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CAPITULO X.

Amigos perseguidos.-Centeno.-Los Cuestas.-Salas -Tavira.-Palafox.-Condesa del Montijo.-Yeregui.—Causas celebres de dos embusteras.—Inquisicion amenazada.-Fuero eclesiastico.

La amistad que debi al celebre religioso de la orden de san Augustin Fray Pedro Centeno, uno de los varones mas doctos del siglo pasado, me obliga á recordar la persecucion inquisitorial que sufrió siendo regente del colegio de doña Maria de Aragon. En una obra que publicaba periódicamente, intitulada El apologista universal de todos los escritores malaventurados, se propuso combatir con fina ironia el mal gusto de la literatura eclesiástica, y los escritores crédulos: las sales de su exacta censura eran tiros de metralla contra los dardos ocultos de sus encarnizados enemigos. No faltó quien le inspirase temor: mas él, no conociendo el mundo por de dentro, descansaba en la pureza de su doctrina, y en su piedad acendrada y sólida. Llovieron contra él delaciones muchas y de varias clases, y algunas contradictorias: tales manos andaban en este amasijo. Acusábanle unos de impio, que equivalia entonces á materialista y ateista: otros de hieracita, jansenista y luterano: mezclas que solo sabe hacerlas la estúpida calumnia. Largo tiempo estubo deliberando la inquisicion sobre la acometida que le convenia dar á este inocente religioso. Por último, no determinándose á sumirle en sus cárceles, le intimaron que permaneciese recluso en su convento de san Felipe el Real, para que desde alli concurriese á las audencias del tribunal de corte. Contestó á los cargos con tanta copia de doctrina y erudicion sagrada y profana, que la sola publicacion de

este escrito bastaba para haberle dado celebridad en la iglesia y en la república literaria. Hizosele cargo de que reprobaba las devociones de novenas, rosarios, procesiones, via crucis y otras piadosas prácticas; para cuya prueba se alegó el sermon de honras de cierto grande, á quien elogió por su beneficencia, diciendo que esta era la verdadera devocion, y no las prácticas exteriores de religion que no costaban trabajo, ni cuidados, ni dinero: por cuya causa no se habia pasado grande ansia de ellas su héroe. Otro cargo fue que negaba el limbo, ó lugar que se supone destinado para los que mueren sin bautismo antes de llegar al uso de la razon. Citábase como prueba de esta acusacion, que habiéndosele encargado la censura de un catecismo que se imprimia para las escuelas gratuitas de Madrid, hizo suprimir la pregunta y la respuesta sobre el limbo.

Al primer cargo contestó demonstrando con testimonios de la escritura y de la tradicion cual es la devocion digna de este nombre, y cuan conformes eran á esta doctrina las palabras de su sermon, tildadas por los delatores. los delatores. Al segundo cargo respondió que no estando definida como articulo de fe la existencia del limbo, no debia tratarse de él en un catecismo, en que á su juicio solo deben enseñarse á los fieles los dogmas de la religion, sin intercalar en ellas materias que se controvierten entre los mismos católicos. Queriasele obligar á que contestáse categóricamente si creia la existencia del limbo: al principio se resistió á ello, fundado en que no se trataba de un articulo de fe; luegó añadió que no teniendo por qué ocultar su juicio en esta parte, confesaba no creer que hubiese limbo. A peticion suya se le permitió escribir acerca de esto un tratado teológico en que ofrecia demostrar la solidez de su dictamen, sugetándole con humilde sumision á

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la decision de la iglesia. Este tratado, que formaria un tomo regular en 8°. mayor, es una exquisita coleccion de cuanto ofrecen sobre este punto la escritura, los concilios y los padres y otros doctores célebres, á cuya frente iba san Agustin. Pero ni su erudicion, ni su piedad pudiéron preservarle de que un calificador carmelita descalzo y otro minimo, á quienes traté muy de cerca, le impusiesen en plenario la nota de sospecha vehemente de heregia. Al tenor de esta censura, los inquisidores, que segun el plan del santo oficio siguen la senda por donde los llevan sus teólogos, sentenciaron á aquel piadosisimo frayle á que abjurase como vehementemente sospechoso de heregia. De este que llamo yo trabucazo, y de las varias penitencias que se le impusieron por culpas que no habia cometido, contraxo una tan exaltada hipocondria, que á poco tiempo se le debilitó el uso de la razon, y asi medio loco pasó á mejor vida en el convento de la villa de Arenas á que fue destinado.

