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determinase. Hizo Julio de Médicis mucha honra á estos cardenales y al señor de Solier, que venia con ellos por embajador del rey de Francia. Por medio dellos se declaró por servidor de aquel Príncipe, que fué principio de mayores males y daños. Con la vacan te del Pontifi

Enrique y de doña Mencía, hacia las partes de su hijo, que demás de ser justificadas á juicio de todos, le ayudaba el favor del Rey, que pretendia casar al nuevo heredero con doňa Ana de Aragon, hija del arzobispo, de Zaragoza. Llegaron las cosas á término de guerra, causa que cada cual de los pretensores tenia sus valedo-cado y con la sombra del Virey tuvo el nuevo Duque res, y les acudian señores y caballeros sus aliados. Don Pedro era un caballero muy brioso y que estuvo á punto de aventurallo todo; todavía prevaleció la razon, y el estado quedó por el hermano del difunto. En Bugia estaba por capitan Gonzalo Mariño, y en Oran Martin de Argote, como teniente del marqués de Comares. Sucedieron con los moros algunas revueltas, en que no se hizo cosa de momento, mas de que Muley Abdala con gente que traia consigo llegó á dar vista á Bugia y quemó el arrabal de aquella ciudad; el daño fué grande, no quedó en pié sino una torre, en que se recogieron los judíos. La causa deste desman fué el mal órden de Gonzalo Mariño, por romper el primero los capítulos de la paz que con los moros tenia puesta ; que fué causa de removelle de aquel cargo, y en su lugar fué proveido por capitan don Ramon Carroz.

CAPITULO XVIII.

De la muerte del papa Julio.

Traia asimismo el papa Julio muy quebrada la salud. Su flaqueza y cuidados le acarreaban diversas enfermedades; divulgóse que de aquella no escaparia y que no podria vivir muchos dias. Teníase gran recelo que los cardenales scismáticos con su muerte no intentasen alguna novedad, por lo menos quisiesen hallarse en el conclave. Dióse aviso al duque de Milan, á Florencia, Sena y Luca que mandasen guardar los pasos. Falleció el Papa á los 20 de febrero. Alteróse el pueblo romano, como suele, en las vacantes, y mas entonces por quedar comunmente todos resabiados del gobierno pasado y muy encontrados los coloneses, aborrecidos el Papa y los Ursinos, sus allegados. Saquearon el monasterio de San Pablo, que es de monjes benitos, y hicieron otros insultos. Ayudó mucho la industria y autoridad del embajador Jerónimo Vic para que se sosegasen. Entraron los cardenales en conclave á los 4 de marzo, habiendo primero enviado á su padre el hijo del marqués de Mantua, que estaba en rehenes, y á los 11 de conformidad de casi todos, salió elegido el cardenal Juan de Médicis, que se llamó Leon X. Declaróse el mismo dia que queria perseverar en la liga y hacer que el Emperador y el Inglés entrasen en ella. Los cardenales Carvajal y Sanseverino, que se entretenian en Leon con menos reputacion que nunca, acordaron de pasar á Italia y hallarse en el conclave. Favorecíalos Próspero Colona, que asimismo pretendia ir á Roma, y ofrecia sacar pontífice de su mano; el Virey empero no le dejó ir por recelo con su ida no se alborotase Roma y se quitase la libertad al conclave. Aportaron los dos cardenales con un galeon á Liorna. Por las guardas que tenian puestas y á la mira fueron detenidos y llevados á Pisa. Dió aviso luego al Papa Julio de Médicis, su primo; mandó llevallos á Viterbo, y de allí á Civita Castellana, que tenia un muy buen castillo, hasta que su causa se

