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ENSAYO I.

Picho.

horriblemente, los habitantes asesinados sin compasion alguna, ni distincion de personas; el fuego habia devorado, en fin, lo que el furor de la muchedumbre perdonára.-¿Y quién era el autor, quién el móvil de esta espantosa carniceria?... Algunos historiadores, intentando acaso atenuar semejantes crímenes, refieren que envidiosos los judíos de Sevilla de la prosperidad á que en tiempo de don Enrique II habia llegado su compatriota don Yusaph Picho, ó sañosos con él porque no los habia protegido en la privanza que alcanzó con aquel soberano, siguiendo la antiquísima costumbre de disponer de la vida de un hombre en ciertos dias del año, deD. Tusaph signaron á don Yusaph como malsin y le dieron la muerte. Esta alevosa conducta de los judios de Sevilla no pudo menos de atraer el castigo por parte del monarca y excitar mas y mas el ódio del pueblo cristiano.-Don Yusaph Picho por su egemplar conducta durante el tiempo que habia sido almojarife y contador mayor; por su integridad grande y por la severidad de sus costumbres, habia logrado atraerse la benevolencia y el cariño de los castellanos: al saber estos que semejantes prendas le habian acarreado la muerte, maldijeron del pueblo hebreo y aguzaron, por decirlo asi, sus inestinguibles rencores.-Pero esto que acontecia en 1379 no hubiera sido quizá nunca parte para que el pue blo de Sevilla impulsado por un furor que rayaba en frenesí, inmolase despiadadamente mas de cuatro mil judios, como cuentan todos los analistas é historiadores.'

1 Ortiz de Zúúiga Anales de Sevilla, año 1394.

Alborotos

La causa, pues, de aquel atentado era otra: el CAPIT LO IV. combustible estaba dispuesto de antemano y solo faltaba aplicarle el fuego. Las predicaciones del arcediano de Ecija, de que se habia quejado el cabildo de Sevilla, y á las cuales habia impuesto silencio el digno arzobispo de aquella metrópoli, fueron la causa de aquel horroroso incendio. Con la contradiccion del capítulo eclesiástico se habia exaltado mas y mas el celo indiscreto de aquel sacerdote fanático: el pueblo que habia escuchado con indiferencia sus sermones, al ver que se trataba de favorecer á los descreidos, llegó á tomar parte en aquella contienda: se reunió en las plazas ; oyó y aplaudió al predicador intolerante y se derramó despues por la ciudad, prodigando insultos y amenazas á los judios que se vieron bien pronto obligados á encerrarse en sus barrios. Mas tampoco fueron alli respetados. La justicia entretanto acudió á contener el naciente alboroto: el conde de Niebla y Alvar Perez de Guzman, alguacil mayor de la ciudad, corrieron al lugar en donde era mayor la griteria, cojieron á dos de los mas furiosos y los mandaron azotar públicamente, para que sirvieran á los demas de escarmiento. Léjos de aplacarla, el castigo irritó á la desenfrenada muchedumbre: las armas ensangrentadas contra los hebreos se volvieron contra el conde y los suyos, cuyas vidas se halláran en grave riesgo á no soltar los presos y abandonar aquella desigual contienda.

Parecieron, sin embargo, apaciguarse los alborotadores, rescatados ya sus amigos, y hubo la ciudad de gozar por algunos dias de aquella calma que precede siempre á los grandes desastres. En efecto el

de

Sevilla.

ENSAYO 1.

Asalto

de la judería.

6 de Junio amaneció, é ingnorándose la causa, se vió la poblacion conmoverse y correr de consuno á la juderia, que fué asaltada por todas partes; sin que el hierro exterminador perdonase á los que huian, ni á los que imploraban misericordia. Entre los gritos de la muchedumbre se escuchaban los acentos del arcediano Hernando Martinez, pareciendo canonizar con la predicacion aquellas terribles escenas de exterminio. Estas eran, pues, las quejas que los postores de las rentas reales elevaban ante la representacion nacional en el nombre de las leyes ultrajadas; estos los desacatos que era llamado á reprimir el Consejo de gobierno creado por un rey, cuya indiferencia habia tal vez sido una de las causas principales de ellos. El celo del arcediano, que fué en 1388 calificado por don Juan I de santo y bueno, derramó en 1391 rios de sangre. Esto ni la humanidad ni el Evangelio, en cuyo nombre se verificaba, podian disculparlo; bien que no haya faltado quien dé al referido arcediano el título de santo, llevado indudablemente de igual fanatismo. Pero los tiempos de la intolerancia han pasado ya; y mengua seria de la generacion presente el ver de la misma manera unos hechos verdaramente incalificables.

