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da, siempre está la justicia de parte del superior; y se ha de juzgar que lo que manda es bueno, sin que este juicio quede al arbitrio del inferior, á quien no pertenece el juzgar, sino callar y obedecer, segun aquellas palabras de Moyses: »Oid Israe»litas; aprended y obrad. « Aunque lo mandado por el Rey parezca duro y dificil al vasallo, no por eso le es permitido á este obedecer ó no. Al amor propio le es muy facil fingir dureza y trabajo en el precepto; pero no es lo mismo parecerlo que serlo; y aun quando lo fuese, el vasallo siempre está obligado á obedecer, segun aquella sentencia de Ulpiano: Dura cosa es, pero la ley lo manda. Opinar ó decir lo contrario, es lo mismo que decir, que nunca ó rara vez habrá obligacion á obedecer las leyes ni divinas ni humanas; porque todas ellas regularmente incomodan, son duras ó dificiles á los que no aman á Dios ni al Rey, sino á su interes, á su libertad ó á su pasion.

P. ¿Hay obligacion de obedecer al Rey?

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R. Sí; porque Dios le ha dado potestad para mandar.

P. ¿De dónde consta esta obligacion? R. De San Pablo, que dice: Obedeced á los Príncipes y Potestades.

P. ¿Hay obligacion de obedecer á sus Ministros?

R. Sí; porque hacen sus veces, y lo repre

sentan.

P. ¿Dónde consta esta obligacion?

R. Del Apostol San Pedro, que dice: Obedeced al Rey y á sus enviados.

P. ¿Y si el Rey ó los Ministros fuesen malos? R. Tambien; porque su potestad siempre es buena.

P. ¿Dónde consta esto?

R. Del mismo Apostol, que dice: Obedeced á vuestros Señores, aunque sean díscolos.

P. ¿Y si lo que mandan es ciertamente malo? R. No; porque primero es obedecer á Dios que á nadie.

P. ¿Y si hay duda de que sea malo ó bueno lo que mandan?

R. Se ha de obedecer; porque en caso de

duda la justicia está de parte del superior.

P. ¿Y si lo que manda es duro ó dificultoso? R. Tambien; porque en lo dificil tiene mayor mérito la obediencia.

LECCION XVI.

De la fidelidad que los vasallos deben
á su Rey.

I

La fidelidad al Rey es la obligacion mas esencial de todo buen vasallo. » Cumplid los » mandamientos que salen de la boca del "Rey, dice el Espíritu Santo, y guardad "el juramento de fidelidad que le habeis "prestado.« En la voz del Reyno, donde va envuelta la de todos, se juró solemnemente dando á Dios por fiador de ella, y por lo mismo debe guardarla hasta en los pensamientos. Quien no es fiel al Soberano hasta en el secreto de su corazon, muy cerca está de no serlo en las palabras ; porque la lengua no habla sino de lo que abunda aquel; y de quien ya rompe en expre

I Eccl. c. 8. v. 2.

siones poco decorosas al trono, y llega á poner su boca en el cielo de la Magestad, 1 es muy para temer que prontamente le arrastre su alevosía, hasta poner las manos en el Christo del Señor. 2 La infidelidad de Absalon contra el Rey David primeramente se forjó en su corazon, resentido por el destierro á que lo habia condenado por su fratricidio y acalorado con los ambiciosos deseos de reynar. Del corazon pasó á las expresiones, que siendo tan indecorosas al gobierno del Monarca, no reparó, ántes de intencion procuró verterlas en público. »No tiene el Rey, decia, » hombre que o iga vuestra justicia.« 4

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De las expresiones pasó inmediatamente á la sedicion; conmoviendo s y solicitando el corazon de los varones de Israel, para que incautos siguieran su partido despues de esto ya no tardó en publicar y hacer valer la conjuracion, dando un nuevo horror á su atentado con el sacrificio y las víctimas que le precediéron. Ultimamente

I Psalm. 72. v. 9.

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I

paró en maquinar la muerte del ungido de Dios, adoptando sin violencia el perverso consejo de Aquitofel; y tal vez lograra sus intentos, si el Señor, tomando á su cargo la venganza, no lo hubiera permitido morir en un árbol colgado de sus propios cabellos, y traspasado con tres lanzas por Joab. Así mueren, así deben morir y así permite Dios que mueran los vasallos traidores é infieles á su legítimo Soberano. Tambien lo son por cómplices del delito aquellos que sabiendo la conjuracion, no la delatan prontamente, y á tiempo que pueda cortarse de raiz, sin esperar á que despues sean inútiles todos los remedios. No es necesario que preceda á esta delacion la correccion fraterna; porque un precepto de la caridad no puede oponerse al órden de la caridad misma, donde primero es el bien comun que el particular, especialmente en unos delitos, donde rarísima vez puede esperarse enmienda.

No importa que la conjuracion se haya sabido baxo un secreto natural que se pidió,

I

2. Reg. c. 17. v. I. et 4. 2 2. Reg. c. 18. v. 9. et 14.

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