comodidad de apoderarse de Placencia y procurar de hacer lo mismo de Parma. Acudió el Virey á aquella parte con su campo por estar receloso del poder do Francia, que se juntaba en daño de Milan, y por entonces no era sazon de comenzar la guerra contra venecianos. La falta de dinero para la gente era grande, y no se hallaba camino para socorrerse en aquella necesidad, mayormente que se continuaba la plática de asentar las paces entre el Emperador y venecianos, y para concluir eran idos á Alemaña, primero el cardenal de Gursa, y despues don Pedro de Urrea y el conde de Cariati. No se conformaban en las condiciones de la paz porque el César queria quedarse con Bresa y Verona; los venecianos pretendian recobrar todo su estado como le tenian antes de la guerra. Entró de por medio el rey de Francia y concertóse con aquella señoría; terció Andrea Griti en favor del Francés, ya puesto en libertad, y tambien Bartolomé de Albiano. Las condiciones fueron que aquella señoría quedase con todo el estado que antes tenia, excepto Cremona y Geradada, que fuesen del rey de Francia, y se volviesen á incorporar en el ducado de Milan. Obligábanse para recobrar aquel ducado y las tierras de venecianos que la señoría acudiria con mil lanzas y con seis mil infantes, y por su capitan Bartolomé de Albiano, y el Rey con mil y docientas lanzas y doce mil infantes, y por capitan general de la infantería nombró á Roberto de la Marcha, y por lugarteniente de general al señor de la Tramulla, y en su compañía Juan Jacobo Trivulcio. Luego que se publicó esta avenencia, Trivulcio con la gente italiana que tenia alistada por el rey de Francia se puso dentro de la ciudad de Aste. Bartolomé de Albiano acudió al ejército de la señoría para acometer á Verona ó pasar á juntarse con los franceses. Esta novedad junto con la ausencia del Virey causó tan grande mudanza, que los mas pueblos de Lombardía se declararon contra el duque Maximiliano. ¡Cuán grandes son las vaivenes desta vida! Apenas era entrado en posesion de aquel estado, cuando todo se le volvia al revés; así sucede á los desgraciados. La causa por que el rey de Francia so apresuró en concluir esta confederacion fué tener muy adelante otro tratado, que se comenzó los meses pasados á persuasion del cardenal don Bernardino de Carvajal, es á saber, de asentar treguas con el rey Católico para sobreseer de todo auto de guerra desta parte de los Alpes. Venia muy á cuento á estos dos reyes este concierto, al Católico para asegurarse en la posesion de Navarra, al Francés para recobrar lo de Milan, ca de los interesados el rey de Navarra y el duque Maximiliano poco caso se hacia; propia condicion de poderosos para con los que poco pueden. Para concertar esta tregua enviaron á Francia los meses pasados á don Jaime de Conchillos, obispo de Catania, y á la sazon electo de Lérida. Pasó de Fuente-Rabía á Bayona para verse con Odeto de Fox, señor de Lautreque, que era

capitan general de Guiena. Trataron con poderes que de sus reyes mostraron de concertarse mediado el mes de marzo. Quedaron desconformes. Juntáronse segunda vez en el castillo de Ortuvia, que está en el término de Francia, dos leguas de Fuente-Rabia. Allí concertaron, 1.o de abril, que la tregua entre el rey don Fernando y sus confederados, el rey de Inglaterra y el príncipe don Carlos, y el Francés con el rey de Escocia y duque de Gueldres durase por espacio de un año, á contar desde aquel dia; que en este tiempo hobiese comercio de un reino á otro desta parte de los Alpes por donde se sobreseia de las armas. El rey don Juan de Navarra quedó excluido deste concierto, que era como entregalle á su enemigo para que con sus agudas uñas hiciese en él presa. Cuanto al Emperador y rey de Inglaterra, se puso por condicion que si dentro de dos meses no firmasen las treguas, fuesen excluidos della, como lo quedaron. Sintióse mucho el Emperador deste concierto, tanto mas, que se hizo sin dalle parte, como fuera razon. Decia ¿qué manera era aquella de querer correr la misma fortuna con él como siempre el rey Caltólico lo publicaba? Que con esta tregua en ocho dias el Francés se haria señor de Milan, y con la ayuda de las potencias de Italia, que luego se le allegarian como á vencedor, se haria señor del reino de Nápoles y de todo lo al de aquellas partes; con que revolveria sobre los dos, que eran sus verdaderos enemigos y se vengaria dellos á toda su voluntad. Lo que sobre todo encarecia era que por consejo y traza del cardenal Carvajal, que en tantas maneras habia deservido, se hobiese tomado aquel camino. A la verdad la traza fué muy aguda y como del ingenio de aquel Prelado. Mas era muy claro que si esto se llevaba adelante, se perderian todas las ciudades que en Lombardía se tenian por el Imperio, que era el mayor sentimiento que en este caso el César tenia, si bien alegaba otras razones y agravios.

