Imágenes de páginas
PDF
EPUB

al mismo tiempo preparaba el conde de la Cañada don Juan Acedo Rico gobernador del consejo, y no publicó hasta el año 1794.*

No merecieron empero de aquel gobierno igual proteccion los derechos de los obispos: funesto efecto del concordato de 1753, celebrado entre Fernando VI. y Benedicto XIV. en el cual, como en los de otros estados, pactando reyes y papas sobre derechos agenos, dieron cierta estabilidad y aun ayre de legalidad á las usurpaciones de la curia. Este mal tenia á su favor el haberse estudiado en España el derecho canónico, como he dicho, por instituciones fundidas en la turquesa de las falsas decretales: mal que momentáneamente se remedió, mas que por desgracia ha vuelto á agravarse.

CAPITULO III.

Progresos literarios. Persecucion de literatos.Duque de Almodovar.-Azara.-Olavide.-Samaniego. Obispos del Consejo extraordinario.-Liga de la inquisicion con los jesuitas y la curia romana. -Conclusiones de Ochoa.-Plan de Mr. Clement. -Bails.-Iriarte.-Banco de San Carlos.-Sociedades patrióticas.-Normante.-P. Cadiz.

RAPIDOS progresos hicieron en aquella época las ciencias exactas, la quimica, la astronomia, la náutica, la hydráulica, la mineralogia, la pintura, la escultura, y la arquitectura; emprendiéronse por direccion del gobierno canales, calzadas y otras obras de utilidad pública: reynaba ademas entonces el orden en la recaudacion y administracion del tesoro: tenia la nacion un

* Intitulase Observaciones practicas sobre los recursos de fuersa. Dos tomos en fol.

buen exército, su marina era comparable á la de las potencias maritimas florecientes: el gabinete español era respetado por su energia y cordura todo prometia al reyno una estable prosperidad para las edades futuras.

Al comercio dió grande ilustracion la obra que en aquel tiempo publicó el duque de Almodovar intitulada: De los establecimientos de naciones europeas en paises ultramarinos. Ocultó su nombre bajo el anagrama de Eduardo Malo de Luque: mas todos sabiamos que era suya la obra, y aun el mismo la presentó como tal á Carlos III, y á mi me mostró los paquetes que tenia de ella en su casa. Fue uno de los grandes de España mas ilustrados de su tiempo: de la embajada de Viena que sirvio algunos años, sacó gran partido para fomentar las letras á su vuelta: dicho se está que debia irle á los alcances el santo oficio. El fondo de su obra era la de Raynal, de la qual empero suprimió lo que á su juicio no podia correr en España. Mas no le valió esta cautela para evitar el que fuese delatada, y que hiziese la inquisicion pesquisa reservada sobre las opiniones religiosas de su autor. Formaron sumaria contra él, mas no resultó mérito para su prision. De esta clase de procesos comenzados hubo muchos en aquella época: concluida la sumaria, iban al archivo sin mas consecuencia que dexar pendiente la suerte de la delatados, y sus nombres escritos en el libro verde, llamado vocandorum. Uno de estos fue don Josef Nicolas de Azara, célebre literato de aquel tiempo, ministro plenipotenciario de Roma, delatado como filósofo incrédulo á las inquisiciones de Zaragoza y de Madrid; el qual no fue preso por falta de falta de pruebas. Cosas graciosisimas le ocurrian sobre este resvaladero en que se vio, de ir á parar á los recónditos calabozos del santo oficio. Muy bien

sonaban en su boca esta tecla, y la otra del jansenismo, manejado por Roma y por la compañia para denigrar á los que llaman ambas enemigos de la iglesia, esto es, de las nuevas máximas de la curia.

Esto me trae á la memoria el autillo de don Pablo de Olavide que se celebro en el tribunal de corte pocos dias antes de haber yo llegado á Madrid; por que cabalmente el Duque de Almodovar fue uno de los delatados al tribunal por el secretario de la interpretacion de lenguas don Felipe Samaniego, de resultas de haber asistido á aquella funcion. Quando fue preso Olavide en 1776, era asistente de Sevilla, y director y gobernador nombrado por Carlos III. de las nuevas poblaciones de Sierra Morena y Andalucia. Procedio la inquisicion á su arresto teniéndole por sospechoso de muchos errores hereticales, con especialidad de los de Voltaire y Rousseau, con quienes estaba en intima correspondencia. Del proceso resultaba que habia hablado Olavide con los nuevos pobladores el lenguage de sus dos amigos sobre el culto externo de la religion en los templos de aquellos pueblos. No tubo prudencia para recatarse de ellos, manifestándoles francamente sus opiniones en orden al toque de campanas, á la veneracion de las imágenes, á la abstinencia de carnes, á la devocion del rosario y otras semejantes, á la limosna de las misas, sermones y administracion de sacramentos. Negó muchos hechos y dichos, explicó otros á que pudieron dar mal sentido sus oyentes: mas confesó los bastantes para que opinase el tribunal que estaba imbuido en las máximas de aquellos filósofos. Pidió perdon de su imprudencia, mas no de la heregia, protestando que nunca perdió la fe, aunque por el

