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de Coimbra, y le casó con doña Beatriz de Melo, hija de don Alvaro de Portugal, y doña Filipa de Melo, su mujer. Iban con el duque de Berganza otros muchos señores. La entrada en aquel reino fué un mártes, á 20 del mes de octubre, y á los 30 del mismo mes se celebraron en el alcázar de Sal, villa en que el Rey la esperaba, las bodas con grandes fiestas y regocijos. Fué este matrimonio muy fecundo en generacion, y nacieron dél muchos hijos, como se señalará en sus lugares. Poco adelante se concertó y casó la princesa doña Margarita con Filiberto, duque de Saboya, señora poco dichosa en casamientos, pues tambien este marido le vivió poco tiempo. El soldan de Babilonia se mostraba estar sentido contra los Reyes Católicos por la guerra que hicierou á los moros de Granada. Temíase no maltratase los cristianos que vivian en aquellas provincias é impidiese la romería que se hacia á la casa santa de Jerusalem. Determinaron envialle una embajada para dalle razon de todo. Para esto escogieron á Pedro Mártir de Angleria, su capellan, de nacion milanés. Hizo él prudentemente aquel mandado, y alcanzó del Soldan todo lo que pidió. En ida y vuelta gastó un año; hicieronle dean de Granada. Allí los años adelante falleció, y se mandó sepultar puesto en una silla con una casulla hecha de una ropa rica que le dió el Soldan. Escribió décadas de la guerra de Granada y de su embajada y del descubrimiento de las Indias, mas verdaderas que elegantes.

CAPITULO IX.

De los capitanes que se nombraron para la empresa de Nápoles.

Suspensas estaban todas las provincias y con cuidado del fin que tendria la empresa nueva de Nápoles y la guerra en que se empeñaban las fuerzas de España y de Francia en perjuicio del rey don Fadrique y para despojalle de aquel reino noble y rico. El rey Católico desde Granada envió al Gran Capitan aviso desta resolucion, 1.o de marzo del año 1501. En consecuencia le mandó desistiese de la guerra contra el Turco, y do quiera que se hallase volviese luego con su armada al puerto de Mecina. Poco despues le envió título de su lugarteniente en los ducados de Pulla y de Calabria. Para hacer rostro al Turco negoció que el rey de Portugal enviase su armada á aquellas partes, como lo hizo, y por capitan don Juan de Meneses, su mayordomo mayor y conde de Taroca, que intentó de camino apoderarse del puerto de Mazalquivir, junto á Oran; y como no pudiese salir con ello, pasó adelante, y sin hacer nada de la isla de Corfu, dió la vuelta á Portugal. Lo mismo se trató con el rey de Francia, que enviase su armada contra los turcos; mas él por otra parte para la empresa de Nápoles nombró por su general á Luis de Armeñac, duque de Nemurs y conde de Armeñac y de Guisa. No quiso dar este cargo á Luis de Lucemburg, conde de Lini, que mucho le pretendia, porque no fuese ocasion de alguna revuelta á causa del derecho que pensaba tener al principado de Altamura por estar casado con hija de Gisota, la hija mayor de Pirro de Baucio, quien por causa de la guerra de los Barones el rey don Fernando el Primero despojó de aquel estado, y le dió

