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zon tenia el gobierno de la ciudad, perdida la esperanza de prevalecer, se fué á Murcia para ponerse en seguro y mover las armas de Castilla contra el nuevo Rey para derriballe antes que se afirmase en el reino. Par el mismo tiempo sucedieron en Castilla dos cosas memorables: la primera que el Rey por medio de don Alvaro de Isorna, obispo de Cuenca, que envió á Roma, pidió al Santo Padre le perpetuase las tercias, y aun parece salió con ello porque en adelante los reyes comenzaron á hacer dellas mercedes como de cosa propia para siempre jamás; la otra que la órden de San Je rónimo se dividió en dos partes, como arriba se apuntó. Fué así, que fray Lope de Olmedo por la amistad que alcanzaba con el pontífice Martino V, trabada en Paris al tiempo de los estudios en que tuvieron una misma habitacion y morada, con su autoridad fué autor desta division. Fundó cerca de Sevilla un monasterio con nombre de San Isidro, que fué cabeza de la nueva reformacion. Deste convento todos los que se llegaron á esta manera de vida se llamaron isidros. Duró esta division hasta tanto que en nuestra edad se han tornado á unir y sujetar á la órden antigua de jerónimos, de donde salieron, por diligencia de don Filipe II, rey de España. Volvamos con nuestro cuento á las alteraciones de Castilla.

CAPITULO XVI.

Cómo don Alvaro de Luna volvió á palacio.

cordia se nombró por quinto juez el abad de San Beni- daba á otros. En particular Juzef, uno de los Abencerto; lo que la mayor parte determinase aquello puntual-rajes, linaje muy noble entre los moros y que á la samente se siguiese. Trataron entre sí el negocio. Pronunciaron sentencia: lo primero que el Rey, dejado don Alvaro, pasase á Cigales; á los hermanos infantes de Aragon diese lugar para que le pudiesen visitar; añadieron otrosí que don Alvaro saliese de la corte destérrado por espacio de año y medio. Grande afrenta y infamia, ¿diré del Rey ó del reino 6 de aquella era? quitar al príncipe lo que en el principado es la cosa mas principal, que es no ser forzado en cosa alguna; que los vasallos mandasen, y el Rey obedeciese; pero tal era la miseria de aquellos tiempos. Conforme á lo decretado, el Rey fué á Cigales. Los conjurados llegaron á besalle la mano; entre ellos el infante don Enrique, puesta la rodilla, por algun espacio derramó lágrimas en señal de arrepentimiento de lo hecho; en tanto grado el fingir y disimular es fácil á los hombres. Don Alvaro se fué á Ayllon, lugar suyo, acompañado de grande nobleza, que le siguieron para honralle y en ocasion amparalle. Entre los demás iban Garci Alvarez de Toledo, señor de Oropesa, y Juan de Mendoza, señor de Almazan, por estar ambos obligados á don Alvaro, del cual tiraban acostamiento cada un año. Siguióse contienda entre los grandes, que con diferentes mañas pretendian alcanzar la familiaridad del Rey, con quien podia tanto la privanza, que á sí y á sus cosas se entregaba al parecer del que le sabia ganar, Hernan Alonso de Robles'se anteponia á los demás en autoridad; y como antes fuese en privanza del Rey el mas cercano á don Alvaro, á la sazon, quitado el competidor, se hizo mas poderoso y fuerte, tanto, que con achaque de estar él malo muchas veces, el Rey y los grandes venian á su casa á hacer consejo, cosa que á un hombre escuro y bajo, cual él era, acarreaba mucha envidia, como quier que muchas veces el favor demasiado de los príncipes se convierte en contrario si no se pone templanza. Estaba el Rey ofendido contra él porque apre suradamente pronunció sentencia de destierro contra don Alvaro, al cual estaba-obligado en muchas maneras. Como entendieron esta ofension y disgustos y que le podrian atropellar aquellos que con diligencia buscaban ocasion para hacello, procuraron que el rey de Navarra le acusase delante del rey de Castilla de muchos delitos. Cargóle que era hombre revoltoso y que comunicaba con forasteros y con los grandes cosas en deservicio del Rey. Que muchas veces hablaba palabras ósadas y contra la majestad real. Consultado el negocio, se proveyó que le echasen mano y le guardasen en Segovia. Hízose así, y finalmente murió en la cárcel en Uceda, donde le pasaron, ejemplo no pequeño, y aviso de que no hay cosa mas incierta que el favor de palacio, que con ligera ocasion se desliza y muda en contrario. El rey de Granada este año por conjuracion de sus ciudadanos fué echado del reino y de la patria; pasó á Africa desterrado y miserable á pedir socorro al rey de Túnez. Mahomad, llamado el Chico, luego que fué puesto en su lugar y se encargó del reino, comenzó á perseguir la parcialidad contraria de los que eran aficionados al Rey pasado; condenábalos en muertes, destierros y confiscacion de bienes, que pródigamente

