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pues siempre se sustentan de prestado. Solo quiero tratar de la sementera, viñas y ganados, que son las granjerías mas universales y ordinarias.

87. Plinio dice que la heredad costosa no es fructuosa. ¿Quién podrá negar que estas granjerías no son muy costosas, en especial á los nuestros, que no tienen cosas asentadas? Los religiosos que andan en esto gastan en demasía en comida, vestido, viático; los gañanes comen casi al doble; que entre los labradores comun dicho es que para ellos son buenas las sementeras por causa que comen poco y trabajan mucho como en cosa propria y que les duele, y trabajan hijos, hijas y mujer; que los que labran por quinteros de ordinario poco medran; ¿pues qué será entre los que tienen poca maña y menos traza, como son los nuestros?

88. Los padres jerónimos se quejan que en las labranzas no ganan, sino que las continúan por estar ya acostumbrados á ellas. Un prior de Santo Domingo me aseguró que en tiempo que en su convento criaban ganado les salia la carne al doble que en el rastro. Con otro hice la prueba de lo que se gastaba en sembrar, y hallamos por cuenta que cuando acude á siete, que es los menos años, no se gana, y si baja de allí se pierde. Algun cebo es no pagar diezmos de nuestras labores, mas no bastante reparo para el daño, en especial que el privilegio no tiene seguro, y el dia de hoy me dicen se ha sentenciado contra nosotros en Roma; que si nos fuéramos poco á poco en ello, creo no se hablara del privilegio, como otras religiones le han conservado. Abalanzáronse algunos coadjutores que por mostrarse muy celosos de lo temporal, pasaron del pié á la mano, con que nos han metido en esta apretura y hecho gastar en pleitos lo que, al cierto, no sé si se ha ganado.

89. En las granjerías de viñas no sé qué decir, sino que los herederos de Toledo venden el vino un tercio mas que por toda la tierra; sin embargo, ninguno vemos rico por este camino. Quéjanse de que la mayor parte de lo que se coge se gasta en labores, que por ter.ceros siempre son muy caras, y á nosotros forzosamente por las razones ya dichas nos estará por mucho mas. Por concluir, cuando no fuera muy claro que las granjerías no son de tanto interés, ¿no fuera mas acertado que entre tantos pareceres diferentes los nuestros se arrimaran al que va mas á pelo de su instituto, de la modestia y de la humildad y aun de la quietud, tan necesaria para otros ministerios de menos peligro y de menos ruido?

CAPITULO X.

De la monarquía.

90. Llegado hemos á la fuente de nuestros desórdenes y de los disgustos que experimentamos: Singularis ferus depastus est eam. Esta monarquía, á mi ver, nos atierra, no por ser monarquía, sino por no estar bien templada. Es una fiera que lo destroza todo y que á menos de atalla no esperamos sosiego.

91. Nuestro Fundador, en la forma de nuestro instituto y vida, que año de 1540 presentó á Paulo III, de

buena memoria, templó está monarquía de suerte, que las cosas perpetuas se estableciesen en congregacion general, y las ordinarias y temporales por los que se hallasen presentes donde estuviese el general, lo uno y lo otro á mas votos,

92. Mas en la que se presentó á Julio III, año de 1550, este segundo punto se mudó de suerte, que en las cosas de no tanto momento y temporales quedase todo á la libre disposicion del general. Debió de experimentar algunos inconvenientes en atar las manos al general, mas no vió los que despues han resultado de dejarle el gobierno tan suelto, que no dudo de su prudencia y santidad sino que lo volviera á la primera traza como mas segura y mas libre de inconvenientes.

93. Grandes disputas hay entre filósofos sobre qué género de gobierno es el mejor, si el de uno ó el de muchos. Hay razones por la una parte y por la otra. Por el gobierno de uno, que llamamos monarquía, la paz, la fuerza, que es mayor cuando esta está mas unida. Por el de muchos, la prudencia, que ven mas cuatro que uno; menos pasion, que es mas difícil sobornar á muchos que á uno, ni alterarse ellos con aficiones, que es la peste en todo gobierno. Concluyen que la monarquía es mejor gobierno, á tal que se ayude con el de muchos en lo que le hace ventaja. Así, que el consejo, la determinacion ha de ser de muchos, pues sobrepujan en entereza y en prudencia; la ejecucion de uno, porque tiene mas fuerza y mas union.