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á su hijo don Fadrique, que casó segun la vez con doña Isabel, hija menor del mismo Pirro. El duque de Nemurs se entretuvo en Francia. Por esto el señor de Aubeni, que ya era gran condestable de Nápoles, movió desde Lombardía con la gente francesa la vuelta de Nápoles; en su compañía el conde de Gayazo, persona principal y forajido de Nápoles. En esta sazon fué por embajador á Roma, en lugar de Lorenzo Suarez, Francisco de Rojas, que era un caballero muy sagaz. Acerca del Emperador hacia el mismo oficio de años atrás don Juan Manuel, persona de mucha cuenta, aunque algo bullicioso. En la corte de Francia todavía residia Juan Miguel Gralla; y Juan Claver era embajador del rey Católico en Nápoles. Acudió el Gran Capitan á Mecina con su armada conforme al órden que tenia. De allí pasó á Palermo para dar órden con el virey Juan de Lanuza en recoger la gente y dinero que pudiesen en aquella isla para ayudar á la nueva conquista, en fin, para dar traza en todo. No faltaron repuntas entre los dos como ni el tiempo pasado, que el mandar no sufre superior ni aun igual; pero al fin se allanaron al servicio de su Rey, y el Gran Capitan, recogido el socorro que pudo, en breve dió la vuelta á Mecina, do se juntaba la masa de toda la gente. Tenia el Gran Capitan en la Pulla el ducado de Monte de Santangel por gracia que dél le hizo el rey don Fadrique cuando, acabada la guerra pasada, hizo merced á muchos caballeros italianos y españoles que le sirvieron de diversos estados. Acordó antes que se diese principio á aquella conquista enviar á Nápoles al capitan Gonzalo de Foces para que le excusase con aquel Rey, y en su nombre renunciase la fidelidad que por aquella merced le habia prestado, y juntamente le restituyese aquel estado. Dióle el Rey por libre, y no quiso admitir la renunciacion, antes dijo que le daba el estado, y quisiera fuera mayor por lo mucho que su persona merecia, con condicion empero que desde aquellos castillos no le hiciese guerra ni dañase á sus vasallos. Con esto y con el aviso que sus embajadores le enviaron de España, que el rey Católico no le queria acudir en manera alguna, acabó de entender el rey don Fadrique cuán cerca y cuán cierta le estaba su perdicion. Volvíase á todas partes, y no hallaba ni en los suyos lealtad, ni en su reino fuerzas, ni en los de fuera arrimo ni esperanza. Acordó enviar á su hijo don Fernando á Taranto, que es plaza muy fuerte en lo postrero de la Pulla y de Italia; y aun se decia le enviaba á la Belona para solicitar el socorro que pretendia del Turco para contra aquella tempestad. Juntó otrosí la gente que pudo, que eran ochocientos hombres de armas y cuatro mil infantes; mandó fortificar á Capua, donde puso á Fabricio Colona y don Hugo de Cardona con docientos hombres de armas y mil y seiscientos infantes. El Gran Capitan, como quier que era tan diestro y considerado, advirtió que aquel asiento entre los dos reyes no podia ser durable, así por la condicion de los franceses, que es altiva, como por dificultades que forzosamente se ofrecerian en aquel repartimiento; además que el mando é imperio nunca sufre compañero, ni un reino puede sufrir dos señores. Parecióle que importaba mucho apresurarse para ganar por la mano á los franceses que no le pudiesen estorbar su

todo lo que en el repartimiento de aquel reino les per tenecia. Tras esto luego pusieron los ojos en lo demás, porque ¿quién podrá enfrenar la gente de guerra? Quién poner tasa á la codicia de mandar? En Castilla por este tiempo hobo grandes diferencias entre doña María Pacheco, condesa de Benavente, y el conde don Alonso de Pimentel, su hijo, sobre la tutela y casamiento de la marquesa de Villafranca, nieta de la Condesa. Pretendian este casamiento los duques del Infantado y de Alba para sus hijos, y el mismo conde de Benavente, tio de la doncella, para sí. En fin, despues de muchas demandas y conciertos, acordaron que doňa Beatriz, hija de la Condesa, casase con don García de Toledo, hijo mayor del duque de Alba; y con don Pedro de Toledo, hermano de don García, casase la Marquesa, y así se hizo.

CAPITULO X.

Descripcion del reino de Nápoles.

