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la guerra de Cataluña se partió para Valencia con intento de recoger el dinero, que conforme á lo asentado se obligó de contar á su esposa para el gasto de su casa y corte. Desde allí, dado que hobo la vuelta á Zaragoza, porque el negocio no sufria tardanza, en hábito disfrazado y solo con cuatro personas que le acompañaban pasó á Castilla. En Osma encontró con el conde de Treviño don Diego Manrique, que tenia parte en aquel trato de su casamiento. Dende acompañado del mismo Conde y de docientos de á caballo pasó á Dueñas, villa que era de don Pedro de Acuña, conde de Buendía, hermano del arzobispo de Toledo. Allí se vió con su esposa, y apercebidas todas las cosas, en Valladolid en las casas de Juan de Bivero, en que al presente está la audiencia real, se desposaron un miércoles á 18 de octubre. Luego el dia siguiente se velaron con dispensacion del papa Pio II en el parentesco que te nian. Así hallo que el arzobispo de Toledo dijo estaban dispensados, creo por conformarse con el tiempo para que no se reparase en aquel impedimento; invencion suya, como se deja entender por la bula que los años adelante sobre esta dispensacion expidió el papa Sixto IV. Era don Fernando de poca edad, que apenas tenia diez y seis años, pero de buen parecer y de cuerpo grande y robusto. Escribieron los nuevos casados sus cartas al Papa y al rey don Enrique y á los demás príncipes y grandes ; la suma era excusarse de haber apresurado sus bodas. El aparato no fué grande; la falta de dinero tal, que les fué necesario buscalle para el gasto prestado. Por el mismo tiempo don Enrique, hijo del infante don Enrique de Aragon, fué hecho duque de Segorve por merced del rey de Aragon, su tio, que dió tambien á don Alonso, su hijo bastardo, con título de conde á Ribagorza, ciudad de Cerdania á los confines yá la raya de Francia. A los 6 de diciembre finó en Roma don Juan de Carvajal, cardenal y obispo de Plasencia, su natural; yace en San Marcello de Roma. Fué auditor de Rota, despues legado de tres papas á diversas partes, hombre de negocios, de vida y casa ejemplar. En la Extremadura labró sobre Tajo una famosa puente, que hoy se llama del Cardenal.

este prometieron la villa de Casarubios y Arroyomolinos; á Gutierre de Cárdenas la villa de Maqueda, fuera de otras grandes dádivas de presente, y promesas de oficios, encomiendas y juros para adelante. Por medio de los dos y del arzobispo de Toledo, que entraba á la parte, se concertó el casamiento con ciertas condiciones, que todas se enderezaban á que en tanto que viviese el rey don Enrique se le guardase todo respeto. Que despues de su muerte la infanta doña Isabel tuviese todo el gobierno de Castilla, sin que el rey don Fernando pudiese hacer alguna merced por su propia autoridad, ni tampoco diese los cargos á extraños, ni quebrantase en alguna manera las franquezas, derechos y leyes del reino; en conclusion, que si no fuese con voluntad de su mujer, no se entremetiese en ninguna parte del gobierno. Todas estas capitulaciones y el casamiento se concertaron secretamente. Don Fernando, sin embargo, se detuvo á causa de la guerra de Cataluña, en que los enemigos de nuevo tenian puesto sitio sobre Girona, y al fin la forzaron á rendirse. Demás desto, en Navarra se levantó otra tempestad. El obispo de Pamplona don Nicolás en el camino de Tafalla, que iba á verse con la infanta doña Leonor y á su llamado, fué muerto por órden de Pedro Peralta. Enviáronse personas que pidiesen justicia al rey de Aragon, y le hiciesen instancia para que mandase castigar tan grave maldad. Recelábanse no creciese el atrevimiento por falta de castigo, y aquel sacrilegio, si no se castigaba, fuese causa que todo el pueblo lo pagase con alguna plaga que les viniese del cielo. Quejábanse que el matador por engaño se apoderó de Tudela ; demás desto, extrañaban que el mismo Rey concediese franquezas á muchos lugares con mucha liberalidad como de hacienda ajena. Pedian fuese servido de recobrar á Estella con todo su distrito, de que todavía estaban apoderados los de Castilla. El conde de Fox con el deseo de mandar andaba otrosí inquieto, y parecia que todo esto pararia en alguna guerra, por lo cual no menos era aborrecido del rey de Aragon, su suegro, que poco antes lo fué el príncipe don Cárlos. El Rey respondió á los embajadores blandamente y conforme á lo que el tiempo pedia, que era temporizar y entretener. A Pedro de Peralta no se dió por ende castigo ninguno por el delito tan atroz como cometió. La infanta doña Isabel se hallaba congojada y suspensa; temia no la hiciesen fuerza, si se detenia en Ocaña mas tiempo. Partióse para Castilla la Vieja, y por no darle entrada en Olmedo, que la tenia en su poder el conde de Plasencia, se fué para Madrigal, do residia su madre. Cosas tan grandes no podian estar secretas: escribió el maestre de Santiago sobre el caso al arzobispo de Sevilla, que despues de convalecido de la dolencia ya dicha se entretenia en Coca; encargábale grandemente se apoderase de la persona de la Infanta; intentos que desbarató la presteza con que el de Toledo y el Almirante la acudieron con buen número de caballos. Lleváronla á Valladolid para que estuviese allí mas segura, por ser el pueblo tan grande y estar de su parte el arzobispo de Toledo y en su compañía. No era menor la congoja con que don Fernando se hallaba y recelo que tenia no le burlasen sus esperanzas. Así, en lo mas recio de