• Parecer y tema de los estóicos, secta de filósofos por
lo demás muy severa y inuy grave, fué que por eterna
constitucion y trabazon de causas secretas, que llaman
hado, cada cual de los hombres pasa su carrera y vida,
y que nuestro albedrío no es parte para huir lo que por
destino, ley invariable del cielo, está determinado.
Dirás que necia y vanamente sintieron esto, ¿quién lo
niega? Quién no lo ve? Por ventura ¿ruede haber ma-
yor locura que quitar al hombre lo que le hace hombre,
que es ser señor de sus consejos y de su vida? Pero
necesario es confesar hobo alguna causa secreta que de
tal suerte trabó entre sí al rey de Castilla y á don Alva-
ro de Luna, así aficionó sus corazones y ató sus volun-
tades, que apenas se podían apartar, dado que por aque-
lla razon estuviese encendido un grande odio contra am-
bos, bien que mayor contra don Alvaro, tanto, que en
esto sobrepujaba los Seyanos, Patrobios, asiáticos, li-
bertos que fueron de los emperadores romanos, y sus
nombres muy aborrecidos antiguamente. ¿Cuál fué la
causa que ni el Rey se moviese por la infamia que re-
sultaba de aquella familiaridad, ni don Alvaro èchase
de ver su perdicion, donde á grandes jornadas se apre-
suraba? Es así sin duda que las cosas templadas duran,
las violentas presto se acaban; y cuanto el humano fa-
vor mas se ensalza, tanto los hombres deben mas humi-
llarse y temer los varios sucesos y desastres con la me-
moria continua de la humana inconstancia y fragilidad.
Sin duda tienen algun poder las estrellas, y es de algun ·
momento el nacimiento de cada uno; de allí resultan
muchas veces las aficiones de los príncipes y sus aver-
siones, ó quita el enteu dimiento el cuchillo de la divi-

