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43-3-16

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MEMORIA HISTÓRICA

SOBRE QUAL HA SIDO

LA OPINION NACIONAL DE ESPAÑA

ACERCA DEL TRIBUNAL DE LA INQUISICION,

LEIDA EN LA REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA
EN LAS JUNTAS ORDINARIAS DE LOS DIAS 25 DE OCTUBRE
I, 8 Y 15 DE NOVIEMBRE DE 1811,

POR SU AUTOR EL CONSEJERO DE ESTADO

DON JUAN ANTONIO LLORENTE, para ser admitido en la clase de Académico de número.

Quod jam non dubiis póteris cognoscere signis.

Virgil. lib. 4. georg.

EXORDIO.

SENORES:

Si para investigar qual sea el modo de pensar de una nacion

acerca de algun establecimiento nos hemos de gobernar unicamente por el testimonio de los escritores públicos, no puede dudarse que la nacion española amó tanto, como temió, al de la Inquisicion contra los hereges, llamada unas veces Tribunal de la fe, otras Tribunal de la santa Inquisicion , y mas comunmente Santo oficio de la Inquisicion.

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Apenas se hallará un libro impreso en España desde Cárlos Tom. V. N. 2.

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primero hasta nuestros dias en que se cite sin elogio la Inquisicion, directamente ó por incidencia; y por lo respectivo á los escritores de asuntos religiosos ó sus adherentes, parece que les han faltado siempre dignas expresiones para su encomio.

¿Un español escribia de la religion? ¡Ó España (exclamaba): tú eres deudora de la pureza de los dogmas al santo oficio de la Inquisicion, el qual te defiende de todos los ataques de la heregía para tu felicidad! ¿Se habla de política? ¡Feliz España (dicen) que con solo mantener el santo tribunal estás libre de las convulsiones intestinas que con mucha frecuencia ponen á los otros reynos en peligro de perderse por la diversidad de religiones entre sus habitantes, y por la falta de un santo oficio que persiga, castigue y extermine los hereges! ¿Se trata de poblacion, agricultura, fábricas, artes, artes, industria, ó comercio? Mas feliz es nuestra España (escriben) que todos los otros reynos á pesar de lo que se nos pondera florecer éstos, porque Dios, premiando á nuestros reyes el zelo de la Fe manifestado en el establecimiento y conservacion del santo tribunal, les ha dado el imperio de un mundo nuevo que nos proporciona con el oro y la plata de sus minas los medios de suplir la falta de los objetos que para nosotros trabaja el extrangero! Qualquiera que sea la materia de un libro, se ha encontrado siempre motivo y ocasion de citar al santo oficio como principio y medio de la felicidad española.

Pero ésta misma generalidad, ésta monotonia de ideas, nos debe hacer cautos. Parece imposible que tantos hombres sabios como ha tenido la España en tres siglos, hayan sido de una misma opinion. Haberse opuesto unos á otros en todas las materias (aun las mas claras y notorias) por un efecto natural de la condicion del entendimiento humano, y conformarse todos en esta sola, presenta suficiente motivo de dudar de la sinceridad de muchos ; especialmente si traemos á conseqüencia, como es justo, que algunos capaces de dar peso á la buena opinion pública de la Inquisicion, fueron procesados por ella como Arias Montano, Fray Luis de Leon, Don Bartolomé Carranza, Don Melchor de Macanaz, y otros tales.

Es forzoso que hubiese causa particular para conformidad tan extraordinaria como la de escribir elogios de un establecimiento que por su primer aspecto presentaba el carácter odioso de mandar las delaciones baxo pena de excomunion mayor lata; recluir los acusados en carcel solitaria sin el consuelo de la comunicacion con esposos, padres, hijos, hermanos, parientes y amigos; negar al reo el procesó original para su defensa; y no manifestar jamas los nombres de los testigos para tachar los que debieran serlo. Me parece imposible que todos opinasen como escribian.

Una de las facultades de los inquisidores es el hilo que indica la salida de este laberinto. Estaban autorizados para proceder contra los que pusieran, ó procurasen poner, obstáculos al exercicio de la Inquisicion; y desde luego incluyeron en esta clase á qualquiera que hablase mal del santo oficio, ó del modo con que se procedia en la formacion de sus causas. He aquí el origen cierto de los elogios que le prodigaban muchos para exîmirse de una nota que podria producir su desgracia.

Debemos, pues, distinguir tres clases de panegiristas : una de los que tenian, ó esperaban tener, empleo en la Inquisicion: otra de los que recelaban ser procesados si manifestasen su verdadera opinion: otra de los que ni esperaban ni temian, pero miraban con indiferencia un establecimiento con el qual no tenian relaciones. Los primeros merecen poco crédito en sus elogios; porque les preocupaba el interes. Los segundos menos; porque se producian conducidos del terror o de una prudente cautela. Los terceros tampoco; porque si bien es cierto que hablaban de buena fe, tambien lo es que no lo hacian por efecto, de sus propias luces, sinó excitados de lo que leian y oian.

Mas adoptado este sistema ¿por qué medios sabremos la verdadera opinion nacional? Por los hechos de la nacion misma, y por el exâmen crítico de algunas proposiciones que, á pesar de las cautelas hijas del miedo, dixesen algunos hombres de juicio, dándonos ocasion para conocer la estatura de un gigante por la dimension de un dedo.

Los literatos extrangeros, acostumbrados á suponer en los

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