CAPITULO XV.

Que doña Juana se desposó con el duque de Berri.

Ocupábase el Rey en Sevilla en asentar las diferencias que traian alterada aquella ciudad, cuando el maestre de Santiago desde Cantillana, donde se quedó cerca de aquella ciudad, le envió aviso del casamiento de su hermana. El desabrimiento que dello recibió fué en demasía grande; sin dilacion mandó aprestar lo necesario para ir á Trujillo. Pretendia entregar aquel pueblo, que está á los confines del Andalucía, y hacer dél merced á don Alonso de Zúñiga, conde de Plasencia, en remuneracion de lo mucho que en el tiempo de sus trabajos le sirvió. Cosa tan grande no pudo estar secreta; los moradores, hombres que son animosos y esforzados, comunicado el negocio con Gracian Sese, alcaide del castillo, se determinaron á contradecillo. Su resolucion era tal, que se resolvieron de defender con las armas la libertad que sus antepasados les deja

ron. No era cosa segura usar con ellos de fuerza; aší, el Rey se resolvió en dar al Conde en trueco la villa de Arévalo, que está en Castilla la Vieja, no léjos de Avila, la ribera del rio Adaja, la cual villa tenia el Conde empeñada, que se la dió en prendas el infante don Alonso hasta que le hiciesen pagado de cierta suma de dineros que le prestara; y porque el trueco era desigual y Arévalo no valia tanto, diósele por alguna recompensa título y armas de duque de aquella villa. En aquella ciudad de Trujillo se otorgó perdon al maestre de Alcántara, ca siguió la voz del infante don Alonso, y á Gutierre de Cáceres y Solís, su hermano, hizo el Rey merced de la ciudad de Coria, ó se la restituyó, como la tenia del Infante, su hermano. Tal era la condicion del rey don Enrique, que muchos, por lo que merecian ser castigados, eran remunerados con grande liberalidad y demasía. Demás desto, le vinieron cartas de la infanta doña Isabel, su hermana, comedidas, pero graves. En ellas, despues de contar cómo no quiso admitir el reino que le ofrecian por la muerte de don Alonso, su hermano, se excusaba por su edad y por el olvido del Rey de haber apresurado sus bodas. Que por grandes razones debió anteponer el casamiento de Aragon á los demás que le traian. Decia asimismo que no queria hacer mencion, antes poner en olvido los agravios que ella y su madre muchos y graves recibieran. Ofrecia que ella y su marido le servirian como hijos, si fuese servido de tratallos con amor y obras de padre. Leidas estas cartas en una junta, no se les dió otra respuesta sino que, llegado que el Rey fuese á Segovia para donde caminaba, tendria cuenta con lo que se le representaba. Desta manera fué despedido el mensajero. Tornaron de nuevo á enviar otros embajadores á Segovia al principio del año 1470 para que hiciesen instancia con el rey don Enrique diese licencia á los nuevos casados para podelle hacer reverencia. Prometian de recompensar el disgusto pasado con señalados servicios y ayudar con todas sus fuerzas á remediar los daños del reino, el tiempo pasado trabajado y afligido. Tampoco á estos embajadores se dió otra respuesta sino que negocio tan grave se debia comunicar con los grandes. Este era el color que tomó, como quier que en hecho de verdad, por tenerse por ofendido de doña Isabel, tenia vuelta su aficion á doña Juana, su hija, como él la nombraba, la cual con una nueva embajada que el rey Luis de Francia le envió, pedia por mujer para Carlos, su hermano, que poco antes, en lugar de los estados que tenia de Bria y de Campaña, hizo duque de Guiena. Las cabezas desta embajada eran el Cardenal albigense, que primero se llamaba atrebatense, y el conde de Boloña. Demás desto, pedia al rey don Enrique juntase con él sus fuerzas para hacer un concilio de obispos de todo el orbe cristiano contra el papa Paulo, con quien andaba encontrado. En esto llanamente no quiso venir el rey de Castilla por ser muy cierto principio y seminario de discordias y fuente de algun scisma desgraciado, de que los años pasados se vieron muchos ejemplos; á lo del casamiento dió por respuesta le parecia se difiriese para otro tiempo, creo por miedo de nuevas alteraciones. Los grandes y el pueblo por las pasadas tan graves se hallaban muy