conquista. Dióse grande priesa, y envió la mayor parte del armada á las costas de la Pulla, y por general á don Diego de Mendoza para estorbar que los turcos no pasasen al reino. La de Portugal no le acudió en tiempo conforme al órden que llevaba. Con la otra parte de la armada envió á Nápoles á Inigo Lopez de Ayala con órden que llevase en ella la viuda doña Juana, reina de Nápoles, á Sicilia. El rey don Fadrique la dejó ir por verse tan apretado, si bien no queria antes venir en ello para con esta prenda mover al rey Católico, su tio, á que los ayudase. Pasó el Gran Capitan el faro de Mecina con su gente, que eran trecientos hombres de armas y otros tantos jinetes y tres mil y ochocientos infantes. Sin estos el embajador de Roma le envió otros seiscientos españoles, de los que en la Romaña sirvieron al duque Valentin. En Sicilia al tanto quedó órden que de la tierra le enviasen otras cuatrocientas lanzas escogidas. Con esta gente allanó lo de Calabria en breves dias, que fuera de Girachi y Santa Agata, plazas muy fuertes, todos los demás lugares alzaron banderas por España. Pasó la gente española á Calabria á los 5 de julio; y á los 8 los franceses por la via de Roma entraron en el reino de Nápoles. Todos los lugares se les rendian sin ponerse en defensa hasta llegar á Capua, sobre la cual se pusieron. En el Abruzo no hobo mas defensa que en lo demás; todo se allanaba á los franceses que fueron por aquella parte. Pudiérase Capua defender mucho tiempo, si no fuera que el conde de Palena, natural de aquella ciudad, dió entrada á los franceses, que pusieron á saco la ciudad y prendieron á Fabricio Colona y don Hugo con todos los demás capita- | nes que en ella se hallaron. Llegó esta nueva á Nicastro, do el Gran Capitan se estaba, á los 29 de julio, que le fué ocasion de apresurarse para tomar el castillo de Cosencia. Hizolo así, y dejó en guarda de aquella ciudad á Luis Mudarra, y por gobernador de Calabria nombró al conde Ayelo con intento de partirse para la Pulla y allanar aquella provincia antes que los franceses acabasen con lo de Nápoles. En lo demás halló poca dificultad, que todos los pueblos á porfia se le rendian. Ultimamente, se puso sobre Taranto, do se tenia el duque de Calabria, en sazon que ya Nápoles estaba en poder de franceses. El duque Valentin, apoderado que se hobo de Faenza en la Romaña, y en la Toscana de Pomblin, vino á servir en esta jornada al rey de Francia, cuyo tan servidor se mostraba, que se llamaba don César Borgia de Francia, y en el cuartel principal de sus armas traia las flores de lis; por el contrario, se mostraba del todo averso de España. Concertaron los generales franceses con el rey don Fadrique por fin de julio les rindiese á Nápoles y Gaeta con sus castillos, demás de sesenta mil ducados en que le penaban para los gastos. Que con esto le dejarian ir con su tesoro y criados á Iscla, con término que le señalaron de seis meses para que dentro dellos determinase de su persona lo que por bien tuviese, y se fuese á la parte que mas le agradase. Todo se ejecutó como lo concertaron. Recogióse aquel Rey con su mujer é hijos á aquella isla; en su compañía le reina de Hungría y la duquesa de Milan. Allí acudieron Próspero y Fabricio Colona, ya rescatados por dineros. Con que los franceses quedaron apoderados de

Luego que los franceses se apoderaron de Nápoles, resultaron nuevos debates, como era necesario, entre españoles y franceses sobre algunas provincias de aquel reino que no venian expresadas en el repartimiento. Estas eran la Capitinata, la Basilicata y el Principado de aquende y de allende. Los franceses iban tan resolutos en sus cosas, que sin hacer ningun comedimien to á los confederados, enviaron un hijo del conde de Capacho para que en aquel estado, que es en la Basilicata, hiciese alzar las banderas por Francia; y sobre el principado de Melfi, que está en la misma provincia, se concertaron con aquel Príncipe, y aun el rey de Francia tenia hecha donacion de aquel estado á Juan Jacobo Trivulcio. Salieron otrosí de prision algunos señores que tenian presos los reyes de Nápoles, y entre ellos Juan Bautista Marzano, á cabo de casi cuarenta años de prision; el cual con ánimo denodado intentó de apoderarse del principado de Rosano que fué de su padre en Calabria. Lo mismo hizo Luis de Arsi, capitan del rey de Francia, que con poder del señor de Lini hizo alzar por él en la Pulla el principado de Altamura; que eran todas ocasiones de desabrimientos y gana de venir á las puñadas. Tratúse de atajar estos desgustos, primero con el señor de Aubeni, y despues con el duque de Nemurs, que llegó acabada la guerra y tomada Nápoles. Acordaron que en las provincias en que no habia duda ninguna de las partes se entremetiese en lo de los otros; y sobre las provincias que se dudaba, en tanto que la diferencia se determinase, los lugares que tuviesen alzadas banderas por Francia alzasen juntamente las de España y al contrario; en el gobierno y rentas dieron asimismo órden, que poco se guardó. Para que mejor se entienda esta diferencia y por cuál de las partes corria la justicia será bien hacer una breve descripcion del reino de Nápoles y de sus partes. El reino de Nápoles comprehende toda la tierra que desde Tarracina 6 Fundi, que están á las riberas del mar Mediterráneo, y desde el rio Truento, que descarga en el golfo de Venecia, corre hasta los postreros términos de Italia. Corta este reino por medio, como todo lo restante de Italia,