CAPITULO XIX.

De la guerra de Navarra.

Antes que se asentase la tregua con Francia, monsieur de Lautreque en Bayona ponia en órden la gente de guerra que tenia, y juntaba otra de nuevo, y fundia artillería con intento, á lo que se entendia, de dar al improviso sobre San Juan de Pié de Puerto, que no era plaza muy fuerte; la cual ganada, pensaba por aquel paso subir los puertos y meterse dentro de Navarra. Con este recelo el marqués de Comares envió á Valderroncal algunas personas para asegurarse de aquella gente, que andaba muy recatada, y no se tenia bastante confianza que no diesen paso por sus tierras al campo francés. Proveyó asimismo la gente de á pié y de á caballo que pedia Diego de Vera para defender aquella villa. No se pasó mas adelante á causa de la tregua que se asentó, como queda dicho; con que los nuestros tuvieron comodidad, no solo de mantenerse en lo que poseian, sino de pasar adelante en su conquista, si bien el rey don Juan tenia juntos hasta cinco mil hombres para hacer el daño que pudiese, y aun hizo sus requerimientos al obispo de Zamora para que volviese á la prision; mas el rey Católico declaró estar libre de la

palabra que dió, lo uno por ser preso de mala guerra, pues iba como embajador y en servicio de la Sede Apostólica, lo otro por la muerte del de Longavila, á quien él se obligó personalmente. Por otra parte, el mariscal de Navarra, que se llamaba tambien marqués de Cortes, rompió por las fronteras de Guipúzcoa con otros dos mil hombres; pero la gente de la tierra por órden de don Luis de la Cueva, que guardaba á Fuente-Rabía por su padre, le hicieron resistencia. Acogíase esta gente al castillo de Maya, que era muy fuerte, puesto en tierra de vascos, por do se pasa á Guiena. Tuvo aviso el señor de Ursua, servidor del rey Católico, que el Alcaide estaba ausente; acudió sobre el castillo con gente, mas como era poca y el Alcaide à la sazon sobrevino, no pudo salir con la empresa. Proveyó el marqués de Comares que Diego de Vera y Lope Sanchez de Valenzuela, que envió de nuevo con gente, fuesen á cercar aquel castillo para atajar los daños que los dél hacian por aquellas montañas. Hiciéronlo así, pero tampoco le pudieron tom tomar; antes por aviso que les vino de que el mariscal acudia al socorro de los cercados con gente y asimismo el rey don Juan se retiraron, y quedó la artillería en Azpilcueta á peligro de perderse. El Marqués acordó de acudir en persona con mas de dos mil soldados y artillería mas gruesa que la que llevaron antes. Los de dentro, visto que de Francia no les podia venir socorro y que su Rey no tenia fuerzas bastantes para resistir, rindieron aquella fuerza dentro de muy pocos dias; negocio de grande importancia, ca con esto quedó llana toda la tierra de vascos y Cisa, que están de la otra parte de los puertos. Poseian los condes de Fox de tiempo muy antiguo en lo de Cataluña lo de val de Andorra y vizcondado de Castelbó, que cae cerca de Urgel, y entonces eran de la ya reina de Navarra doña Catalina, habidos por herencia de sus padres. Esto todo por el derecho de la guerra perdieron aquellos reyes, y vino á poder del rey Católico. Por la ausencia del cardenal de Sorrento, que fué á Roma al conclave, quedó en el gobierno de Nápoles el almirante Vilamarin. Las provincias de Calabria y Pulla se hallaban sin gobernadores, porque Hernando de Alarcon, que lo era de Calabria, y el marqués de la Padula, que tenia cargo de Pulla, andaban en el ejército. Esto y la falta de gente de guerra dió ocasion á muchos insultos que por todas partes resultaban sin remedio ni sin término; en particular se levantaban los vasallos contra los barones, movidos de los malos tratamientos que les hacian, y algunos pueblos enteros se alzaron, en que acontecieron cosas notables y enormes delitos. Demás desto, venian nuevas que el gran Turco armaba en daño de cristianos; y puesto que se entendia pretendia pasar á Rodas, todavía se temia no acudiese á Sicilia ó á lo de Pulla. Los venecianos otrosí, despues que se ligaron con Francia, tenian puestos los ojos en recobrar las ciudades que poseyeron en la Pulla. Era necesario acudir á todo esto. Dióse órden como todas aquellas marinas estuviesen bien proveidas y aprestada el armada del Almirante para todo lo que sucediese. A Berenguel de Olms, que vuelto á España salió al principio de abril de Sevilla con cuatro galeras muy en órden, con intento de dar sobre ciertas fustas de moros que