cansados, en especial que no estaban del todo apaciguadas. A la verdad, en el mismo tiempo que estos tratos andaban en Segovia, don Alonso de Aguilar en Córdoba puso las manos en el mariscal dop Diego de Córdoba, que venia descuidado al regimiento; y esto sin tener cuenta con la amistad que á instancia del Rey pusiera poco antes con el conde de Cabra, padre del agraviado. Mariscal conforme á lo antiguo era lo que hoy es maestre de campo. Llevóle pues preso; él, despues que á instancia del Rey fué puesto en libertad, por pensar que á causa de su poca autoridad y su natural descuido no haria castigar aquel exceso tan grave, se retiró á Granada. Allí con consentimiento del rey Moro retó á su contrario á hacer campo con él, confiado en su mocedad y deseoso de vengarse. Señaló para el combate la vega de Granada, y aplazó el dia en que le esperaria en el palenque. El dia señalado como don Diego hasta puesta de sol hobiese esperado con las armas, y el contrario no compareciese, arrastró á la cola de su caballo por afrenta su estatua. Tras esto envió cartas á todas partes afrentosas contra don Alonso, y un retrato, que por ultraje representaba todo lo que pasó. Por otra parte, los caballeros de Alcántara no querian obedecer á su Maestre; llegó el negocio al rompimiento y á las armas. El Maestre no tenia bastantes fuerzas para contrastar él solo con tantos. Hizo recurso á la ayuda de Gutierre de Solís, su hermano. Faltábales dinero para el sueldo; prestóles don Garci Alvarez de Toledo, conde de Alba, con quien emparentaran, cierta suma, y en prendas hasta que se la contasen la ciudad de Coria. Con esta ocasion los condes de Alba, que despues se llamaron duques, adquirieron el señorío de aquella ciudad, que con aprobacion de los reyes hasta este tiempo se ha conservado en su casa. En aquella guerra no sucedió cosa alguna memorable, fuera de que las gentes del Maestre no pudieron pasar el rio Tajo por la resistencia que les hicieron los contrarios; con esto, poco despues sin hacer algun efecto se desbandaron. El Maestre, despojado de su estado y afligido de una enfermedad que le ocasionó aquella congoja y desabrimiento, en breve falleció los años siguientes. En su lugar por voto de los caballeros, cuya mayor parte granjearon con dádivas ó con amenazas, fué puesto don Juan de Zúñiga, hijo del duque de Arévalo, que fué el postrero en la cuenta de los maestres de Alcántara por la cesion que hizo adelante de aquella dignidad en la persona del rey don Fernando. El maestre de Santiago don Juan Pacheco por el mismo tiempo se entretenia en Ocaña á causa de una dolencia de cuartanas que le aquejaba; la privanza y autoridad era mayor que jamás, tanto que se decia tenia enhechizado al Rey, cosa que, aunque era mentira, se hacia probable por causa que despues do tantos deservicios y agravios como le hizo se ponia á sí y á sus cosas en sus manos para que él lo gobernaso todo; y aun se rugia y murmuraba pasó la corte á Madrid solo para tenelle mas cerca, por lo menos el mismo Rey salió á recebir al Maestre cuando volvia á la corte despues de su enfermedad. Hízole otrosí de nuevo merced de la villa de Escalona; y como los moradores no le quisiesen recebir por señor, sin tener