94. Conforme á esto, si el monarca, sea quien fuere, que no saco ninguno, se resolviere por su cabeza, sin acudir á su consejo, ó contra el parecer de sus consejeros, por lo que le dijere el que tiene á su lado ó por lo que él mismo juzga, aunque acierte en su resolucion, por exceder los términos del buen gobierno, sale del oficio de buen monarca y entra en los términos de tiranía, de que están llenas las historias, y se podrian traer muy claros ejemplos, que se dejan por ser la razon tan clara; de suerte que la monarquía para que no degenere no ha de ir tan suelta como va la nuestra al presente, sino atada, que es loco el poder y mando, y mas de uno; lo primero con leyes en lo que se pudiere comprehender debajo de ley, y en las cosas particulares y temporales con consejo.

95. Digo pues que la raíz, de donde proceden grandes yerros en el gobierno y tantos disgustos como quedan dichos, sospecho que es de no estar bien templada esta monarquía, porque dado que las leyes que tenemos son muchas en demasía, el general no se gobierna por leyes ni en dar los oficios, profesiones, fundar colegios, con otra infinidad de cosas; que si hay leyes, en todas ó casi todas puede dispensar y dispensa. Lo que toca al consejo, es cosa miserable lo que se dice, que todo en cada provincia pasa por lo que el provincial y dos ó tres confidentes escriben, sin hacer caso de los demás, aunque sean mas aventajados en todo.

96. Roma está léjos, el general no conoce las personas ni los hechos, á lo menos con todas las circunstancias que tienen, de que depende el acierto. Los de acá

viene ordenado desde tan léjos, sea acertado, sea de otra manera. De ninguna suerte de gente mas se recatan que de los que se aventajan á los otros; antes procuran des, componerlos. Bien dijo uno: Haec vox tyranni est: quidquid excelsum est in regno, cadat. Y otro: Tyrannis boni, quam mali, suspicaciores sunt.

dicen que gobiernan por aficiones, como no es maravilla. El gobierno es muy particular. Pues ¿cómo puede ir bien enderezado el gobierno particular sin noticia de todo y de todos? Forzoso es se caiga en yerros muchos y graves y por ellos se disguste la gente y menosprecie gobierno tan ciego. Concluyo, que es forzoso templar y atar esta monarquía, que claro está no se pueden gobernar diez mil hombres como se gobiernan seiscientos; que de las familias particulares cuando se multiplicaban se formaron las aldeas, y de estas las ciudades, y como crecia el número, se mudaba el gobierno; y del doméstico, que es muy particular y sin ley y despótico, se hizo el político, que provee solo lo general, y esto con mucho tiento. Así que pretender, por cuanto nuestro Fundador gobernó la Compañía con gobierno particular y como padre en su casa, llevar esto tan adelante, que aun lo que el bueu padre remitió á los provinciales viene resuelto desde tan léjos, no puede dejar de acarrear males y daños; por lo menos que haya poca satisfaccion y menudeen las quejas, que para mí es lo mismo que ir el gobierno errado y fuera de sus quicios. Pero de los inconvenientes que resultan de esta manera de gobierno quiero hacer otro capítulo para que todo esto mejor se entienda.

CAPITULO XI.

De los daños que resultan de este gobierno.

97. Si solo el general usara esta manera de gobierno y monarquía, pudiérase tolerar, á lo menos los daños no fueran tantos. Mas de la misma manera se gobiernan los provinciales y superiores inmediatos en sus distritos, que son absolutos y nadie los puede irá la mano. Esto entiendo de los súbditos que tienen. Aunque todos se juntasen en un parecer, puede el superior hacer y hace lo contrario. De que resulta: lo primero, poca satisfaccion, que no la podrá haber cuando el que sabe menos, que es uno, prevalece contra toda la comunidad, que forzosamente sabe mas. Y para mí lo mismo es ser gobierno sin satisfaccion que ir errado. Que es gran desatino que el ciego quiera guiar al que ve; de que proceden disgustos, menosprecio del que rige, como de cabezudo y soberbio, murmuraciones y aun motines.

