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D. De i: basiu (baisu), beiso y beso; ferrario (ferrairo) herrero, sapias (saipas) sepas, capias (caipas) quepas, etc. E. De s: en el nexo x (= c s) tenemos metátesis en los antiguos perfectos: visque de vic-si, trasque de trac-si. 121. 2. Asimilación.-Por ella se hacen iguales dos consonantes distintas:

A. Contiguas: meneallo por menearlo, nombrallas por nombrarlas, tralladar por trasladar, tenienno tenien lo, sabeno saben lo, enno, enna y eno, ena = en lo, en la; venré verré, tenrá terrá.

B. No contiguas: perigros peric(u)los, mimbre vimine, crerecia clerecía.

122. 3.o Disimilación.-Fenómeno contrario a la asimilación, en virtud del cual una consonante que se halla repetida en dos sílabas seguidas, cambia en otra en una de ellas o se pierde.

A. Cambian: r en l: carcere cárcel, marmore mármol, liliu lirio; den ly r: madrideño, madrileño, barreda barrera, etc.; m en n: niembro por miembro, nembrar de

memorare.

También tiene lugar en consonantes contiguas: nomne (nomre) nombre, gámbaro de cammaru.

B. Se pierden la r y la s en algunos casos: aratru arado, propiu propio, prostrare postrar; y en los antiguos nolos por noslos, avedelos por avedeslos, etc.

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123. 4. Epéntesis.-Letras epentéticas (1) son las na

(1) O mejor dicho letras de equilibrio fonético, exigidas por ciertos sonidos vocales que, debiendo pronunciarse con cierto peso o tensión, van seguidos de una consonante demasiado dé bil para resistirlos, y necesitan, por tanto, el auxilio de una semivocal para no perder su cantidad o peso. Este fenómeno abunda mucho en la historia de las lenguas y está ligado estrechamente con el de la prolongación orgánica de las vocales tónicas o diptongación en castellano. Téngase en cuenta que la letra epentética es siempre semivocal. Otras veces obedece la epéntesis a la necesidad de armonizar dos sonidos incompati bles, lo que hemos visto sucede con la b y la d entre n-r, l-r⋅ y m-r. (V. números 96 y 89.) También puede explicarse en otros casos por la analogía.

sales ny m ante consonante muda; la r, la d y la bentre nasal y líquida, y una vocal entre consonante muda y líquida.

A. N ante muda gutural, palatal, dental, silbante y

nasal:

a) Gutural: ninguno de nec-unu, langosta de locusta, ronco de raucu.

b) Palatal: mancha de macula, menge y mege (médi→ co), enjambre de examine, ponzoña de potione.

c) Dental: pintor de pictore, alondra de alauda, rendir de reddere, etc., y en los imperativos antiguos rrogand por rogad, dand-nos por dad-nos, etc.

d) Silbante: mensaje de missaticu, fonsado y fosado, ansi y así, etc.

e) Nasal: enmendar de emendare, etc.

B. M ante labial: embriago de ebriacu, recombrar de recuperare. También n ante v en invierno de hibernus(de hiems, emis) ant. yvierno.

C. Epéntesis de r. Puede tener lugar en sílaba inicial y en sílaba final, estrella de stella, tresoro de tesauru, bretónica y betónica, alguandre de aliquando, delante y delantre, y los antiguos adverbios: en -mentre de mente, fuerte mientre, etc.

D. Epéntesis de d y b (v. números 96 y 89). Además de b en balumba de volum(i)na, dombo y domo, cúpula. E. Epéntesis de vocal. Tiene lugar entre muda y líquida (v. núm. 114, nota), coronica y crónica, Ingalaterra e Inglaterra. Además, después de líquida: en calavera de calvaria, torozón y torzón de torsione, calamina de cadmia, fr. calamine, etc.

