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do en Medina del Campo nuestros reyes escribieron al gran capitan Gonzalo Fernandez de Córdoba, virrey de Nápoles, en 30 de Junio de 1504, que el inquisidor general Don Diego Deza habia extendido la facultad de Don Pedro Belorado, arzobispo de Mesina, inquisidor mayor de Sicilia, para que lo fuese tambien de Nápoles y estableciera la Inquisicion moderna, como lo habia hecho ya en la isla, por lo qual encargaban al virrey contribuyese al obgeto con eficacia. Mandaron igualmente á Don Francisco Roxas, embaxador en Roma, suplicar al papa la revocacion de inquisidores antiguos. Todo fue ineficaz. Los napolitanos resistieron la novedad con quantos medios eran imaginables. Gonzalo Fernandez de Córdoba observó las cosas en estado de perder un reyno en que la voluntad de los habitantes estaba sin consolidar por su reciente adquisicion. Avisó al rey el peligro y fue forzoso desistir de la empresa. Renovada en el año 1510 se sublevó todo el reyno, y se vió precisado el rey á publicar que se contentaba con expeler á los judíos y conversos (20).

He aquí el órden progresivo con que se fue introduciendo la Inquisicion moderna. En Castilla, donde no era bien conocida, se admitió año 1481 con positiva repugnancia, pero sin resistencia. En Aragon, en que ya estaba experimentado su rigor, y se preveía su aumento por las constituciones de Sevilla, sobresalió mas la opinion nacional: y sino por el suceso desgraciado de la muerte del inquisidor Arbués, acaso todas las provincias de aquella corona hubiesen vencido como Nápoles, dando exemplo á Castilla para introducir sus pretensiones con vigor.

¿Y quién sabe si el éxîto hubiera sido agradable? Lo cierto es que nuestra reyna Isabel no recomendó la Inquisicion en su testamento ni codicilo, como lo hizo despues el rey en el suyo; y no tengo por juicio temerario el de que aquella señora estaba en el año de su muerte arrepentida de haber cedido á las instancias de los que aconsejaron el establecimien

(20) Páramo de orig. Inq. lib. 2 tit. 2 cap. 10. Zurita : anales de Aragon.

to. Apenas murió fue perseguida toda la familia y parentela de su amado confesor Don Fray Fernando de Talavera, primer arzobispo de Granada, varon santísimo, que tambien fue procesado. Es verosímil que antes de su muerte comenzara el rumor que despues produxo la explosion. Acaso la reyna llegó á entender algo, aunque no creyese que los mal intencionados se atreviesen tanto. Pero esto y la multitud inumerable de quejas dadas en Roma y España no dexarian de ilustrar su entendimiento sobre las malas conseqüencias del nuevo instituto, y de influir para el silencio en los ultimos dias de su vida. La serie de los acaecimientos posteriores hará ver el disgusto nacional por la continuacion del modo de proceder de tan odioso tribunal.

ARTÍCULO VI.

Procedimientos escandalosos de la Inquisicion de Córdoba, reclamacion de Castilla y Andalucía, variedad de sucesos en este punto con el gobierno y pronta muerte del rey Felipe Primero.

Muerta la incomparable reyna Doña Isabel, vino de

Flandes su yerno Felipe Primero á Castilla, ansioso de gobernar el reyno como marido de la reyna propietaria Doña Juana, enferma de demencia. Logró sus deseos mediante la concordia con el rey de Aragon su suegro, verificada en Villafafila dia 27 de Junio de 1506. Goberno solos tres meses por haber fallecido en Burgos á 25 de Septiembre; y este corto tiempo bastó para proporcionar memorias históricas que confirmen el concepto de que la Inquisicion tenia contra sí el voto nacional. Referiré los hechos para sacar despues las conseqüencias.

El inquisidor general, arzobispo de Sevilla, Don Fray Diego Deza, confesor del rey Fernando, habia puesto por inquisidor de Córdoba á Diego Rodriguez de Lucero, dignidad de maestre-scuelas de la catedral de Almería, luego canónigo de Tom. V. N. 2.

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Sevilla, en tiempo que la Inquisicion de Córdoba incluía el territorio del arzobispado de Granada. Lucero aborrecia naturalmente á los cristianos nuevos de orígen hebreo. Este odio le hizo tener por sospechosos de heregía judaica á todos, interrogar á los presos quanto pudiera dar noticias de otras personas y tomar de unas causas ocasion para formar otras, multiplicandolas de manera que apenas bastaban las cárceles para tanto número de presos como habia en el año 1506, quando el rey Fernando dexó de gobernar á Castilla, y comenzó el rey Felipe, antes de cuya venida estaba causado el daño baxo el gobierno del rey católico.

Entre los presos habia gentes de todas clases, fortunas y talentos, y algunos creyeron mejorar su suerte complicando en sus causas á sugetos constituidos en dignidad, persuadiendose que habiendo gran multitud de reos, y personas poderosas entre ellos, se tomaria un rumbo distinto del ordinario, cortando los procesos por medio de una providencia general benigna, con apercibimientos para lo futuro. Efecto de tal idea fueron los procesos formados contra el venerable Don Fernando de Talavera, primer arzobispo de Granada, confesor, y tal vez único confidente de la reyna católica difunta, contra una hermana del mismo arzobispo, y los hijos de esta, entre ellos Don Francisco Herrera, dean de la metropolitana de Granada, contra el consejero Illescas, los secretarios Alonso del Marmol, y Rui Lopez, el contador Baeza, y otros varios eclesiásticos y seculares.

