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que en todas las universidades hubiese un censor regio, sin cuya anuencia no pudiese imprimirse conclusion ninguna ni defenderse públicamente.

*

A otra burla muy pesada se expuso por aquel tiempo el presbitero frances Clement, que fue despues obispo de Versailles: de la cual trata él mismo en el tomo ii. del Diario de la correspondencia y de los viages por la paz de la Iglesia. Llegó cabalmente à Madrid cuando se agitaban los grandes negocios sobre jesuitas y reforma de la inquisicion. Era hombre franco, y no conocia el terreno. Travó amistad con el conde de Aranda, con los fiscales Campomanes y Moñino, con el ministro don Manuel de Roda, y con los obispos La Plana y Molina y otros personages de la corte. No tubo reparo en auxiliar los buenos deseos que veia en todos, de contribuir al remedio de los abusos y males de que se lamentaban. Propúsoles para ello tres cosas: 1. Que no hubiese mas inquisidores que los abispos, cada cual en su diocesi, asociados de dos consultores : 2. Que no se consintiesen mas monges ni frayles que los inmediatamente sugetos á la jurisdiccion y direccion de los obispos: 3. Que en todas las escuelas se enseñase la teologia por la doctrina de san Agustin y santo Tomas, y no se consintiesen las varias denominaciones de tomistas, escotistas, suaristas y otras semejantes que formaban en las escuelas distintos partidos.

No sabia Clement que solo el husmear aquel plan los frayles y los inquisidores, era bastante para que se levantase contra él una furiosa tor

* Este ministro nunca fue marques, como le llama con equivocacion mi erudito amigo D. J. A. Llorente. En medio del gran favor que le dispensó Carlos III. jamás quiso admitir titulo ni condecoracion ninguna. El titulo de Marques de Roda se dio despues de su muerte, y con el fin de honrar su memoria, á un sobrino suyo y heredero, que era consegero de Castilla.

menta. Menos sospechaba aun, y con menos razon, que se trasluciese un secreto confiado a muchos en pais donde tenian tantos espiones la inquisicion, el jesuitismo y la corte de Roma. Ello es que al momento fueron informados de todo el P. Eleta y el inquisidor Bonifaz. Llovieron delaciones fraylescas contra el buen Clement: por un frayle bien intencionado que le amaba mucho, llegó á entender que era acusado de herege luterano y calvinista y enemigo de las órdenes religiosas. A pesar de esto, temieron los inquisidores los efectos que hubiera producido su prision, por la intimidad que merecia á los primeros áulicos; contentáronse con intrigar para que se le mandase salir del reyno. El ministro Roda que veia de cerca este nublado, avisó confidencialmente á Clement que le convenia separarse de Madrid, sin decirle por que. Fue tal el terror que le inspiró esta indicacion, suponiendo estar en gran riesgo, que inmediatamente partió para Francia; abandonando el viage de Lisboa, ádonde tenia resuelto ir antes, no fuese que á la vuelta le echasen mano los satélites de la inquisicion, caso de haber cambiado el aspecto politico de la corte.

Poco tiempo despues fue preso en las cárceles del tribunal de corte por sospechas de ateismo y materialisimo el celebre profesor de matematicas don Benito Bails, autor de las instituciones que se enseñaban ya entonces y siguen enseñándose en aquellas escuelas y en otras de Europa: persona bien quista y de grandes relaciones, á quien conoci quando vivia en la calle de carretas. Apesar de estar tullido y avanzado en edad, fue arrastrado á la prision con una sobrina que se brindó á encerrarse con él por piedad para asistirle. Aun antes de la publicacion de testigos, al oir los cargos, confesó haber dudado sobre la existencia de Dios y la inmortalidad del alma, ase

gurando empero que no habia llegado á tener por cierto el materialismo ni el ateismo. Mas que habiendo vencido ya aquellas dudas, deseaba abjurar de corazon todas las heregias, en que se le suponia convicto, y ser absuelto y reconciliado, Tratósele con benignidad: estubo algun tiempo en la inquisicion en calidad de recluso: luego se le permitió volver á su casa: ademas de varias penitencias espirituales, se le impuso una pecuniaria para gastos del santo oficio. No dexaron por este fracaso de tratarle despues sus amigos, y siempre se hizo justicia á su mérito literario,

De la misma época es el proceso fulminado por el tribunal de corte contra el abogado don Luis Cañuelo, penitenciado y sentenciado á abjurar de levi por proposiciones insertas en varios números del periódico anónimo intitulado el censor. Habia declamado en él contra varias prácticas supersticiosas detestadas por la iglesia, y contra el abuso de exagerar las gracias é indulgencias atribuidas al escapulario de la virgen del Carmen, y á otras prácticas exteriores que por no ser acompañadas del espiritu de la religion, pueden inspirar á los menos doctos vana confianza. Rióse alguna vez de los pomposos titulos de aguila de los doctores, melifluo, angélico, seráfico y otros semejantes. No dire sobre esto sino que se duele la religion de que se la tenga por fautora de toda extraviada credulidad, y mas de la que da seguridad á los que no se preparan para el juicio de Dios con la penitencia.