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aduaná de los ganados de Pulla se cobró en aquella provincia; cuestion en que cada cual podrá sentir lo que por bien tuviere. Para nuestro propósito basta que do aquí tomaron asa y ocasion los españoles y franceses para venir á las manos y averiguar por el trance y filo de la espada lo que sus reyes nunca acababan de resolver por mucha instancia que se les hizo para que lo determinasen antes de venir á rompimiento. En que daban á entender que no se contentaban con la parte, y que cada cual de los reyes bastantemente se confiaba de sus soldados y fuerzas; pero á esto se volverá adelante. Por el presente, el rey don Fadrique despues que se pasó á Iscla, como quedó asentado, por la mala satisfaccion que tenia del rey Católico, se concertó con el de Francia; con treinta mil francos que le prometió para sustentar su casa se fué á poner en sus manos y meter por sus puertas, y en su compañía su mujer é hijos y el cardenal Luis de Aragon, su sobrino. Su hermana doňa Beatriz, reina de Hungría, s quedó en aquella isla, que despues fué á Sicilia. Su sobrina doña Isabel, que fué casada con Juan Galeazo, verdadero duque de Milan, de allí se fué á Bari en la Pulla. Al tiempo que andaban estas inteligencias entre los dos reyes, don Fadrique y el de Francia, en Flandes se hacia grande instancia con el Archiduque para que él y su mujer viniesen á España á ser jurados por príncipes, como era de costumbre. Nació este año al Archiduque una hija, que se llamó Isabel. El Rey, su suegro, pretendia traelle á España para que aprendiese las costumbres de los naturales y para quitalle algunos siniestros que de sus criados se le pegaron como mozo. Mas ellos, acostumbrados á la libertad de Flandes y gobernallo todo á su voluntad, no querian que el Príncipe tuviese cerca de sí persona á quien debiese respeto. Fué para solicitar esta venida don Juan de Fonseca, obispo de Córdoba y capellan mayor de los Reyes; y de parte del rey de Francia se le hizo grande instancia para que pasase por su reino, como al fin lo hizo. De España partió en una armada que se aprestó en la Coruña la infanta doña Catalina para casar en Inglaterra, como lo tenian concertado. Salió de Granada, do sus padres quedaron, con grande acompañamiento. Hízose á la vela á los 25 de agosto. Pasaron con ella á Inglaterra don Alonso de Fonseca, arzobispo de Santiago, el conde y condesa de Cabra con otra gente de cuenta. Despues que salieron del puerto cargó tanto el tiempo, que las naves se derrotaron, y dado que algunas llegaron al puerto de Antona en Inglaterra, las mas se recogieron á Laredo. Dende, á 2 de setiembre, siguieron su viaje, y con buen tiempo llevaron la Infanta á Inglaterra. Celebráronse las bodas con Artus, su esposo, en Londres muy solemnemente. ¡Cuán poco durará este gozo ! ¡Cuántos trabajos, inocente doncella, te quedan por pasar solo por la locura de un hombre desaforado! Este mismo mes concertó la reina doña Isabel que don Rodrigo Enriquez Osorio, conde de Lemos, casase su hija dona Beatriz de Castro con don Dionís, hermano del duque de Berganza don Diego, é hijo del duque don Fernando, el que mató el rey don Juan el Segundo do Portugal. Para facilitar este matrimonio los Reyes les hicieron merced de Sarria, Castro, Otero, villas á que