na venganza, cuando no quiere que sus filos se emboten, como sucedió en el presente negocio. Ningun dia amaneció alegre para el Rey, nunca le vieron sino con rostro torcido y ánimo desgraciado despues que le quitaron á don Alvaro. Dél hablaba entre dia, y dél pensaba de noche, y ordinariamente traia delante su entendimiento y se le representaba la imágen del que ausente tenia. Los que andaban en la casa del Rey y le acompañaban, entendiendo que era treta forzosa que don Alvaro fuese en breve restituido, y sospechando que ternia mayor cabida en lo de adelante, como quien dejaba sobrepujados y puestos debajo de sus piés á sus enemigos y á la fortuna, con mayor diligencia procuraban su amistad. El mismo rey de Navarra por envidia' que tenia á don Enrique, su hermano, de quien no llevaba bien tuviese mayor privanza con el rey de Castilla y el primer lugar en autoridad, comenzó á favorecer á don Alvaro y tratar que volviese á la corte. Ofrecíase buena ocasion para esto por la muerte de don Ruy Lopez Davalos; á 6 de enero, año de 1428, falleció en Valencia, do á la sazon se hallaba el rey de Aragon. Fué este caballero mas dichoso en sucesion que en la privanza de palacio. De tres mujeres que tuvo engendró siete hijos y dos hijas; de quien en Italia proceden los condes de Potencia y de Bovino, los marqueses del Vasto y de Pescara y muchas otras familias y casas en España. Su cuerpo depositaron en Valencia, de allí le trasladaron los años adelante á Toledo, y enterraron en el monasterio de San Agustin. Tenia costumbre de dar oidos y crédito á los pronósticos de los astrólogos, por ser, COmo otros muchos, aficionado á aquella vanidad; mas no pudo pronosticar ni conocer su caida. Cuando murió aun no tenia del todo perdida la esperanza de recobrar sus honras antiguas y su estado. Don Enrique de Aragon comenzó á poner en esto gran diligencia; pero por su desgracia y por desamparalle sus amigos no tuvo efecto, como ordinariamente á los miserables todos les faltan. Solo Alvar Nuñez de Herrera, natural de Córdoba, guardó grande y perpetua lealtad con don Ruy Lopez; fué mayordomo suyo en el tiempo de su prosperidad, y despues puesto en prision como consorte en el delito que le achacaban. Libre que se vió de la prision, no reposó antes de convencer á Juan García, inventor de aquella mentira, de haber levantado falso testimonio y hacerle ejecutar como á falsario y traidor. Para ayudar tambien á la pobreza de su señor, vendió los bienes que dél recibiera en cantidad, y juntó ocho mil florines de oro, los cuales metidos en los maderos de un telar para que el negocio fuese mas secreto, cargados en un jumento, y su hijo a pié en hábito disfrazado, se lo envió donde estaba; lealtad 'señalada y excelente, digna de ser celebrada con mayor elocuencia y abundancia de palabras. Con la muerte del competidor el poder de don Alvaro de Luna se arraigó mas. El rey de Castilla se entretenia en Segovia, ocupado en procurar deshacer las confederaciones y ligas que los grandes tenian hechas entre sí. Publicó una provision, en que mandaba que se alzasen los homenajes con que entre sí se obligaran. Otorgó otrosí un perdon general y perpetuo de los delitos pasados y desacatos. Demás desto, á la infanta doña Catalina, mujer

́de don Enrique, en trueco de Villena dió las ciudades de Trujillo y Alcaraz, fuera de algunos otros lugares de menor cuantía en el reino de Toledo cerca de Guadalajara; añadióle asimismo docientos mil florines, que fué dote muy grande y verdaderamente real. A instancia del mismo don Enrique de Aragon don Ruy Lopez Davalos fué dado por libre de lo que le acusaban; pero lo que fuera razon se hiciese, sus honras y bienes no fueron restituidos á sus hijos. Asi lo quiso el Rey, así convenią á los que se vian ricos y grandes con sus despojos. Concluidas estas cosas, el rey de Gastilla se fué á Turuégano. Allí vino don Alvaro á su llamado con muy grande y lucido acompañamiento, como quien ganara de sus contrarios un nobilísimo triunfo, alegre y soberbio. Crecia de cada dia en privanza, y tenia mayor autoridad en todas las cosas. Solo en particular podia mas que los demás grandes y toda la nobleza. Doña Leonor, hermana del rey de Aragon, estaba concertada con don Duarte, príncipe de Portugal, heredero futuro del reino, y que era de edad de treinta y seis años. Los desposorios se celebraron, presente el rey de Aragon, en tierra de Daroca, en una aldea llamada Ojos Negros. Hallóse presente don Pedro, prelado de Lisboa, como embajador de Portugal, hijo que era de don Alonso, conde de Gijon. El dote de la'doncella fueron docientos mil florines. Señalaronle por camarera mayor á doña Costanza de Tovar, viuda del condestable don Ruy Lopez Davalos. De Valencia partió esta señora por tierras de Castilla. En Valladolid el rey de Castilla y sus hermanos la festejaron mucho; hiciéronse algunos dias justas y torneos. Desde allí con grandes dones y joyas que le dieron pasó á Portugal á verse con su esposo. Las bodas se hicieron con tanto mayores regocijos del pueblo cuanto se dilataron por mas tiempo, que casi tenia perdida la esperanza que el infante don Duarte se hobiese de casar por habello hasta aquella edad dilatado. Sucedió por el mismo tiempo que don Pedro, hermano de don Duarte, despues de una larga peregrinacion en que visitó al emperador Sigismundo y al mesmo Tamorlan, scita, el vulgo dice que anduvo las siete partidas del mundo, volvió en España. Llegó á Valencia por el mes de junio; por el de setiembre se casó con doña Isabel, hija mayor del conde de Urgel, que tenian preso. Deste matrimonio nacieron doña Isabel, que vino á ser reina de Portugal, doña Filipa, que fué monja, don Pedro, condestable de Portugal, don Diego, cardenal y obispo de Lisboa, que falleció en Florencia de Toscana, don Juan, rey de Chipre, y doña Beatriz, mujer que fué de don Adolfo, duque de Cleves. Don Pedro, hechas las bodas, partió de Valencia y visitó al rey de Castilla en Aranda; últimamente llegó á Portugal, salíanle al encuentro los pueblos enteros, mirábanle como si fuera venido del cielo y mas que hombre, pues habia peregrinado por provincias tau extrañas; maravillábanse demasiadamente como hombres que eran de groseros y rados ingenios. El rey de Castilla, asentadas las cosas de Castilla la Vieja y puesto en libertad á Garci Fernandez Manrique, de quien dijimos fué preso con don Enrique de Aragon, y restituídole en sus antiguos estados, dió la vuelta al reino de Toledo al fin deste año, y despues que algun tiempo