Las cortes de Castilla, el Consejo de gobierno, Disposiciones menos preocupados que la muchedumbre y mas del consejo celosos de la justicia que el rey don Juan, oyeron con escándalo la relacion de tan sangrientos hechos. El deber contraido para con el mundo y sus mismas conciencias les imponia la obligacion de acudir

de

Gobierno.

Uno de los que han escarnecido de este modo á la humanidad, ha sido el célebre Pablo el Burgense en su Escrutinium scripturarum:

mas adelante tendremos ocasion de dar á conocer á este señalado escri tor á nuestros lectores.

prontamente á poner el deseado remedio en tantos CAPÍTULO IV. males; y para conseguirlo, despacharon jueces con título de priores, título entonces de grande autoridad y prestigio, para que pasando á Sevilla y á los demas pueblos de aquel reino, en donde habia cundido el fuego de la insurreccion, castigasen con mano fuerte é los sediciosos y fautores de aquellos crímenes. Pero por mas pesquisas que los jueces verificaron, por mas diligencias que hicieron para averiguar quienes eran los principales culpados, nada ó muy poco consiguieron, quedando impune el desatentado arcediano, causa principal de los alborotos, bien que no acabó sus dias con tranquilidad el que tantas muertes habia ocasionado, en lo cual pareció verse la mano justiciera de la Providencia. El resultado de todo fué, en suma, como no podia menos de ser, perjudicial para el pueblo hebreo : á pesar de la rectitud de los jueces; á pesar de las severas órdenes del gobierno, los cristianos se apo deraron de dos sinagogas de la juderia de Sevilla, convirtiéndolas en iglesias parroquiales, bajo la advocacion de Santa Cruz y de Santa Maria la Blanca. Quedaron, pues, reducidos los judios en aquella capital á una sola aljama, conocida ahora con el nombre de San Bartolomé, habiendo menester de mucha perseverancia y resignacion, y toda la industria de que eran susceptibles, para reponerse algun tanto los que escaparon con vida de tamañas pérdidas. 'Los cristianos, por el contrario, ricos con el botin y ufanos con su doble victoria, creyendo haber hecho un acto meritorio, aumentaron considerablemente sus riquezas.

3 Anales de Sevilla de Ortiz de Zúñiga, año de 1391.

Pierden

en Sevilla dos Sinagogas.

ENSAYO I.

Saqueo

las

aljamas.

Este fatal egemplo de impunidad tuvo y debió tener necesariamente los mas deplorables resultados. Poco mas de un año habia trascurrido cuando el 5 de Agosto fueron acometidas casi aun mismo tiempo las juderias de Burgos, Valencia, Córdoba y Toledo, robando y saqueando la muchedumbre las casas y las tiendas y dando muerte á cuantos oponian la mey nor resistencia. Oigamos como refiere estos acontecimientos un escritor que no puede en manera alguna ser tachado de sospechoso: «Andaba en cada una

de estas partes tan amotinado y desmandado el » pueblo, tan golosa la codicia, tan acreditada la voz » del predicador ( don Hernando Martinez) de que con buena conciencia podian robar y matará aque»lla gente, que sin respeto ni temor de jueces ni >ministros, saqueaban, robaban y mataban que era "pasmo. Cada ciudad fué una Troya en aquel dia. » Las voces, los lamentos, los gemidos de los que >> sin culpa se veian arruinar y destruir, al paso que >> lastimaban á los que no eran en el hecho, incitaban »á mas rabia y mas crueldad á los dañadores: solo » usaban de clemencia y reservaban las vidas y la >>hacienda á los que querian ser cristianos y pedian á » voces el bautismo; todo juicio errado con capa de »religion y yerro que fué causa de mil yerros, por» que muchos de los judios, viendo que con bauti» zarse los perdonaban, pedian el bautismo fingida» mente, teniendo la voluntad siempre en su secta, » con que cristianos en la apariencia, judaizaban cada » dia. Finalmente, por mas que los jueces procedieron al castigo y á la averiguacion, no aprovechó nada. Pareció inconveniente grande castigar y » destruir á una ciudad y á todo un pueblo, por

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