por aviso del capitan general de Portugal, que residia en Tanger, se entendió tenian los moros recogidas en el rio de Tetuan, se le mandó que, pospuesto todo lo al, se encaminase á Italia para juntarse con el Almirante y con la armada de allá. Por este mismo tiempo el estado de Génova grandemente se alteró. Los adornos, que andaban desterrados de aquella ciudad y hasta aquí se mostraban aficionados á la corona de Aragon, concertaron con el rey de Francia de echar los fregosos de Génova y volvella á su sujecion. Súpose que el conde de Flisco y sus hermanos tenian parte en esta prática. Los hermanos del Duque matarou al Conde por esta causa dentro de palacio. Juntáronse los hermanos del muerto con los adornos, y con gente que levantaron se acercaron á Génova. La armada francesa en su ayuda hizo lo mismo por mar. Salió el Duque con sus galeras en seguimiento de aquella armada, que no le osó esperar. Mientras seguia el alcance, los adornos y fliscos se apoderaron de la ciudad, y el Duque fué forzado á retirarse á Pomblin. Su armada se recogió á Portovenere. Entonces nombraron por duque de Géneva á Octaviano Fregoso, que era á gusto de todo el comun, y hermano del arzobispo de Salerno y aun tenia deudo con el Papa. Duró poco esta prosperidad á los adornos. Los fregosos se concertaron con el Virey que los restituyese en sus casas con promesa de poner aquella ciudad y señoría en la proteccion del rey Católico. Hicieron sus capitulaciones. Envió el Virey con gente al marqués de Pescara, que cumplió lo que se concertó con aquel linaje y parcialidad. Cuanto al Duque de aquella señoría no pareció se hiciese mudanza. Sucedió esto algunos dias adelante; volvamos á lo que se nos queda atrás.

CAPITULO XX.

Los suizos vencieron á los franceses junto á Novara.

La masa del ejército francés se hacia en Aste y en el Piamonte. Su general monsieur de la Tramulla se aprestaba con todo cuidado, y de Francia le vinieron hasta cuatrocientos caballos ligeros. Tenia en su compañía á Juan Jacobo Trivulcio y á Sacromoro, vicecómite, que desamparado el duque de Milan, en cuyo servicio anduvo, se pasó á la parte de Francia. Bartolomé de Albiano asimismo con el ejército de la señoría se ponia en órden para sitiar á Verona. Era cosa maravillosa que fuera destos dos campos en un mismo tiempo se hallaban otros tres en diversas partes de Lombardía, muestra de su abundancia, en que no tiene par. Dentro de Verona se contaban cinco mil tudescos y seiscientos caballos ligeros, que corrian la tierra hasta cerca de Vicencia no de otra guisa que si fueran señores del campo. Junto á Placencia alojaba el Virey con mil y cuatrocientos hombres de armas, ochocientos caballos ligeros y siete mil infantes, gente muy escogida y lucida. El duque de Milan se hallaba acompañado de los suizos, que eran hasta ocho mil, y esperaba otros cinco mil que pasasen en su ayuda los Alpes. Sin embargo, los de Milan y casi todas las demás ciudades de aquel estado cobraron tanto miedo, que se rebelaron contra el Duque y alzaron banderas por Francia. El mismo Duque no se confiaba de venir á las manos con los enemigos, y