No solo comprometieron á muchos personages de Andalucía, sino aun de Castilla, suponiendo que habia sinagogas en Córdoba, donde decian celebrarse todas las funciones solemnes de la religion hebrea, predicarse con aparato la ley de Moises, y concurrir de Castilla para esto en procesiones formadas á oir los sermones y solemnizar las fiestas, muchísimas gentes de todas clases, estados y edades, sin excluir sacerdotes seculares y regulares, doncellas de pocos años, y aun monjas; añadiéndose para ultimo complemento de la malicia que algunos concurrentes tenian pacto con el demonio, en cuya virtud iban

á Córdoba y llevaban á otros por los aires en figura de animales sin ser vistos en el camino ni echados de menos en sus

casas, iglesias y conventos.

Resultó, pues, infamada toda la corona de Castilla, en tanto grado que apenas habia familias principales del Andalucía y aun de Castilla, que no participasen del daño por sí mismas ó por sus conexiones, singularmente las de Córdoba; por lo que el obispo Don Juan Daza, el cabildo de la catedral, el ayuntamiento de la ciudad y el cuerpo de la nobleza cordobesa, teniendo á su frente al marques de Priego y al conde de Cabra, se consideraron precisados á procurar el remedio.

Estos dos caballeros escribieron al inquisidor general, residente en la ciudad de Toro (donde se hallaba la corte) pidiendole que removiese á Diego Rodriguez de Lucero, á quien atribuían la causa de tantos males, para cuya persuasion expusieron que unas veces con promesas, otras con amenazas, tormentos y medios reprobados, inducia á los presos á declarar contra otras personas crímenes no cometidos; porque era de carácter duro, cruel y sanguinario, y se dexaba llevar de la pasion de odio particular contra unos, y de resentimientos personales contra otros, complaciéndose por lo mismo en proporcionar ocasion á los presos para seguir la propia idea.

El cabildo catedral envió por diputados con igual comision á Don Pedro Ponce de Leon, canónigo y dignidad de Chantre, y Don Francisco de Mendoza, arcediano de Pedroches, despues obispo de Oviedo y Palencia. Y el ayuntamiento de la ciudad comisionó á los regidores veinte y quatros Diego Ruiz de Aguayo, y Pedro Angulo el jóven. Pero el inquisidor general estaba preocupado por las sugestiones de Lucero, y solamente respondió á los diputados de los cabildos eclesiástico y secular, y á los títulos citados que probasen lo que decian contra Lucero, y lo removeria. 'y

Esto parecia imposible por el secreto con que se actuaba en los procesos de la Inquisicion; pues solamente se podia fundar el concepto en la voz comun y rumor popular, nacidos de la inverosimilitud de ciertos hechos referidos en autos pú

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blicos de fé, y en tal qual especie particular que dixesen los penitenciados. »Victorioso Lucero continuó (dice el sabio ca"nónigo Gomez Bravo) con mas empeño manchando la fama » de religiosos, monjas, eclesiásticos, caballeros, y otras perso»nas cristianas viejas que componian un número excesivo, y "mandó derribar muchas casas con el pretexto de decir que "eran sinagogas." Al mismo tiempo publicaba que el marqués de Priego, y el conde de Cabra, eran fautores de hereges, pues los protegian; y aun imputó igual crímen al cabildo eclesiástico de la catedral y al secular de la ciudad, diciendo que favorecian á los indiciados y sospechosos de heregía y apostasía (1).

Pedro Mártir de Angleria, dignidad de prior de la iglesia metropolitana de Granada, consejero de Indias y embaxador del rey católico al Soldan de Egypto, escribia varias cartas en aquel tiempo desde la corte, reprobando altamente la conducta y los procedimientos de Lucero, y diciendo que se debia llamar Tenebrero, con cuyo nombre lo designaba por antifrasis (2).

Gonzalo de Ayora, cronista de los reyes católicos, escribiendo en 16 de Julio de 1507 á Miguel Perez de Almazan, secretario del rey Fernando, quando éste volvia á tomar el gobierno de Castilla por muerte de Felipe Primero, le hablaba del estado de la Inquisicion, y recordando el que habia dexado su magestad quando fué á Nápoles le decia entre otras cosas lo siguiente: »En lo de la Inquisicion el medio que se dió » fué confiar tanto del señor arzobispo de Sevilla, y de Luce"ro, y de Juan de la Fuente (3), que infamaron todos estos "reynos, y destruyeron gran parte de ellos sin Dios y sin » justicia, matando y robando, y forzando doncellas y casadas »en gran vituperio y escarnio de la religion cristiana.....

(1) Gomez Bravo: catálogo de los obispos de Córdoba tom. 1. cap. 16. = Pedro Mártir de Angleria, epistolas 333, 334, 342, 344, 345, 37°, 372, 385, y otras. Pedraza: historia de Granada

part. 4. cap. 31.

(2) Pedro Martir de Angleria, epistolas citadas.

(3) Este Juan de la Fuente, era consejero de Castilla y de la Inquisicion.

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