124. Prótesis. En castellano es muy frecuente la a protética, cuyo origen debemos reconocer en los muchos verbos latinos compuestos con la preposición ad y en el artículo árabe. Por analogía con los primeros, la tomaron muchos verbos que no la tienen en su origen: amostra y amuestra por demuestra; acontrastar y contrastar de contra+stare; apartir y partir, avengar y vengar, etc.; y por analogía con estos verbos muchos substantivos derivados de su radical: adivinar y adivi

no, atemplancia y atemplamiento, de atemplar lat. a perare. En otros substantivos se antepuso el art árabe (1), y artículo árabe y substantivo latino se uni estrechamente en castellano formando una sola pala azufre de sulphure, agalla de gallam, etc.; en otra substantivo y el artículo árabes han pasado al castel como una sola palabra: atambor y tambor, aduana, bañil, etc.

(1) Téngase en cuenta que la 7 del artículo árabe al n pronuncia, sino que duplica el sonido de la consonante qu sigue, si ésta es «letra solar»; así: al-çequiya se pronuncia a quiya, castellano acequia.

SEGUNDA PARTE

MORFOLOGIA

En la fonología hemos visto las modificaciones que la palabra ha sufrido en su estructura material al pasar del latín al castellano. Veamos ahora las que ha sufrido en su forma.

Dividiremos esta parte en cinco secciones: I. Del nombre. II. Del adjetivo. III. Del artículo y pronombre. IV. Del verbo; y V. De las palabras invariables.

I

Del nombre.

125. Casos del latín literario y del latin vulgar.Un substantivo latino que tenga completa su declinación se nos ofrece en el latín clásico con doce formas, seis en singular y seis en plural (1). El latín vulgar redujo los

(1) Primitivamente los nombres latinos tuvieron, sin duda ninguna, muchas más formas. En el sánscrito, lengua hermana de la latina, se nos presentan los nombres con diez y nueve formas: ocho en singular, ocho en plural y tres en dual. La lengua latina, al individualizarse perdió el número dual y los casos instrumental y locativo del singular, conservando la forma de éste en contados nombres. Si tenemos, además, en cuenta que el vocativo es, por regla general, igual al nominativo y que

casos a dos: el nominativo o caso del sujeto y el acusativo o caso del objeto. De estos dos casos sólo uno ha pasado a las lenguas romances.

126. Valor de los casos.-Mediante las desinencias o sufijos de caso, expresaba la lengua latina las relaciones que las palabras guardan entre sí en la oración: así, para expresar que entre los nombres Cicerón y discurso mediaba la relación de propiedad, ponía el latín en genitivo el nombre del poseedor y decía Ciceronis oratio. El latín vulgar, al quedarse con sólo dos casos y las lenguas romances con uno, tuvieron necesidad de suplir con otras palabras la idea que en el latín literario y vulgar primitivo expresaba la desinencia de caso, y de ahí las preposiciones, que no son otra cosa más que un equivalente de las desinencias latinas: así en el anterior ejemplo:

Ciceron-is oratio

Ciceron-de discurso, es decir, discurso de Cicerón (1).

127. Equivalencia de los casos.-Las preposiciones que emplea el castellano en equivalencia y sustitución de

el dativo y ablativo del plural son iguales, aquellas doce formas quedan reducidas a nueve en el latín clásico, o mejor a siete en los nombres de la primera declinación (pues el genitivo y dativo del singular son iguales, y también el nominativo, vocativo y ablativo, si no tomamos en cuenta la cantidad de las vocales) y ocho en los de la segunda y tercera.

(1) El orden de colocación es indiferente. El procedimiento seguido para indicar las relaciones con los casos fué en su ori. gen análogo al de las preposiciones, con la única diferencia que las partículas se pospusieron al nombre en vez de anteponerse: Ciceron-is, Ciceron-em, etc. Con el tiempo se pegaron estas partículas a los nombres y constituyeron la declinación clásica. Como estas partículas, por ser tan cortas, son átonas, se unen fácilmente a la palabra por cuyo acento se rigen, y de ahí que también en castellano antiguo empezó a formarse la declinación juntando las preposiciones al nombre y diciendo, por ejemplo: nominativo oro, genitivo doro ( de oro), y tal vez, de haber seguido esta tendencia, tendríamos el dativo paroro para oro), etc.

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