98. El segundo daño es que el gobierno no puede ir uniforme. Es cierto que cuerpo perpetuo, cual es la comunidad, pide gobierno perpetuo, y que no puede ser tal ni uniforme cuando se reduce á uno sin otra dependencia. Cada uno tiene su parecer; no hay quien le vaya á la mano; con esto no hay cosa asentada; lo que uno hace hoy, otro deshace mañana. Es cosa maravillosa lo que en esto pasa, porque si hay leyes, no se guardan, y da uno las trae á su parecer; y no hay leyes para todos ni castigo alguno para el que ha errado en seguir su parecer y alterado lo que se le antoja, y no he visto castigado ninguno por esta causa.

99. El tercer daño, que no se ponen en los oficios los mas dignos, como era debido, sino gente menuda. Dicen que para tenellos á la mano y que ejecuten lo que

100. El cuarto daño es el poco nervio en el gobierno. Es cosa miserable que con ninguna cosa que sea de reformacion pueden salir. Como les hagan rostro, luego amainan. De este daño puede haber otras causas; una, al cierto, es ser uno el que ha de pelear contra tantos imperfectos y tantos monstruos como puede haber, que para acometellos eran menester legiones enteras de soldados. El general está léjos, el provincial ó rector no se atreven á disgustar la gente por medio de alborotos y disgustos, con que todo se relaja sin remedio y el que mejor gobierna es el que mejor sabe condescender con la gente, con que todo se va á despeñar. Otra causa es querer subir tanto de punto esta monarquía, que por el mismo caso la enflaquecen y la quitan las fuerzas; que el poder no es como el dinero, que cuanto mas tiene uno es mas rico, sino como el manjar, que la falta la demasía enflaquecen igualmente al que come, pues está claro, que si la gente se irrita con las demasías, el que gobierna no puede resistir á tantos.

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101. La quinta causa ó quinto daño, y que se sigue del pasado, es la falta del castigo. Pudiéranse poner muchos ejemplos de casos feos y malos, pasados en silencio, y hoy dia se experimenta mas este daño por estar la gente alborotada. Como uno muestre dientes, no se le atreven, y si acuden á Roma, en especial si tienen allá algun favor, todo se hace sal y agua. La horca solo se hizo para los miserables. Pero de esto, como de punto tan importante, se tratará mas adelante.

102. El sexto daño es continuarse en los oficios los mismos, por no conocer á los demás y no atreverse á hacer confianza de los otros, aunque sean aventajados. Deben de temer no se amotinen y pongan mano en la monarquía, que ellos pretenden tanto pertrechar. De aquí salen los malsines, que dicen hay muchos, aunque con nombre mas honrado, para ganar las gracias con hacer malos aduladores, vicio muy ordinario y camino para subir las perplejidades en el gobierno, que, como en ausencia, lo quieren determinar todo, y las cartas van encontradas, no saben por dónde se echar, de aquí las dilaciones.

103. Es cosa maravillosa lo que se detienen en proveer un oficio, resolver un negocio. Como están tan lejos y hay tantos negocios á que acudir, en pocas réplicas se pasan años, con que se da lugará trazas, favores y quejas al Papa y otros potentados. Finalmente, no hay casi daño de consideracion en la Compañía que no mane de esta fuente, la mas caudalosa de desórdenes que en nuestro gobierno hay y mas defendida de los que en el gobierno andan. Nadie se atreve á tocar este punto porque no le tengan por hombre de juicio extravagante y desatinado.

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CAPITULO XII.

De la justicia.

104. Mucho temo que otra comun raíz de los disgustos y de los desórdenes ya dichos es la falta de justicia, que poco a poco, con diversas colores, se ha apoderado á de nuestro gobierno, de tal guisa, que como mal humor

que en veinte ó veinte y cinco que preceden mas antiguos ninguno tiene partes?

109. Dirá otro que esto ya está remediado con el decreto que hizo el Papa que mudasen los superiores cada tres años. Algo se hizo, pero muy poco, porque no se bace sino dar la vuelta por los mismos; y como los mas son de pocas prendas, los hombres graves siempre quedan

en el cuerpo, es causa de tantas bascas y malos acciden-excluidos, ellos y otros por su causa desabridos. Lo que tes. Cosa averiguada es que ninguna congregacion se puede conservar sin justicia, aunque sea de ladrones la junta, y no hay duda que en toda congregacion se deben las honras repartir conforme á las partes y méritos de cada cual, y que la Compañía no es libre de esta ley y obligacion, por ser natural.