defender cobraron ánimo, y con diversas salidas y rebates al fin hicieron tanto, que el cerco se alzó á 27 de mayo. Recobraron fuera desto los lugares en contorno y sacaronlos de poder de los contrarios. Tuvieron solamente diversas escaramuzas sin que se llegase á batalla. Pretendian con la costumbre de vencer en aquellos encuentros y rebates que los franceses cobrasen ánimo y se alentasen del miedo que tenian cobrado. El rey de Francia, otrosí por medio de sus enemigos, pasó á Rems por consejo de aquella doncella á coronarse y ungirse, lo que hasta entonces no se habia hecho; con esto á los suyos se hizo mas venerable, á los enemigos espantoso. Recobradas muchas ciuda

se detuvo en Alcalá, pasó á Illescas. Llegó allí á la sazon Juzef, abencerraje, huido de Granada, sobre negocios del rey Moro despojado. Fué recebido y tratado benignamente por el Rey; envióle con Alonso de Lorca, que desde Murcia le hizo compañía, al rey de Túnez con cartas, en que le exhortaba y pedia tuviese compasion de aquel Rey desterrado, y le restituyese en el reino con sus fuerzas y gentes; que haciendo ellos el deber, no dejaria de ayudallos con dineros, armas, soldados y provisiones. El de Túnez, movido por esta embajada, tornó á enviar al rey Mahomad en España con una armada y trecientos de á caballo; y como desembarcasen en Vera, causó grande mudanza y alteracion en los corazones de los que por ser hombres de inge-des, acometieron los franceses á Paris; no la pudicnio mudable se tornaban á aficionar al gobierno antiguo, y aborrecer el nuevo señorío y mando del nuevo Rey. Las ciudades y lugares de aquel reino á porfía se le entregaban; la misma ciudad de Granada vino en su poder al principio'del año de 1429. El tirano se retiró al castillo del Alhambra, en que en breve fué preso y muerto; y con tanto dejó con ayuda del cielo y grande aplauso de toda la provincia el cetro de que injustamente y á tuerto se apoderara al Rey legítimo, que procedia de sus padres y abuelos reyes. Esto en España. Las cosas de Francia no podian ballarse en peor estado que el que tenian, apoderados los ingleses, perpetuos enemigos de Francia, de Paris y de otra muy grande parte de aquella provincia. Cárlos, séptimo deste nombre, rey de Francia, en aquella apretura y peligro envió á pedir socorro con grande sumision, así á los otros príncipes como al rey de Aragon. Matías Refaque, enviado por esta causa de Francia, llegó á Barcelona por el mes de abril. Hallábase el rey de Aragon embarazado con dos guerras, en especial la de Nápoles le aquejaba, de donde, casi perdida la esperanza, don Pedro, su hermano, en una armada habia venido á España. En su lugar y en el gobierno quedó Dalmacio Sarsera para que entretuviese lo que quedaba en pié. Demás desto, pensaba el dicho Rey hacer guerra á Castilla, y para ella se apercebia á la sazon con grande cuidado. Por esta causa la embajada de Francia no fué de efecto alguno; mas las cosas de aquel reino sin fuerzas, sin ayuda, sin gobierno, fueron por favor del cielo ayudadas, y se mejoraron con esta ocasion. Ya siete meses los ingleses tenian sitiada á Orliens, ciudad nobilisima, puesta sobre el rio Loire. Los cercados padecian falta de todo lo necesario, y apenas con los muros se defendian del enemigo. Una doncella, llamada Juana, de no mas de diez yocho años, salvó aquella ciudad. Era natural de San Remi, aldea en la comarca de los leucos, parte de lo que al presente llamamos Lorena. Su padre se llamó Jaques Durcio, y su madre Isabel. Desde su primera edad se ejercitó en pastorear las ovejas de su padre. Esta doncella vino á los reales de los franceses, dijoles que por divina revelacion era enviada para librar á Orliens de aquel peligro, y á Francia del señorío de los ingleses. Hiciéronle muchas preguntas, y como de todas saliese bien, quedaron persuadidos el Rey y sus capitanes que decia verdad. Luego con gentes que le dieron, por medio de los enemigos metió dentro de Orliens socorro y vituallas. Los de dentro con la esperanza de poderse

