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deleita, por ser como somos naturalmente curiosos. Aun las consejas y fabulas de las viejas dan gusto, ¿qué será cuando se juntase á esto la hermosura de las palabras y elocuencia? ¿Cuánta gracia se acrecentará á la narracion, que es la segunda causa por que deleitan tanto las representaciones, principalmente cuando de palabras escogidas y graves sentencias está sembrado lo que se dice, como el prado de flores y el oro esmaltado de pedrería? Allende desto, los versos numerosos y elegantes hieren los ánimos y los mueven á lo que quieren, y con su hermosura persuaden con mayor fuerza á los oyentes y se pegan mas á la memoria; porque los que estamos compuestos de números, mas que con ninguna cosa nos deleitamos con ellos, y la oracion compuesta de números, cuales son los versos, mas vehementes movimientos suelen despertar y moverá la parte que quieren. Allégase á esto flautas, cornetas, vihuelas, la suave melodía de las voces, las cuales, añadidas á lo demás, no pequeña suavidad tienen consigo, pues consta que muchas destas cosas á solas sin fastidio bastan á entretener mucho tiempo. Represéntanse costumbres de hombres de todas edades, calidad y grado con palabras, meneos y vestidos al propósito, remedando el rufian, la ramera, el truban, mozos y viejas, en lo cual hay muchas cosas dignas de notar y muy graciosas, porque, no solo se refieren con palabras, sino que se ponen delante los mesmos ojos, y lo que tiene muy mayores fuerzas, añádense burlas y dichos graciosos para mover la gente á risa, cosa que por sí sola deleita mucho, principalmente si se tocan y muerden las costumbres ajenas y la vida. Y en conclusion, lo que es mayor cebo, muchachos muy hermosos, ó lo que es peor y de mayor perjuicio, mujeres mozas de excelente hermosura salen al teatro y se muestran, las cuales bastan para detener los ojos, no solo de la muchedumbre deshonesta, sino de los hombres prudentes y modestos. ¿Hay por ventura flor ó animal que en hermosura se pueda comparar con la de los hombres? Hay por ventura cosa que mas atraiga los ojos y los ánimos, dado que desnuda se propusiese? Cuanto mas que los atavíos de todo punto reales, hechos á la manera antigua ¡ cuánta hermosura, cuán gran deleite traen consigo para atraer y entretener la muchedumbre! el raso, la púrpura, el brocado, las guarniciones y bordaduras de recamados! No hay cosa por hermosa y preciosa que sea, que no sirva á las comedias y teatro. Seria cosa prolija de declarar todo esto por menudo y nunca acabar, si quisiese tratar y dilatar este punto, como se pudiera hacer, y aun todo esto corre hablando de las comedias honestas y tragedias, en las cuales, si hay tantas cosas que causen deleite, ¿qué será si se refieren cada una dellas á la torpeza y deshonestidad? El cual deleite mas que todos ata á los hombres de tal manera, que con solo la memoria los arrebata, ¿qué será si la fábula trata de las caidas y engaños de las doncellas, de los amores y artes de las rameras, de la torpeza y desgarros de los rufianes? ¿Por ventura puédese pensar que haya deleite mas poderoso que este? No por cierto; porque se preponen al entendimiento Y á los

ojos rostros que irritan, propónense el cebo y yesca de los vicios, y con la imágen, representacion y memoria destas cosas despiértase el apetito; y con los amores fingidos, como si fuesen verdaderos, los que miran, se revuelven en el torpe deleite como en un cenagal; lo cual si es razon que se disimule, ó antes que se evite y que con todo cuidado se aparte este peligro, procurarémos en esta disputa se declare y entienda.

CAPITULO VI.

La diferencia de la comedia antigua y de la nueva.