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y habella guardado le hizo el Rey la merced de Alcocer, Valdolivas y Salmeron, villas muy principales del infantado. Pertenecian al marqués de Villena, como dote que eran de la condesa de Santisteban, su mujer; en recompensa le dieron y en trueque la villa de Requena con los derechos del puerto, que son de mucho interés por estar aquel pueblo á la raya del reino de Valencia. Para concluir los desposorios señalaron el valle de Lozoya, que está entre Segovia y Buitrago, y en él el monasterio muy señalado y muy rico de cartujos, que se llama el Paular. Acudieron allí, como lo tenian concertado, el Rey y la Reina con su hija. Demás desto el maestre de Santiago, el arzobispo de Sevilla, el duque de Arévalo, el obispo de Sigüenza y sus hermanos; el acompañamiento y libreas muy lucidas costosas. Como estuvieron juntos, en un público auto que para esto se hizo renunciaron todos los presentes los homenajes hechos á la infanta doña Isabel. Tras esto se celebraron los desposorios de la princesa dona Juana un dia viérnes á 26 de octubre. El Rey y la Reina juraron que era su hija legítima; los grandes otrosí le hicieron pleito homenaje, con que quedó jurada por Princesa y por heredera del reino. Desposóse como procurador y en nombre del duque Cárlos con la doncella y pretensa Princesa el conde de Boloña. Hizo la ceremonia y desposólos el Cardenal albigense. Concluida toda la solemnidad y despedida la junta, se levantó un torbellino al volver á Segovia de vientos, de agua y de nieves tan grande, que los embajadores de Francia se vieron en peligro de perder la vida y murieron algunos de sus criados. Algunos pronosticaban por esto que aquel desposorio seria desgraciado, gente curiosa у dada á semejantes vanidades. Desde Segovia los embajadores, alegres por dejar concluido lo que pretendian, se volvieron á Francia; para mas honrallos los acompañó hasta Búrgos el obispo de Sigüenza don Pero Gonzalez de Mendoza, por órden del Rey. Todo era abrir las zanjas para una nueva y gravísima guerra que resultara en España y Francia, si los santos desde el cielo con ojos piadosos no desbarataran aquella tempestad. Fué así, que al rey de Francia poco antes desto nació un hijo, que se llamó Cárlos, con que el duque de Guiena perdió la esperanza que tenia de suceder en el reinado de su hermano; y aun poco adelante, que no pasaron dos años, perdió él mismo tambien la vida, con que se desbarataron estas tramas, segun que se tornará á referir en su propio lugar.