monte Apenino, que se desgaja de los Alpes. Lucgo que se entra en el reino, á manderecha de aquel monte hácia nuestro mar está la parte mas principal de todo él, que se llama Campania 6 tierra de Labor, de los liborios, pueblos antiguos. Allí están Gaeta, Nola, Capua y la misma ciudad de Nápoles, cabeza de las demás y de todo el reino. Antiguamente todo lo que hay desde el rio Tibre á Nápoles se llamaba Campania; al presente la tierra desde Roma hasta la raya de aquel reino se llama Marema. A mano izquierda está el Abruzo, que comprehende muchas de las naciones antiguas, es á saber, los sabinos, do está Ascoli; los marrucinos, donde está Teate, y los pelignos y vestinos, donde caen las ciudades del Aguila y de Sulmona ; los marsos en que está el lago Fucino, y el ducado de Tagliacozo y parte de los samnites, pueblos muy nombrados en la historia romana, tendidos hasta lo de Campania. Los mas modernos dividen el Abruzo en el de aquende y el de allende por el rio de Pescara, que pasa por medio, y es aledaño de las dos partes. Estas provincias se adjudicaron en la particion al rey de Francia. En el mismo lado del Abruzo mas adelante está la Pulla, que se divide en la Capitinata y tierra de Bari, que tiene muchas ciudades, entre las demás Trani y Monopoli, y tierra de Otranto, que corre desde Brindez hasta Taranto, ciudad principal puesta en la postrera punta de Italia y en los confines de Calabria entre mediodía y levante. Por el otro lado, pasada Nápoles, entra el Principado, cuya cabeza es Salerno. Siguese hacia los montes la Basilicata, que fué Lucania antiguamente, y lo que se llama Calabria al presente, que antiguamente fueron los brucios, tendidos la mayor parte por las riberas de nuestro mar. Allí está Cosencia, ciudad la mas principal de Calabria, y Regio sobre el estrecho de Sicilia. Lo mas adentro se llamó Magna Grecia, á la parte que caen Rosano, Catanzaro y Cotron. Del principado pudo formarse con razon duda si se comprehende en Calabria. En lo de Basilicata corria la misma razon, y así veo que los reyes venian en que se dividiesen estas provincias, dado que algunos pretendian que esta comarca, por estar en los montes que confinan con la Pulla y Calabria, no hacia provincia distinta de las dos, sino que la parte que caia hácia levante pertenecia á la Pulla, y la que caia hácia poniente á Calabria. Están en la Basilicata Melfi, Atela, Barleta y otras ciudades. La Capitinata es lo que desde el rio Fertoro, término del Abruzo, llega hasta el rio Aufido 6 Lofanto. En esta parte está Manfredonia y el monte de Santangel y Troya. Quedóle este nombre de tiempo que los griegos poseian aquella parte de Italia, cuyo gobernador llamaron Catapan, y la provincia se dijo Catapania; de allí se formó el nombre que ahora tiene, yasimismo el nombre de capitan tan usado. No hay duda sino que aquella parte se contenia en la Apulia antigua, pues Ptolemeo el monte Gargano que allí está, famoso por el templo de San Miguel, le pone en Apulia, y los modernos siempre entendieron que la Pulla comenzaba desde el fin del Abruzo, y se dividia en las tres partes ó comarcas que ya quedan señaladas; y aun los autores que yo he visto siempre cuentan la Capitinata por una de las provincias de la Pulla; y siempre la

el conde de Lemos pretendia tener derecho. Por el mes de octubre en la ciudad de Trento se hicieron paces entre el César y el rey de Francia, cuya principal capitulacion fué que Cárlos, hijo del Archiduque, casase con Claudia, hija del Francés, casamiento que otras veces se trató y concertó, y al fin nunca se concluyó.

CAPITULO XI.

De la venida del Archiduque á España.