dejado el campo, se fué á meter dentro de Novara. Entró allí último de mayo sin recatarse que por aquella gente en aquel mismo puesto fué vendido su padre á los franceses. El Virey mostraba voluntad de juntarse con el Duque; pero como quier que de Roma uo le enviaban dinero segun que el embajador Vic lo prometia, y por otra parte tenia aviso de España que se volviese al reino, no se atrevia á empeñarse mucho en aquella guerra. Tomó por resolucion de estarse á la mira y con su presencia dar algun calor á la defensa de Lombardía. Llamó al comendador Solís para que tuviese cargo de la infantería por la ausencia del marqués de la Padula, que fué proveido por capitan general de Florencia. Envió en su lugar á Luis Icart para la defensa de Bresa. En guarda de Cremona puso la gente del Papa, y despues para mayor seguridad envió allá á Ferramosca con cuarenta hombres de armas, trecientos soldados españoles y quinientos italianos. No bastó esta diligencia para defender aquella ciudad; luego que Albiano llegó allí con su campo, la entró con muerte de todos los hombres de armas, que llegaban á docientos, y á los españoles quitó las picas. Con la nueva deste suceso los franceses se determinaron de sitiar á Novara. Eran por todos ochocientas lanzas y ocho mil infantes, los tres mil alemanes, los demás gente soez y de poca cuenta. Hicieron ademan de combatir la ciudad. Vino aviso que los suizos venian en favor del Duque hasta llegar á doce mil en número, y que el baron de Altosajo traia otros cinco mil. Por esta causa los franceses se volvieron á su fuerte, que tenian entre Gaya y Novara. Luego que llegó el primer socorro, cobraron tanto ánimo los suizos, que sin esperar al de Altosajo, salieron en busca del enemigo. Quisieran los franceses excusar la batalla, mas no podian. Salieron de mala gana á la pelea. Los hombres de armas y caballos ligeros de Francia no curaron de pelear. La batalla, que duró dos horas, fué muy reñida entre la gente de á pié. Los alemanes se defendieron ferocisimamente, pero finalmente el campo quedó por los suizos. Murieron de la parte de Francia pasados de siete mil, y entre ellos todos los alemanes, y de gente principal Coriolano Trivulcio y Luis de Biamonte. Despues desta victoria, que fué á los 6 de junio, llegó el baron de Altosajo, y se levantaron por el Duque Milan y Pavía;

y

casi todo aquel estado se puso en su obediencia. En la prosperidad todos acuden. El Virey envió al Duque cuatrocientas lanzas con Próspero, porque tenia gran falta de gente de á caballo, y la caballería enemiga quedó entera. El resto de su campo se quedó como le tenia antes junto al rio Trebia, cerca de Placencia. Entendióse hizo grande efecto para alcanzar aquella victoria el impedir, como impidió, que Albiano no pudiese ir á juntarse con el campo francés. Albiano, luego que tuvo aviso de la rota de Novara, se retiró con su gente, que era por toda mil lanzas y trecientos caballos ligeros y cinco mil infantes los mas número, gente vil. Aquella señoría se hallaba muy apretada y falta de dinero, tanto, que se socorria con la décima de las rentas de los particulares y uno por ciento del dinero que empleaban en mercaderías. De camino ganó Albiano á Liñago, que guardaba el capitan Villada con docientos

saron á Lisle, donde se concertaron entre los embajadores y comisarios del Emperador, Inglés y rey Católico, que pasada la tregua, cada cual por su parte acometiese el reino de Francia; en particular se encargó al rey Católico de conquistar lo de Guiena en provecho del Inglés. ¿Qué manera de hacer paces? No parece aprobó el rey Católico este, concierto ni dió comision para hacelle, por lo que se vió adelante. Confirmóse el matrimonio ya otras veces tratado entre el príncipe don Cárlos y la hermana del Inglés. Solo se asentó de nuevo que luego el año siguiente se consumase. Iba el otoño adelante; por esta causa se dejó la guerra de Picardía por entonces, y el rey de Inglaterra se pasó allende el mar. Grande era el aprieto en que se vieron las cosas de Francia, mayormente que los suizos, por órden del Emperador, rompieron por la parte de Borgoña. Vino el de la Tramulla desde Lombardía contra ellos, y sin embargo que los venció en batalla, se concertó con aquella gente. Capitularon que el rey de Francia se apartase de dar favor al Concilio pisano y sacase la gente que tenia de guarnicion en los castillos de Milan y Cremona; demás desto, que á ciertos plazos les contase cuatrocientos mil ducados. ¿Qué mayores partidos pudieran sacar si fueran vencedores? Tan grande era la reputacion de aquella nacion y el deseo que tenian los franceses que se volviesen á sus casas. Verdad es que fuera de dar la obediencia á la Iglesia, los demás capitulos desta concordia no se ejecutaron.