105. Item, que los cargos y gobiernos en ella son honras, que no podemos mudar la naturaleza de las cosas, que si esto es ansí, cada uno vea si esta justicia distributiva se guarda ó no. Los oficios se reparten entre muy pocos; unos son veinte y treinta años superiores, otros, que al comun parecer no tienen menores partes, exclusos para siempre con diversas colores.

106. Dicen que unos son coléricos, otros melancólicos, otros que no son tan unidos con Roma. Y como quiera que los grandes talentos é ingenios siempre tengan algunas faltas, como lo dicen Platon y Ciceron, sucede que la mayor parte de estos ingenios grandes quedan excluidos. De aqui succede y resulta otro inconveniente, que ponen en los gobiernos hombres mozos, de pocas letras y caudal, no porque tengan las partes necesarias, sino porque son mas entremetidos, saben lamer á sus tiempos. Con esto queda todo desquiciado lo que adelantó la naturaleza; y por el mismo caso los otros, á quienes obedecieran con facilidad, arrinconados y disgustados, y los que debian ser sujetos en todo adelantados y que con dificultad los podrán apear, estos engreidos, aquellos irritados. Abuso grande y que por haberse continuado tantos años, tiene llenos los pechos de amarguras y descontento, que brota y brotará siempre con la ocasion en revueltas y motines, como se ve cada dia.

107. Leido he en la Politica de Aristóteles que toda república es cosa forzosa que tenga por enemigos todos aquellos que se ven excluidos de las honras comunes, por donde no me maravillo que en la Compañía tan grande número de gente estén quejosos y se tengan por agraviados y en ocasion hagan los ruidos que vemos. En especial que en la Compañía ni voz activa ni pasiva tienen los particulares en los cargos.

108. Dirá uno que así se hacia al principio de la Compañía. Puédese responder que eran pocos los que se señalaban, al presente son muchos. Demás que la experiencia descubre muchas cosas, y aun en los primeros tiempos nuestro Fundador, para tenerlos contentos á todos, inventaba nuevos oficios. Otrosí, dirán que no hay oficios para todos. Respondo que repartan como quien tiene poco pan y muchos hijos y comiencen por los mas graves y mas dignos. En las congregaciones provinciales que yo he asistido he yo advertido que los superiores comienzan de ordinario del medio abajo. ¿Es posible

parece se pretendió en aquel decreto es que no se alzasen pocos con el gobierno, por ser cosa tan odiosa como dicho es, pero no se ha alcanzado. Todavía se quejan que el gobierno se anda de la suerte dicha entre muy pocos. En fin, es necesasio que la armonía, tan alabada de Platon, se conserve en esta comunidad; que todos estén trabados como los números con proporcion y órden y los oficios se repartan entre todos conforme á como fuere cado uno; que á falta de esto yo pienso jamás habrá sosiego.

110. Dejo otras cosas en que parece hay falta de justicia, que por todo este tratado van tocadas. Solo añadiré que por la violencia que usaron en la eleccion que pasó en el padre general Everardo, los ánimos quedaron muy adversos, tanto mas, que la nacion española está persuadida queda para siempre excluida del generalato. Esta persuasion, sea verdadera, sea falsa, no puede dejar de causar disgustos y desunion, tanto mas, que esta nacion fundó la Compañía, la honró, la enseñó y aun sustentó largo tiempo con su substancia; punto que para la paz se debe remediar para adelante, so pena que cada dia podrémos tener mayores disgustos y revueltas, que no son estas ambiciones, sino, mal pecado, agravios muy relevantes y muy conocidos.

CAPITULO XIII.

De las sindicaciones.