Las armadas que de Portugal y de Francia fueron á levante á persuasion del rey Católico en defensa de venecianos contra el Turco no hicieron cosa de momento. La de Portugal llegó á Corfu, y de allí en breve dió la vuelta. La de Francia pasó sobre la isla de Quio, que era de ginoveses, y sin hacer otra cosa mas de embarazar el tributo que de allí llevaba el Turco, padecieron de pestilencia y del tiempo y de enemigos tanta mortandad, que apenas de toda ella quedaron mil hombres. Acudieron á la Pulla, que cae cerca, do fueron muy bien tratados por orden del Gran Capitan. Los venecianos asimismo se recogieron, que traian veinte y cinco galeras mal armadas. Hizo mucho al caso para todo que el Turco este año no sacó su armada, que de otra suerte hallara poca resistencia. En España por una parte los Reyes Católicos pregonaron un edicto, por el cual mandaron que los moros que estaban esparcidos de años atrás por Castilla ó por Andalucía y se llamaban mudejares, ó se bautizasen ó desembarazasen la tierra; por otra parte, al fin deste año hobo algun ruido de guerra, que si no se atajara con tiempo, pudiera revolver el reino. Fué así, que el duque de Medinaccli don Luis de la Cerda, estando para morir, se casó con su manceba por legitimar un hijo que en ella tenia, por nombre don Juan. Pretendia suceder en aquel estado don Iñigo de la Cerda, hermano del Duque, cuyo hijo, llamado don Luis, casara con hija del duque del Infantado, que muerto el duque de Medinaceli, juntó su gente, y en favor de su yerno se puso sobre Cogolludo con intento de apoderarse de aquel estado. Pero el Rey le hizo avisar que derramase aquella gente, que siguiese su justicia y no le alborotase el reino, con apercibimiento, si no se reportase, que se pondria el remedio como mas conviniese. Hobo de obedecer el Duque, y don Juan quedó pacífico en el estado de su padre. Sosegados estos movimientos, se tuvo nueva que el Archiduque y su mujer venian por Francia, y que su llegada seria en breve. Fueron muy festejados por todo el camino; en Paris los recibieron con grande honra y fiesta; allí por entrambas partes, á 13 de diciembre, se juraron las paces que poco antes se concertaron en Trento, y el Archiduque hizo todos los actos necesarios para reconocer aquel Rey por superior suyo como conde de Flandes. La Princesa estuvo muy sobre sí para no hacer acto en que mostrase reconocer alguna superioridad al rey de Francia. De allí enderezaron su camino, y por Guiena llegaron á Fuente-Rabía, á los 29 de enero del año de nuestra salvacion de 1502. Estaban allí para recebillos por órden de los Reyes Católicos el condestable de Castilla, el duque de Najara y el conde de Treviño, su hijo,

y con ellos el comendador mayor don Gutierre de Cárdenas. Para muestra de mayor alegría y que la gente estuviese para recebillos mas lucida, se dió licencia para que los que podian traer jubones de seda sacasen tambien sayos de seda, y aun se dió á entender que holgarian los reyes que los que se vistiesen de nuevo hiciesen los vestidos de colores, que todo es muestra de la modestia de aquellos tiempos. En principio deste año casó Lucrecia de Borgia con el hijo heredero del duque de Ferrara; llevó en dote cien mil ducados, sin otras ventajas y lugares. Los príncipes de Vizcaya llegaron á Búrgos, á Valladolid, Medina, y por Segovia pasaron los puertos y llegaron á Madrid; los reyes del Andalucía y de Granada, do asistian, por Extremadura vinieron á Guadalupe. Allí hicieron merced al duque Valentin por ganalle para su servicio, y por contemplacion del Papa, de la ciudad de Andria con título de príncipe y de otras muchas tierras en el reino de Nápoles. Tratóse otrosi que los reyes el Católico y el de Francia acomodasen de rentas y vasallos al rey don Fadrique y á su hijo. Llegaron los reyes á Toledo á los 22 de abril. Hicieron asimismo en aquella ciudad su entrada los príncipes á 7 de mayo, ca por indisposicion del Archiduque se detuvieron algunos dias en Olías. Allí fueron jurados sin dificultad alguna en presencia del Rey y de la Reina por príncipes de Castilla y de Leon en la iglesia mayor de aquella ciudad, á 22 de aquel mes. Halláronse presentes el cardenal don Diego Hurtado de Mendoza, el arzobispo de Toledo con otros muchos prelados, el condestable don Bernardino de Velasco, los duques de Alburquerque, Infantado, Alba y Béjar, el marqués de Villena con otros muchos señores. Púsose por condicion que caso que sucediesen en aquellos reinos, los gobernarian conforme á las leyes y costumbres de la patria. Por este mismo tiempo que España por la venida destos príncipes estaba muy regocijada, en Inglaterra se derramaban muchas lágrimas por la muerte que sobrevino al príncipe Artus. Quedó la Infanta, su mujer, á lo que se entendió, doncella, dado que cinco me. ses hicieron vida de casados. Pero el Príncipe era de catorce años solamente y de complexion tan delicada, que dió lugar á que esto se divulgase y se tuviese por verdad. Enviaron los Reyes Católicos á Hernan, duque de Estrada, para visitar al rey Enrique de Inglaterra y tratar que la Princesa casase con el hijo segundo de aquel Rey; él empero ni restituia el dote de la Princesa ni acababa de efectuar aquel matrimonio, que fué despues tan desgraciado. Vino esta nueva de la muerte deste Príncipe en sazon que poco despues, es á saber, á 6 de julio, en Lisboa la reina doña María parió un hijo, que se llamó don Juan, y vino á heredar como primogénito la corona de su padre; grande y valeroso príncipe que fué los años adelante.