De todos los espectáculos que usaron antiguamente los romanos y los griegos, habiéndose desusado los demás, casi solos han quedado entre nosotros los escénicos, los cuales mas que todos se debieran desterrar y desarraigar de todo punto de nuestras costumbres y república, porque en los demás juegos habia cierto ejercicio y escuela de virtud, con las burlas se ejercitaba el cuerpo para las verdaderas peleas y guerras, tirando, luchando, corriendo caballos y jugando el arco ó ballesta; en los teatros asentados los dias enteros mancan y mancaban el cuerpo en el ocio y el ánimo con la torpeza. Pero antes de hablar de nuestras representaciones, quiero declarar en qué se diferenciaban la antigua comedia de la nueva, tomando el principio de mas arriba en esta manera. Solitarios vivian antiguamente los hombres sin lugar ó ciudad alguna donde se recogiesen; antes, á manera de fieras, no reconocian superior ninguno; solo por natural inclinacion cada familia honraba sobre todos al que era de mas edad; la cual, cuando crecia en número, representaba cierta forma de pueblo, de donde nacieron las aldeas, y dellas, cuando muchas para ayudarse entre sí y no ser sujetadas de los mas poderosos, escogida una cabeza, se juntaban en un lugar, se fundaron las ciudades cou mayor número de vecinos y mayor policía en trato y vestidos; añadiéronse los juegos para atraer y entretener la muchedumbre del pueblo, costumbre que se guardó en todas las tierras. Los atenienses tambien, antes que Teseo los juntase en forma de ciudad, con manera y costumbre grosera y agreste, habiendo por los campos hecho sus sacrificios, por remate tenian por costumbre de morder y picar con apodos y burlas, así á los que se habian hallado á los sacrificios como á los que estaban ausentes; los cuales tambien los rústicos en Italia imitaban despues de la miés, habiendo becho sus sacrificios, se burlaban unos de otros con semejante libertad, usando algunas veces de palabras torpes y deshonestas, otras de versos y coplas á manera de pullas, los cuales versos se llamaban fescénicos, por ha berse primero usado aquella torpeza en una ciudad de Toscana, llamada Fescenina, y della haber pasado á las demás. Dió gusto esta manera de juego á los de la ciudad, y los que eran ejercitados en bablar comenzaron en Grecia y en Italia á tractar en verso semejanto argumento; desta manera, excluidos los rústicos, los ingenios de los ciudadanos se comenzaron á ejercitar

en motejar las costumbres ajenas, no solo componiendo versos, sino saliendo tambien en público, en representaciones picaban satíricamente, y mordian así á los presentes como á los ausentes, algunas veces con gran dolor y pena de los que notaban, por donde de buen principio augmentada esta libertad, como los poetas muchas veces sirviesen á sus pasiones particulares, y los oyentes no sufriesen de buena gana burlas tan pesadas y riñesen sobre ello, por ley se proveyó que no fuese lícito nombrar en el teatro á persona alguna. Desta manera cesó aquel género de comedia, la cual se llamó antigua comparada con la nueva, y aun no se permitió mucho tiempo lo que los poetas comenzaron á usar de herir y notar, callando el nombre del que mordian, pero de manera y con tales circunstancias que los otros lo entendiesen; así, cesando y vedada la comedia antigua, sucedió la nueva, en la cual se trataba de caidas de doncellas, matrimonios de mancebos, engaños de rameras, no tocando á persona alguna ni aun disimuladamente, en las cuales representaciones, dado que tratasen cosas muy torpes, no usaban empero de palabras deshonestas y sucias, como lo dice san Augustin en el segundo libro de La ciudad, de Dios cap. 8. La antigua comedia se entretuvo y usó todavía en Grecia, no obstante las leyes en contrario, y las pesadumbres y desgracias que de semejante libertad de morder las costumbres ajenas habia nacido, como se saca de una oracion de Arístides, sofista, en este propósito, de la cual tornarémos á tratar otra vez. Roma, usando de mayor severidad de costumbres, siguió y usó el postrero género de las comedias; y era antiguamente vedado por ley de las Doce Tablas componer verso malo, con el cual la fama de otro y la vida se afea; y es cierto que los juegos no se recibieron en los primeros cuatrocientos años despues de la fundacion de Roma, y que primeramente se hicieron, siendo cónsules Tito Sulpicio, Potito y Cayo Licinio Estolon. Estando el pueblo afligido con peste, por voto que se hizo, por lo que en los libros sibilinos hallaron escripto, y dado que esta fué la costumbre de Roma, todavía algunas veces personas graves y insignes de callada eran notados por los representantes como Pompeyo Magno, del cual Difilo, representante, extendiendo hacia él las manos, pronunció aquellas palabras de su fábula: Por nuestra miseria es grande Valerio Máximo, lib. vi, cap. 2.° Otro representante, como lo refiere Julio Capitolino, pronunció ciertos versos delante Maximino, emperador, motejándole de muy cruel, y diciendo: El elefante es grande y le matan, el leon es fuerte y le matan, el tigre es fuerte y le matan; teme á muchos, si no temes á cada uno. Esta era la diferencia de la antigua comedia y de la nueva, de la griega y de la latina comun, tacha de entrambas, que libremente baldonaban á sus dioses dignos por cierto de semejantes honras y adoradores. Pero mejor será reprehender esta fealdad con las palabras de Arnovio al fin del lib. iv contra los gentiles, donde redarguyendo la licencia de los poetas, los cuales en sus versos declaraban las afrentas de los dioses, reprehende tambien