111. Este punto de las sindicaciones, que son informaciones secretas de faltas 6 defectos ajenos, hechas al superior en secreto y sin probanza y sin oir las partes, es muy dificultoso por las muchas cabezas y variedad que en sí tiene. Si condenamos generalmente estas informaciones, ábrese puerta para que los delitos, mayormente secretos, no se repriman, antes pasen adelante. Si las aprobamos, cáese en otro inconveniente, de que los buenos puedan por este camino ser afligidos; dase lugar á las calumnias y á los malsines, que antes que el superior los conozca por tales, pueden hacer mucho daño.

112. En el gobierno seglar hallo muy reprobadas estas sindicaciones, que llaman delaciones. Vese en la historia romana que prevalecian en tiempo de los malos emperadores, como de Domiciano, Neron y otros de este jaez, y que, mudadas las cosas, cuando los emperadores eran buenos, unos desterraban estos delatores, otros los azotaban públicamente, como Vespasiano y Tito, y aun algunos les quitaban las vidas, como Trajano y Antonio Pio. Llegó á tanto el odio que les tenian, que en el Código, lib. x, 1. penúlt. De delatoribus, se halla

una ley en que Constantino Magno mandó que ninguno de estos pudiese delatar, sino que solo el abogado del fisco lo hiciese. Tenian, es á saber, por menor inconveniente que algunos delitos no se castigasen que sufrir los daños que esta gente acarreaba. Y aun en el Concilio eliberitano, que se celebró por el mismo tiempo, en el cánon 73 se manda que ningun cristiano haga aquel oficio, y que si por la tal denunciacion alguno fuere proscripto ó muerto, aun á la hora de la muerte no le dén el Viático. ¡Rigor memorable!

113. En la Compañía los años pasados se asó mucho de este género de gobierno. Comò la gente era poca y buena, podíase llevar adelante. Formáronse grandes quejas contra estas sindicaciones, y se han buscado trazas para atajarlas. No sé si el remedio ha sido bastante. Sospecho que todavía los daños se continúan y juntamente los disgustos por esta causa. No hay duda sino que es muy conveniente que el superior, y mas el general, conozca toda la gente que tiene y gobierna, lo público, lo secreto, lo exterior y lo interior del alma, los vicios, inclinaciones y virtudes, para que en todo su gobierno proceda con mas acierto y luz y como buen artifice conozca todos sus instrumentos y en qué se puede servir de cada cual de ellos.

114. Esta fué la causa por qué en la Compañía se introdujeron las sindicaciones de palabra y por escrito y se ha caminado largamente por este camino. Mas la experiencia muestra que, no solo el superior, especialmente ausente y que no conoce de vista y trato los sugetos, no alcanza esta noticia, sino que antes se confunde y todo se escurece. Las informaciones, como son de muchos, las mas veces van encontradas; uno dice blanco, otro negro; en las mas hay encarecimiento, imaginaciones y engaños, por no decir que á veces hay embustes y mentiras. Por lo menos, faltar una circunstancia en el hecho le hace de malo bueno, como se experimenta cada dia. Es un veneno de la union y caridad fraterna que no fien unos de otros, antes bien teman que los venderá quien pudiere por ganar gracias. ¡Daño gravísimo!

115. Yo osaria asegurar que si los archivos de Roma se desenvuelven, que no se hallará uno solo que sea hombre de bien, á lo menos de los que estamos léjos y el general no nos conoce; que todos están tachados, unos mas, otros menos. Ya se ve el daño que para adeJante pueden traer estas informaciones y si es acertado arınar desde acá á los que pueden ser enemigos. Dirán que los archivos están muy guardados. Por la gente que anda en ellos se echará de ver si esto es verdad y por lo que hicieron con el padre Josef de Acosta y lo que buscaron contra él en los archivos, solo porque pretendió, contra la voluntad del general, que se juntase congregacion, que á mi ver, entre rutianes no pasaran mas adeJante, y lo peor es que ningun castigo se vió, antes eran de los mas confidentes los que en estos tratos andu

vieron.

