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una peticion, en que rogaban aquellos que ya que CAPÍTULO 1. los reyes Sisebuto y Chintila los habian obligado á renunciar su ley, se les eximiera de comer carne de » puerco, y esto mas porque su estómago no la llevaba, por no estar acostumbrados á tal vianda, que por escrúpulo de conciencia; ofreciéndose, co»mo muestra de su buena intencion, á comer otros manjares guisados con ella.» ' Creyeron los prelados sincera la declaracion de los hebreos, espe rando que se redujeran todos al cristianismo y que terminase de este modo la lucha que con ellos mantenian; pero fué inútil su esperanza. No bien habia ocupado la silla de Recaredo el rey Wamba, cuando la rebelion de Hilderico y de Paulo les dió motivo para manifestar su rencor, dando ayuda á los amotinados y volviendo al imperio visogodo muchas familias de las que habian sido arrojadas de él por los decretos que llevamos citados. " Contentó

9 El odio que los hebreos tienen á la carne de cerdo no proviene solo de ser su uso vedado por la ley: Isalak Cardoso dice de este cuadrupedo: «Es el puerco animal sórdido, humilisimo y torpísimo, criador y morador de la inmundi"cia; su recreacion es el lodo y su vida la suciedad: no puede sufrir «el olor de la rosa, ni de otras flo"res suaves, habituado á los pravos "é inmundos olores. Animal grunidor y clamoroso, la vista siempre baja que nunca mira al cielo, sino cuando le vuelven bora arriba: que "entonces estúpido se enmudece, «temiendo el peligro que le amenaza

c. n la muerte.» Esta descripcion, fuera de otras razones, prueba que no comian el cerdo, por medida higiénica.

10 Hé aqui como menciona el arzobispo D. Rodrigo en el capitulo II del libro III de sur Ristoria la rebelion de que tratamos. «Sed quia novitas perturbationibus raro

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caret, in primo anno regni ejus
(Wamba) turbatio non modica ex-
citatur. Nam Hildericus, qui Ne-
«mausensis urbis comitatum tene-
abat, faventibus sibi Gumildo perni-
«tioso magalonensi episcopo et Ra-
«nimiro abbate, contra statuta go-
thorum judeos in patriam revo-
cavit et virum venerabilem Are-
«gium Neumasensem episcopum re-
belionis suæ vecordia nisus est
«irritare, quain quia non potuit la-
"queare, a sede expulsum Francorum
«manibus tradidit illudemdum et
Ranimirum, abbatem perfidiæ so-
ucium in pontificatu exulis subroga-
vit et a duobus episcopus preditio-
unis consortibus fecit contra sta-
«<ta canonum consecrari.» Despues
de vencida la rebelion de П idérico
y castigada la traicion de Paulo,
que abandonando las banderas del
rey se pasó á los revoltosos, no
vuelve a hacer mencion el arzo-
bispo D. Rodrigo de los judíos que
fueron unevamente llamados á ́su

Wamba.

ENSAYO I.

Egica.

se Wamba con los castigos que impuso á Paulo y á sus principales partidarios, sin que haya dato alguno legal, por donde se venga en conocimiento de las medidas que adoptó respecto á los mal sosegados hebreos.

Los cánones del Concilio XVI de Toledo, celebrado en 693, continuando el sistema de benevolencia de Recesvinto, daban á los judíos converConcilio XVI. SOS privilegios, de que carecian anteriormente, haciéndolos de mejor condicion, y habilitándoles al par para abrazar todas las carreras del Estado. Intentó Egica de esta manera utilizar los grandes elementos de civilizacion que abrigaba en su seno el pueblo hebreo; y declarados ya como nobles y horros de tributos "cuantos abrazasen la religion cristiana, tal vez se hubieran recogido los abundantes frutos que el rey se prometia, si el anatema que pesaba sobre los descendientes de la tribu de Judá, no hubiese sido parte para que los buenos deseos y disposiciones del monarca godo se trocasen á los pocos años en enemistad y aborrecimiento. Asi fué que en el año 694 congregó Egica el XVII Concilio Concilio XVII. Toledano, último de los celebrados en aquella ciudad famosa, présentándole un memorial, en donde manifestaba la necesidad grande de lanzar de Espana á todos los judíos, para evitar el que llevasen á cabo el proyecto que tenian concebido de entregar á los moros la península, de acuerdo con los he

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breos que moraban en Africa. A la proposición del rey, que era apoyada vivamente por la magnitud del peligro que se anunciaba, respondieron los grandes y prelados, acordando que todos los judios fuesen dados por esclavos, siendo confiscados sus bienes, para que con la pobreza sintiesen mas el trabajo, y arrebatándoles sus hijos, luego que llegasen á la edad de 7 años ", para educarlos conforme á las prácticas cristianas. Este cambio experimentado en la conducta del monarca y del Concilio, no puede en manera alguna ser tachado de inconsecuente, cuando la necesidad mas imperiosa que se presentaba á su vista era la de salvar la nacion que se hallaba amagada de tan espantosa catástrofe. Los judíos que en el año anterior habian recibido por mano de Egica el presente, inestimable para aquellos tiempos, de la nobleza; que se veian colocados de pronto al nivel de las primeras familias del reino, pues que poseian grandes riquezas, provocaron con su oscura conducta aquella medida extrema: á los judíos debe, pues, acusar únicamente la crítica histórica, no pudiendo en esta ocasion libertarlos, cuando menos, del título de ingratos, para con un rey que tanta benevolencia les habia mostrado.