De levi hizieron abjurar tambien á don Tomas Iriarte, archivero y oficial de la primera secretaria de estado, y caballero de la orden de Carlos III. Conocile muchos años, y le aprecié por su constante laboriosidad y amable trato. Compuso el poema de la musica, y las fabulas literarias, y ademas publicó seis tomos de poesias muy estima

das de los doctos, y una version en rima castellana del Arte Poetica de Horacio. Formóle proceso el tribunal de corte por sospechoso de los errores de los falsos filósofos; tubo á Madrid por carcel con obligacion de presentarse en la sala de audiencias á dar satisfaccion á los cargos. Absolviósele en el tribunal á puerta cerrada sin concurso de otras personas, imponiéndosele una ligera y secreta penitencia. Esto llegó á noticia de pocos. Ni aun yo que estaba en otros secretos del santo oficio, llegué á saberlo hasta mucho tiempo despues. Aquel benemérito joven continuó sus tareas literarias, sirviendo la plaza de la secretaria de estado. A poco tiempo falleció en la flor de su edad, dexando incompletas muchas obras, y una selecta libreria que unió á la suya su hermano el consegero. Sé que este tesoro se halla camino

de Londres.

Mientras la inquisicion llevaba adelante su plan en España, la abolió para siempre en Sicilia Fernando IV en 1782. reintegrando á los obispos en el pleno exercicio de sus derechos: decreto no menos piadoso que sabio.* Alegándose en él,

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*Diciendo Fernando IV. en aquel decreto, que habia examinado y considerado las súplicas y recursos que se le habian dirigido contra la inquisicion; añade: En este examen ha visto que apenas se introdujo en Sicilia el tribunal de la Inquisicion, se hizo odioso á los pueblos por el modo irregular de proceder en las causas de fe. Y no obstante las muchas órdenes reales que solemnemente se le notificaban á fin de hacerle saber que en la forma de sus procedimientos no podia ni debia desviarse de la forma que prescriben las leyes y el derecho; prosigue y continua en su antiguo sistema, fabricando procesos fundados en denuncias secretas, y comprobándolos con testigos ocultos, denegando al acusado el conocimiento del acusador, y privundole de este modo del derecho de las excepciones que pudiera producir segun las leyes. Por tanto habiendo llegado á conocer S. M. que el susodicho tribunal jamás ha querido mudar de sistema, antes por lo contrario, que el inquisidor general, en vez de obedecer

ha soste

se

nido... que el inviolable sigilo es el alma de la inquisicion . ve en la precision de abolir y cnular en aquel reyno el tribunal de la inquisicion, con la única y buena intencion de que la inocencia viva segura y tranquila bajo la tutela de las leyes públicas, &c.

respeto de aquel tribunal, las mismas irregularidades que respeto del de España se le habian representado varias veces á Carlos III, no faltó quien le preguntase confidencialmente porque no seguia en esto el exemplo de su hijo el rey de Nápoles. Al cual contestó: por que los españoles quieren inquisicion, y á mi no me incomoda. Replicó este sugeto que los españoles desde que se trató de establecer en España el santo oficio, le mostraron horror, y clamaron contra él, y aun hubo por esta causa en varias provincias asonadas y movimientos peligrosos. Añadió que ya Felipe I. en 1506. estubo resuelto á abolirle de resulta de las crueldades del inquisidor de Cordoba Lucero: lo qual se frustró por haber vuelto al mando don Fernando el catolico. Que el gran canciller Selvagio y otros flamencos hácia los años 1518. lograron convencer á Carlos V. de que no convenia tolerar por mas tiempo en España aquel tribunal: pero que le disuadió de ello el cardenal Adriano, pintándosele como medio para precaver al reyno del luteranismo. Que desde aquel reynado hasta el de Carlos II, habian clamado en vano por la reforma de sus abusos, asi las cortes, como los consejos supremos. Que en el de Felipe V. llegó á extenderse el decreto de su supresion por el enojo que causaron al rey los atentados del inquisidor general Judice, no tanto contra el digno ministro Macanaz, como contra los derechos de la autoridad temporal que él defendia: mas que al cabo cedió aquel debil principe á las sugestiones contrarias de la reyna y del cardenal Alberoni. V. Magestad mismo, prosiguio este aulico, de resultas de la expulsion de los jesuitas, en vista de la instruccion que pusieron en sus reales manos los cinco prelados del consejo extraordinario; no determinándose á que fuese la inquisicion tras la compañia, hizo el último esfuerzo de su buen corazon probando si

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