que lo mismo hiciesen los representantes en sus comedias por estas palabras: Pero á los poetas solamente quisistes fuese concedido inventar indignas fábulas de los dioses y burlas malvadas. ¿Qué vuestros pantomimos, qué los histriones, qué aquella muchedumbre de representantes y mozos torpes y sucios? ¿por ventura á propósito de sus ganancias, no abusan de vuestros dioses, y las maneras de dar deleite y placer no las sacan de las injurias y baldones divinos? Están asentados en los espectáculos públicos los colegios de todos los sacerdotes y magistrados, los pontífices máximos, los curiones; están asentados los quindecim laureados y los sacerdotes y flámines con sus insignias, los agoreros, que tienen por oficio declarar lo que Dios quiere y siente; demás desto, las castas vírgines que encienden y conservan el fuego perpetuo; está sentado todo el pueblo y senado, los padres consulares, los reyes augustísimos, y muy cercanos á los dioses; y lo que fuera maldad oillo, la madre de aquella gente guerrera, engendradora de aquel pueblo reinador, Vénus en figura de enamorada la danzan, y por todos los afectos y bajeza de las rameras con deshonesta imitacion la representan hacer locuras. Danza tambien la gran madre adornada de sus sagradas vestiduras, y contra el decoro de su edad, aquella Dindimene de Pesinunte se representa, que se alegra la malvada en los abrazos de un vaquero; demás desto, aquel hijo de Júpiter, Hércules, preso en las redes de su desórden, se representa por Sofocles en los trachinios dar miserables gritos, quebrantarse con la violencia del dolor y consumirse y espirar últimamente derramadas sus entrañas con extrema miseria; y lo que mas es, aquel reinador del cielo, sin ningun miedo de su deidad ni majestad, es inducido en las fábulas hacer el oficio de adúlteros, y para poder engañar la castidad de las madres de familias ajenas, mudar su rostro engañoso, y en semejanza de los maridos succeder en su lugar con el cuerpo mentiroso y fingido que toma; hasta aquí son palabras de Arnobio. Desta manera tenian por mas fácil injuriar á los dioses que á los hombres, engañados con necia presuncion, sin que por esta causa se hiciese castigo alguno, y sin que por esto succediese alguna pesadumbre en el pueblo, lo cual confesamos estar quitado todo de las costumbres del pueblo cristiano, y sabemos que á ninguno le seria lícito con libertad de palabras motejar ó injuriar en el teatro á los verdaderos sanctos que están en el cielo. Lo que pretendemos probar es que los que tratan cosas torpes en sus representaciones, con la memoria de tales cosas no hacen menos daño ni son menos dignos de ser ahuyentados que los que habia antiguamente, y que no es justo les permitan que estén mas hozando en el cieno de su torpeza.