C

proceso apareciese lo contrario. Mucha parte tubo en él la fanática preocupacion de algunos frayles y clérigos, para quienes es impio el que no ensalza ciertas prácticas lucrativas que llaman ellos devotas, á pesar de no ser conformes á la adoracion de Dios en verdad y en espiritu: prácticas empero reprobadas por el célebre obispo Abulense Alfonso Tostado, y por otros prelados nuestros muy religiosos.

A este auto que se celebró á puerta cerrada, asistieron sesenta personas condecoradas, en virtud de convite del inquisidor decano don Josef Escalzo, que murió siendo obispo de Cadiz. En él compareciò Olavide como reo con una vela verde apagada en la mano; el inquisidor general don Felipe Bertran le dispensó de la humillacion de estar en pie, y de la otra mas dura del sambenito, que es un grande escapulario de dos aspas con soga al cuello, trage que segun las ordenanzas de la inquisicion debió vestir desde entonces, por haber sido declarado herege formal en la sentencia. Al oirla dixo: yo nunca he perdido la fe, aunque lo diga el fiscal: cayó del banquillo en que estaba sentado, y se le socorrió con agua: hincado de rodillas fue absuelto de la excomunion; y leida y firmada la protestacion de la fe, se retiró á su carcel. Duró la lectura del proceso poco menos de quatro horas: habiale acusado el fiscal de ciento y sesenta y seis proposiciones heréticas: los testigos examinados fueron setenta y dos. No dexa de ser reparable que uno de los cargos que se le hicieron, fuese haber defendido el sistema planetario de Copérnico. Refirióme esto con escándalo el P. Magi, obispo de Guadix, que fue uno de los asistentes. Prueba de que á pesar de la demonstracion á que ha llegado ya esta verdad,

todavia se gobernaba el santo oficio por la bárbara condenacion que fulminó contra ella la curia romana.*

Se le condenó á reclusion en un convento por ocho años, destierro perpétuo de Madrid, sitios reales, Sevilla, Córdoba y nuevas Poblaciones, confiscacion de bienes é inhibicion de empleos y oficios honorificos. Prohibiósele ademas cabalgar en caballo, usar en su vestido oro, plata perlas, diamantes, piedras preciosas, seda y lana fina, no permitiéndosele sino sayal ó paño vulgar.

Desde el convento donde fue recluido, pudo salir con licencia del inquisidor-general á titulo de tomar baños; de cuya ocasión se aprovechó para pasar á Paris donde residió algunos años con el titulo supuesto de Conde del Pilo. En 1798, logró permiso de Carlos IV. para volver á España, en lo qual intervino el cardenal Lorenzana que era inquisidor-general. Tenia entonces 74 años; fue bien recibido de la corte, donde se presentó en la jornada del Escorial. Borró de todo punto la prevencion contra su persona la obra que habia publicado en Francia, intitulada: El Evangelio en triunfo, o el Filósofo convertido. Desde entonces volvieron á ser mirados con gratitud los grandes servicios que hizo á los pobladores de Sierra Morena: la constancia con que los fue aficionando á los tra

* Paulo V. condenó este sistema como contrario á la Sagrada Escritura, prohibiendo so pena de excomunion la lectura de los libros que le defienden. Acaso por este miedo, los doctos religiosos minimos Jacquier y Lesueur que publicaron en Roma la obra intitulada Principios de Newton, protestaron que no admitian, como aquel filosofo ingles, el movimiento de la tierra al rededor del sol. Es notable que un presbitero emigrado frances, llamado Prevost, hubiese escrito desde Fano á cierto cardenâl en 1795, rơgandole que admitiese la dedicatoria de un grueso volumen que habia escrito contra el sistema de Copérnico por zelo de la religion, en vista de la prohibicion de Paulo V. Esto tiene que agradecer la astronomia a la curia.

[ocr errors]
« AnteriorContinuar »