ron entrar, antes á la puerta de San Honoré la doncella 6 poncella de Francia fué herida. Pasaron con la guerra á otra parte. Tenian los ingleses cercada la ciudad de Compiene; la doncella, animada por las cosas pasadas, con un escuadron apretado y cogido de los suyos se metió en la ciudad. De alli hizo una salida y dió una arma á los ingleses, en que por secretos juicios de Dios fué presa por los enemigos y llevaða á Ruan. Acusáronla de hechicera, y por ello fué quemada; el principal acusador y atizador fué Pedro Chauchonio, obispo de Beauvais, sin que tuviese alguno de su parte que osase abrir la boca en su defensa, dado que muchos se persuadian, y hoy lo sienten así, que aquella doncella fué condenada injustamente; honra perpetua de Francia, famosa en todos los siglos, y noble, como lo pronunciaron los jueces, á quien cometió los años adelante esta causa el pontífice Calixto; proceso y sentencia que hasta hoy se guardan y están en los archivos de la iglesia mayor de Paris. Una estatua suya de metal se ve en medio de la puente de Orliens, puesta en memoria del beneficio que della recibieron ; pero esto pasó en algun tiempo adelante. En Tarragona, ciudad en Cataluña los obispos de la provincia tarraconense se juntaron, llamados á concilio por don Pedro, cardenal de Fox, legado que á la sazon era del pontifice Martino V. Lo que en aquel Concilio se decre-. tó no se sabe; solo lo que era de mayor importancia y mas se pretendia, el canónigo Gil Muñoz renunció las insignias y nombre de pontífice, los cardenales que consigo tenia fueron depuestos y quitadoles la dignidad y nombre que sin propósito usurpaban, lo uno y lo otro por orden del rey de Aragon en gracia del pontífice Martino, al cual como antes tuvo enfrenado con el miedo, así bien ahora le pretendia ganar y traelle á su partido con este servicio tan señalado. Peñíscola, que fué de la órden de San Juan de tiempo antiguo, quedó en lo de adelante por el Rey. A Gil Muñoz, para alguna manera de recompensa, hicieron obispo de Mallorca. Alonso de Borgia fué otrosí nombrado por obispo de Valencia en premio del trabajo que tomó en reducir á buen seso al dicho Gil y á sus consortes, principio y escalon para subir á las mas altas dignidades que hay. Sucedió todo esto en Tortosa por el mes de agosto. Desta mañera se puso final scisma mas reñido y de mas tiempo que jamás la Iglesia padeció. En accion de gracias por beneficio tan señalado se hicieron procesiones por todas partes y grandes plegarias para

aplacar á los santos y suplicalles con gozo envuelto en lágrimas conservasen lo comenzado y diesen perpetuidad á mercedes tan señaladas. Esto en Aragon y en Francia. Razon será que volvamos á las cosas de Cas

tilla que se han quedado atrás y á declarar las causas de una nueva guerra, que se emprendió muy brava en◄ tre los reyes de España,

LIBRO VIGÉSIMOPRIMO.

