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>>reccion peninsular podria tener en la suerte de Europa y >>aun del mundo» (1).

Á los pocos dias, Mr. Canning comunicaba ya con los diputados de oficio y por escrito.

Siguióse á esta declaracion el envio de víveres, municiones, armas y vestuario en abundancia, no yendo al principio dinero porque no lo creyeron los comisionados necesario, y el nombramiento, para que pasasen á Asturias, de dos oficiales ingleses y del mayor general sir Tomás Dyer, protector desde entonces de los españoles.

No fué ménos favorable la acogida que el propósito de los asturianos recibió en las Cámaras. El célebre orador Mr. Sheridan, uno de los corifeos de la oposicion, despues de hacer constar, enmedio de entusiastas y unánimes aplausos, que España podia contar, no solo con el apoyo de los ministros, sino con el del Parlamento y el del pueblo de Inglaterra, añadia estas palabras: «Pienso que se pre>>senta una importante crisis. Jamás hubo cosa tan valien»te, tan generosa, tan noble como la conducta de los astu»rianos» (2).

Estas palabras fueron acogidas con entusiastas aplausos, y los comisionados vitoreados en todas partes, llegando hasta el extremo de que el primer dia que asistieron á la ópera en el palco del duque de Queensbury hubo que suspender la representacion cerca de una hora, para dar lugar á que el público diese desahogo á sus demostraciones de entusiasmo. Cumplido tan felizmente el objeto de su mision, regresaron los comisionados á Asturias, no sin haber procurado antes Toreno entablar relaciones de amistad con muchos de los principales personajes ingleses y estrechar más las que le unian á su compatriota D. Agus

(1) Toreno: Historia del levantamiento, guerra y revolucion de España: tomo I, pág. 167, edicion de Madrid de 1848.

(2) Toreno: Historia del levantamiento, guerra y revolucion de España: tomo I, pág. 168, edicion de Madrid de 1848.

tin Argüelles, que á la sazon se hallaba en Londres, desempeñando una mision reservada de Godoy.

Á su vuelta se encontró Toreno con la noticia de la muerte de su padre, que le obligó á atender al cuidado de sus propios asuntos, lo que, unido á algunas ligeras desavenencias con ciertos individuos de la junta general del principado, fué causa de que se apartase por algun tiempo de la vida pública.

El fundamento de estas desavenencias habia sido el proceder arbitrario que contra determinadas personas se habia ejercido, que no impidió, sin embargo, que Toreno más adelante protestase con todas sus fuerzas contra las ilegalidades y violencia con que la junta fué disuelta por el célebre marqués de la Romana.

Habia entrado este general en Oviedo con sus tropas, y desde el primer momento dió completo crédito á las quejas, más ó ménos atendibles, de varios individuos y corporaciones privilegiadas, contra la junta, prestándose harto inconsideradamente á ser instrumento de los agraviados. Investido por la junta central de amplios poderes, extensos, pero exclusivamente militares, creyó que éstos le autorizaban para reprender á la junta general del principado por haber prescrito que todos tomasen las armas sin excepcion, inclusos los donados, legos de los conventos y los beneficiados no ordenados in sacris. Respondió agriamente la junta, compuesta de los principales de la provincia, á esta inconveniente reprension, é irritado Romana, quiso entonces exigirla cuentas. La junta le negó la competencia; y por fin, despues de varias contestaciones, parodiando Romana el 18 Brumario, hizo que el coronel O'Donnell penetrase de órden suya con cincuenta hombres en el salon de sesiones y la disolviese por la fuerza. Nombró enseguida otra junta, para la que Toreno, cuyas desavenencias con la disuelta eran públicas, fué elegido. Pero éste, lejos de aceptar semejante nombramiento, protestó enérgicamente, como miembro nato que era de la junta

general del principado, contra las ilegalidades y violencias de que ésta habia sido objeto por parte del marqués de la Romana.

La invasion de Asturias por las tropas francesas de Ney y de Kellerman, obligando á Romana á refugiarse en Galicia, pusieron forzosamente término á esta cuestion.

Quedaron dos divisiones de su ejército en la provincia, de las que una se retiró á las ásperas y tradicionales montañas de Covadonga, reuniendo en torno suyo á varios asturianos, comprometidos ó esforzados, en cuyo número se hallaba Toreno.