CAPITULO VII.

Que las comedias no son á propósito para honrar á los sanctos. Cosa dificultosa es desarraigar una mala costumbre de mucho tiempo, y con grande aplauso de la muchedumbre arraigada, la cual suele celebrar las fiestas ma❤

yores con comedias y representaciones, y hay peligro no se entienda que con esta disputa queremos diminuir la honra de los sanctos; no sin alguna sospecha de impiedad haseempero de procurar, porque en ninguna cosa se yerra mas gravemente que en honrar á Dios con maneras improprias; y quiero comenzar de donde mas fácilmente pienso quedarán convencidos los contrarios. Digo que conviene honrar á Dios inmortal y á todos los sanctos con toda muestra de alegría, con votos, sacrificios, canciones, flores, ramos hermosamente compuestos y entretejidos, y no dejar cosa alguna de las que se entiende que puedan augmentar la religion y piedad en los ánimos de los mortales; los cuales, como se gobiernan por los sentidos, se mueven principalmente por el exterior aparato de las cosas, ornato y pompa. Pretendo empero que los faranduleros se deben de todo punto desterrar de las fiestas del pueblo cristiano y de los templos, lo cual, antes de confirmarlo por la vileza de sus personas y con otros argumentos, quiero decir que Arístides, sofista, ni de nuestra religion ni de nuestras costumbres, compuso y publicó una oracion, con la cual en Smirna, ciudad de Jonia, procuró persuadir esto mismo, no convenir las comedias á las fiestas de los dioses, ni de burlas representar en ellas cosas que no sean honestas y sanctas; y dado que su intento es contra las comedias que usaban en Grecia, donde se decian baldones contra presentes y ausentes, contra el cual desórden se enderezan los mas de sus argumentos, no poco tambien hacen á nuestro propósito, como se verá por lo que irémos diciendo. Ninguna oblacion ni sacrificio, dice él, es mas agradable á los dioses que traer el ánimo muy bueno y muy pacífico. Las fiestas de los dioses deben ser vínculo de benevolencia y amistad de unos con otros, de lo cual los dioses tienen muy gran cuidado. Presente algun amigo, persona grave, nadie se atreverá á decir baldones ni los querrá oir; pues ¿cómo se sufre tractar á los dioses con menos reverencia? En todo tiempo se deben decir y sentir cosas buenas y honestas; mas en las fiestas principalmente que pertenecen á la religion, donde el pregonero amonesta á todos al principio del sacrificio que digan y hablen cosas buenas; pues ¿cómo será conveniente para honrar á los sanctos decir palabras muy torpes, lo que no se sufre decir ni hacer en los burdeles, cantallo en medio de los templos, ofrecer en sacrificio aquellas cosas que están vedadas por la ley? Es cosa impía querer honrar á los dioses con el arte y ministerio de aquellos en los cuales no se halla parte alguna de bondad. Si entre los cantores alguno hace disonancia, es echado con vergüenza, pues ¿cómo sufrirémos que todo el coro se desentone y desordene, principalmente estando presentes muchachos y doncellas, los cuales en casa y en las escuelas debemos procurar que hablen y oigan cosas honestas? Por ventura, ¿será justo suframos oigan en público lo que si en particular, sin ser castigados, se dijese se corromperian y pervertirian las costumbres? ¿Qué nos maravillamos que tan grande abundancia de males haya y prevalezca en la república, pues en la mesma casa de la