soldados. Desde allí pasó á Verona con intento de combatilla. Los de dentro empero salieron á él y le mataron alguna gente de la poca que llevaba. A esta sazon los dos cardenales scismáticos se redujeron á penitencia pública, y al juraron la scisma que introdujeron en grave escándalo de la Iglesia. Hecho esto, fueron, á los 27 de julio, restituidos á la union de la Iglesia y en su primera dignidad de cardenales. Hacia grande instancia el duque de Milan que el Virey se fuese á juntar con su campo, porque los franceses se rehacian á toda furia. Determinó de partir luego, y en tres jornadas llegó á Sarrasina. Entonces envió el marqués de Pescara á Génova, como queda dicho, y él pasó á socorrer á Verona, que todavía la apretaba Albiano. Luego que entró por el término de Bresa, se le rindieron Pontevico y Ursonovo, y toda la ribera de Salo. De allí pasó á Bérgamo, que se le entregó y ayudó con algun dinero para la paga de la gente, dado que la principal fuerza de aquella ciudad quedaba por venecianos. Pasó el Virey á Pesquera, y dejó á Mosen Puch en Bérgamo para acabar de cobrar el dinero de la composicion. Tuvo aviso un capitan de la señoría que estaba en Crema, y se llamaba Renzo, de todo. Concertó que de noche le diesen una puerta. Entró en la ciudad, tomó el dinero, prendió algunos de la compañía del Puch, y apenas él mismo se pudo salvar en una casa fuerte. Ganó el Virey á Pesquera, que es muy fuerte, pasó la via de Padua, acudióle con gente que trajo de Alemaña el de Gursa, con que se pusieron sobre aquella plaza por principio de agosto. Es Padua ciudad grande y fuerte, y tenia dentro á Bartolomé de Albiano, que acudió allí, alzado el cerco de Verona. Por esto los del Virey dentro de algunos dias fueron forzados á dejar el cerco. Fué preso durante este cerco Alonso de Carvajal en un encuentro que tuvo con los albaueses, y con él los capitanes Cárdenas y Espinosa. Hicieron gran falta en esta empresa los caballos ligeros que fueron á Génova en compañía del marqués de Pescara. Hallábase el rey Católico viejo, enfermo y cansado con tantas guerras. Trató de hacer paces con Francia; y para esto se movió que el infante don Fernando casase con la hija menor de Francia, y en dote el Francés diese á su hija lo de Milan y Génova, que tenia por ganado, y el rey Católico á su nieto el reino de Nápoles; todos entretenimientos y trazas, mayormente de parte del rey de Francia, que se recelaba mucho de la tempestad de ingleses que por Calés cargaba sobre Picardía. Hallábase el rey de Inglaterra con cuarenta mil infantes y mil y quinientos caballos sobre Teruana por el mes de agosto. Tomó la villa por combate, sin embargo que el Delfin se hallaba en Abevilla, muy cerca de Teruana. Antes que se tomase aquel pueblo salió el ejército de Francia á socorrelle. Vinieron á batalla, en que fueron rotos los franceses y presos el duque de Longavila y otros grandes capitanes. De allí, abatida la fortaleza y baluarte y torres, pasó el Inglés sobre Tornay en sazon que en Inglaterra el conde de Sorré, á los 9 de setiembre, venció y mató al rey de Escocia, que en favor de Francia acometió aquellas fronteras. Con la nueva desta victoria se rindió Tornay. Allí vino el Emperador á verse con el Inglés y la princesa Margarita, y despues el príncipe don Cárlos. Pa

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CAPITULO XXI.

De la batalla que dió el Virey á venecianos junto à Vicencia.