116. Si esto es ansí, forzoso será, si no somos asnos, hacer que tales archivos y tan peligrosos se quemen. Si esta traza no sirve de lo que se pretendió, antes es ma

nantial de perplejidad y confusiones y de que el nombre de muchos buenos padezca, pues como dice el refran, Adversus ictum sicophantae nullum est pharmacum; si la calumnia no mata ó hiere, por lo menos deja señal y tizne, justo es que se destierre en cuanto ser pudiere de nuestro gobierno. Por lo menos el general que no puede averiguar tantos particulares no debia dar lugar á las sindicaciones, sino á las que fuesen de las provincias, averiguadas por los superiores inmediatos; y si diese orejas á otras algunas, debia de ser de personas mny atentadas y escogidas y de casos muy graves, no de menudencias, donde al presente las personas graves, como ven tanta batería, se encogen y retiran, y quedan en el caso, por la mayor parte, gente menuda y entremetida, por no decir mas. Ya se saben las informaciones que estos pueden dar.

117. Dirá alguno que ya está ordenado que solo los consultores envien estas informaciones. Digo que no sé si esto se guarda y que en este número hay siempre gente muy impertinente, que el general no conoce.

118. Dirá otro que si el general no se informa de tales menudencias no podrá proveer en los particulares. Respondo que eso es lo que se pretende, que el general se contente con el gobierno comun, y lo particular que depende de mayor noticia que allá se pueda tener lo remita á las provincias, que no todos los tiempos son unos ni se puede llevar hoy lo que se toleraba antiguamente. Con los superiores inmediatos, provinciales y visitadores pueden las sindicaciones andar mas libres, á tal que vayan advertidos de no empeñarse fácilmente, sin averiguar la verdad y guardar siempre la una oreja para el que fuere delatado; que yo aseguro que muchas veces hallarán falsas las primeras informaciones que contra sus hermanos les dieron, y si no falsas del todo, por lo menos encarecidas, mudadas circunstancias y ocasiones y otras cosas muy considerables. El juramento de los jueces de Aténas era de oir igualmente á ambas partes.

CAPITULO XIV.

De los premios y castigos.

119. No hay duda sino que el premio y castigo ó pena son los dos nervios con que toda comunidad se gobierna. Así lo dijo Solon y la experiencia lo muestra; que donde en premiar y castigar no se tiene cuenta ni órden, por fuerza resultarán desórdenes y revueltas. Las causas y fundamentos no hay para qué declararlas aquí; basta entender que entre las pasiones y afectos que rigen la vida humana, el temor y la esperanza son los mas universales y que tienen mas fuerza ; así, conviene que estos dos afectos vayan bien reglados y sentados para alcanzar lo que se pretende, de que se dan documentos y reglas prudenciales. Mas á nuestro propósito basta presuponer por cierto lo que queda dicho y declarar si nuestro gobierno va en este punto acertado.

120. Digo pues lo primero que en ninguna comunidad, que yo sepa, hay menos premios para la virtad

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que en la nuestra. Verdad es que el premio principal del religioso ha de ser Dios; pero tambien se debe alentar nuestra fragilidad con los medios que proveyó la naturaleza, á la cual no es contraria la gracia ni la destruye, antes la fortalece y se ayuda de los medios naturales para que el gobierno vaya á pelo. ¿San Pablo por ventura no era espiritual? Y sin embargo dice: Qui bene praesunt presbyteri duplici honore digni habeantur.

421. Veamos, al contrario, que ningun premio tiene la Compañía para las letras. Aun ciertos grados que se solian dar los han quitado. De la misma manera tratan al letrado que al ignorante, pues para los cargos antes se tiene por impedimento, con color que los buenos ingenios no salen bien en la práctica ó en los negocios, á que no conviene divertillos. Miren no sea antes la causa querer que todos se igualen y ninguno se señale. Es verdad que conviene haya igualdad en la comunidad, pero no aritmética, sino geométrica; que no seria buen órden calzar á todos con una misma horma, sino que el calzado ha de ser conforme al pié, que esta es la verdadera igualdad, y como dice un sabio, Confusis et permixtis ordinibus nihil est aequalitate ipsa inaequalius.

122. No pienso yo está en manos del superior quitar á los que lo merecen el cargo y oficios que se les deben. De aquí procede que entre tantos ingenios como entran en la Compañía, mas que en otras religiones, sin embargo del sosiego que tienen al tiempo de sus estudios, muy pocos salen letrados. Aunque esto procede tambien de falta de puestos donde se ejerciten.

123. Hay falta de predicadores señalados. Ven que el mismo tratamiento se hace al mediano que al buen predicador, y como cuesta tanto el adelantarse, conténtanse con una medianía.