sanctidad sufrimos que se haga tan grande sementera de maldad? ¿Por ventura, entregariamos los hijos á maestros torpes para que los enseñasen? Porque esta excusa suelen traer en las comedias, declararse varios acaecimientos de la vida humana, descubrirse engaños, darse avisos, con los cuales los mozos se hagan mas recatados; en lo cual pretendo probar y afirmo que de todo punto verran, pues el borracho no es bueno para enseñar la templanza, ni el deshonesto será buen maestro de la castidad; porque ¿cómo podrian los tales hacer á sus dicípulos que dejado el vicio, sigan la virtud, dejada la locura, sigan la razon, dejada la crueldad, se hagan mansos y benignos? El cuidado de nuestra puerta no fiamos de cualquiera, porque no acontezca alguna cosa en casa con que quedemos afrentados, sino de persona conocida y aprobada. Y ¿ será justo que los hijosy las mujeres y toda la muchedumbre de la ciudad los entreguemos para ser enseñados á hombres de vida y costumbres desbaratadas? Y los que aun estando templados no les dariamos lugar para hablarnos ¿cómo nos confiarémos de los mesmos estando borrachos y locos, ó cómo pensarémos que los dias de fiesta por su ministerio se hagan mas solemnes? Afuera tal afrenta y maldad, digna que con todo cuidado se destierre. Pero dejados los argumentos que de Arístides se han referido brevemente, pasemos á san Augustin, el cual en el lib. n de La ciudad de Dios, cap. 13, escribe de los antiguos romanos, porque teniendo á los histriones por infames, con todo esto honraban á los dioses con comedias y representaciones; porque ¿qué razon hay de afrentar y tener por infames aquellos por los cuales se augmenta el culto divino? Las mesmas palabras de Augustino son estas: Pero respóndanme, dice, ¿con qué razon excluyen á los faranduleros de todas las honras, y los juegos escénicos se mezclan con las honras de los dioses? Mucho tiempo la virtud romana no supo qué cosa eran las artes teátricas, las cuales, dado que para placer y deleite de los hombres se buscasen, y por la corrupcion de las costumbres se introdujesen, los dioses pidieron que se les hiciesen; pues ¿cómo se desecha el representante por el cual es honrado Dios? Y ¿con qué cara es notado el que ejercita aquella fealdad teátrica si es adorado el que la pide? En lo cual dice haber sido muy mas prudentes los griegos, los cuales de la escena y del teatro levantaban los representantes á honras y magistrados supremos, como consagrados á los dioses y muy agradables á los mismos. Pero haber sido algun tiempo tambien los histriones cchados por los romanos de los templos, como arte que no cuadraba con el culto divino, Cornelio Tácito, en el lib. xiv, lo da á entender con estas palabras: No pequeña porfia del pueblo se encendió porque los pantomimos, dado que restituidos á la escena, eran excluidos de las contiendas sagradas. Pues ¿con qué cara los cristianos faranduleros tomados de la plaza y de los mesones los meten en los templos para que por ellos se augmente la sagrada alegría de las fiestas? Y pues las leyes eclesiásticas en la distinccion 23, can. maritum., los desechan de las su