CAPITULO PRIMERO.

De la guerra de Aragon.

EN sosiego estuvo España los años pasados á causa de ballarse cansada de las muchas guerras que mucho la trabajaron, y porque los reyes estaban emparentados entre sí y trabados en muchas maneras con deudo y afinidad. Con los moros de Granada tenian treguas ó guerras y encuentros de poca consideracion y importancia, dado que no faltaba á los nuestros deseo de desarraigar y deshacer del todo aquella nacion malvada, , para lo cual se ofrecia buena ocasion por estar á la sazon los moros divididos entre sí en parcialidades y bandos, y por el consiguiente alborotados y á punto de perderse; pero desbarató estos intentos una nueva guerra que por este tiempo se emprendió entre los tres reyes de España, el de Aragon y el de Navarra de una parte, y de otra el de Castilla, de mayor ruido y porfía que de notable y señalado remate. Lo que aquí pretendemos es poner por escrito las causas y motivos desta guerra, el fin y suceso que tuvo, los juegos de la fortuna variable, y la 'caida con que don Alvaro de Luna de la cumbre de prosperidad en que estaba comenzóla segunda vez á despeñarse sin saberse reparar, que fué justo castigo de Dios por ser el principal atizador y causa de todos estos males y discordias; porque, pretendiendo él conservarse por cualquier camino en el poder y grandeza que con buenas ó malas mañas alcanzara, luego que volvió á la corte y fué restituido en su primer lugar y privanza, persuadió al Rey que á los grandes, que debiera autes granjear con servicios y cortesía, los hiciese salir de su casa real y de su corte, y los mandase retirar á sus casas y estados; consejo muy errado y muy perjudicial, principalmente al que le daba. Pedro Fernandez de Velasco y Pedro de Zúñiga y don Rodrigo Alonso de Pimentel, conde de Benavente, junto con los maestres de Calatrava y Alcántara, sabida la voluntad del Rey, sin dilacion se partieron para sus casas. Quedaban los infantes de Aragon, señores de mayor autoridad, que pudiesen fácilmente echallos y despedillos contra su voluntad; mas fué tan grande la temeridad de don Alvaro, que se determinó tambien a embestir y chocar con ellos. Primeramente acometió al de Navarra, de quien, no solo el pueblo, sino las personas principales decian en público y en secreto que era justo se fuese á su reino; que cuidaba de las cosas ajenas, y se descuidaba de las propias, en lo cual la culpa