124. Lo mismo se puede decir de la erudicion eclesiástica y letras humanas, que están muy caidas. No las honran, antes las tienen en poco. ¿Cómo quieren que se estudien y se ponga en ellas el trabajo necesario, que es muy grande? Y aun se tiene por caso imposible que las escuelas de latin vayan adelante, y de presente no se satisface.

125. Por el mismo camino aflojará la virtud, que plegue á Dios, nuestro señor, no esté ya en muchos debilitada. Esto es cuanto á los premios.

126. El castigo es cierto que no le hay. Atrévase uno y haga el tiro que quisiere de antemano, que con tanto se queda. Dejo los delitos muy graves, que sin duda se disimulan y se podrian contar aquí muchos, con color que no se prueban bastantemente, ó por no hacer ruido y que no nos oigan en la calle, que no parece sino que todo el gobierno se endereza á cubrir y echar tierra, como si el fuego pudiese dejar de echar de si humo. Solo casi en algunos tristes, que no tienen fuerzas ni valedores, emplean sus aceros y rigor. No faltan ejemplos de esto.

127. En otras cosas y materias puede hacer uno grandes daños y desafueros sin que le toquen en la ropa. Un provincial ó rector hará cosas muy indebidas, alborotará la gente, quebrantará reglas y constituciones, edificará, M-11.

derribará sin propósito, sin consulta, hundirá la hacienda y aun dară á parientes. ¿Es castigo al cabo de muchos años quitalle el oficio y aun á veces mejoralle? Yhay quien sepa de algun superior que por esta causa haya sido castigado? Yo, á lo menos, no tengo noticia. De todo se podrian traer ejemplos, pero no es razon tocar en personas particulares.

128. Cierto que, como dijo uno en el Senado romano, que ni grande muchedumbre se halla sin que en ella haya delitos ni se puede enfrenar sin temor de la pena; casi son muy pocos los que por solo amor se gobiernan. Yo de parecer soy que los que proceden como hijos sean tratados y regalados como tales, y mas hoy que al principio de la Compañía; pero que los que en esto faltan se use con ellos de rigor. Haya cárceles y otros castigos para este efecto; que los superiores no sean gente menuda y de pocas prendas, sino personas de respeto y de pecho, que por nuestros pecados se hace muchas veces al contrario de todo esto; que los buenos, es cosa miserable, ó sin causa ó por cosas ligeras son afligidos y aun muertos, por pensar que no hablarán ni resistirán; de que se podrian poner lastimosos ejemplares, y los ruines son sobrellevados porque los temen, que es estar el gobierno mal trazado y sin nervios, como arriba se dijo. Y pienso que basta para que Dios hunda la Compañía.

129. Yo siempre he traido delante de los ojos que Dios nos aflige por disgustos, afrentas y agravios que á sus siervos en la Compañía, aunque con buena intencion, se han hecho indebidamente, pues á su bondad pertenece volver por los suyos y vengallos de quien con cualquier color los afligiere contra razon.

CAPITULO XV.

De las congregaciones generales.

130. Este es un punto muy tratado en la Compañía. Nuestro Fundador, de buena memoria, no dejó establecido tiempo para juntar congregacion general durante la vida del general. La segunda congregacion, en contrario de esto, hizo un decreto en que mandaba que cada seis años se tuviese. Intercedió cierto padre y dióse órden y traza que los procuradores de las provincias se juntasen en Roma cada tres años para ver si las cosas piden se junte la dicha congregacion general. Puédese disputar este punto de dos maneras: si de presente hay necesidad de que la dicha congregacion se tenga, que es lo que cada tres años se ventila en las congregaciones provinciales y en la de los procuradores en Roma. O si en general será conveniente que la Compañía señale ciertos tiempos para que, sin otra disputa, infaliblemente se tenga, como de seis en seis años ú de cuatro en cuatro, sin que el general ni otro alguno sean parte para impedirlo. Trataré este punto de esta segunda manera solamente, porque me persuado que uno de los puntos en que va errado nuestro gobierno es en no tener asentado esto. Las razones son:

131. La primera, que por todas las historias se ve que siempre se ha tenido por buen gobierno que haya á

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