En tanto que los demás príncipes cristianos andaban revuellos entre sí y consumian sus fuerzas en vano, el rey don Manuel dentro de Portugal gozaba de una muy grande paz, fuera dél en Africa y en la India continuaba sus conquistas, y con ellas extendia la fe y religion cristiana. A la salida del estrecho de Gibraltar, en la costa de Africa, á la parte del mar Océano, está puesta la ciu dad de Azamor, perteneciente al reino de Fez, grande rica de y muy fértiles campos. Riégalos y pasa por la ciudad el rio que los naturales llaman Omirabih, que algunos piensan acerca de los antiguos sea Asama. Pretendió el rey don Manuel los años pasados apoderarse de aquel pueblo, como queda apuntado. Engañole un moro, llamado Zeiam, que partidos los portugueses, que venian fiados en su palabra, se hizo señor de aquella ciudad, que era el intento que llevaba. Esta injuria era razon se vengase. Ofrecíase buena comodidad por el desgusto que los ciudadanos tenian contra aquel tirano. Mandó el Rey aprestar una gruesa armada, en que se embarcaron veinte mil infantes, dos mil y setecientos caballos. Nombró por general á don Jaime, duque de Berganza, su sobrino. Iban en su compañía don Juan de Meneses y otros principales hidalgos. Hiciéronse á la vela entrados los calores. La navegacion fué larga. Llegaron á Azamor por fin del estío. Tuvieron algunos encuentros con los de dentro, que eran muchos, y con los que vinieron á socorrellos. Combatieron la ciudad con tanta fuerza de artillería, que muertos algunos de los mas principales moros, los demás sin esperar

el

segundo combate, por una puerta que no se pudo guardar se salieron de noche y se pusieron en salvo. Ganóse la ciudad á los primeros de setiembre. Rindiéronse algunos lugares de la comarca, efecto ordinario de grandes victorias, en particular las ciudades de Tite y Almedina. Dejó el Duque número de gente en guarda de aquella plaza, y por sus capitanes á Rodrigo Barreto y Juan de Meneses; y con tanto dió la vuelta á Portugal, si bien muchos eran de parecer que acometiesen la ciudad de Marruecos, empresa que hacian ellos muy fácil. El Duque se excusó con que no tenia órden para acometer cosa tan grande. El rey don Manuel, animado con aquel buen suceso, determinó continuar la conquista de Africa por aquella parte; y por esta causa alzó mano de la pretension que tenia al Peñon y ciudad de Vélez, á tal que los reyes de Castilla la alzasen de todas aquellas marinas que corren desde lo postrero del reino de Fez hasta el cabo de Non y cabo del Boyador, que eran de su conquista. Proseguíase la guerra de Italia. El virey don Ramon de Cardona, por complacer al de Gursa, de Albareto, do se retiró, alzado el cerco de Padua, pasó á correr las tierras de venecianos. Lo primero que hizo fué por la via de Montañana ir á Buvolenta, pueblo á la ribera de Bachillon. Halló allí muchas barcas y carros cargados de ropa, que por miedo de su venida retiraban á Venecia, presa para los soldados. Pasaron á Pieve de Saco, lugar muy apacible, y todo el regalo de venecianos por ser todo de sus casas de placer. Saqueáronle y pegáronle fuego. Echaron un puente sobre la Brenta, por do pasaron á Mestre, que es como arrabal de Venecia, distante solas cinco millas, del cual asimismo se apoderaron. Al cabo de los canales hay ciertas casas, que llaman las Palizadas, puestas á tiro de cañon de Venecia. Dende la bombardearon, no de otra forma que si la tuvieran cercada. Llegaban las balas al monasterio de San Segundo; ja befa fué mayor que el daño, si bien dió ocasion de recebir otro mayor el gran sentimiento que tuvieron aquellos ciudadanos de que los enemigos se hobiesen adelantado tanto. Hallábanse los nuestros rodeados de sus contrarios. Por una parte tenian á Treviso, por otra á Padua y Albiano con su ejército, que se acercaba resuelto á dar la batalla y confiado de alcanzar la victoria. Acordó el Virey retirarse la via de Vicencia. El dia que salieron de Mestre marcharon catorce millas, dado que llevaban mas de quinientos carros con el bagaje y despojos. Acudió Pablo Ballon de Treviso y la gente de Padua á juntarse con Albiano. Llegaban entre todos á siete mil infantes y mil y docientos caballos, sin los villanos de la tierra que se mostraban por la montaña, pasados de diez mil. Pretendió el enemigo impedir á los del Virey el paso de la Breuta. Ellos de noche sin ser sentidos la vadearon seis millas mas arriba de donde los enemigos se mostraban. Avisado desto Albiano, acudió á atajar el camino de Vicencia. Asentó su campo en un paso muy estrecho junto á un lugar que se llama Olmo. Viéronse los nuestros en gran aprieto; ni podian pasar adelante, ni era seguro volver atrás; acordaron dar la vuelta por sacar al enemigo á campo raso por si se pudiesen aprovechar dél. Pensaron los contrarios que huian, dejaron su puesto, alargaron