era doblada, y era igualmente digno de ser por lo uno y por lo otro reprehendido. Estas murmuraciones y dichos daban gusto á don Alvaro de Luna, y no meaos al rey de Castilla, porque, conforme á la costumbre y inclinacion de los príncipes, llevaba mal que en su reino hobiese ninguno que en honra y titulo se le igualase, y á quien debiese tener respeto. Fuéle intimado por personas que para esto le enviaron lo que el rey de Castilla pretendia. La reina doña Blanca, su mujer, al tanto, como la que barruntaba la borrasca que se levantaba, y con el cuidado que el amor que á su marido tenia le cansaba, envió á Pedro de Peralta por su embajador para que de su parte solicitase la partila; que así lo pelian todos los estados del reino de Navarra, y que esto seria saludable y á propósito, así para sus particulares inten- » tos como para el bien comun de sus vasallos. Llevaba. mal el Navarro los embustes y mañas de don Alvaro de Luna; todavía visto que era forzoso sujetarse á la neresidad, habló con el Rey en Valladolid, do á la sazon S3 hacian las Cortes de Castilla. Renovóse la confedera cion en esta habla, puesta entre los tres reyes, el de Navarra, el de Aragon y el de Castilla. Pusiéronse por escrito las capitulaciones, que por el presente confirmaron con sus juramentos y firmas los dos reyes. Aldo Aragon, que ausente estaba, para que hiciese lo mismo, enviaron un tanto de lo capitulado y de las condiciones por medio del doctor Diego Franco, hombre prudente y docto en derechos, demás desto del Consejo real. Asentadas las cosas en esta forma, el rey de Navarra so partió á su reino; el de Aragon despues de muchas dī◄ laciones de que usó, antes de responder á lo que Diego Franco le proponia y representaba, últimamente en Barcelona dió por respuesta que aquellas condiciones no le contentaban, que te parecia se debian reformar algunas dellas. Junto con esto, pareciéndole aquel embajador persona á propósito para sus intentos, envió con el un recaudo secreto á don Alvaro, en que le avisaba que Pedro Manrique era el que alizaba todas aquellas disensiones y ponia discordia entre los infantes, su-hermanos; que era hombre de dos y aun de muchas caras, y á cada paso mudaba de color como mejor le venia, por ser de su condicion variable y amigo de novedades; por tanto, si deseaba mirar por si, por el bien y pro comun y por el Rey, debia echalle de la corte y no permitir tuviese mano alguna en el gobierno. Desta ofension del rey de Aragon coutra Pedro Manrique no se sabe bien la causa, salvo que por el mismo tiempo fue pues

to en prision el arzobispo de Zaragoza, llamado don Alonso Argüel'o, en que murió. Del género de la muerte que le dieron hobo diversos rumores; unos decian que en la prision le dieron garrote, otros que le echaron en el rio; lo mismo se ejecutó en algunos ciudadanos de Zaragoza. Achacábanles tratos secretos con don Alvaro de Luna; la verdad era que el demasiado celo que mostraban de que se mantuviesen las paces asentadas antes con Castilla les acarreó la muerte, y mas la libertad del hablar, ca decian era justo forzar al Rey á guardar lo concertado, y no quebrantar las paces para que la república no lastase si se hacia lo contrario. Por la muerte del Arzobispo fué puesto en su lugar don Francisco Clemente, obispo que á la sazon era de BarceloBa. Junto con esto tenian entre sí los reyes hermanos tratos secretos en razon de vengar por las armas los agravios que don Alvaro de Luna les hacia y juntar sus fuerzas para destruille. Llamó el rey de Aragon al infante don Enrique, su hermano, al principio del mes de abril, año del Señor de 1129. Tuvieron los dos hermanos vistas en la ciudad de Teruel; entendióse, por lo que se vió adelante, que concertaron de levantar gente y mover guerra á Castilla. El Navarro no se halló en esta junta por estar ocupado en diversos negocios de su reino y en coronarse por rey, que hasta entonces se dilatara. Hizose la ceremonia en Pamplona, á 15 de mayo, en esta manera el Rey y la Reina vestidos de sus paños reales, sus coronas en la cabeza á la manera que los godos usaban,fueron levantados en sendos paveses y puestos sobre los hombros de los grandes. Alzaron por ellos los estandartes, y fueron en esta forma por un faraute pregouados por reyes. Luego despues desto se hicieron de secreto levas de gentes en los dos reinos; la voz era para ayudar á las cosas de Francia; la verdad que estaban resueltos de tomar las armas contra Castilla. No se le encubrió esto al rey de Castilla; enviáronse de la una á la otra parte embajadas sobre el caso; no aprovechó nada. Los dos reyes movieron con sus gentes y llegaron hasta Hariza, villa situada en la raya de Aragon, y de los antiguos llamada Arci, en los pueblos dichos arevacos; iban determinados de meterse por aquella parte y entrar por fuerza en las tierras de Castilla. Con este intento don Diego Gomez de Sandoval, conde de Castro, metió gente de guarnicion en Peñafiel, y el infante de Aragon don Pedro, avisado desto, de Medina del Campo, donde estaba, actalió al mismo lugar. El rey de Castilla para resistir á estos intentos hacia en todo su reinò graudes levantamientos de gentes; mandó en particular á los grandes que le acudiesen, y nombradamente llamó al infante de Aragon don Enrique y a don Fadrique de Castro, duque de Arjona, nieto que era de don Fadrique, maestre que fué de Santiago, y hermano del rey don Pedro. Hizo otrosí que á todos los estados de nuevo se tomase juramento que en aquella guerra servirian con todas sus fuerzas y lealmente, y que darian aviso si algunos tratasen de otra cosa y pretendiesen lo contrario, con pleito homenaje y voto que hacian, si faltase en lo que prometian, de ir á Jerusalem á piés descalzos, y que no pedirian en algun tiempo relajacion del dicho juramento. En Palencia á los primeros de mayo se hizo esta diligencia. Juraron

