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capaces de producir un cisma, con el pretesto de ser unos discípulos de Pedro, y otros de Apolo, ú del mismo Pablo, y que las ideas de tales seductores eran avaricia, orgullo y varios vicios, opuestos á la doctrina del Evangelio. En otra ocasion dijo á los de Galacia casi lo mismo, añadiendo que aun cuando un ángel del cielo predicase doctrina distinta de la que les habia enseñado, no deberian darle crédito.

7. San Juan apostol y evangelista, siguió la misma regla en su libro del Apocalipsis descubriendo los vicios y los defectos de los siete obispos de Asia, porque prefirió el bien comun de los fieles cristianos á la particular opinion de las virtudes de aquellos prelados.

8. San Clemente papa, san Ignacio mártir, san Policarpo, en sus Epístolas, y san Hermas en su libro del Pastor, todos discípulos de los Apóstoles, hicieron lo mismo, descubriendo la mala doctrina, y los vicios de los clérigos que querian hacerse famosos enseñando cosas que no habian predicado los Apóstoles, y practicando lo que no era conforme á la conducta de aquellos discípulos de Jesucristo.

9. San Ireneo y Tertuliano en el siglo segundo, San Cipriano y Origenes en el tercero, hicieron otro tanto cuantas veces ocurrió la ocasion, especialmente cuando se habló del elero de Roma, que trató mal á Tertuliano por envidia, y que se opuso á san Cipriano en un modo poco prudente,

10. San Atanasio y casi todos los santos padres del siglo cuarto, desconocieron tanto el disimulo de los vicios del clero, que san Agustin, san Gerónimo y san Juan Crisóstomo casi declinaron á la exageracion, cuando hablaban del asunto porque los laicos no les atribuyesen mayores condescendencias que cuando reprendian al pueblo, especialmente sobre ambicion, avaricia y buen ejemplo de castidad.

11. San Gerónimo escribió á la vírgen Eustoquia hija de santa Paula encargándole huir de los hipócritas y malos eclesiásticos, y le dijo entre otras cosas : «< Hay clérigos que intrigan hasta ser presbíteros ó diáconos por tener libertad de visitar mugeres. Todos sus cuidados se reducen á la pulcritud de su vestido y de su calzado, y á perfumarse. Rizan sus cabellos con yerro, llevan en sus dedos anillos brillantes, pisan con la punta del pie; mas parecen novios que clérigos. Su ocupacion es averiguar los nombres, las casas é inclinaciones de las damas de calidad. Voy á retratar uno que es maestro en este arte. Levántase al amanecer, prepara el órden de las visitas, toma el camino mas corto; y á pesar de ser un viejo importuno, entra casi hasta el dormitorio de las damas. Si ve almohadas, servilletas, ú otra cosa de su gusto, la elogia, pondera su limpieza, la toca, se queja de no tener otra igual, y hace tantas diligencias que se la dan por fuerza mas que por voluntad (1). »

(1) S. Gerónimo: Epístolas, Ep. 22.

12. Podria interpretarse por una vanidad mia de ostentar erudicion el copiar aquí declamaciones escritas en cada siglo por santos padres, ó por varones devotos contra los desórdenes de mala moral y de vicios horribles de algunos clérigos y monges, pero seria muy fácil hacerlo. Si alguno resiste dar crédito yo le aconsejo que lea los cánones de los concilios del siglo que piense haber sido el mas exento de aquel contagio, y verá que no hay ninguno en que no se considerase necesario renovar las penas eclesiásticas contra obispos, presbíteros, diáconos, subdiáconos, clérigos inferiores y monges; cosa que no se hace jamas, sino cuando la repeticion de crímenes, lo dicta como indispensable. Siendo notoria esta verdad como la consecuencia que produce, digan los censores si los concilios contienen proposiciones injuriosas al estado eclesiástico.

13. Las historias cuentan muy por menor los vicios y los crímenes horrendos de los sumos pontífices romanos de los siglos nono y décimo, lo cual hace inferir que no serian menores los de algunos cardenales, obispos y presbíteros que imitarian á sus gefes como es regular. Llegó á tanto que aun el cardenat Baronio ( escritor adicto al clero romano y á conservar su honor), llegó á decir que parece que el gefe divino invisible Jesucristo dormia, sin cuidar de la nave de su Iglesia, dejándola en peligro próximo de naufragar. Sin embargo nadie ha tenido valor de imputar á Baronio y demas historiadores, el crimen de

publicar proposiciones injuriosas al estado eclesiástico; porque los literatos saben que todos los hombres, aunque sean papas, cardenales, obispos y presbíteros, son (despues de muertos) súbditos de la musa Polimnia, la cual, amando siempre la verdad, la publica en la historia, cuenta los defectos, los vicios, y aun los crímenes del difunto, lo mismo que las virtudes y las heroicidades, proponiendo estas para la imitacion, y aquellas para su odio y alejamiento. Así la historia sagrada del pueblo de Dios nos cuenta en la Biblia, no solamente los vicios y crímenes de los reyes malos, sino tambien de los buenos como David y Salomon : y sin embargo no decimos que se prohiba el libro como comprensivo de proposiciones injuriosas á los sacerdotes y á los reyes.

14. He aquí porque me abstengo de copiar una multitud de autoridades de todos los siglos cristianos contra el clero. Recelo que los censores den el primer lugar de sus quejas en esta parte á lo que dijo el autor sobre abuso del santo sacramento de la Penitencia, y por esto concluyo, recomendando leer todas las bulas que desde san Pio V hasta Benedicto XIV se han espedido sobre sigilo, cómplices у solicitantes. Entonces verá cualquiera si la repeticion y renovacion de tantas bulas, supone mucho mas que lo indieado por el autor del Proyecto de Constitucion religiosa.

ADICION

A LA

RESPUESTA DE LA CENSURA XI.

Sobre la sana moral.

I.

Los censores han dado lugar á que se dude si saben que cosa sea la buena moral. Puede presumirse que no han hecho el menor estudio de esta gran ciencia sino por sus sumas de Antoine, Wigand, Concina, y Larraga, y cuando mas por las de san Antonino de Florencia y san Tomas de Aquino : ciertamente aun recelo que no hayan leido muy de espacio esta última de su angélico doctor pues hubiesen encontrado en ella mejores nociones morales que las que siguen prácticamente.

2. La moral es una ciencia que nos enseña las relaciones del hombre con su criador, con los otros hombres, con los seres organizados que circundan á estos y aun con los insensibles. Estas relaciones producen deberes, de los cua les resultan derechos. He aquí el principio de la moral. De él se deriva mi obligacion positiva de procurar la utilidad de mis semejantes que son hermanos, porque todos somos hijos de un mismo padre cual es Dios nuestro criador. 3. Cuando el hombre no puede ser útil á

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