A este catálogo de amigos mios perseguidos por la inquisicion, pertenecen los hermanos don Gerónimo y don Antonio de la Cuesta, el primero canónigo penetinciario, y el segundo arcediano titular de la iglesia de Avila. Contra ambos dio auto de prision como hereges jansenistas, la inquisicion de Valladolid en el año 1801. Esta persecución, como ya insinué antes, fue la obra maestra del confesor de la reyna don Rafael de Muzquiz, óbispo de Avila, y de don Vicente Soto de Valcarce, maestrescuela de la misma iglesia, promovido despues al obispado de Valladolid. arcediano avisado de la trama que le tenian urdida, evitó el golpe, saliendo de Avila en trage de campesino pocos momentos antes de ser allanada su casa por los ministriles del santo oficio; y se refugió en Paris. En el mismo dia fue preso su

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hermano, y llevado á las cárceles secretas del tribunal de Valladolid, donde le tubieron cinco años. La acreditada doctrina y virtud de estos respetables eclesiásticos movió á los altos amigos que tenian en la corte, á hacer conversacion con Carlos IV de la atroz injusticia con que eran perseguidos por la inmoralidad y la venganza. Designáronle tambien el mobil de aquella iniquidad, de cuyas dotes tenia ya el rey otras muestras. Ya cuando llegó á convencerse de la verdad de estos informes, pidió á la inquisicion los procesos originales de ambos hermanos. En ellos apareció que el penitenciario al oir los cargos, habia penetrado quienes eran los testigos, y demostrado su impostura. Incomodado Muzquiz con el feo aspecto que iba presentando para el su amasijo, representó al rey varias veces, no solo contra los procesados, sino contra el tribunal de Valladolid que los declaró inocentes, y cuyo fiscal habia convertido su acusacion en apologia, contra algunos consegeros de la suprema, y aun contra el inquisidor general Arce, suponiéndolos parciales. Dividiéronse los vocales del consejo; mas el rey, habiendo mandado examinar los autos, declarándo ambos hermanos habian sido perseguidos injustamente, mandó que fuesen repuestos en sus sillas y que lo fuesen por el mismo obispo succesor de Muzquiz don Francisco Salazar, que siendo inquisidor de Valladolid, y despues de corte, y consegero, habia tenido gran parte en su persecucion. A don Antonio se le habilitó para volver á España, y á su llegada, por pura formalidad, se le hicieron cargos para dar sú causa por conclusa; y asi él, como su hermano fueron condecorados con la cruz de Carlos III y con el titulo de inquisidores. A los promovedores de este atentado se les impusieron gruesas multas: á Muzquiz, como dije antes, ocho mil

que

ducados, y á Soto Valcarce quatro mil. A mi presencia pasaron muchas de las circunstancias secretas que contribuyeron al desengaño del rey. y á que con mano fuerte arrancáse la causa de la tabla del consejo de la suprema, y á que la decidiese con un real decreto expedido por mano del secretario de gracia justicia Marqués Caballero.

No tubo tan buena suerte el catedrático de Salamanca don Ramon de Salas, literato de primer orden, preso en la inquisicion de corte en 1796 por sospecha de haber adoptado los errores de Voltaire, Rousseau, &c. No negó él haber leido sus libros, mas dixo que para impugnarlos, dando por prueba varias conclusiones defendidas por sus discipulos. Por los calificadores y por el tribunal fue declarado inocente. Mas sabiendo los jueces que se le habia declarado enemigo el P. Fray Josef Poveda, frayle dominico muy preocupado,* consegero de la suprema; al remitir al consejo la sentencia, acompañaron un extracto del proceso con las doctrinas en que la habian fundado, añadiendo que debia dársele á Salas una satisfaccion pública. Por sugestiones del P. Poveda se encargó al tribunal que practicáse nuevas diligencias: practicadas estas, como insistiese el tribunal en su primer juicio, se le mandaron practicar otras extraordinarias. Por tercera vez declaró el tribunal la inocencia de

Este era uno de los dominicanos fanáticos que todo creen hallarlo en las obras de Santo Tomas; y no en todas, sino en las que les pone en las manos el plan de estudios de su orden. Que si estudiasen el sistema politico del Santo Doctor, nadie fuera mas acérrimo defensor que ellos, de los derechos inviolables de las naciones. Ponderándome él en una de nuestras conversaciones, el mérito literario de Santo Tomas, creyendo yo avanzar hasta donde o permite el buen juicio, le dixe que habia sido el grande hombre de su siglo. Descontentóle esta alabanza, teniendola por corta : y con algun calor añadió que Santo Tomas fue el mayor literato que habian producido los siglos.

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