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CENSURA VIII.

Sobre las dudas acerca de la fe de la presencia

I.

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real de Jesucristo en la Eucaristía.

Ex el capítulo 4o, hablando de la sagrada

Eucaristía, dijo el autor: «Desde los tiempos apostólicos se descubren indicios de que se comulgaba todos los domingos por las no» ches (y no por las mañanaɛ, en ayunas » como ahora ); pero entonces era signo de » no hallarse separado de la comunion de los >fieles el que recibia la Eucaristía, y por eso » leemos que se enviaba á los que habian quedado en sus casas, sin poder concurrirt » á los divinos oficios por enfermedad ó distinta causa; y aun á los ausentes mori» bundos, ó constituidos en circunstancias »estraordinarias.

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2:

« Cuando cesaron los oficios nocturnos » de los domingos y se arreglaron los diurnos » en las iglesias, despues de la paz general » de Constantino y multiplicacion de templos, » ya comenzó á dirigirse de otro modo la >> comunion eucarística. Generalizado el cris

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tianismo, fue totalmente voluntario en cada » cristiano el comulgar porque la práctica » de penitencias públicas se disminuyó nota»blemente; resó la necesidad de dar testimonio de ballarse en comunion; y comenzá

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sel estilo de repartirse pan bendito (pero no consagrado) á los que antes recibian este. 3. « Muchos siglos corrieron sin que se pro» mulgase precepto eclesiástico de comulgar en la Pascua. Los obispos y los fieles fer, vorosos procuraban comulgar en el dia de jueves santo, ú por lo menos en la quincena de Pascua que comenzaba en el domingo de Ramos y acababa en el de Quasimodo; » pero todo esto fue por actos voluntarios. 4. Desde que se impuso precepto por » estar resfriada la devocion, los inconve» nientes fueron mayores: pocos querian pasar plaza de inobedientes, y los mas comulgaban; pero como lo hacian por cumplir esteriormente la ley, es de rezelar que » careciesen de las disposiciones necesarias al » objeto : lo cierto es no haber visto al mundo » mejorado por la novedad.

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5. « Acaso no hubiesen nacido las grandes » controversias sobre la presencia real del cuerpo del Señor en la hostia ; sobre la transustanciacion y otras tales que los hombres debiéramos evitar, supuesto que ninguno de los dos partidos puede hacer demonstracion visible del estremo que re» puta verdadero; y que la disputa se ha de >> reducir siempre así al testo de los libros sagrados y las palabras de los Santos Padres » de los primeros siglos se deben entender en » este sentido, ó en el contrario; sobre lo cual jamas existirá conformidad, persuadiéndose los unos y los otros, que sus antagonistas son obstinados pertinaces porque

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>>> no se allanan á ceder á los que dicen ser argumentos concluyentes.

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6. » Creamos la institucion divina del san» tísimo sacramento de la Eucaristía Y del »santo sacrificio de la Misa conforme Dios lo » ha revelado á su Iglesia; pero huyamos de » cuestiones perjudiciales, y comulguemos con fe, devocion y pureza de alma; que es lo que pende de nuestra parte, dejando á Dios » la inteligencia de los misterios que nunca llegaremos á saber bien. Evitemos las co» muniones sacrilegas que suelen ser efecto, » del deseo de cumplir esteriormente los pre»ceptos; y dejemos estó á la devocion de cada » uno, como lo dejaron los Apóstoles para >> no ser causa ni ocasion de nuevos pecados ≫≫evitables.

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7. Los censores dicen: « Atendidos los términos en que está concebida esta proposi »cion y la distincion que se hace (en otros lugares ya notados) entre los dogmas con»tenidos en el símbolo de los Apóstoles, y los que se han definido desde el siglo tercero (á los que se da tan poca importancia que deben omitirse en las profesiones de fe esplícitas) es muy dudoso si el autor admite como cierta y una de las verdades de nuestra santa fe, la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía.

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8. Respuesta. Esta censura es de aquellas que en el lenguage inquisitorial se llamaba sujetiva, porque recaia sobre la creencia del sujeto ú persona; pues decian censura objetiva la que daban al objeto, cual eran las proposiciones

delatadas de algun libro. Siendo yo editor de la obra del escritor americano, se interpretará tal vez que tengo contraidas las obligaciones de autor porque se presume que aprueba una doctrina quien la publica, si no hace constar lo contrario. Esta circunstancia me impone la obligacion de satisfacer á la censura por interes personal como si yo fuese autor de la obra.

9. En semejante caso confieso de buena fe que necesito recurrir á una caridad cristiana muy superior á la de los censores para perdonarles tan atroz injuria, como la de poner en duda mi fe sobre la presencia real de Jesucristo en la hostia. Si Señor, tengo esta fe, tal vez mucho mas firme y mejor fundada que los censores.

10. La distincion entre los dogmas anunciados por los Apóstoles y los definidos por los concilios generales, está ya esplicada en su verdadero valor; y cuando no tuviese yo pruebas tan evidentes de la presencia real, en los cuatro evangelios y en las epístolas de san Pablo, me bastaria y sobraria la definicion del santo concilio tridentino al cual, como á todos los otros ecuménicos, sujeto mi razon en todos los puntos dogmáticos, aunque no lo haga siempre cuando se trata de otros de disciplina por las razones antes indicadas.

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11. Los términos, en que se halla concebida la doctrina del parágrafo censurado, no son capaces de dar á nadie fundamentos para la duda que los censores indican sobre la fe personal del escritor; porque se dirigen á

CENSURA X.

Sobre el respeto debido al estado esclesiástico.

I.

Los Jos censores dicen que la obra es suma, mente injuriosa á todo el estado eclesiástico. 2. Respuesta. Esta censura es infundada porque la obra no contiene la menor injuria al clero en general, ni á ningun individuo en particular; y si los censores quieren que se aprecie su dictámen, no deben contentarse con especies genéricas; sino designar específicamente las proposiciones injuriosas; porque ya voló aquel tiempo en que los inquisidores pasaban sobre lo que los calificadores escribian en el epílogo ú clausula final de una censura. El secreto cesó y el censor no merece ya crédito por solo su dicho; es necesario que pruebe con testos, razones y buena lógica su dictámen para que los autores puedan conformarse ó combatir.

3. Presumo que los censores hayan calificado de injuria contra el estado eclesiástico lo que dijo el autor en el capítulo tercero sobre las novedades introducidas por el clero; y en el cuarto sobre el abuso que algunos presbí teros han hecho del sacramento de la penitencia. Pero ni lo uno ni lo otro es injurioso: en otro caso no se podrian escribir historias, pues se cuentan en ellas las malas acciones

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