presenta alguna vez á Minerva 6 Hércules? Por ventura ¿no se ofende la Magestad y se adultera la divinidad alabándolos vosotros? Las cuales palabras podemos transferir á nuestras costumbres, mudados solamente los templos, las personas y la religion, y entender que con las costumbres antiguas se acusa la libertad y torpeza de las nuestras. Y es esto tanta verdad, que si hobiésemos de escoger una de dos, querria antes que los faranduleros representasen fábulas profanas que historias sagradas, porque las personas de los sanctos hanse de representar con decoro y honestidad, lo cual no poder hacer esta gente me persuado, parte por su vileza y afrenta, parte por sus costumbres muy feas y igual liviandad y torpeza de sus meneos. Creia yo, y no me engaño, que en los templos y fiestas de los sanctos todo debe servir á la piedad y modestia, para lo cual fueron instituidos, y que en comun y en particular se debe vacar á las cosas, con las cuales el ánimo se despierta al culto de la religion y contemplacion de las cosas divinas: si para esto son á propósito las risas, los ruidos y vocerías, cada uno lo puede considerar por sí mesmo; que si tendriamos por hombre malo y perdido al que solo ó con pocos en los templos hiciese esto, por ventura ¿tendrémos por mejor y por excusa hacerlo con todo el pueblo? Pero ¿para qué nos detenemos mas tiempo en este lugar estando vedado por ley eclesiástica hacer juegos teatrales en los templos, cuyo principio es cum decore de la vida y honestidad de los clérigos? A veces, dice, se hacen juegos teatrales en las iglesias, y no solo para afrenta (ansí entiendo se ha de leer del espectáculo) se introducen en ellos monstruos de máscaras, pero tambien en algunas festividades los diáconos, presbíteros y subdiáconos presumen ejercitar las afrentas de sus locuras, las cuales dos cosas, el que hizo la ley, Innocencio III, veda que se haga de allí adelante, cuyos intérpretes la declaran y entienden de los espectáculos profanos, por no ser forzados á reprobar la costumbre de muchos que representan en los templos comedias de argumentos sagrados, cuyo parecer en este lugar ni le quiero aprobar ni reprobar; y bastaríame al presente si, como á los de órden sacro se les veda hacer en cualquier lugar estos juegos, así á los faranduleros, lo que Panormitano sobre aquel capítulo da á entender, gente perversa y corruptísima, les cerrasen los templos, los cuales, ora trate de argumentos profanos, ora de sagrados, igual injuria me parece hacer á la religion, y cualquier argumento que traten, siempre se vuelven á

gradas órdenes, ¿cómo creerémos que con su industria el culto divino en los dias de fiesta se augmente? Pero dirás por ventura que en los templos no tratan de cosas torpes, sino que representan historias sagradas tomadas ó de los libros divinos, ó de las historias de los sanctos, lo cual pluguiese á Dios fuese verdad, y no antes para mover al pueblo á risa tratasen de cosas torpísimas. Y es cosa muy grave no poder negar lo que confesar es grande vergüenza; sabemos muchas veces en los templos sanctísimos, principalmente en los entremeses, que son á manera de coros, recitarse adulterios,, amores torpes y otras deshonestidades, de manera que cualquier hombre honesto está obligado á huir tales espectáculos y fiestas si quiere mirar por el decoro de su persona y por su vergüenza; y ¿creerémos con todo esto que las cosas que huyen los hombres modestos son agradables á los sanctos? Yo antes creeria que todos estos juegos se debrian desterrar de los templos sanctísimos como estiércol y burla de la religion, principalmente cuando se hacen por públicos faranduleros, porque siendo su vida torpe, parece que con su misma afrenta afean antes la religion, y acostumbrados á cosas torpes, el olor de que están empegados les sale y exhala por la boca, ojos y todo el cuerpo, aun en los lugares sanctísimos; y no sé si alguna vez representen comedia sin que muchas palabras torpes, aun sin mirar en ello, se les caigan, y habrá quien con todo eso porfie á metellos en las fiestas y solemnidades divinas? Pero demos lo que nunca se probará haber acaecido, que estos hombres atados con alguna ley severa, se pueda hacer que no pasen los términos de la modestia, y que representen con honestidad y decencia solamente historias sagradas. Digo que no obstante esto, no menos será perjudicial á la sanctidad de la religion la tal costumbre, ni acarrea menor afrenta á la república; porque ¿cómo puede ser conviniente que hombres torpes representen las obras y vidas de los sanctos, y se vistan de las personas de san Francisco, sancto Domingo, la Magdalena, los apóstoles y del mismo Cristo? ¿No es esto mezclar el cielo con la tierra, ó por mejor decir, con el cieno, las cosas sagradas con las profanas? Proveido está que las imágenes en los templos se pinten con toda honestidad, y ¿sufrirémos que una mujer deshonesta represente á la virgen María ó sancta Catalina, y un hombre infame se vista de las personas de san Augustin y San Antonio? Cosa que Arnobio, al fin del lib. iv contra los gentiles, reprehende en los antiguos romanos que los faranduleros se vistiesen de las personas de los dio-sus mañas, y en medio de las representaciones resbalan ses con estas palabras: Y no basta esta culpa; tambien á los representantes en los juegos trubanescos se les dan las personas de los sanctísimos dioses; y para mover á risa á los ociosos que miran y á alegría, hieren á los dioses con burlas y moles, gritan y levántanse; los teatros y los tablados rechinan con el ruido y vocería. Lo mismo reprehende Tertuliano en el Apologético, cap. 15, diciendo: ¿Qué dirémos que la cabeza afrentosísima y infame se viste de la imágen de vuestro Dios, el cuerpo sucio, y por su afeminacion ejercitado en esta arte re