el primero don Alvaro de Luna, y consiguientemente don Juan de Contreras, arzobispo de Toledo, don Lope de Mendoza, arzobispo de Santiago, don Fadrique, almirante del mar, dón Luis de la Cerda, conde de Medinaceli, los maestres de Calatrava y Alcántara, don Gutierre de Toledo, obispo que fué adelante de Palencia, don Pedro de Zúñiga, Pedro Manrique, don Rodrigo Alonso Pimentel, Sarmiento, y con los demás Juan de Tovar, şeñor de Berlanga, con otros muchos señores que acompañaran al Rey, todos á porfia quién seria el primero para hacer muestra de su lealtad y obediencia; dentre los cuales luego se nombraron cuatro capitanes que guardasen las fronteras. Estos fueron el mismo don Alvaro, el Almirante, Pedro Manrique y Pedro Fernandez de Velasco, su yerno. Diéronles dos mil de á caballo, que eran mas nombre de ejército que iguales fuerzas á las de Aragon. A Diego Lopez de Zúniga encargaron fuese en seguimiento de los demás á pequeña distancia y de respeto con un nuevo escuadron de caballos. El mismo Rey con la mayor parte do sus gentes tomó cuidado de ir contra la villa de Peñafiel y sujetalla. Asentó sus reales cerca de las murallas, y á voz de pregonero mandó avisar á los moradores que se rindiesen, con apercibimiento que si se ponian en resistencia y usaban de dilaciones, serian dados por traidores. Obedecieron los moradores, con que don Pedro de Aragon y con él el conde de Castro don Diego Gomez de Sandoval se recogieron á la fortaleza. Dióse á los moradores perdon de haber cerrado las puertas y no se rendir luego. No pareció por entonces combatir el castillo por no gastar mucho tiempo en el cerco. Los reyes de Aragon y de Navarra entraron en las tierras de Castilla y rompieron por la parte de Cogolludo, villa asentada en los confines de la antigua Carpetania y de los pueblos que llamaban arevacos. Asentaron sus reales en lugar llano y descubierto; los capitanes de Castilla en un collado legua y media distante. Eran los aragoneses y navarros en número de dos mil y quinientos caballos, mil infantes todos bien armados, soldados viejos y pláticos en muchas guerras. En los reales de Castilla se contaban mil y setecientos caballos, cuatrocientos infantes. Los reyes, deseosos de pelear, luego el dia siguiente, un viérnes, 1.o de julio, movieron ordenadas sus haces. Amonestaron con pocas palabras, conforme al tiempo, á cada cual de las escuadras y compañías que hiciesen el deber; que por culpa de pocos andaba el reino de Castilla revuelto, quebrantadas las leyes, profanadas las cosas sagradas; ellos, á quien mas que a nadie tocaba acudir al remedio y procuralle, desterrados, despojados de sus bienes, de sus hijos, mujeres y amigos, hasta el derecho comun de contratacion les quitaban; que ni aun les consentian hablar al rey de Castilla para amonestalle lo que á él le convenia y dar de sí razon,. por lo cual eran forzados á tomar las armas y valerse dellas; que del suceso de aquella batalla dependia la paz pública, la salud y dignidad de la una nacion y de la otra; por tanto, dada la señal, estuviesen á punto y aparejados para acometer á los contrarios, que aunque fueran mas, no tendrian dificultad en desbaratallos por venir desarmados y ser gente poco ejercitada, y al contrario ellos tan usados en las arinas y en

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