CAPITULO XII.

Que el duque de Calabria fue enviado á España. Púsose el Gran Capitan sobre Taranto los meses pasados, como queda dicho; hallábase dentro asaz fortificado el duque de Calabria. Todavía el mismo dia que acentó su campo trataron de tomar asiento; y al fin el

Duque, por medio de Otaviano de Santis, concertó treguas por dos meses para consultar al Rey, su padre, con seguridades que se dieron de no alterar cosa alguna. Despues, por causa que los mensajeros enviados al rey don Fadrique no volvieron al tiempo señalado, se prorogó la tregua hasta fin del año pasado con las mismas condiciones. Este término pasado, porque la resolucion del rey don Fadrique no venia, acordaron que la tregua se continuase otros dos meses, y la ciudad se pusiese en tercería en poder de Bindo de Ptolomeis, vasallo del rey Católico, y de cuya persona el Gran Capitan hacia mucha confianza, con promesa que pasado aquel nuevo plazo se daria la ciudad sin tardanza; pero que la persona del Duque fuese libre y asegurada con todos sus bienes y servidores. En el mismo tiempo el castillo de Girachi, que está á tres leguas de la marina y era de mucha importancia, se dió; y el príncipe de Šalerno vino á verse con el Gran Capitan para tratar de mudar partido, á tal que á él y al príncipe de Bisiñano se les restituyesen sus estados. Pedia asimismo para sí el condado de Lauria y cinco mil ducados de renta que sus antecesores tiraban de los reyes pasados; que eran demasías fuera de sazon y muestra que los ánimos no sosegaban. Por el contrario, muchos barones que con el rey don Fadrique se recogieron á Iscla se vinieron al Gran Capitan; dellos acogió los que le parecieron mas importantes para el servicio del Rey, y entre ellos á Próspero y Fabricio Colona, porque le certificaban que venecianos los pretendian haber á su sueldo. Junto con esto don Diego de Mendoza y Iñigo de Ayala hobieron el castillo y ciudad de Manfredonia por trato con el alcaide, que se tenia por el rey don Fadrique, si bien el señor de Alegre vino con gente á socorrer los cercados. La ciudad de Taranto en fin, conforme al concierto, se entregó con sus castillos al Gran Capitan. Y porque en. tre las condiciones del concierto una era que el duque de Calabria pudiese libremente ir donde quisiese, por el presente se fué á Bari, que todavía se tenia por su padre, bien que la ciudad no era fuerte, y el castillo casa llana, para esperar allí lo que él le mandase, ca no queria apartarse de su voluntad. El Gran Capitan tenia gran deseo de concertalle con el rey Católico, porque no se fuese á Francia, de que podrian resultar inconvenientes. Moviéronse tratos sobre ello, y ofrecíale treinta mil ducados de renta perpetua en vasallos, parte del reino de Nápoles, parte de España; que era todo lo que él pedia y podia desear en el estado en que se hallaba. Veia el Duque que le venia bien aquel partido, mas no se resolvia sin la voluntad de su padre. Poco adelante la viuda duquesa de Milan, su prima, por no ir á Sicilia, do la convidaban que fuese con la reina de Hungría, su tia, se recogió en aquella ciudad. Esta señora pudo tanto con el Duque, que le hizo escribir una carta de su mano al Gran Capitan, en que le pedia que sin embargo de la libertad que tenia concertada para su persona, por ver que la intencion de su padre era otra de lo que á él le convenia, le rogaba le enviase al servicio de los Reyes Católicos, que esta era su determinada voluntad, dado que por respeto de su padre no se atrevia á publicalla. No parece que el Duque perseveró mucho en este propósito, porque demás que su padre hizo