EL PADRE JUAN DE MARIANA. cuenta con la autoridad de su persona, él mismo fué hasta allá para entregársela de su mano, muestra de mayor amor. El conde de Armeñac vino á Madrid huido de Francia por miedo que tenia no le matasen, por casarse, como se casó, por amores con hija del conde de Fox sin dar dello parte á su padre. Recibióle el Rey muy bien, é hízole mucha honra. Volvió á su tierra poco despues con seguridad que en nombre del rey de Francia le dió el Cardenal albigense. Sus pecados le llevaban para que pagase en breve con la vida, segun que adelante se verá. Los vizcaínos, de tiempo muy antiguo divididos en dos parcialidades, Oñez y Gamboas, por este tiempo gravemente se alborotaron. Para sosegarlos envió el Rey á Pero Fernandez de Velasco, el cual por muerte de su padre, que tenia el mismo nombre y fué enterrado en Medina de Pomar, poco antes sucedió en el condado de Haro. Este caballero, luego que partido de Madrid llegó á Vizcaya, apaciguó aquella provincia, que de mucho tiempo atrás andaba alborotada. Acordó para sosegallo todo desterrar de toda la tierra las cabezas de los dos bandos, que se llamaban el uno Pedro de Avendaño, y el otro Juan de Mojica. Concedió el papa Paulo II en esta sazon jubileo y perdon de los pecados á los que acudiesen con cierta limosna, los ricos de cuatro reales, los medianos de tres, y los mas pobres de dos. Del dinero que se juntase, las dos partes queria fuesen para el edificio de la iglesia mayor de Segovia, la tercera parte se reservaba para el mismo Papa. Publicóse el jubileo en Segovia. Acudió desde Madrid el rey don Enrique para ganalle, que fué devocion señalada. En Portugal, en la villa de Setubal, falleció el duque de Viseo á 8 de setiembre, en edad de treinta y siete años. Dejó por heredero á hijo don Diego. Su cuerpo, del monasterio de San Francisco de aquella villa, en que le depositaron, trasladaron á Beja, ciudad puesta á la raya de Portugal; allí le sepultaron en la iglesia de la Concepcion, la cual, con un monasterio de monjas que tenia pegado, á su costa fundó la duquesa doña Beatriz, su mujer. En Valladolid, á la misma sazon, un grande alboroto se levantó; el pueblo tomó las armas contra los que venian de raza de judíos, dado que fuesen bautizados. Acudieron desde la villa de Dueñas el rey don Fernando y doña Isabel para enfrenar los alborotados. Poco faltó que no les perdiesen el respeto los amotinados y les hiciesen algun desaguisado. La parte mas flaca, y que era mas aborrecida por ser de linaje de judíos, llamó en su favor al rey don Eurique, que fué medio para reducir á su servicio aquel pueblo. Para su gobierno y seguridad nombró al conde de Benavente; hízole otrosí merced de las casas de Juan de Bivero, persona que, por favorecer grandemente á la otra parcialidad, y seguir con grande aficion el partido de doña Isabel y de don Fernando, tenia muy ofendido al rey don Enrique. Volviéronse los príncipes á Dueñas; en aquella villa doña Isabel, á 2 de octubre, parió una hija, que tuvo su mismo nombre. Los embajadores que tornaron de Francia volvieron á hacer instancia sobre el casamiento de que se trató antes; vino el Rey en que se hiciese. El marqués de Santillana, ya que lo tenian todo á punto, jo consigo á la princesa doña Juana. Por este servicio tra

De

CAPITULO XVI.

muerte de tres principes.

taron con el casamiento de Castilla, y en otras partes En un mismo tiempo las fuerzas de Aragon se aumenandaban trabajadas porque la guerra de Cataluña continuaba en su mayor fuerza; la isla de Cerdeña y el reino de Navarra se alborotaron de nuevo; la ocasion fué diferente, la porfía y rabia semejante. Los sardos se movian á contemplacion y debajo de la conducta de Leonardo de Alagon, hijo que era de Artal de Alagon, señor de Pina y de Sástago, y de parte de su madre Benedicta Arborea venia de los Arboreas, casa antigua