M-u.

el paso porque no se les fuesen de las manos. El Virey, visto que los contrarios por la priesa iban desordenados, consultó con el marqués de Pescara, general en esta sazon de la infantería española y que regia la retaguardia, lo que se debia hacer. Su parecer fué que se diese la batalla. Lo mismo juzgó Próspero Colona, que llevaba cargo de los hombres de armas en el cuerpo de la batalla. Desta resolucion avisaron á los alemanes, á los cuales aquel dia cupo llevar la avanguardia, ca todos los dias se trocaban con los españoles. Luego que fueron avisados, revolvieron con tanto ímpetu, que muy fácilmente rompieron la gente veneciana. Siguió el alcance el marqués de Pescara hasta la ciudad; los que huian hallaron cerradas las puertas, que fué causa de ahogarse muchos en el rio, y entre ellos Sacromoro, vicecómite. Recogió el Virey el campo, acometió con los alemanes y algunas compañías de españoles una parte de la infantería y caballería enemiga que tenia fortificado un recuesto con cinco piezas de artillería; sin embargo, con el mismo ímpetu fueron rotos y puęstos en huida. Dióse esta batalla á los 7 dias de octubre. Murieron de los venecianos setecientos hombres de armas; quedó toda la infantería destrozada y preso Pablo Ballon con otros muchos; ganáronles veinte y dos piezas de artillería. De la gente de cuenta escaparon Albiano, que se recogió á Padua, y Griti, que no paró hasta Treviso. Señaláronse de valerosos en esta jornada Hernando de Alarcon, Diego García de Paredes, García Manrique. No se halló en ella Antonio de Leiva por estar con alguna gente puesto por frontero de Cremona. Pasó el Virey á Vicencia. Allí se entretuvo el campo algunos dias. Al mismo tiempo el castillo de Bérgamo, que se tenia por venecianos, se entró por fuerza de armas. Soltaron á Pablo Ballon sobre pleitesía que hizo de volver caso que los venecianos no viniesen en dar por él á Alonso de Carvajal. Lo que sucedió fué que Alonso de Carvajal murió en la prision, y Pablo Ballon no volvió mas. Las cosas sucedian tan prósperamente como se pudiera desear. El castillo de Milan con un cerco muy apretado se rindió á los 20 de noviembre; lo mismo hizo el de Cremona, con que acabaron los franceses de salir de Lombardía. Solo les quedaba el castillo de la Lanterna, gran freno de la ciudad de Génova. Acordó el Duque de aquella ciudad de apretalle con cerco que le puso. Los adornos y fliscos en su defensa se pusieron sobre Génova, fiados que los de su parcialidad les darian alguna puerta. Los del Duque estaban muy recatados. Así á los de fuera fué fuerza retirarse con mengua y pérdida de alguna parte de su artillería. Hallábase en aquella ciudad por órden del rey Católico don Lúcas de Alagon, y con quinientos españoles que tenia dentro fué gran parte para que aquella ciudad se defendiese. El Papa continuaba su concilio de Letran. Fueron admitidos los embajadores de Francia, que renunciaron en nombre de su Rey el Concilio pisano y la proteccion de los scismáticos, y la Iglesia gallicana se sujetó á la romana. Tratábase de casar á Julian de Médicis, hermano del Papa, con la hija de la duquesa de Milan doña Isabel de Aragon. La Duquesa no vino en ello, antes se afrentó que tal plática se le moviese. Inclinábase mas á casar á su hija

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