grande esfuerzo con cartas y embajadas que envió a Gran Capitan para que conforme al asiento dejase ir libre á su hijo, que no era de caballero faltar en su palabra, y que se debia acordar de la amistad que le hizo en tiempo de su prosperidad; el Gran Capitan, que le tenia puestas guardas para que no se fuese, por atraelle á lo que deseaba, fuera de la renta que le ofreció antes, de nuevo le prometia de parte del rey Católico de casalle ó con la reina de Nápoles, su sobrina, ó con su hija la princesa de Gales; el uno y el otro partidos muy aventajados. Sospechose que el conde de Potencia don Juan de Guevara, que andaba siempre á su lado, le mudaba del color que queria. Andaba el Duque por aquellos pueblos de la Pulla, aunque parecia libre, tan guardado, que no se podia ir á parte ninguna, tanto, que apenas podia salir á caza. Por conclusion, este negocio se rodeó de manera, que volvieron al Duque á Taranto. Desd de allí se dió órden á Juan de Conchillos que en una galera le llevase á Sicilia y á España, por entender que en presencia las partes mejor acordarian todas sus haciendas, y el Duque se confirmaria mejor en el servicio aficion del rey Católico, que tanto en deudo le tocaba. No parece se le guardó lo que tenian asentado. En la guerra ¿quién hay que de todo punto lo guarde? En la guerra ¿y no tambien en la paz, y mas en negocio de estado?

CAPITULO XIII.

Del principio de la guerra de Nápoles.

Los generales de Francia y España, puestos en el reino de Nápoles, comunicaban entre sí y con sus reyes la forma que se podria tener en concordar aquellas diferencias para que se conservase la concordia y no llegasen á rompimiento. Sobre esto poco antes que jurasen al Archiduque por príncipe de Castilla vino á Toledo de parte del rey de Francia el señor de Corcon. La suma de su pretension era que las provincias que se adjudicaron á Francia rentaban menos que la Pulla y Calabria; y que pues era razon se hiciese recompensa, quedase la Capitinata por Francia. A esto respondió el rey Católico que si el rey de Francia se tenia por agraviado en la particion, seria contento que trocasen las provincias; y que si todavía queria recompensa, se hiciese en el Principado y Basilicata que restaban por partir; que la Capitinata era lo mejor de la Pulla, y no era razon que se desmembrase della; en conclusion, que holgaria de dejar aquella diferencia al juicio y determinacion del Papa y de los cardenales. El Francés no venia en ninguno destos partidos, y el trueque no le estaba bien por no privarse de la ciudad de Nápoles y del título de rey de Nápoles y Jerusalem, que conforme á la concordia hecha le pertenecian, y amenazaba que usaria de fuerza, tanto, que un dia como los embajadores de España en este propósito le dijesen que el Rey, su señor, guardaba todo lo asentado, respondió que él hacia lo mismo, y que sobre esto, si fuese menester, haria campo con el rey de España y aun con el Rey de romanos. Respondió Gralla que el Rey, su señor, era tan justo príncipe como en el mundo le hobiese; y cuando fuese conveniente lo defenderia por

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