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Ey poderosa en aquella isla. Fundado pues en este derecho, por muerte del marqués de Oristan Salvador Arborea que falleció sin hijos, tomó las armas para apoderarse de aquel estado, por no asegurarse de podelle alcanzar por las leyes y en juicio. Hobo en la prosecucion desto encuentros en diversos lugares, con que ganó al Rey y á otros señores muchos pueblos y castillos. Era virey Nicolás Carroz, persona de mas autoridad que de fuerzas y poder para sosegar aquellos movimientos, que fué causa de alargarse la guerra. En Navarra el conde de Fox con codicia de reinar acudió á las armas, y ayudado de los biamonteses se apoderó de gran parte de la tierra, y tenia sus estancias puestas sobre Tudela con tan gran determinacion, que perdida la esperanza de que por su voluntad hobiese de desistir, el Rey envió delante con gentes al arzobispo de Zaragoza. No pareció bastante esta prevencion para allanar al Conde. El mismo rey de Aragon, sin embargo de su edad, acompañado de buen número de soldados, acudió al peligro y forzó al yerno á levantar el cerco. Tratóse de concertarse por medio de embajadores que de ambas partes se enviaron. En fin, en Olite se hizo la avenencia y se dejaron las armas. Quedó el de Aragon conforme á lo que concertaron con el nombre y título solo de rey de Navarra; el gobierno se encargó para siempre al conde de Fox y á su mujer, cuando una muy triste nueva que vino de Francia alteró grandemente á la una y á la otra parte, como desgracia que á todos tocaba. Esto fué que entre los demás regocijos que Cárlos, duque de Guiena, bacia por sus desposorios concertados con la princesa doña Juana, banquetes, juegos y saraos, en una justa que se tuvo, hirió grave y mortalmente á Gaston, hijo del conde de Fox, una astilla que de su misma lanza, que quebró en los pechos del contrario, se le entró por la visera. Sucedió este desastre á 23 de noviembre, dia viernes. Murió en edad de veinte y seis años. Su cuerpo, de Liburna, donde falleció, por mandado de su cuñado el duque de Guiena fué llevado á Burdeos y sepultado en San Andrés, que es la iglesia mayor de aquella ciudad. Dejó dos hijos de su mujer madama Madalena, el uno se llamó Francisco Febo, y la hija madama Catarina, entonces de poca edad, y adelante consecutivamente reyes de Navarra. Todo esto ponia en gran cuidado y aquejaba el corazon del rey de Aragon, sobre todo le atormentaba el peligro en que via puesto á su hijo don Fernando, porque ni era seguro dejalle en Castilla, do tenia muchos contrarios y al Rey por enemigo, ni era á propósito llamalle por no estar asegurado el derecho de su sucesion ni saberse en qué pararian aquellos debates, en especial que se rugia que el arzobispo de Toledo, persona de tanta importancia para todo, andaba desabrido. Por su mucha ambicion y deseo que tenia de mandallo todo llevaba mal que don Fernando se aconsejase y comunicase sus puridades con Gutierre de Cárdenas y con el almirante don Alonso Enriquez, su tio. Además que en cierta ocasion como mozo se dejó una vez decir que estaba determinado no sufrir que nadie se le calzase y le gobernase, cosa que otros príncipes acarreó mucho daño y afrenta. Esta palabra penetró mas hondo en el pecho del Arzobispo de lo que fuera razon. Estaba con resolucion de ausentar

á

se. El rey de Aragon, avisado del desgusto, con maña procuró apartalle de aquel propósito y voluntad con una carta que escribió á su hijo, en que le reprehendia, y mandaba que en todas las cosas hiciese mas caso del consejo y parecer del Arzobispo que de todos los demás, á quien decia debia respetar y regalar como á padre. No fué de mucho efecto esta diligencia por estar muy irritado el Arzobispo, sin querer de todo punto recebir satisfaccion alguna. Por otra parte, las cosas de Aragon en Cataluña mejoraban, y parecia que en breve se acabaria la guerra por la muerte que sobrevino á Juan, duque de Lorena, que finó muy á propósito de una enfermedad á 16 de diciembre en Barcelona, do habia ido á invernar. Su cuerpo sepultaron en la iglesia mayor con enterramiento y honras muy moderadas. Verdad es que los alterados, no por faltalles aquella cabeza y ayuda, perdieron el ánimo, antes acordaron llamar en su socorro al rey Francés, que entendian no dejaria de aceptar el partido para juntar con lo de Ruisellon y Cerdania todo aquel principado. Con este intento publicaron un decreto yecharon bando, en que mandaban que ninguno en los castillos y ciudades que se hallaban sin cabeza fuese recebido por gobernador ó alcaide si no viniese en persona ó el mismo Renato, duque de Anjou, ó Nicolás, su nieto, hijo del difunto, que ya se intitulaba príncipe de Aragon y duque de Calabria, apellidos vanos y sin provecho. Buscaban ocasion de descompadrar para con buen color quitalles la obediencia y el mando y ayudarse de brazo mas fuerte, por ser la edad del uno y del otro poco á propósito para la guerra, y las fuerzas no muy grandes. En Castilla tenia el rey de Aragon diversas práticas para granjear los grandes; á don Juan Pacheco prometian muy mayor estado, de que era muy codicioso; al arzobispo de Toledo, que parecia y se mostraba muy inclinado á mudar partido, aseguraban que á sus hijos, Troilo y Lope, se darian rentas y lugares, y se les harian otras ventajas; lo mismo hacian con los demás, que conforme á como los sentian aficionados, á unos conquistaban con promesas de dineros, á otros de diversas mercedes; mas ni don Juan Pacheco ni el Arzobispo se cebaron de esperanzas semejantes para dejarse engañar. Trataba de lo mismo el rey don Enrique, en especial pugnaba de traer á su servicio al de Toledo. No se podia entender de su condicion le vencerian con benignidad; pareció seria acertado usar de alguna fuerza. Así, Vasco de Contreras por orden del Rey 6 con intento de serville le tomó un su pueblo, llamado Perales. El Arzobispo, como era de gran coraje, con gentes que llegó en su arzobispado acudió á valer sus vasallos. Púsose sobre aquella villa, y en su compañía don Juan Arias, obispo de Segovia. Acordó el Rey atajar aquellos bullicios, porque de aquel principio no se emprendiese alguna llama. Partió luego para Madrid por año nuevo de 1471. Dende acudió al cerco acompañado de ochocientos de á caballo. Por esto el Arzobispo dió la vuelta, alzado el cerco, á Alcalá, el Rey á Madrid. Buscóse una nueva traza para sosegar los prelados alborotados, en particular al de Toledo y al de Segovia. Ganó el Rey dos bulas del Padre Santo; en la una citaba al de Segovia para que dentro de noventa dias despues de la notificacion de aquellas letras