á cada paso en palabras torpes y meneos deshonestos; pero por ocasion que Innocencio aparta las máscaras de los templos, creeria yo que por la misma razon se deben echar dellos las danzas, que conforme á la costumbre de España, con gran ruido y estruendo, moviendo los piés y manos al son del tamboril por hombres enmascarados se hacen; porque ¿ de qué otra cosa sirven sino de perturbar á los que rezan y oran y á los que cantan en comun? Por ley del concilio provincial de Toledo está proveido que no entren en los templos antes de

á costa del comun, no repararé en ello, con tal que se conceda que el dia del sol, conviene á saber, el domingo, tambien en aquella ley se exceptúa para que no se hiciese aquella vanidad, y con razon, porque el pueblo en el dia que ha de vacar al culto divino no fuese á los teatros, de la escuela de la virtud y ejercicio de piedad á las escuelas y oficinas de toda maldad y deshonestidad. No pensaban pues los emperadores que con los juegos escénicos se honraba Dios y augmentaba el culto divino, pues no querian se hiciese en dias de fiesta, de donde se puede ver cuánta perversidad sea llamar faranduleros á los templos, y no tener por fiesta principal aquella donde esta gente no se ve con vestidos extraordinarios y aparatos de muchas maneras para augmen tar la alegría del pueblo.