En Setiembre de 1809, extendiéndose la ocupacion francesa por casi toda la Península, se embarcó Toreno para Andalucía, fijándose en Sevilla, donde se hallaba la junta central, á la que pertenecian como diputados por Asturias su tio el marqués de Camposagrado y el ilustre D. Gaspar Melchor de Jovellanos, amigo y favorecedor que habia sido del Conde. Trasladada azarosa y precipitadamente la junta á la isla de Leon, Toreno, como casi todos los particulares que se hallaban entonces en Sevilla, pasó á Cádiz, y pocos dias despues de su llegada á aquella ciudad, disuelta la junta central y nombrada la Regencia, fué elegido por la junta de Leon primero y poco despues por la de Asturias, para que las representase cerca del poder nuevamente creado. Hallóse de nuevo el Conde, y más por la fuerza de las circunstancias que por su propia voluntad, en situacion de ocuparse con resultado en los negocios públicos, dando pronto muestras de actividad y perseverancia en la defensa de sus principios políticos y de lo que él juzgaba ser provechoso á su patria, al intervenir activa y eficazmente en la pronta reunion de las Córtes. Asunto es éste de interés y de importancia en la vida pública de Toreno, y, para juzgarle debidamente, preciso es detenerse breves instantes á examinar la situacion de las cosas en aquellos momentos.

El deseo de moderar el poder real ó su representacion

en la gobernacion del Estado habia venido presentándose viva y tenazmente bajo una ú otra forma en España desde fines del siglo pasado, aun antes de estallar la revolucion francesa, que, lejos de serle favorable, lo que hizo en definitiva fué retardar y bastardear este movimiento.

La invasion francesa, al dejar á la nacion huérfana de soberano legítimo, favoreció prácticamente esta tendencia demostrando que existia viva en las clases más influyentes de la sociedad española.

De este espíritu participaban, sin duda alguna, los afrancesados, personas en su mayoría de reconocida ilustracion, y en quienes su afan de reformas fué principalmente la causa que oscureció su patriotismo. Á él obedecian, sabiéndolo ó sin saberlo, las juntas provinciales que, como las de Murcia, Asturias y Sevilla, solicitaban la reunion de Córtes, y tambien la de Zaragoza, que de hecho las convocaba. Para satisfacer á este deseo, de que asimismo participaba, hizo igual proposicion en la junta central, apenas instalada en Aranjuez, el ilustre Jovellanos, y si no se tomaron por entonces en consideracion sus proposiciones, debióse principalmente á la interposicion de la grande autoridad que por sus años y servicios ejercia el conde de Floridablanca, presidente de la Central, hombre siempre dispuesto á personificar el espíritu reformista del siglo XVIII en todo menos en cuanto pudiese favorecer al restablecimiento de la libertad política, disposicion innata en su ánimo, inclinado de suyo á la arbitrariedad, como lo demostró en la expulsion de los jesuitas, en que tomó una parte tan odiosa como eficaz y activa, fomentada y robustecida por los sucesos de la revolucion francesa.

Muerto éste, la junta central, aunque siempre dividida y tibia en sus resoluciones, no juzgó prudente dilatar por más tiempo la promesa de convocar Córtes, y la rota de Medellin, no ménos que las insinuaciones del gobierno in

glés, hicieron que, aunque de una manera algo vaga, anunciase el restablecimiento de la representacion legal y conocida de la monarquía en sus antiguas Córtes, convocándolas para el 1.° de Mayo de 1810 lo más tarde. La derrota de Ocaña obligó á la junta á pasar á la isla de Leon, y antes de disolverse resignó el mando en la Regencia, imponiendo á ésta la terminante obligacion aceptada por ella de que su primer cuidado fuera la celebracion de Córtes generales y extraordinarias, en el dia próximo que estaban convocadas, siempre que la defensa del reino, en que principalmente debia ocuparse, lo permitiese. Esta frase condicional, puesta únicamente para el caso de una notoria y apremiante imposibilidad, sirvió de pretexto á la Regencia para detener la convocacion de las Córtes. Alentábala en estos propósitos la poco reconocida autoridad del Consejo de Castilla, que de un modo indirecto condenaba de antemano esta medida para detener intencionalmente la convocacion de las Córtes. Pero pronto se traslucieron estos propósitos; y trascurrió algun tiempo sin que por ningun acto público ni ostensible cumpliese la Regencia el decreto de la junta.

Era Toreno de los más ardientes partidarios de la pronta convocacion de las Córtes, y de los más recelosos tambien de que la Regencia procurase eludir esta medida, y en una de las frecuentes reuniones que para tratar de asuntos de interés comun celebraban los representantes de las juntas provinciales, excitó á éstos á que hiciesen una exposicion á la Regencia, reclamando que no se demorase la reunion de las Córtes. Aceptaron los apoderados de las juntas su propuesta, y Toreno fué nombrado para que, como autor de ella, se encargara de redactarla, y le comisionaron para que, en union con D. Guillermo Hualde, chantre de la iglesia catedral de Cuenca y diputado por esta ciudad, se personase en la Regencia, á presentarla en nombre de los representantes de las juntas.

Recibidos los comisionados por la Regencia el 17 de Ju

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