pareciese personalmente en Roma; por el otro breve mandaba al Arzobispo que se emendase y obedeciese al rey don Enrique, y en caso que no cumpliese lo que le mandaba, cometia sus veces á cuatro canónigos de Toledo para que sustanciasen el proceso y cerrado se lo enviasen á Roma. Fueron estos cuatro jueces nombrados y señalados, como en el breve se contenia, por el cabildo de la santa iglesia de Toledo; pero el maestre de Santiago con sus mañas hizo tanto, que no pasaron adelante, y era cosa maravillosa que en aquella sazon no se tenia por afrenta jugar á dos hitos y usar de tratos dobles, especial entre los grandes, para cuyo acrecentamiento era provechoso que las cosas anduviesen revueltas, sin respeto alguno á lo que era honesto; tan grande era su codicia y tal su ambicion. Así, todo el reino parecia estar dado en presa, y cada cual de los señores se apoderaba de todo lo que podia. El Rey hizo merced al maestre de Santiago de la ciudad de Alcaráz,

don Rodrigo Ponce, conde de Arcos, dió la isla de Cádiz con nombre de marqués á instancia del mismo maestre de Santiago y como por dote del público, porque en aquella sazon, muerto el Conde, su padre, casó con doña Beatriz, hija del Maestre; parentesco enderezado y á propósito para hacer rostro al duque de Medina Sidonia, con quien el Maestre y el Conde tenian grande enemiga. Vizcaya se volvió á alborotar por causa que las dos cabezas de los bandos, Avendaño y Mojica, tornaron del destierro á la patria por el favor que el conde de Treviño les dió. Hizo él de mejor gana este oficio por estar encontrado con el conde de Haro Pero Fernandez de Velasco, que los desterró. Acudieron estos dos señores cada cual con sus gentes, y entraron en Vizcaya movidos de aquellos alborotos. Vinieron á las manos cerca de un pueblo llamado Monguia á 27 de abril; fué la pelea muy reñida. El de Treviño tenia mas infantería, gente mas á propósito que la caballería, por la aspereza de la tierra, que es fragosa y doblada ; los naturales otrosí tenian de su parte gente valiente, y conforme á la calidad y aspereza de los lugares sufridora de trabajos. Así, los contrarios fueron desbaratados y puestos en huida con muerte de algunos, mayormente de los hidalgos y gente noble, y prision de muchos mas. El rey don Enrique, avisado del peligro y de lo que pasaba, sin dilacion se partió para Búrgos, de allí pasó á Orduña á grandes jornadas. Con su venida todo se apaciguó; mandó á los unos y á los otros desembarazasen la tierra y pusiesen entre sí treguas entre tanto que se trataba de concertar todos aquellos debates, y en particular hizo que á los que prendieron en el encuentro pasado, los pusiesen en libertad. Tras esto en todo el reino de Castilla se hicieron grandes levas de gentes, en especial fueron llamados los grandes; todo se enderezaba á forzar á don Fernando y á doña Isabel á que saliesen de todo el reino. Verdad es que por consejo del maestre de Santiago se dejó este intento; decia seria mas á propósito vencellos por maña que con fuerza; que aquel género de victoria era mas excelente y necesario para la república trabajada con tantos males. Este parecer prevaleció, que ninguno se atrevió á contradecille, ni aun el mismo Rey, dado que entendia lo contrario. Toledo y Sevilla á un mismo tiempo se alborotaron por estar de