haber puesto fin al oficio divino; pero es cosa cierta que no se guarda del todo, pues al derredor de los templos y del mismo coro donde se canta hacen tal ruido, que no impiden menos que si de todo punto entrasen en ellos; y hay memoria y historias que dicen que en Sajonia, en un aldea llamada Colbecke, la misma noche de Navidad, como diez y ocho personas, hombres y mujeres, danzasen y bailasen en el cimenterio, y no lo quisiesen dejar, dado que el sacerdote se lo mandase, por su maldicion haber sido forzados de bailar un año entero, y últimamente haber todos perecido, año del Señor 1012. Escríbenlo Vicencio y Tritemio. Yo me maravillo que no teman el castigo de aquellos cuyo ejemplo nuestros danzantes imitan; quiero añadir que la curiosidad del canto de órgano que se usa en las fiestas mas célebres, acompañándole con todo género de instrumentos músicos, haberse introducido contra la ley eclesiástica de Juan XXII, que está entre las Extravagantes en el título de la vida y honestidad de los clérigos, y comienza: Docla sanctorum; lo cual decimos, no para reprehender la costumbre mucho ha recibida de casi todos, sino para mostrar con cuánta cautela se deben usar y con cuánta templanza las cosas que no podemos negar haber sido defendidas por nuestros antepasados, y cuánta razon es que aquellos á quien esto toca procuren y hagan que semejantes cosas sirvan á la piedad y se mire que el pueblo por cuya causa se reciben estas cosas no se acostumbre á ir al templo de la manera que á los espectáculos, juegos y otras fiestas profanas, que es gran perversidad de costumbres y escarnio de la sanctísima religion, ni se oigan canciones torpes ó que despierten la memoria de la torpeza cantándolas á la sonada de las deshonestas, dado que mudadas las palabras, que es tambien gran desórden, digna de todo castigo. Pero bien sé la vanidad de la muchedumbre, la licencia de los cantores, que son por la mayor parte gente muy viciosa: nunca alcanzarémos que se repriman y tengan en la razon; bastará haber ainonestado á los superiores. Volvamos á lo que dejamos, á los histriones, y declararémos lo que las leyes de los emperadores en este propósito han establecido. Muchas mudanzas ha habido en este negocio, y muchas leyes muy diferentes se publicaron por los emperadores, permitiendo los mas dellos los juegos escénicos para deleite del pueblo, mas con tal condicion, que no se hiciesen en los dias del domingo de Navidad, pascua y quincuagésima, lo cual estableció Valentiniano, emperador, año de 495, en el Código de Teodosio, lib. xv, tit. 5.°, de los espectáculos, ley 5.", que comienza: Dominico, lo cual con mayor severidad habian prohibido Graciano y Valentiniano y Teodosio en el año de 389, en la ley Nullus, en el mismo título, mandando que ningun juez vacase á aquellos juegos sino en el dia del nacimiento del Emperador y dia que tomó el imperio, en el cual dia, ó él habia nacido en este mundo, ó habia tomado el ceptro del imperio, y esto antes del medio dia solamente; y que despues de medio dia no volviesen al espectáculo. Y si dices que esto se ha de entender de los espectáculos que se hacian

CAPITULO VIII.

Que las mujeres no deben salir á las comedias á representar. Síguese otra perversidad, ni menor que la pasada ni menos digna de remedio: mujeres de excelente hermosura, de singular gracia, de meneos y posturas, salen en el teatro á representar diversos personajes en forma y traje y hábito de mujeres, y aun de hombres, cosa que grandemente despierta á la lujuria, y tiene muy gran fuerza para corromper los hombres, porque como sea así que esta gente ponga todo su cuidado en allegar dinero y todo lo refieran á ganancia, inventan nil embustes, sin ningun cuidado de la honestidad para atraer la muchedumbre, la cual saben que con la vista y oido de las mujeres mas que con otra cosa se mueve. No se puede declarar con palabras cuán grave maldad y perjudicial daño sea este, tanto mas, que esta torpeza tiene tambien sus defensores, no cualesquiera del pueblo, sino personas eruditas y modestas, al error de los cuales, porque se extiende mucho y tiene hondas raíces, conviene oponernos y procurar cuanto en questras fuerzas fuere, poner con esta disputa remedio, porque no están las cosas en tan mal estado que no haya personas de sancta intencion, á las cuales descontentan estas torpezas, y es oficio de los príncipes hacer resistencia á la liviandad de la muchedumbre y á la temeridad de los hombres perdidos. Y no ignoramos que en los tiempos antiguos salieron mujeres á representar al teatro, de lo cual Funico, escritor de tragedias, segun se dice, fué el primero inventor y el primero que sacó mujeres á las representaciones, como lo dice Gregorio Giraldo, y en los juegos florales en Roma se desnudaban mujeres solo cubiertas las vergüenzas, como lo dice Alejandro de Alejandro en el lib. vi de los Dias geniales, cap. 8.o; pero eran mujeres de mal vivir, esclavas públicas, deinás desto ajenas de nuestra religion, como se entiende por muchas leyes, principalmente del Código de Teodosio, lib. 1, tít. 7.o; de los Escénicos, leyes 1., 2.", 4.*, 8.* y 9.' Tertuliano en el libro de los Espectáculos, cap. 17, la suciedad, dice, representarse por mujeres en la escena; y rameras, sacrificio de la pública lujuria, salirá la es

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