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La muerte de Egica y la ascension al trono de su hijo Witiza hicieron cambiar muy luego el aspecto que este asunto presentaba. Verdad es que no tomaron mejor rumbo las demas cosas del Estado, cayendo todas las clases en la mas vergonzosa corrupcion y envilecimiento. Hé aquí como un historiador respetable bosqueja el cuadro nebuloso que ofreció por aquel tiempo España, no perdiendo de

12 Can. VIII del referido Concilio.

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CAPÍTULO 1.

Witiza.

ENSAYO 1.

Su

Corrupcion.

>>

vista al desalmado monarca: Es muy dificultoso, »dice, enfrenar la edad deleznable y el poder con » la razon, virtud y templanza. El primer escalon » para desbaratarse, fué entregarse á los aduladores; » que los hay de ordinario y de muchas maneras en >> las casas de los príncipes: ralea perjudicial y abo>> minable. Por este camino se despeñó en todo gé»> nero de deshonestidades; enfermedad antigua su-» ya, pero reprimida en alguna manera en los años » pasados por respetos de su padre. Tuvo gran nú>> mero de concubinas con el tratamiento y estado, » como si fuesen reinas y sus mugeres legítimas. Pa» ra dar algun color y escusa á este desórden, hizo. » otra mayor maldad. Ordenó una ley, en que con» cedió á todos que hiciesen lo mismo; y en parti>> cular dió licencia á las personas eclesiásticas y con>> sagradas á Dios para que se casasen. Ley abominable y fea, pero que á muchos y á los mas dió gusto. Hacian de buena gana lo que les permitian, asi por cumplir con sus apetitos, como por agra» dar á su rey, que es cierto género de servicio y » adulacion imitar los vicios del príncipe: y los mas ponen su felicidad y contento en la libertad de los >> sentidos y gusto. Hízose otrosí una ley en que ne» garon la obediencia al Padre Santo; que fué quitar » el freno del todo y la máscara y el camino derecho » para que todo se acabase y se destruyese el reino,»>

»

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Tal era el estado de España bajo el reinado de Witiza, cuya torpeza llegó hasta el punto de echar por tierra todas las fortalezas del reino, á excepcion de tres solamente, por el cobarde recelo de que los que veian indignados tanto escándalo, acudiesen con las armas, que hizo tambien quemar en las pla

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Falso concilio.

zas públicas, á poner la enmienda que reclamaba CAPÍTULO I la salvacion del Estado. Bastaba al descarriado mo: narea, en medio de aquellos desórdenes, saber que su padre y los reyes que le habian precedido, encontraron motivos por donde reprimir á los astutos hebreos, para apartarse de tan saludable senda y dirigirse al despeñadero. Revocando, pues, por medio de un falso Concilio "3, los cánones de los anteriores y las leyes que habia la nacion recibido con entusiasmo, abrió Witiza las puertas del reino á los que pasaron á otras tierras por no abrazar la religion católica; relajó el juramento de los que habian recibido el agua del baustimo, y para colmo de insensatez, colocó en elevados puestos á muchos descendientes de aquella raza proscrita. Estas absurdas medidas no pudieron menos de producir los resultados que hubieran debido esperarse. Los judíos adquirieron bien pronto una preponderancia verdaderamente peligrosa, convirtiendo en provecho

13 Los decretos de este Concilio que fué el XVIII ni se hallan reunidos con los de los anteriores, ni son tenidos por legítimos: al contrario, aparecen de todo punto opuestos a los cánones eclesiásticos; formando un grave capítulo de acusacion contra aquel monarca, á quien han tratado de absolver de sus errores y extravios algunos escritores modernos. Entre estos ocupa un lugar distinguido el erudito don Gregorio Mayans y Siscár que en su ensayo intitulado: El rey Witiza defendido, obra bajo otro aspecto de no escaso mérito, disculpa, defiende y canoniza muchos de los hechos y desaciertos que al. referido principe se atribuyen. La obra de Mayans, prueba, sin embar go, mas talento y destreza en el autor que bondad en la causa que con no poco calor abraza. Los testimonios de historiadores tan respe

tables, como don Lucas de Tuy, que
escribía por los años de 1235; del
arzobispo don Rodrigo que afirma
terminantemente que el rey Witiza
honró mas á los fudios que á las
iglesias y prelados; de D. Alonso
el sábio, y en mas moderuos tiem-
pos del respetabilisimo Ambrosio de
Morales, doctó en todo género de
estudios, corroboran y confirman
la opinion de Mariana, cuyo juicio
dejainos trasladado. Podrá haber
quizá alguna exageracion en la ex-
posicion de los hechos; podrá tal
vez descubrirse alguna ojeriza en
la manera de presentarlos: pero
aunque esto sea hasta cierto punto
digno de censura, no por eso he
mos de concluir que son aquellos
enteramente falsos, como se ha pre-
tendido por los defensores de Witi-
za. Esta no es la manera de exa
minar los acontecimientos, ni de
descubrir la verdad histórica.

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