tiempo antiguo divididas en parcialidades. Los de Toledo en Ayalas y Silvas; cabeza de los Silvas era el conde de Cifuentes, y de los Ayalas el de Fuensalida. Para remedio deste daño, á instancia del obispo fray Pedro de Silva, casó el conde de Cifuentes con doña Leonor, hija del conde de Fuensalida; lo que pensaban seria para sosegarse fué ocasion de mayor revuelta por haber dado entrada contra la voluntad del Rey en aquella ciudad, no solo al conde de Cifuentes, sino á don Juan de Ribera, su tio de parte de madre, que venian, el uno á desposarse, y el otro á hallarse en los regocijos y honrar la fiesta. Los Silvas por hallarse con su cabeza tomaron las armas contra sus contrarios con tanta rabia, que el rey don Enrique fué forzado á acudir con toda presteza, y pacificado el alboroto, quitó al conde de Fuensa lida el gobierno de la ciudad, en que por muchos años continuara, y puso en su lugar á Garci Lopez con nom bre de asistente para que la gobernase. En Sevilla el marqués de Cádiz fué echado por el duque de Medina Sidonia de aquella ciudad. El Marqués en venganza en cierto encuentro mató dos hermanos bastardos de su contrario, y junto con esto tomó por fuerza á Medina Sidonia. Resultó desta reyerta una guerra formada, la cual don Iñigo Lopez de Mendoza, conde de Tendilla, enviado para este efecto, sosegó, mas por maña que por fuerza y severidad. Medina Sidonia al tanto se restituy á cuya era. Hizo grande falta para todo lo de Castilla la muerte del papa Paulo II; falleció á 25 de julio. En el tiempo de su pontificado concedió grandes bienes y fa vores á toda nuestra nacion. Sucedió en su lugar, á 9 del mes de agosto, el cardenal Francisco de la Ruvere, fraile de la órden de los Menores. Llamóse Sixto IV, persona de no menor bondad que el pasado, ni menos aficionado á nuestra España. A la misma sazon un escuadron de moros rompió por la parte del Andalucía la tierra adentro y hizo grandes estragos en la comarca de Alcántara; fué tan grande la presa y los despojos, que apenas los moros por ir tan cargados podian marchar en ordenanza. Para satisfacerse deste daño y para divertir al enemigo, por mandado del Rey, el marqués de Cádiz con sus gentes tomó en el reino de Granada por fuerza de armas la villa de Cardella; dejó en ella poca gente de guarnicion, y así en breve tornó á perderse y á poder de moros.

CAPITULO XVII.

Cómo falleció Cárlos, duque de Guiena.

des

Fué este año dichoso para los portugueses y no menos para el reino de Aragon. En Portugal el rey don Alonso con una gruesa armada que juntó de no menos que trecientos bajeles, entre mayores y menores, de Lisboa se hizo á la vela mediado el mes de agosto, con intento de volver á la guerra de Africa. Llevaba en su compañía al príncipe don Juan, su hijo, para que en aquella guerra sagrada diese principio al ejercicio de las armas, y con él de todo el reino lo mas granado y mas noble; todo el ejército era como de treinta mil hombres. Con estas gentes de su primera llegada tom por fuerza á los moros la villa de Arcilla; murieron dos mil enemigos demás de cinco mil que vendieron por

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