes males y debe perder su sangre y su carne. También el Cid, cuando ve que le ataca el rey de Marruecos, siente la fiera alegría de la lucha. La batalla que le presentan es delicioso regalo traído de Africa,

venídom es deliçio de tierras d'allén mar.

Pero su alegría mayor es porque su mujer y sus hijas le verán lidiar en defensa de Valencia, heredad que para ellas ha ganado; la presencia de las dueñas le aumenta el coraje:

non ayades pavor porque me veades lidiar,
con la merced de Dios e de santa María madre,
crécem el coraçón porque estades delant (v. 1653).

La catástrofe misma del Roland se funda en ideas puramente feudales. Por pundonor militar se queda poco preparado Roland en la retaguardia peligrosa; y por un pundonor tan sutil que es incomprensible hasta para el mismo Olivier, Roland se condena con 20 000 franceses a morir sin pedir el necesario auxilio. En vez de fundarse en estas costumbres propias de una aristocracia desaparecida, el Poema del Cid busca base inconmovible en sentimientos de valor humano

perenne, y afirma así su interés. El vasallaje ocupa una parte del poema, pero no la principal, que está consagrada a la afrenta de las hijas del héroe. Los personajes no son únicamente ejércitos de cristianos y moros, sino que toman

parte en la acción gentes extrañas a la vida militar, mujeres, niños, monjes, burgueses, judíos, los cuales en su obrar nos hacen ver la vida pacífica de las ciudades, la contratación, las despedidas, los viajes, los saludos y alegrías del encuentro, las bodas, las reuniones íntimas para tratar asuntos familiares o para bromear, la siesta, los atavíos, las entrevistas solemnes, los oficios religiosos. La guerra misma es mucho más variada e interesante en el Cid que en el Roland.

En esta complejidad de vida y en este carácter ampliamente humano se parece más el Poema del Cid a los Nibelungos; pero sólo en eso. La calculada disposición del Poema del Cid parece convenir a un héroe tan tardío de la epopeya, y nada tiene que ver con ese pujante desorden en la acción y en las pasiones que muestran los Nibelungos como herencia de las leyendas primitivas en que se fundan. En el Cantar castellano el héroe aparece revestido de elevación moral y de imponente mesura; la lucha de dos pueblos y dos religiones se consuma con la mayor energía y tolerancia; trátase además un conflicto social que refleja las aspiraciones democráticas de Castilla, el choque de dos clases, una envanecida tranquilamente en su poder y otra recia y firme en sus conquistas, que de ser una

« AnteriorContinuar »